6.- Los cuadros

 

LOS CUADROS Y SU VALOR

 

 

El Partido está compuesto por todos sus miembros. Todos tienen iguales derechos e iguales deberes. Entre los numerosos deberes indicados en los Estatutos (artículo 14) se cuentan los de trabajar por la aplicación de la línea del Partido y para el refuerzo de su organización e influencia, reforzar su ligazón con las masas, defender abnegadamente las reivindicaciones y aspiraciones de los trabajadores, tomar activamente parte en las reuniones de su organismo.

¿Por qué se habla entonces de cuadros del Partido? ¿Hablar de cuadros del Partido no será lo mismo que hablar de miembros del Partido? ¿Qué son, en definitiva, los cuadros del Partido? Puede decirse, sumariamente, que todos los miembros del Partido pueden ser cuadros del Partido, pero muchos no lo son de hecho.

Son cuadros los miembros del Partido que desempeñan tareas responsables en cualquier escalón. Pero también son cuadros todos aquellos que se esfuerzan abnegadamente en el cumplimiento de sus tareas, cualesquiera que ellas sean.

Es decir: ser cuadro del Partido, más o menos destacado, no se define obligatoriamente por el organismo al que pertenece el miembro del Partido, ni por el grado de responsabilidad, ni por la tarea que desempeña, ni siquiera por el nivel de su preparación política y de sus conocimientos generales.

Existen cuadros del Partido en todas las organizaciones, en todos les grados de responsabilidad y en todas las tareas. Existen cuadros del Partido con los más diversos grados de preparación ideológica y de conocimientos.

Los cuadros se revelan, se afirman y se desarrollan a través de su actividad. Y puesto que la formación de un cuadro es un proceso, no hay un límite definido, rígido, divisorio entre los miembros del Partido en general y los cuadros en particular.

La actividad del Partido es la actividad de todos sus miembros. La obra del Partido es la obra de todo el gran colectivo partidario.

No es, sin embargo, correcta una visión igualitarista de los miembros del Partido en cuanto a lo que representan para el Partido. Es una realidad irrecusable que el desarrollo de la actividad en todos sus aspectos y la propia obra del colectivo dependen en gran medida de los cuadros, de su preparación, de su capacidad, de su dedicación, de su trabajo esforzado. No se puede afirmar en términos intemporales (como en épocas pasadas justamente se afirmó en determinadas situaciones y momentos) que “los cuadros deciden todo”. Pero puede decirse que, en cualesquiera circunstancias, los cuadros deciden mucho y sin cuadros nada se decide.

En el tiempo de la clandestinidad, las propias características de la lucha imponían que los cuadros tuviesen ciertas cualidades fundamentales. La revolución y las nuevas condiciones de lucha llegaron a exigir de los cuadros del Partido una preparación mucho más diversificada, profunda y especializada.

Los éxitos alcanzados en la actividad del Partido se deben en parte decisiva a la capacidad que mostró el Partido para formar rápidamente los cuadros necesarios para la lucha en las nuevas condiciones creadas por la revolución.

Los cuadros abnegados, preparados, aptos para desempeñar con éxito sus tareas, constituyen un valor precioso para el Partido. Constituyen un factor decisivo para el éxito de su actividad.

 

 

CONOCIMIENTO, PREPARACIÓN, SELECCIÓN Y PROMOCIÓN

 

 

Cuando se aborda la política de cuadros del Partido, se mencionan en general tres aspectos fundamentales: el conocimiento de los cuadros, su preparación y formación y su selección y promoción. La política de cuadros involucra muchos otros aspectos importantes. Pero tiene como piedras angulares la definición de líneas de orientación relativas a los tres aspectos mencionados.

El conocimiento de los cuadros es uno de los aspectos más complejos, si no el más complejo, de la política de cuadros.

El conocimiento de los cuadros puede considerarse en un sentido restringido y en un sentido amplio.

En un sentido restringido, se limita a la verificación de la actividad que cada miembro del Partido realiza en un momento dado o en un período de tiempo dado. Este conocimiento es relativamente fácil, aunque no siempre sea seguro el juicio de valor de esa actividad.

En un sentido amplio, el conocimiento de los cuadros significa el conocimiento de su personalidad, de sus cualidades y defectos, de sus potencialidades. Como implica una opinión acerca de la perspectiva de su desarrollo, es un conocimiento extremadamente más difícil.

Es falible, y a veces peligroso, fundamentar el conocimiento de tal o cual cuadro del Partido en su opinión individual.

La experiencia demuestra que los criterios individuales de apreciación son muy diversos. Hay camaradas que aprecian en los otros sobre todo el dinamismo de su acción, otros la seriedad de la conducta partidaria, otros la capacidad política, otros la disciplina, otros diversas cualidades y características. De la misma forma hay camaradas que en su apreciación, dan mayor o menor importancia a tales o cuales defectos.

La experiencia demuestra que, con relativa frecuencia, la opinión acerca de los cuadros, que se forma en una organización a través de la información u opinión personal de un camarada, tiene que ser posteriormente corregida, a veces radicalmente.

La propia complejidad de la cuestión aconseja que el conocimiento de los cuadros sea el resultado de un trabajo colectivo.

Es igualmente falible, y también a veces peligroso, fundamentar el conocimiento de tal o cual cuadro en la apreciación de una cualidad o un defecto aislado, de una actitud o de un procedimiento positivo o negativo, de un éxito importante o de un error grave, de uno u otro momento aislado de su vida y de su actividad.

La apreciación correcta debe tomar en cuenta las múltiples características, las virtudes y los defectos, su presente y su historia.

La propia complejidad de la cuestión aconseja que la apreciación de los cuadros sea global.

La preparación y formación de los cuadros constituye un trabajo con aspectos extremadamente diversificados, pero que contiene, como línea de orientación fundamental, la asimilación de los principios ligadas a la actividad práctica.

A veces, hablando de la preparación y formación de los cuadros, se tiene en cuenta casi exclusivamente con vistas a su preparación y formación ideológica.

Esta juega, sin duda, un importante papel en la preparación y formación de los cuadros. Por eso la ayuda política, el estudio en general y el estudio del marxismo-leninismo en particular, la participación en debates, la frecuencia de cursos, constituyen aspectos significativos y a veces determinantes de la preparación de los cuadros.

