10.- La unidad y sus fundamentos

LA UNIDAD INTERNA, RESULTANTE DE LA ACTIVIDAD GLOBAL

 

 

Uno de los factores determinantes de la fuerza orgánica, de la influencia y de la capacidad de movilización de masas del PCP es su unidad interna.

Si se quiere definir en pocas palabras en qué consiste la unidad del Partido, pueden presentarse tres rasgos esenciales: el acuerdo con el Programa y la orientación política, el cumplimiento de los principios y normas de organización y la actuación para el cumplimiento de las tareas decididas.

La verificación de estos tres rasgos esenciales de la unidad en un partido como el nuestro, con un tan elevado número de organizaciones y de miembros, es por si solo una demostración inequívoca de la solidez política, ideológica y orgánica del Partido, de la cual se puede deducir su poderosa capacidad de intervención en la vida nacional.

En el PCP no hay tendencias ideológicas, no hay plataformas ni grupos que se enfrenten, no hay dirigentes que disputen.

Las organizaciones y los militantes están identificados con el Programa del Partido y actúan según la línea establecida.

Lo que parece sorprendente para ciertos observadores, es que esta unidad se mantenga sin fisuras a lo largo de muchos años y no presente ninguna conmoción en las más complejas condiciones de la vida política nacional.

Considerando solamente la situación después del 25 de Abril, ¿qué se observa?

Se plantearon nuevas y complejas tareas al Partido. La revolución portuguesa tuvo un proceso irregular que impuso la necesidad a cada momento de tomar conciencia de nuevos fenómenos, hacer nuevos análisis de la situación, tomar decisiones de alta importancia. En los once años trascurridos desde el 25 de Abril se pasaron momentos particularmente peligrosos para la democracia y para el Partido.

 

LA UNIDAD INTERNA, RESULTANTE DE LA ACTIVIDAD GLOBAL

 

Uno de los factores determinantes de la fuerza orgánica, de la influencia y de la capacidad de movilización de masas del PCP es su unidad interna.

Si se quiere definir en pocas palabras en qué consiste la unidad del Partido, pueden presentarse tres rasgos esenciales: el acuerdo con el Programa y la orientación política, el cumplimiento de los principios y normas de organización y la actuación para el cumplimiento de las tareas decididas.

La verificación de estos tres rasgos esenciales de la unidad en un partido como el nuestro, con un tan elevado número de organizaciones y de miembros, es por si solo una demostración inequívoca de la solidez política, ideológica y orgánica del Partido, de la cual se puede deducir su poderosa capacidad de intervención en la vida nacional.

En el PCP no hay tendencias ideológicas, no hay plataformas ni grupos que se enfrenten, no hay dirigentes que disputen.

Las organizaciones y los militantes están identificados con el Programa del Partido y actúan según la línea establecida.

Lo que parece sorprendente para ciertos observadores, es que esta unidad se mantenga sin fisuras a lo largo de muchos años y no presente ninguna conmoción en las más complejas condiciones de la vida política nacional.

Considerando solamente la situación después del 25 de Abril, ¿qué se observa?

Se plantearon nuevas y complejas tareas al Partido. La revolución portuguesa tuvo un proceso irregular que impuso la necesidad a cada momento de tomar conciencia de nuevos fenómenos, hacer nuevos análisis de la situación, tomar decisiones de alta importancia. En los once años trascurridos desde el 25 de Abril se pasaron momentos particularmente peligrosos para la democracia y para el Partido.

Y sin embargo, en este complejo proceso, mientras que en los demás partidos se verificaron conflictos, fracturas, renuncias, escisiones, en el PCP se verificó una unidad absoluta. Unidad en el Comité Central. Unidad de todos los organismos de dirección. Unidad de la Dirección y de la base. Unidad de todo el Partido.

Esta magnífica unidad es por sí sola un signo tan grande de superioridad del PCP sobre los demás partidos, que la propaganda anticomunista, para impedir que esta característica superior del PCP sea conocida y apreciada, conduce a la desinformación utilizando alternativamente dos apreciaciones contradictorias.

