El Capital

El Capital de Costa-Gavras, 2ª from Pedro Díaz on Vimeo.

Si bien el cine de Costa Gavras ha virado en ocasiones hacia un cierto oportunismo político en busca del aplauso fácil de la izquierda progre de los años 70 (como en La Confesión, de 1971), su compromiso contra la represión y en favor de la libertad de los pueblos está fuera de toda duda a tenor de sus grandes obras, como Z (1969), la historia de un atentado contra un diputado de izquierdas por parte de grupos de ultraderecha; Estado de Sitio (1973), sobre la represión contra los tupamaros en Uruguay; Desaparecido (1981), la historia del padre de un reportero usamericano desaparecido durante los días siguientes al golpe de Estado de Pinochet; o Amén (2001), película que trata sobre la complicidad del Vaticano en relación al Holocausto nazi. Junto a la vertiente más político-histórica del cine de Costa-Gavras se abre una interesante línea reflexiva sobre las consecuencias personales y económicas del capitalismo, como la interesante Arcadia (2005), que será objeto de otra recensión en el futuro en esta sección, o la más reciente El Capital.

El eje temático de El Capital es el ascenso al poder económico de un oscuro personaje llamado Marc Tourneuil (interpretado por el actor franco-marroquí Gad Elmaleh) que consigue hacerse con las riendas de un importante banco francés en el momento en el que los bancos de fondos de inversión usamericanos se hacen fuertes, lo que le lleva a una espiral de corrupción a escala internacional. Se trata de un tema muy similar al de El Lobo de Wall Street de Martin Scorsese, pero, como es costumbre en la industria capitalista de Hollywood, siempre se ha primado el cine espectáculo inundado de sexo y violencia que la reflexión profunda sobre el sistema capitalista, lo que condenó a El Capital a pasar relativamente desapercibida al gran público. Frente al Lobo de Wall Street, cuya ingenua mirada hasta hace de su protagonista, Jordan Belfort, un antihéroe casi simpático, El Capital es una cruda visión sobre los entresijos del poder de las multinacionales y los bancos, sin edulcorantes ni engaños artificiales. En este sentido, la figura de Marc Tourneuil es clave para comprender una terrible verdad del sistema capitalista: el mercado y el dinero está por encima de las personas, que solo pasan a ser meras "cosas" dentro del sistema. Frente al Jordan Belfort de Leonardo di Caprio, juerguista, ególatra y, en realidad, un héroe americano (al estilo de los "emprendedores" de Rajoy y compañía), Marc Tourneuil presenta la visión del capitalista cuya ambición y deseo por el poder está por encima incluso de su propia persona (de hecho, su disfrute sexual solo se produce como una forma de refrendar ese poder que le confiere el dinero). No hay medias tintas en la película: el mercado manda. Como dice el propio Costa-Gavras: "Hoy en día, Europa es ya un gran supermercado". Y quizá esta visión maniquea y excesivamente simplificadora de El Capital pueda ser su mayor debilidad ya que deja poco espacio a la imaginación, pero, desgraciadamente, el capital tiene en ocasiones muy pocos grises y Costa Gavras lo pinta como es realmente: muy negro.