Pero la preparación y formación de los cuadros no se limita a la preparación y formación ideológicas.

Otros aspectos inseparables son la capacidad alcanzada en la ejecución de tareas que les son confiadas, el creciente sentido de la responsabilidad, la formación del carácter.

En esas varias direcciones se desarrolla el apoyo y ayuda a los cuadros para su preparación y formación. La selección y promoción de los cuadros aparece como un resultado natural de su desarrollo.

La selección y promoción de los cuadros consiste fundamentalmente en la atribución a los militantes, de tareas adecuadas a sus cualidades y características y en la incorporación de militantes a nuevas tareas consideradas más difíciles e importantes, independientemente de que se realicen en organismos más o menos responsables.

Se trata también de una tarea que solo puede cumplirse acertadamente si se basa en un serio trabajo colectivo.

Es completamente indeseable que la incorporación de nuevos cuadros a tareas o cargos de mayor responsabilidad sea determinada por factores tales como la simpatía, el favoritismo, los lazos de amistad con tal o cual dirigente, la preferencia por cualesquiera razones que no sean las cualidades reales y el valor de los cuadros.

Cuando se discute en concreto, en cualquier organismo, la promoción de cuadros, sucede con frecuencia que haya rápidamente unanimidad en relación con uno u otro camarada, pero con igual frecuencia se manifiestan (y es inevitable y deseable que así sea) opiniones muy diversas en relación a otros. La decisión final exige a veces un prolongado examen colectivo.

La preparación de la propuesta sobre la composición del nuevo Comité Central, llevada al X Congreso del Partido, fue resultado de un trabajo de muchos meses, a lo largo de los cuales se elaboraron numerosísimas opiniones sobre cientos de cuadros del Partido y se realizaron meditados cambios de impresiones de los organismos ejecutivos del Comité Central con numerosísimos camaradas. Naturalmente, la selección y promoción con vistas al Comité Central exige especial rigor y atención. Pero, en relación con otras tareas, la metodología y los criterios pueden de manera adecuada ser esencialmente los mismos.

 

 

LOS CUADROS JÓVENES Y EL CONFLICTO GENERACIONAL

 

 

En nuestro Partido, como regla general, no es la edad lo que determina la atribución de tareas y de responsabilidades, sino las cualidades reales de los militantes.

La composición etaria de las organizaciones y organismos presenta, sin embargo, grandes irregularidades, cuyas causas fundamentales son objetivas.

En las organizaciones más antiguas del Partido, con grandes tradiciones de lucha, en la cual se revelaron y dieron grandes pruebas numerosos militantes, es natural que aparezcan al frente cuadros con muchos años de Partido, por lo tanto más viejos.

En organizaciones más recientes, sobre todo en aquellas que se formaron después del 25 de Abril en regiones donde existe gran atraso en la conciencia política de las masas y donde anteriormente no había organización del Partido, sucede lo contrario: es la juventud la que más fácilmente es ganada para las ideas del Partido y aparecen al frente de las organizaciones cuadros jóvenes, a veces muy jóvenes.

Como orientación general del Partido, no hay discriminación, ni prioridades, ni preferencias según las edades.

Se da el valor debido a las pruebas dadas y a la experiencia de cuadros con muchos años de actividad, pero se tiene en cuenta que la antigüedad, las experiencias y las pruebas dadas en ciertas circunstancias no son por sí solas un índice de la capacidad para tales o cuales tareas en la nueva situación que vivimos después del 25 de Abril.

El peso determinante de los cuadros más antiguos en los organismos de dirección, que se verifica en algunas organizaciones, no es, sin embargo, solamente producto de factores objetivos.

Intervienen también, a veces, factores subjetivos, que determinan composiciones etarias inmovilistas de organismos responsables, donde los “cuadros antiguos” cierran las puertas al acceso de los más jóvenes.

En nuestro Partido no hay, en general, el llamado “conflicto generacional”. Pero no deja de haber fenómenos que se inscriben en dicho conflicto.

No es raro que se manifiesten incomprensiones, ya sea de los cuadros más antiguos en relación con los más jóvenes (que no saben nada, que no tienen experiencia, que no dieron pruebas, que antes tienen que aprender, que todavía son verdes), ya sea de los más nuevos en relación a los más viejos (que están anquilosados y petrificados, que son incapaces de comprender los nuevos fenómenos, que juzgan la actualidad como si fuese la de su tiempo).

Estas incomprensiones parten de algunas observaciones correctas, pero son globalmente injustas y con frecuencia se deslizan hacia el establecimiento de fronteras en la comunicación entre las generaciones, cuando no hacia incompatibilidades y fracturas.

La lucha contra los síntomas de tal “conflicto de generaciones” forma parte del trabajo educativo diario de nuestro Partido.

Este trabajo educativo se hace en los más variados sentidos. Se hace creando en los cuadros más jóvenes la conciencia del valor, de la experiencia, del saber, de la firmeza de los cuadros más antiguos, de los justos grados de confianza basada en las pruebas dadas, en la complejidad de las tareas revolucionarias, del largo aprendizaje que ellas exigen.

Se hace creando, en los cuadros más antiguos, la conciencia de que la vida va para adelante, que en el presente no se puede vivir tan solo del pasado, que hay capacidades que se ganan con los años pero también las hay que se pierden, y que el militante comunista no puede mirar a la juventud con los ojos condescendientes y críticos de los abuelos para los nietos, sino con la mirada horizontal y fraterna de un comunista a otro comunista.

La clave principal para la solución correcta del problema es el pleno aprovechamiento de la capacidad y experiencia de los cuadros, lo cual significa, por un lado, la utilización de las capacidades de los camaradas con más años de Partido y, por otro lado, la atracción, la apertura, la dinamización y la audaz promoción de los cuadros jóvenes, que se van forjando en la lucha y traen consigo no solo nuevas energías, sino también experiencias nuevas y esenciales para el desarrollo del Partido.

 

 

 

 

DEBERES Y DERECHOS

 

 

Los Estatutos del Partido (artículo 9 y siguientes) son muy pormenorizados en la indicación de los deberes y derechos de los miembros del Partido.