Por un lado, trata de negar la existencia de la unidad del Partido, y para ello busca, menciona, desentierra, resucita e infla hasta lo ridículo casos aislados, insignificantes y no característicos o, de una manera más expeditiva, inventa pura y simplemente conflictos y divisiones en el PCP.

Por otro lado, y contradictoriamente, reconociendo la existencia de una fuerte unidad en el PCP, procura explicársela, ya sea por una pretendida disciplina ciega, rígida y represiva, ya sea por un fanatismo igualmente ciego de los militantes.

Es decir: por un lado se niega a saber. Por otro lado no quiere que se sepa.

Pero un poco de reflexión y de seriedad conduce inevitablemente a cualquier observador al reconocimiento de la unidad interna del PCP como un fenómeno de alto valor y significado, no susceptible de ser ocultado por calumnias o deformado por interpretaciones simplistas o alevosas.

La fuerte unidad del PCP ne es solo motivo de resentimiento y desinformación. Es también motivo de real atención e interés de partidos comunistas y fuerzas progresistas.

La experiencia del PCP en lo que respecta a su unidad interna es materia de atento examen. Suele preguntarse cómo logró el PCP una tan magnífica unidad. Incluso hay quienes preguntan qué medidas y orientaciones toma el Partido para asegurar la unidad. ¿Cómo consigue el PCP que todos sus miembros estén da acuerdo con los objetivos y la orientación política, cumplan los principios y normas de organización y actúen para el cumplimiento de las tareas resueltas?

La respuesta es clara: la unidad del PCP no resulta de ninguna medida especial para asegurarla, sino de toda la orientación y práctica del Partido.

 

FUNDAMENTOS DE LA UNIDAD

 

 

Siendo la unidad del PCP una resultante y una expresión de su naturaleza y de su actividad global, los fundamentos de la unidad involucran numerosos aspectos, distintos pero complementarios.

La unidad del Partido se fundamenta en la justeza del análisis de la situación y en la justeza de sus objetivos y de su orientación política.

Es un hecho comprobado por la vida que el Partido caracterizó con rigor la situación económica, social y política, definió con exactitud la etapa de la revolución y sus objetivos, discernió la distribución de las fuerzas de clase, develó la naturaleza y los objetivos de la política de sucesivos gobiernos, previo la evolución de la situación en aspectos fundamentales.

La corrección de la línea política comprobada por la vida no deja espacio para contradicciones, tendencias y fracturas que afecten la unidad del Partido.

La unidad política es un primer fundamento de la línea del Partido.

La unidad se fundamenta en la concentración de los esfuerzos y energías para la aplicación de la orientación política y práctica, o sea, en la lucha de la clase obrera y de las masas populares.

A lo largo de los años, la lucha en defensa, en lo concreto, de los intereses del pueblo y del país llegó a ser la sustancia de la propia vida partidaria. En la vida portuguesa, ser comunista es sinónimo de ser combatiente de la clase y de las masas, no solo en palabras, sino en la actividad cotidiana.

El hecho de que la propia vida comprueba la razón de ser, la necesidad y el valor de la lucha de los comunistas en defensa de los intereses del pueblo y de la Patria, no deja espacio vacío para una interiorización de la vida del Partido, y solidifica y exalta la conciencia comunista, el esfuerzo común y la cohesión de las filas.

La acción comunista en estrecha conexión con la clase y las masas es un segundo fundamento de la unidad del Partido.

La unidad se fundamenta en normas orgánicas que, mediante la definición de principios y mediante la práctica, concientizan la integración del militante en la política y en la acción de su Partido.

La ligazón profunda de la Dirección con la base del Partido y el acompañamiento por la base del trabajo de dirección; la democracia interna; el respeto por la opinión de los militantes y el aprecio real por su actividad; una política de cuadros ecuánime, justa y de valorización según los méritos; la estructuración y el fortalecimiento de la organización y de su funcionamiento, solidifican al Partido como un poderoso instrumento de acción política.

El hecho de que la propia vida demuestra que las normas orgánicas definidas, adoptadas y practicadas en la vida nacional refuerza la conciencia y el esfuerzo colectivo en el dominio de la organización.

La cohesión orgánica es un tercer fundamento de la unidad del Partido.