Así, el artículo 14 indica como deberes: trabajar por la aplicación de la línea política del Partido y para el fortalecimiento de su organización e influencia; rendir cuentas de su actividad; defender la unidad del Partido; reforzar su ligazón con las masas; defender abnegadamente las aspiraciones y reivindicaciones de los trabajadores y del pueblo, tratando de saber escuchar y comprender sus opiniones y trasmitirlas al Partido; comparecer regularmente en las reuniones de su organismo y tomar parte activa en sus trabajos; reclutar para el Partido los obreros y obreras de vanguardia y los mejores hijos e hijas del pueblo; elevar su nivel político e ideológico mediante el estudio vivo del marxismo-leninismo y de la línea política y de la experiencia del Partido.

Ser cumplidor escrupuloso de la disciplina, del Partido; ejercer y estimular la práctica de la crítica y de la autocrítica; ser vigilante en la lucha contra las provocaciones, el liberalismo y la indiscreción; nunca hacer declaraciones que perjudiquen al Partido en ninguna circunstancia en que se encuentre; ser sincero, honesto y leal para con el Partido y para con todos los camaradas; tener una elevada conducta moral, ser modesto y no permitir que se esconda o se deforme la verdad; informar a la organización a la que pertenece en caso de cambiar de lugar de trabajo o de residencia.

El artículo 15 indica como derecho de los miembros del Partido: expresar libremente su opinión en los debates realizados en el organismo al que pertenece y en las reuniones donde fuera convocado a participar; contribuir a la elaboración de la línea política del Partido; criticar en el organismo al cual pertenece el trabajo de los organismos superiores o de cualquier otro miembro del Partido, independientemente del cargo que éste ocupa; elegir los organismos del Partido y ser electo para ellos; tratar normalmente por intermedio de su organismo, con los organismos superiores del Partido, todas las cuestiones que considere de interés para el Partido; participar en las reuniones del organismo al que pertenece en que se tomen resoluciones sobre su actuación o conducta, salvo los casos especiales en que ello no sea aconsejable, y apelar a los organismos superiores del Partido en caso de no concordar con resoluciones disciplinarias que le respecten. De este exhaustivo enunciado saltan a la vista dos hechos. El primero: que los deberes de los miembros del Partido indicados en estos artículos de los Estatutos son incomparablemente más numerosos que los deberes indicados en el artículo 9 como condiciones para pertenecer al Partido: aceptar el Programa y los Estatutos, militar en una de sus organizaciones y pagar la cotización.

Esto significa que es legítimo que el Partido exija de todos los militantes el cumplimiento de todos los deberes (así como el ejercicio de los derechos) indicados en el Estatuto. Pero que el no cumplimiento (por omisión) de alguno o algunos de los deberes y el no ejercicio de algunos de esos derechos podrán dar lugar a una opinión más o menos desfavorable, podrán incluso eventual- mente dar lugar a una crítica o a una sanción, pero no poner en tela de juicio la calidad de miembro del Partido.

La experiencia demuestra la extrema y natural irregularidad de la militancia de los miembros del Partido en lo que respecta a muchos de estos derechos y deberes.

Sería absurdo que el Partido exigiese de un mismo militante el cumplimiento de todos los deberes y el ejercicio de todos los derechos indicados en los Estatutos.

De aquí se infiere que la definición exhaustiva de los deberes y derechos de los miembros del Partido constituye, por un lado, un índice de obligaciones y de posibilidades de intervención en la vida partidaria, que abarcan situaciones y actividades muy diversas de los miembros del Partido y, por otro lado, algo así como un código de educación y formación política, cívica y moral de los militantes.

El segundo hecho que salta a la vista del exhaustivo enunciado es la dificultad para discernir si algunos de los deberes no estarían mejor clasificados como derechos y algunos de los derechos no estarían mejor clasificados como deberes.

Así, por ejemplo, ¿serán derechos o serán deberes votar en la elección de los organismos de dirección, participar en las reuniones, reclutar nuevos miembros para el Partido, ejercer la crítica y la autocrítica, ser vigilante, intervenir en los debates, etc.?

No caben dudas de que son simultáneamente derechos y deberes. Además, es una realidad que el militante asume muchas veces como derecho lo que es su deber y asume como deber lo que es su derecho.

Esta doble faz de los derechos y deberes de los militantes indica la riqueza del fundamento revolucionario y ético de la posición de los comunistas en relación con su Partido.

El artículo 13 de los Estatutos establece también un principio fundamental: “Los deberes y los derechos son iguales para todos los miembros del Partido”.

Ya era así en la clandestinidad. Después del 25 de Abril, este principio se concreta en una orientación relativa a la nueva situación: no establecer fronteras, ni diferencias de calidad, ni de derechos y deberes, entre camaradas llegados de la clandestinidad y camaradas afiliados al Partido después del 25 de Abril, a pesar de que la afiliación, aunque acompañada de informaciones, no es precedida por ningún período de candidatura.

Se establece así que los derechos y deberes de los comunistas son los mismos, ya sea que estén en el Partido desde apenas algunos días atrás o que militen desde hace medio siglo o más en sus filas.

Esta igualdad de derechos y deberes no significa que se considere que todos los miembros del Partido son iguales como militantes, que todos tienen el mismo valor, que en la atribución de cualquier tarea no se tengan en cuenta la diferencia de experiencias y de preparación de los militantes, la mayor o menor aptitud para el desempeño de tales o cuales tareas, las pruebas de capacidad, dedicación, coraje y conciencia revolucionaria.

El tiempo de afiliación al Partido y las pruebas dadas (especialmente en la clandestinidad) intervienen como elementos de evaluación del cuadro, de su preparación, experiencia y posibilidades.

Pero la institucionalización del principio de que los deberes o derechos son iguales para todos los miembros del Partido establece una misma línea de conducta, un código de conducta partidaria para todos los comunistas, e identifica a todos los miembros del Partido con la cualidad de hombre y mujer comunista, dando a todos y cada uno la noción de la responsabilidad asumida.

La experiencia de la revolución portuguesa demostró que, en un período relativamente corto de afiliación al Partido (sobre todo en una época de flujo revolucionario), un militante puede adquirir experiencias, desarrollar su preparación, mostrar aptitud para el desempeño de tales o cuales tareas, dar valiosas y concluyentes pruebas de abnegación, coraje y conciencia revolucionaria.

Esta orientación llegó a tener profundas y positivas repercusiones en el desarrollo ulterior, en la unidad del Partido y en la formación y preparación de los cuadros.

 

 

LA MANERA DE SER INDIVIDUAL EN LA PRÁCTICA DEL COLECTIVO

 

 

Tal como los otros hombres y mujeres, los hombres y mujeres comunistas; tienen rasgos individuales diferenciados.

Como comunistas, tienen ideales comunes. Siendo comunistas es bueno que adquieran líneas de orientación comunes y prácticas comunes en su proceder en cuestiones esenciales. Pero los comunistas no se fabrican con molde. Son seres humanos y por ello distintos. Conservan —y es natural y es bueno que conserven— su individualidad propia.

Sin duda que la sensibilidad, los gustos, las preferencias y los hábitos de la vida normal (sobre todo cuando se relacionan con la acción política y el significado político) también evolucionan y también se educan. Pero en ellos hay siempre rasgos individuales que se conservan en cada cual y diferencian unos seres de los otros seres.

El Partido indica orientaciones esenciales. Pero no decreta modelos oficiales de sensibilidad, de gusto, de hábitos personales.

Al ser confiada a un camarada una tarea más responsable, no debe por ese hecho sentirse trabado en sus características, hábitos y forma de ser. Para corresponder a la confianza depositada en él, no tiene que renunciar a lo que es su naturaleza propia resultante de la vida y de la experiencia personal y hasta del medio en que se inserta su vida normal.

Si camaradas más responsables pretenden que su propia imagen sirva de molde a los demás camaradas y pretenden que las características propias y los juicios propios se tornen parámetros de modelos para juzgar las cualidades de los otros, revelan, aparte de cierta vanidad o suficiencia, un profundo desconocimiento de lo que es ser comunista y de lo que es ser humano.

Y si camaradas menos responsables, copiando más o menos concientemente a “sus responsables”, adquieren ademanes, tics y poses, si pierden la naturalidad y la espontaneidad, si siendo naturalmente circunspectos pasan a ser risueños o siendo naturalmente risueños pasan a ser circunspectos, acaban por adquirir un amaneramiento burocrático que amputa o limita gravemente su personalidad.

Los militantes pueden tener maneras diferentes de reaccionar personalmente ante las situaciones, sin que ello tenga que ver con su evaluación cualitativa como militantes.

Ser comunistas no impide que se ría más o se ría menos, que se prefiera estar en casa o pasear al aire libre, que se aprecie o no se aprecie una golosina, que se fume o no se fume, que se beba o no se beba un vaso, que se viva más o menos intensamente el amor.

El exceso puede corromper o degradar. Pero la mayor o menor intensidad de los gustos y hábitos es conforme a la naturaleza humana y a la vida.

La absorción completa y exclusiva en la actividad política, sin dejar tiempo no solo para otros intereses, sino para la admisión de la propia existencia, puede ser síntoma de abnegación y hasta de pasión revolucionaria. No es, por cierto, la forma más completa y deseable de ser revolucionario.

El revolucionario entrega a la lucha sus mejores energías. Acepta privaciones y sacrificios. Pero no solo es justo que tenga, sino que es necesario que tenga, los sentidos vueltos hacia la vida.

El amor a la vida no contradice la decisión de darla, si así lo impone la lucha.

Amar el sol, el aire libre, la naturaleza, la tierra y el mar, el aire y el agua, las plantas y las flores, los animales, las piedras, la luz, el color, el sonido, el movimiento, la alegría, la risa, el placer, corresponde a la propia naturaleza del ser humano - ser indisociable del planeta donde nació y donde vive.

Es propio también del comunista que, por ser comunista, no deja de ser un ser humano; al contrario, lo es más intensa y profundamente.

 

 

ACTIVISTAS REVOLUCIONARIOS Y SERES HUMANOS

 

 

El Partido debe obligatoriamente conocer y acompañar la vida partidaria de los militantes y ayudarlos en su actividad. Debe también prestar la debida atención a la vida personal de los militantes y a las justas exigencias que ella comporta.

La conciliación entre una y otra cosa presenta, en general, grandes dificultades. Se trata de un serio problema que debe ser visto desde ángulos diversos.

El primero se refiere al interés inmediato de la actividad partidaria y al criterio que, en conformidad, debe orientar las exigencias hechas a los militantes.

Una intensa actividad provoca siempre limitaciones y dificultades en la vida personal. En situaciones extremas (y ese fue el caso de la vida clandestina para muchos militantes) hasta puede volverse inevitable una decisión radical en términos de opción y alternativa entre la actividad revolucionaria y aspectos fundamentales de la vida personal.

¿Cuál es entonces el criterio?

Puede decirse que hay un criterio fundamental: la lucha puede exigir mucho, puede exigir hasta la vida, pero el Partido debe tratar siempre, con el mayor empeño, de reducir al mínimo posible las dificultades y problemas personales que la actividad partidaria cree al militante. Es justo exigir sacrificios. Jamás sacrificios inútiles o innecesarios.

Las conclusiones precipitadas de una supuesta incompatibilidad y la consiguiente opción radical conducen siempre a decisiones erradas. Es igualmente defectuoso concluir sin reflexión suficiente que el cuadro debe sacrificar su vida personal a la tarea, o que no está en condiciones de realizar la tarea en razón de su vida personal.

En las condiciones creadas por la Revolución de Abril, siguen siendo muchas veces inevitables dificultades en la vida personal como resultante de una intensa vida partidaria. Pero infinitamente menores y muchas veces solucionables. Si hay preocupación y esfuerzo para encontrar soluciones que permitan superar la contradicción, pueden evitarse los términos de una alternativa y asegurar en lo esencial que la tarea sea cumplida y que la vida personal de los camaradas no sufra en consecuencia limitaciones demasiado graves.

El segundo ángulo se refiere a la formación correcta del militante y la consideración de la importancia de la vida personal del militante para su propia formación.

La experiencia demuestra que la formación global del militante sufre serias limitaciones si éste se absorbe de tal manera en su actividad política, que olvide aspectos fundamentales de su vida personal.