La unidad se fundamenta en el trabajo colectivo y en la concepción del Partido como un gran colectivo partidario.

Se trata de una gran conquista de nuestro Partido que, en el desarrollo y en la culminación de experiencias, se convirtió en una característica típica y esencial del funcionamiento y del estilo de trabajo.

El trabajo colectivo fusiona el trabajo teórico y el político, profundiza el sentimiento de la responsabilidad y la responsabilización colectiva, establece un clima de respeto por la contribución de todos y de cada uno, integra al individuo en lo total, une a los militantes en la orientación y en la acción común.

El hecho de que la propia vida demuestra el extraordinario valor, la creatividad y la eficacia del trabajo colectivo y del exaltante estimulo que el trabajo colectivo da al trabajo individual, impide el desarrollo de conflictos y divisiones y es por sí solo una poderosa afirmación de unidad.

El trabajo colectivo y la trasformación de la noción de trabajo colectivo en rasgo inherente al estilo de trabajo del PCP es un cuarto fundamento de la unidad del Partido.

La unidad se fundamenta en la asimilación y en la educación ideológica marxista-leninista.

Lo que une al Partido no es ninguna afirmación verbal de “fidelidad” al marxismo-leninismo. Tal afirmación, en sí, no es más que una declaración de intenciones.

Lo que une al Partido es la asimilación, en lo fundamental, de la teoría que permite el análisis justo de la situación y de los nuevos fenómenos y la definición de una justa orientación de clase.

La asimilación y la educación marxista-leninista establece, profundiza y da extraordinaria solidez a conceptos fundamentales de la clase, equipa a los militantes con criterios y métodos que les permiten una visión correcta de los acontecimientos y fenómenos, los conduce mediante sus propios esfuerzos a una visión uniforme y común de la realidad y al hallazgo de respuestas correctas para los problemas que esa misma realidad plantea.

La comprobación, en la vida y en los actos cotidianos, del carácter científico del marxismo-leninismo, reduce las posibilidades de la influencia ideológica disgregadora de la burguesía.

El marxismo-leninismo es un quinto fundamento de la unidad del Partido.

Se ve que, para la unidad existente del PCP, contribuyen todos los aspectos de la actividad del Partido. Cualquier deficiencia o error grave en la orientación política, en el funcionamiento orgánico, en el estilo de trabajo, en el trabajo ideológico, desde luego afectaría y debilitaría la unidad.

La unidad no es resultado de ninguna orientación ni medida especial, sino la resultante de toda la orientación y práctica de todo el Partido.

 

 

LA UNIDAD DE LA DIRECCIÓN

 

El papel de la unidad de la Dirección en la unidad del Partido merece particular atención. De hecho, la unidad de la Dirección a lo largo de muchos años ha sido y es un importante fundamento y una contribución decisiva para la unidad de todo el Partido.

La unidad de la Dirección no significa ni puede significar un acuerdo despersonalizado y amorfo entre los dirigentes, un acomodamiento a la unidad sin reflexión, la creación de sentimientos de “grupo” o “clan” dirigente e inamovible.

La unidad de la Dirección no significa ni puede significar que no haya diferencias de opinión cuando se aborda un problema, que no haya debate, que no haya discusión, Pero significa que la Dirección llega a una conclusión final, a una decisión colectiva, por unanimidad, consenso o mayoría, y que es esa decisión, y no las opiniones individuales de sus miembros, lo que la Dirección lleva a todo el Partido.

En los organismos de dirección del PCP, asi como en cualesquiera otros organismos, los militantes tienen entera libertad para defender sus puntos de vista y es bueno que los defiendan. No tienen libertad para, fuera del Partido, defender sus opiniones personales, si acaso discrepan de la orientación y de las decisiones tomadas.

Para la eficiencia del trabajo y la defensa de la unidad de la propia Dirección, es de la mayor importancia que en la Dirección no se dejen arrastrar más de lo necesario los debates en torno a diferencias de puntos de vista. Debatir hasta el esclarecimiento, pero no trasformar un debate en polémicas inacabables. Igualmente importante es que la Dirección no agote su tiempo, su atención y sus energías en tomo a divergencias entre sus miembros. Cuando ello sucede, la Dirección deja de cumplir su función y toda la actividad del Partido queda comprometida.