Más allá de las consecuencias a veces dramáticas para otros seres, el carácter y la sensibilidad de un cuadro, como militante y como ser humano, inevitablemente sufre deformaciones, si falta la satisfacción de necesidades humanas elementales, si el cuadro vive apartado y desconoce aspectos de la vida cotidiana que son para gran parte de la población lo esencial de la vida y los factores determinantes de las opiniones, de las preocupaciones, de los sentimientos y de las actitudes.

Es un error esencial y una grave limitación de la experiencia, del entendimiento y de la sensibilidad tomar como virtud lo que fue la grave limitación de la vida personal resultante de la aceptación voluntaria de duras condiciones de lucha. Tener determinación y fuerza para aceptar tales limitaciones es virtud revolucionaria. Las graves limitaciones de la vida personal no constituyen virtudes, sino amputaciones.

La aceptación revolucionaria de tales limitaciones conduce al fortalecimiento de la voluntad y de la determinación. Las limitaciones conducen a deformaciones, y a veces serias deformaciones de la sensibilidad, de la afectividad y de la atención hacía los otros y hacia sus problemas.

Un tercer aspecto se refiere a la comprensión de lo que es la abnegación y lo que es el sacrificio. Abnegación y sacrificio son nociones diferentes y no necesariamente ligadas. La abnegación, aun la abnegación muy grande, puede conducir a sacrificios, pero no los implica necesariamente.

Militantes abnegados que pagaron su lucha con duros sacrificios, cuando saben aprender con la vida, tienen razones para, ser particularmente comprensivos hacia los problemas de los otros camaradas, de los otros seres, y porque dan valor al sacrificio, quieren que a los otros se les evite lo que ellos mismos sufrieron.

Pero también hay casos en que camaradas marcados por pesados sacrificios, se vuelven cerrados e incomprensivos para con los problemas personales de los otros camaradas, cuya invocación interpretan muchas veces como señal de debilidad. Como en la lucha no se puede atender sus problemas personales, no muestran mucha atención por los problemas de los otros camaradas al definir sus tareas. Al oírlos hablar de abnegación, se diría que piensan que, aun innecesariamente, todos deberían repetir en la vida aquello que fue la suya propia.

Es en cierto modo la definición del “comunista ideal” tomando como modelo lo propio que lo define. Pero si alguien se considera habilitado para definir al “comunista ideal” según su propia manera de ser, ¿no será legítimo dudar de que esa manera de ser se pueda considerar como “ideal” para un comunista?

Sería un error profundo dividir al Partido en comunistas ideales y comunistas que no lo son, considerar como “verdaderos comunistas” aquellos que sacrifican toda su vida personal y comunistas de segunda clase aquellos que, además de su vida militante, tienen condiciones para tener una vida personal regular.

En todas las situaciones sociales y políticas, más fáciles o más difíciles, el militante debe dar pruebas de que es un revolucionario. En el PCP se considera tan revolucionarios y abnegados a aquellos que supieron, en la clandestinidad, arrastrar las más duras pruebas como a quienes, después del 25 de Abril, lucharon heroicamente en la construcción y en la defensa del nuevo Portugal democrático y de sus conquistas.

Se considera tan revolucionarios y abnegados a quienes en la lucha sacrificaron gran parte de su vida personal, como a quienes, luchando tal como los primeros, tuvieron la suerte de poder tener una vida personal realizada y feliz.

Que nadie tenga vergüenza de ser feliz. Aparte de todo, porque la felicidad del ser humano es uno de los objetivos de la lucha de los comunistas.

 

EL ESFUERZO DE PERFECCIONAMIENTO

 

 

La vida de un cuadro es un constante esfuerzo de perfeccionamiento.

Perfeccionamiento político, mediante la adquisición de conocimientos teóricos, mediante la práctica, mediante la experiencia adquirida.

Perfeccionamiento técnico, mediante la adquisición de instrumentos necesarios para la acción. Perfeccionamiento moral, mediante la constante acción educativa del Partido y mediante la propia acción revolucionaria que es, por sí sola, una verdadera escuela del carácter.

En un partido como el nuestro, en que el trabajo colectivo llegó a ser una norma fundamental y un estilo, el perfeccionamiento de cada uno se inserta en el perfeccionamiento de todos, en el perfeccionamiento de los organismos y del Partido en su conjunto.

En este sentido, la ayuda del Partido a los cuadros se traduce, por un lado, en la ayuda al trabajo de las organizaciones y organismos y, por otro lado, en la ayuda a cada camarada considerado individualmente. Son dos formas de ayuda complementarias e indisociables.

Es sin embargo inevitable, en un partido grande y dinámico como el nuestro, que la ayuda a los colectivos, de la cual se beneficia cada uno de sus componentes, sea la forma fundamental de ayuda a cada uno de sus miembros.

La ayuda a los cuadros, directa o inserta en la ayuda al colectivo, es un factor esencial para su perfeccionamiento.

Ayuda significa la contribución del Partido y de sus miembros para que cada camarada y todos los camaradas cumplan con éxito sus tareas. Significa el interés real y constante de los organismos y de todos sus miembros en que todos y cada uno correspondan a las exigencias que se les hacen.

Y, para ello, la ayuda a los cuadros tiene necesariamente que considerar dos direcciones: el desarrollo de las cualidades positivas y potencialidades, de los cuadros y la corrección de insuficiencias, defectos y tendencias negativas.

Para el desarrollo de las cualidades positivas y potencialidades es indispensable la acción práctica y el aprendizaje teórico.

Para la corrección de insuficiencias, defectos y tendencias negativas, además de la práctica y de la teoría, interviene como factor de mayor relieve, en ligazón con la acción y la vida cotidiana, el esclarecimiento, el convencimiento, la educación política, cívica y moral, y también la crítica y la autocrítica.

Un importante aspecto del esfuerzo de perfeccionamiento es la superación de los errores que se cometen.

El error debe ser apreciado en su debida importancia en su debido alcance. Puede justificar o hasta exigir sanciones. Nunca justifica que se ate definitivamente el militante al error que cometió.

El juicio de cada acto debe ser sereno y en lo más posible objetivo. Y el juicio global debe ser comprensivo, tolerante, abierto y admitir que el individuo es mejor que el error que cometió y que por ello tiene potencialidades para superar ese error.

Esta es una de las leyes fundamentales de la política de cuadros en lo que respecta al esfuerzo de perfeccionamiento.

 

 

CRÍTICA Y AUTOCRÍTICA

 

 

La crítica y la autocrítica constituyen procesos normales y habituales del trabajo del Partido. Son parte integrante del estudio de los acontecimientos, del análisis de la actividad y de la conducta del Partido, de sus organismos y de sus cuadros.

Cualquier balance del trabajo realizado implica que se observen, no solo los éxitos y los resultados positivos, sino las insuficiencias, las deficiencias, las faltas y los errores, y que se encaren las medidas y los esfuerzos para superarlos y corregirlos.

Trátase de un método de trabajo que se inserta necesaria y obligatoriamente en toda la actividad partidaria y que existe independientemente de la responsabilización, aunque conduzca a ella.

No siempre, de la insuficiencia o del error detectado, resultaron perjuicios inmediatos y visibles. No por ello se debe minimizar la importancia de la crítica ni omitir la autocrítica. La gravedad de los errores no debe medirse solamente por la gravedad de sus consecuencias negativas, sino por las que habría podido haber.

Es decir: siempre que se verifican deficiencias y errores, e independientemente de sus consecuencias, son indispensables la crítica y la autocrítica. El error es un mal; su repetición siempre es peor. En la lucha revolucionaria, tan importante como extraer la experiencia de los éxitos es extraer la experiencia de las deficiencias, de los errores y de las derrotas.

Siendo la crítica y la autocrítica práctica normales y naturales, pueden realizarse correctamente sin que las palabras “crítica” y “autocrítica” sean invocadas siquiera.

Tanto la crítica como la autocrítica son formas de examen objetivo de los hechos y del mejoramiento y corrección de la orientación y de la práctica del Partido, de sus organismos y de sus cuadros.

¿Se examinan insuficiencias? Se las anota y se toman medidas para superarlas. ¿Se examinan errores? Se los anota y se toman medidas para corregirlos. Esto es lo esencial.

En un partido como el nuestro, en que el trabajo colectivo se tornó una regla fundamental para toda la actividad, la crítica y la autocrítica también toman, las más de las veces, una expresión colectiva. Es decir: se critica el colectivo y se autocrítica el colectivo.

Cuando se examina la actividad realizada por un organismo y se concluye (aun sin que emerja directa y explícitamente la responsabilización) que hubo deficiencias, fallas, imprevisión etc., se está haciendo una crítica y, si dicho examen es hecho por el propio organismo, éste está haciendo crítica y haciendo autocrítica, aunque no lo declare. Lo importante no es la evocación del nombre, sino la práctica real.

La crítica y la autocrítica colectivas no dispensan, naturalmente, de apreciar la actividad y el comportamiento individuales. Son diferentes, pero complementarios.

El hecho de que consideremos la crítica y la autocrítica como formas naturales y simples del trabajo no significa que no haya dificultades en su comprensión y en su práctica.

Los hechos demuestran que tanto organismos como cuadros están mucho más dispuestos para la crítica que para la autocrítica. A través de cientos de respuestas a un cuestionario propuesto a las organizaciones sobre la vida interna del Partido en 1983, se verificó que en todas partes hacer crítica es práctica corriente, pero hacer autocrítica, sobre todo cuando es individual, es difícil, dificultoso y a veces raro.

Se observa, con gran frecuencia que el individualismo, el amor propio, el orgullo, la suficiencia, inclusive la timidez, crean serios obstáculos para que los camaradas hagan autocrítica. La resistencia se confunde muchas veces, no tanto con una incapacidad para advertir la insuficiencia o error como con una incapacidad para asumir la responsabilidad respectiva.

Cabe destacar, sin embargo, que los procesos psicológicos que determinan que ciertos cuadros tengan mayor o menor dificultad en expresar una autocrítica son extremadamente diversos y complejos.

Así, hay camaradas que difícilmente expliciten una autocrítica ante los demás camaradas, pero que, sin embargo, hacen esfuerzos reales para no repetir la falta, para rectificar defectos, para mejorar la actividad y el comportamiento en todos los aspectos.

A la inversa, hay camaradas que, de palabra, están siempre autocriticándose, pero que vuelven a seguir cometiendo las mismas faltas y errores.

Hay también casos (y en la historia del Partido hubo algunos muy significativos) de camaradas que, por graves errores de orientación, hicieron su autocrítica escrita y pública, ampliamente detallada, pero que después, en otras circunstancias, volvieron a insistir, a defender y a practicar precisamente los mismos errores que habían sido objeto de la crítica y de la autocrítica.

En tales casos se trata de una falsa autocrítica, algo así como un mea culpa a través del cual el camarada, más que el reconocimiento de la falta o del error y de su rectificación, busca la “absolución” o el “arrepentimiento de los pecados”, la “tranquilidad de conciencia” o (también ha sucedido antes) cerrar el caso para que “no lo fastidien más”.

El examen crítico y autocrítico del trabajo realizado tiene dos finalidades principales: el mejoramiento del trabajo del Partido en lo inmediato y en el futuro, y la ayuda, la formación y el perfeccionamiento de los cuadros.

En lo que respecta al mejoramiento del trabajo del Partido, hay naturalmente gran diferencia entre la corrección de deficiencias y errores en el trabajo normal y la corrección de deficiencias y errores que involucran la orientación política y aspectos esenciales de la actividad.

La experiencia portuguesa e internacional demuestra que, en el segundo caso, si se deja profundizar las deficiencias y errores, el Partido puede entrar en una crisis y puede hacerse indispensable un viraje. Tales situaciones son evitables, sin embargo, si hay un análisis constante de la actividad, si se va comprobando con la práctica la corrección o incorrección de tal o cual análisis o directiva, si se evalúa la justeza de la orientación general mediante la lección de los acontecimientos. Actuándose así son constantes el acompañamiento, la intervención crítica, autocrítica y rectificadora.