En nuestro Partido, se considera un deber primordial de la Dirección asegurar la unidad del Partido y, para asegurar la unidad del Partido, es esencial asegurar su propia unidad. La experiencia internacional demuestra claramente que, si la dirección de un partido, en vez de un ejemplo de unidad, aparece ante los militantes dividida por conflictos agudos o (peor aún) por disputas y rivalidades personales, tal situación ejerce inevitablemente un papel disgregador.

Es cierto que, en determinada situación partidaria, puede hacerse necesario un debate en el Partido acerca de problemas de orientación sobre los cuales haya diferencias de opinión.

Una cosa es, sin embargo, un debate, organizado democráticamente, en el cual los militantes son llamados a intervenir para la discusión y definición final de la orientación, y otra cosa son las divergencias polarizadas, cristalizadas, polémicas, conflictivas, personalizadas, abiertas a la observación de todo el Partido e incluso de la opinión pública en general. Tales casos nada tienen que ver con la democracia interna. Son tan solo el lamentable espectáculo de la incapacidad de los dirigentes y de su menosprecio por los intereses superiores del Partido.

El trabajo de la Dirección merece o desmerece por lo que es y por lo que vale. Pero también merece o desmerece por el ejemplo que da.

Así como los buenos ejemplos fomentan las buenas actitudes, los malos ejemplos despiertan y promueven tendencias y procedimientos defectuosos.

En cuanto a la unidad de la Dirección, es un poderoso factor de la unidad partidaria, la división de la Dirección e inevitablemente un instrumento de la división del Partido.

La Dirección del Partido tiene el deber de dar buenos y no malos ejemplos al Partido, y uno de los más valiosos y educativos ejemplos que puede dar es el de su unidad.

En el PCP, ese ejemplo se da desde hace muchos años.

 

 

NORMAS ORGÁNICAS PARA GARANTIZAR LA UNIDAD

 

 

Los Estatutos contienen principios y normas (con respecto a la disciplina y a la prohibición de fracciones), que tienen como uno de sus objetivos la defensa de la unidad del Partido.

Disciplina: definida como una obligación para todos los miembros del Partido de actuar dentro de la línea del Partido y de cumplir las resoluciones e instrucciones, quedando los trasgresores sujetos a sanciones.

Prohibición de fracciones: definida como una interdicción efectiva de cualquier tentativa de formación de grupos de camaradas en base a plataformas o divergencias y al apoyo a tal o cual cuadro y a sus opiniones.

Se trata de principios y normas estatutarias importantes. Quien resuelve hacerse miembro del PCP acepta estos principios y normas. Comprende que en el PCP no se acepta que sus miembros defiendan fuera del Partido orientaciones contrarias a las del Partido, decidan qué resoluciones cumplen y qué resoluciones no cumplen, formen dentro del Partido grupos con orientaciones propias y actúen dentro del Partido como grupos organizados, oponiéndose a la orientación y a las decisiones aprobadas.

Sin duda que estos principios y normas cortan el camino a eventuales actitudes y actuaciones que dañen la unidad del partido. Sería, sin embargo, totalmente errado pensar que la unidad resulta fundamentalmente de la existencia y aceptación de la disciplina y del temor a sanciones en caso de formación de fracciones o de actividades fraccionistas.

Donde se torna necesario invocar la disciplina y la prohibición de fracciones, es porque la unidad ya está afectada o amenazada.

Por ello, solo en circunstancias particularmente graves, excepcionales y coyunturales, la unidad es directamente garantizada por la invocación de la disciplina, por medidas directas contra actividades fraccionistas, por sanciones, disciplinarias.

La propia disciplina, en su realidad y significado, es incomparablemente más rica en contenido que su definición como un deber a cumplir.

La disciplina (así como la condenación de cualquier tendencia fraccionista) no es una obligación que se soporta con contrariedad bajo el peso de la amenaza de sanciones; más bien forma parte de los hábitos, de los criterios y de los sentimientos inherentes a la mentalidad y a la educación comunistas.

Las raíces, las motivaciones y la fuerza de la unidad del Partido, como se expuso antes, no residen fundamentalmente en la disciplina y en la prohibición de fracciones, sino en causas diversificadas y mucho más profundas provenientes de todos los aspectos de la actividad partidaria.

Es síntoma de solidez de la unidad del PCP el hecho de qué, para asegurarla, prácticamente nunca se invocan los principios estatutarios.

 

SUPERACIÓN DE DIFICULTADES EN LA UNIDAD INTERNA

 

La fuerte unidad que se verifica en el PCP no es una realidad inmanente, sino una forma de vivir del Partido creada, establecida, perfeccionada a través de decenas de años de actividad. La unidad del PCP es producto de una larga experiencia en que el Partido aprendió con la vida lecciones de capital importancia.

Aprendió a conocer el alto precio que se paga por conflictos internos, divisiones y escisiones. Aprendió a conocer la génesis de los conflictos y divisiones. Aprendió a conocer cómo los yerros políticos, las soluciones orgánicas incorrectas, las decisiones individuales incontroladas, el tratamiento defectuoso de las cuestiones de cuadros, constituyen caldo de cultivo para enfrentamientos, conflictos y divisiones.

Aprendió a conocer y apreciar el valor de la unidad y a conocer y descubrir caminos y métodos para superar dificultades internas y reforzar la unidad en todos los aspectos.

Las dificultades en la unidad interna del Partido condujeron, en algunos casos, a renuncias, deserciones, expulsiones, formación de grupos, escisiones. Se expresaron en otros casos en conflictos internos que fue posible superar mediante el debate, y decisiones apoyadas en la democracia interna. En unos y otros casos, la unidad del Partido acabó finalmente por asegurarse. Cabe relatar cinco situaciones más graves.

La primera, en los años 20, expresada en el conflicto entre un grupo con Carlos Rates y un grupo con José de Sousa. Resuelta administrativamente a favor de Rates (quien poco después traicionó) y seguida por sanciones contra sus opositores, atrasó a la organización en las condiciones de clandestinidad.

La segunda, cuando la reorganización del Partido, en 1940-1941, se caracterizó por una situación en que, junto al PCP reorganizado, se desarrolló la actividad de un grupo que se intituló “PCP”. Tal situación condujo a la expulsión o alejamiento de varios camaradas y a un período de dos años de desorientación en diversos sectores del Partido, hasta la desaparición del llamado “Grupito Provocador”.

La tercera, con posterioridad a divergencias surgidas entre camaradas presos en el Campo de Concentración del Tarrafal, se caracterizó por la formación de un grupo de destacados militantes que, en los años 1945-1946, defendieron una plataforma —la “política de transición”— opuesta a la línea del Partido aprobada en el III Congreso realizado en 1943. Esta crisis fue superada mediante debates internos que culminaron con la realización del IV Congreso en 1946. Los militantes más destacados, que habían defendido la “política de transición”, fueron propuestos y electos para el Comité Central e hicieron posteriormente autocríticas (publicadas en la prensa del Partido) a sus anteriores posiciones.

La cuarta (en los años 1956-1961), resultante de una desviación de derecha (la “solución pacífica del problema político portugués”) y de una tendencia anarco-liberal en el trabajo de dirección, se expresó en un profundo debate en el Partido, que llegó a culminar con la rectificación de la desviación de derecha en 1961 y con el ulterior desarrollo de la línea revolucionaria del Partido en el VI Congreso y en la aprobación del Programa del Partido. Esta crisis fue superada por el esfuerzo colectivo de los cuadros responsables que defendían posiciones diferentes.

La quinta (1963-1964) se caracterizó porque algunos miembros del Partido lo abandonaron a fin de formar grupos maoístas. De estos acontecimientos y situaciones, de los aspectos positivos y negativos que revelaron y comportaron, resultaron lecciones de gran importancia con respecto a la unidad del Partido.