En lo que respecta a la ayuda, a la formación y al perfeccionamiento de los cuadros, la crítica y la autocrítica exigen un trabajo educativo constante, tanto en lo que respecta al organismo o camarada que critica como al organismo o camarada que se autocrítica.

No ayudan ni al mejoramiento del trabajo del Partido, ni a los organismos, ni a los cuadros, las críticas hechas en un tono violento, inquisitorial y destructivo, castigando y flagelando al organismo o camarada a quien se dirigen; críticas “sádicas” que revelan muchas veces defectos y tendencias autoritarias de quienes las hacen.

Tampoco es deseable que se hagan autocríticas en que el autor se flagela a sí mismo en términos exagerados, concluyendo por un juicio global destructivo. Son autocríticas “masoquistas”, que revelan autohumillación o falta de confianza en si mismo.

La deficiencia y el error no son crímenes ni pecados. Ni la crítica es una punición, un castigo o una sentencia, ni la autocrítica es una humillación y un acto de contrición.

Como forma normal y corriente de trabajo, la crítica y la autocrítica no necesitan (salvo casos excepcionales) de ningún grado de solemnidad y dramatismo. Hay que evitar la realización de actos solemnes que puedan parecer juzgamientos de cuadros, en que los cuadros, en situación de acusados, son invitados a hacer la autocrítica. Salvo casos excepcionales, cuando la autocrítica se trasforme en un acto solemne de contrición algo está errado, no solamente en lo que la autocrítica reconoce, sino en el proceso que a ella condujo.

 

 

EL TRATAMIENTO DE LAS CUESTIONES DE CUADROS

 

 

Sin considerar los problemas de conocimiento, de preparación, de formación, de selección y de promoción de los cuadros del Partido, cuando se habla de cuestiones de cuadros deben distinguirse enseguida dos problemas distintos: uno son las cuestiones de los cuadros; otro las cuestiones de cuadros.

Cuestiones de los cuadros son todos los problemas relativos a su vida personal, familiar, profesional, económica, social, cultural, que muchas veces son causados o agravados por la actividad partidaria.

Estos problemas asumen particular importancia y a veces gravedad para los funcionarios del Partido, dada su casi total absorción en la vida partidaria. Pero afectan a miles de otros camaradas, cuya abnegación perjudica, de mayor o menor modo, numerosos aspectos de su vida personal.

Sin entrometerse en la vida privada de los militantes, el Partido debe ayudarlos en la medida de lo posible a resolver tales problemas.

No siempre es fácil. En lo que respecta a las parejas, por ejemplo, las grandes diferencias en la organización de la vida que a veces se verifican (horarios, lugares de trabajo, ocupación los domingos, etc.), conducen a situaciones de distanciamiento en la vida cotidiana, no siendo raros los casos en que las parejas solo se reúnen durante breves horas de noche. De igual forma, el acompañamiento y educación de los hijos, la dificultad en conseguir vivienda, el nivel de vida insuficiente, carencias de salud, falta de tiempo libre, son susceptibles de causar problemas serios en la vida de los militantes.

La orientación establecida (pero no siempre seguida con rigor) es que las organizaciones y organismos deben acompañar tales situaciones, verlas con atención y seriedad y ayudar a los camaradas en dos aspectos esenciales: ayudar a orientarse y ayudar directamente, siempre que sea posible, a resolver los problemas concretos existentes.

Problemas particularmente graves se refieren a las mujeres que, en su mayoría, por las circunstancias sociales existentes, están sujetas a mayores limitaciones del tiempo disponible y a dificultades reales específicas en numerosos aspectos de su movilización. Venciendo incomprensiones que se manifiestan, es indispensable tener en cuenta esas limitaciones y dificultades cuando se trata de atribución de tareas y del control de su ejecución.

Cosa diferente son las cuestiones de cuadros, o sea los problemas surgidos en la actividad o en la vida del militante que, de una u otra forma, infrinjan los principios partidarios y los deberes de los miembros del Partido.

Las cuestiones de cuadros son de la más variada índole. Pueden resultar de posiciones políticas contrarias a la orientación del Partido, de actuaciones erróneas, de procedimientos moralmente condenables, etc.

Las organizaciones deben estar atentas e intervenir siempre que sea necesario para defender al Partido y ayudar a los cuadros. Defender al Partido de las variadas consecuencias de los errores de un cuadro. Y ayudar al cuadro a liberarse del propio error y a superarlo en su actuación ulterior. El Partido no ata los cuadros a los errores que cometen.

Una advertencia de suma importancia: no se debe trasformar en “cuestiones de cuadros” cualesquiera posiciones políticas, actuaciones o procedimientos considerados erróneos o criticables. Tales posiciones, actuaciones y procedimientos no son obligatoriamente cuestiones de cuadros. Pueden dar lugar a una crítica sin que se trasformen en “cuestiones de cuadros”. Se vuelven “cuestiones de cuadros” cuando alcanzan significativa gravedad o se repiten con frecuencia que pone en tela de juicio la responsabilidad del militante o aun, eventualmente, su calidad de miembro del Partido.

El tratamiento de las cuestiones de cuadros es una tarea compleja, que exige elevada conciencia partidaria, experiencia humana; firmeza de principios y hasta capacidad de observación psicológica. Tan compleja que, en el trabajo habitual, es tal vez la tarea donde es más clara la orientación justa y son más frecuentes y repetidas las deficiencias y las incorrectas actuaciones y decisiones.

En el tratamiento de las cuestiones de cuadros son indispensables seis criterios fundamentales y es igualmente indispensable un constante esfuerzo para que sean respetados y seguidos.

El criterio de la verdad: verificando con rigor las informaciones, escuchando a uno y a otros, nunca tomando de entrada como verdades incontrovertibles las informaciones de los organismos superiores o de quienquiera que sea.

El criterio de la objetividad: dando reducido valor a las impresiones y suposiciones y rechazando las ideas hechas y el subjetivismo en la apreciación.

El criterio de la serenidad: no formulando juicios sumarios, examinando serena y fraternalmente los problemas, no acelerando opiniones ni decisiones sin una base sólida.

El criterio del respeto: no avergonzando, ni humillando, ni ofendiendo al cuadro, y evitando exponerlo a la condena general de los demás.