Entre las lecciones de deficiencias, errores y criterios errados deben subrayarse: no apresurar juicios condenatorios ni medidas disciplinarias sin fundamentos sólidos y examen objetivo y desapasionado; no admitir que diferencia de opinión y divergencias se trasformen en cuestiones de cuadros y en conflictos personales; no aceptar métodos de dirección y decisión individuales y autoritarios, sobre todo en las cuestiones controvertidas y en la apreciación de los cuadros; impedir la personalización de las ideas; no caracterizar y clasificar globalmente un cuadro con motivo de opiniones consideradas incorrectas; no considerar “vencedores” ni “vencidos” después de un debate que termina mediante una decisión colectiva; no adoptar como criterio (salvo situaciones excepcionales) una “homogeneización” de los organismos, o sea hacer que salgan los que discrepan y hacer entrar otros con opiniones idénticas a las finalmente aprobadas.

Entre las lecciones de criterios y métodos que se revelaron correctos y adecuados deben subrayarse: ganar al colectivo para la idea de hacer todo por defender la unidad del Partido; insistir pacientemente en el esclarecimiento y en la profundización del análisis y del debate; hacer todo para evitar la cristalización de opiniones; utilizar medidas disciplinarias, no con motivo de divergencias, sino solo por graves infracciones a los principios orgánicos; situar en el plano estrictamente ideológico y político las diferencias de opinión y las divergencias, procurando superarlas a través del debate democrático y de la decisión colectiva.

Estas experiencias y lecciones, conjugadas con otras resultantes de la actividad del Partido, están presentes en el trabajo de dirección, en la política de cuadros, en los métodos del centralismo democrático, en el estilo de trabajo.

Ellas contribuyeron a la superación de dificultades surgidas en la unidad interna y a la definición de una orientación y de una práctica que hace de la inconmovible unidad del PCP un motivo de orgullo de los comunistas portugueses.

 

 

LA UNIDAD: CIMIENTO DE LA FUERZA DEL PARTIDO

 

 

La unidad es uno de los aspectos más positivos de la realidad del Partido Comunista Portugués.

La unidad permite que todas las capacidades, todas las fuerzas, todas las energías y todos los recursos converjan en las mismas direcciones de actividad y en la realización de las tareas.

La unidad interna da a la acción global del Partido una fuerza incomparablemente superior a la suma de la acción individual de todos sus miembros. La unidad representa una extraordinaria economía de los recursos disponibles y una condición ideal para la utilización social de la capacidad de acción. La unidad es, en sí misma, una fuente de energía y de capacidad de realización.

Un partido roído por conflictos y divisiones internas, sobre todo si se refieren a la Dirección y a los dirigentes, ocupa gran parte de las energías, de las preocupaciones y del tiempo en discusiones y debates a veces enteramente divorciados de la vida y de la lucha de los trabajadores y de las masas populares. En tales circunstancias, un partido debilita inevitablemente la actividad que justifica su propia existencia.

El PCP conoce por experiencia, aunque en períodos breves de su historia, cómo los conflictos internos vuelven al Partido hacia adentro, alejándolo de la clase y de las masas.

El hecho de que el PCP, desde hace muchos años, no tenga conflictos ni divisiones internas (salvo casos esporádicos; en organismos intermedios y de base) le ha permitido estar permanentemente vuelto hacia afuera y consagrar y concentrar sus energías y capacidades junto a la clase obrera, junto a las masas populares.

La unidad del Partido es al mismo tiempo un ejemplo estimulante de la unidad de los trabajadores y un motivo de prestigio, de influencia y de autoridad.

Naturalmente que la unidad del PCP desagrada a la reacción y a los otros partidos, donde cada día estallan divergencias, conflictos y divisiones. Cuando no hay divisiones en el PCP, la reacción pasa a inventarlas. No le interesa lo ridículo de sus inventos y sus fábulas. Lo que le interesa es tratar   de rebajar y ennegrecer la imagen del PCP.

Desmintiendo tales inventos y fábulas, la verdad es que la Dirección del Partido, en su sólido colectivo, da un ejemplo de inalterable, inconmovible y magnífica unidad. Correspondiendo a la unidad de la Dirección, la unidad de todo el Partido es, en contraste con otros partidos portugueses, un ejemplo único de solidez y de lógica, política y orgánica.

La unidad del Partido es el cimiento de su fuerza.