El criterio de la celeridad: no dejando ni deteriorar las situaciones ni arrastrarse el examen o las decisiones, y en cualquier caso, tener por norma que una “cuestión de cuadros” empezada debe ser necesariamente acabada.

El criterio de la imparcialidad: orientando el trabajo con la preocupación de llegar a conclusiones justas y de dar la razón a quien la tenga, independientemente de la responsabilidad que tenga el Partido.

Estos seis criterios mutuamente complementarios son el camino seguro para la apreciación de las cuestiones de cuadros, sobre todo cuando conducen a la aplicación de sanciones disciplinarias.

Las conclusiones y decisiones en las cuestiones de cuadros -sean más o menos graves las faltas cometidas, pero sobre todo cuando del examen resultan sanciones disciplinarias— aparecen como la conclusión de un proceso y se asemejan a una sentencia. Sentencia en la que el Partido es el juez, pero en la cual no se acepta que ningún militante individualmente considerado pueda serlo.

Y porque aparece como sentencia, es imperioso que sea justa. Y para que sea justa, la exigencia de aplicar los seis criterios señalados debe ser constante e imperativa.

La orientación en lo que respecta al tratamiento de las cuestiones de cuadros se basa, por un lado, en la acumulación de experiencias positivas durante muchos años y, por otro lado, en las lecciones y prevenciones obligatoriamente extraídas debido a graves errores cometidos en diversas épocas en la apreciación de cuestiones de cuadros y en sanciones aplicadas.

Para que no se repitan errores del mismo tipo, para que no vuelvan a ser expulsados públicamente como provocadores camaradas que no lo eran, para que no vuelvan a elaborarse (sin un riguroso examen de los hechos y mediante criterios subjetivistas) documentos como El chico del bosque y su perro “Piloto”. Frente a la provocación (1941), Las dos caras de un provocador (noviembre de 1952) o Luchemos contra los espías y provocadores (diciembre de 1952), se impone que se mantenga firmemente una justa orientación en el tratamiento de las cuestiones de cuadros, se exija de todos los organismos que la apliquen en la práctica, y se corrijan rápidamente cualesquiera errores que se cometan en esta materia.

 

 

LOS CUADROS EVOLUCIONAN Y PROGRESAN

 

 

El Partido debe ver a sus miembros a partir de una idea básica: todos los miembros del Partido pueden mejorar como militantes. Todos tienen en sí potencialidades suficientes para mejorar su preparación, para enriquecer su experiencia, para ser más eficaces en su trabajo partidario, cualquiera que sea.

Seria inconcebible que se clasificase a los militantes en dos categorías: los que tienen y los que no tienen posibilidades de progresar. El tipo, el nivel y la dirección del progreso pueden ser diferentes. Pero todos los militantes sin excepción, en uno u otro campo, tienen posibilidades de progresar.

Constituye un grave error determinar y fijar para cada cuadro un supuesto plafond. Pensar de un cuadro (y aún peor: decirlo) que no tiene posibilidades de mayor desarrollo.

La experiencia está llena de ejemplos de cuadros que, según se afirmó, habían alcanzado un plafond y que después lo sobrepasaron ampliamente; y de otros que, alcanzando aparentemente el plafond (y bajo plafond) en una tarea, luego revelan en otra facultades extraordinarias.

También constituye un grave error el concluir la imposibilidad de progreso de un militante en virtud de tal o cual defecto que se le reconoce, o de tal o cual falta que haya cometido.

No hay comunistas perfectos, como no hay seres humanos perfectos. La integridad absoluta, en todos los aspectos del proceder (personal, familiar, social, político, cívico, moral) es difícil, si no imposible de encontrar. Y no siempre los más exigentes para con los demás son igualmente exigentes para consigo mismos.

En cada ser humano hay inmensas potencialidades de evolución para el bien y de evolución para el mal. El Partido, en relación con sus miembros, debe confiar en que, con su ayuda, la evolución será para bien.

Es sin duda sumamente difícil, en muchos casos, prever la evolución futura de los cuadros. Sobre todo prever cómo se comportarán frente a situaciones nuevas e imprevistas. Esta dificultad resalta a cada momento cuando a la evaluación del valor relativo de un número determinado de cuadros en un momento dado sucede, tiempo después, una nueva evaluación con diferente ordenamiento.

La evolución o involución tiene ritmos distintos. En unos es tan lenta que sugiere paralización. En otros es veloz e inesperada. Se conocen casos puntuales de cambios súbitos y radicales en las ideas, en las actitudes, en la actividad, en el comportamiento.

La evolución de la personalidad es un fenómeno sorprendente.

Hay personas, felizmente casos esporádicos, que en determinada fase de su vida tuvieron un comportamiento que, en las líneas esenciales, se presentaba revelador de elevadas cualidades... y que sin embargo sufren una evolución que los llega a situar, en otra fase de su vida, como seres completamente degradados.

Los ejemplos de trásfugas que, siendo militantes, eran apreciados por sus rasgos positivos y que, en un viraje más o menos rápido, pasaron a defender al capitalismo y a servir a partidos reaccionarios, demuestran la dificultad de una apreciación rigurosa de la personalidad y de la previsión de su desarrollo.

A la inversa, hay personas que, en determinada fase de su vida, presentan fuertes rasgos negativos... y que, sin embargo, los superan y se distinguen por una conducta de acierto y rigor.

El más cuidadoso conocimiento de los cuadros, en todas las facetas de su carácter, puede, por un lado, facilitar el impedimento o, por lo menos, la neutralización o la disminución de los estragos de las evoluciones negativas y, por otro lado, facilitar y promover la evolución positiva de los cuadros.

En esta segunda dirección deben concentrarse las atenciones y los esfuerzos del Partido.

El ser humano no nace predestinado a tal o cual evolución. El medio, la educación, la experiencia, las influencias externas y la voluntad propia influyen poderosamente en la evolución del individuo.

Es tarea general del Partido ayudar, a todos a progresar, con los métodos adecuados a la diversidad de personalidades y preparación, y naturalmente también distribuyendo correctamente los medios disponibles.

La selección y promoción de los cuadros obliga a criterios de prioridades en esa ayuda. Pero la evolución positiva de todos los miembros del Partido como militantes y como seres humanos es una tarea inherente a toda la actividad partidaria.