III. La ley general de la acumulación capitalista. (Cap. XXIII)

 

 

En el capítulo XXII Marx analizó la reproducción capitalis­ta ampliada suponiendo una “acumulación simple”, es decir, un crecimiento cuantitativo del capital, abstrayéndose del hecho de que ese capital acumulado se divide en constante y variable y que la proporción entre esas partes se modifica en el curso de la acumulación. Esas mutaciones en la rela­ción existente entre las partes del capital, es decir, los cam­bios de su estructura, reflejan el desarrollo de las fuerzas productivas sociales.

Por esa razón, en la acumulación, tal como se analiza en el capítulo XXII, como simple aumento cuantitativo del capi­tal, Marx se abstrae del desarrollo de las fuerzas produc­tivas, del proceso y perfeccionamiento de la producción.

Pero en realidad, el desarrollo de la producción no sólo sig­nifica un crecimiento cuantitativo de los medios de produc­ción y de la fuerza de trabajo en funciones, sino también un cambio de la proporción establecida entre tales elemen­tos, que expresa el aumento de la productividad del trabajo social.

Bajo el capitalismo los medios de producción constituyen la forma sustantivada del capital constante, y la fuerza de tra­bajo la forma sustantivada del capital variable. Por eso, todos los adelantos registrados en la producción, en la téc­nica, se expresan en otras tantas mutaciones de la relación que medía entre las partes constante y variable del capital, es decir, en la composición de este último.

Con tal motivo, en el capítulo XXIII, Marx analiza la repro­ducción capitalista no solamente como un proceso antagó­nico, constantemente reproducido por el propio mecanismo del modo de producción capitalista sobre una base ampliada, sino también como un proceso en el cual el capital sufre mutaciones internas, estructurales.

Así pues, el objeto de análisis del capítulo XXIII es la acu­mulación de capital habida cuenta de las modificaciones que experimenta su estructura por obra del desarrollo de las fuerzas productivas.

Sobre tal base, Marx devela ampliamente la influencia que ejerce la acumulación del capital en la situación y destinos de la clase obrera. Ese es el objetivo central de la investiga­ción en este capítulo. “Estudiaremos en este capítulo —es­cribe Marx— la influencia que el crecimiento del capital ejerce sobre la suerte de la clase obrera.” (Pág. 557.)

La meta planteada podrá ser alcanzada investigando la pro­ducción capitalista como unidad de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción en su desarrollo y con­catenación.

El desarrollo de las fuerzas productivas, las grandes reali­zaciones de la ciencia y la técnica y el incremento de la productividad del trabajo social sirven de medios para acre­centar y reforzar la explotación de la clase obrera, de ve­hículo para empeorar sus condiciones de vida e intensificar su dependencia y sojuzgamiento por el capital. Dicho en otras palabras, el desarrollo del capitalismo transcurre a través de la destrucción creciente de la fuerza de trabajo, principal fuerza productiva de la sociedad.

En eso justamente se expresa, en última instancia, la contra­dicción, insoluble en los marcos del capitalismo, a que arri­ban las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las relaciones de producción capitalista se convierten en un freno para el desarrollo de la producción y también un factor de destrucción de las fuerzas productivas.

El empeoramiento de la situación general de la clase obrera sirve de base a la intensificación de su lucha contra la bur­guesía, lucha que desemboca en el aniquilamiento del capi­talismo.

En el capítulo XXIII Marx no formula todavía la conclusión del aniquilamiento inevitable del capitalismo, aunque nos ofrece la esencia de la misma: las premisas materiales y subjetivas de la revolución social.

En esta fase del análisis, Marx no sólo examina aquellos fenómenos de la sociedad capitalista que expresan la natura­leza de ese modo de producción, sino también otros que des­cansan en la superficie: desempleo, pauperismo, etc. Esos fenómenos se hacen tan claros y evidentes que hasta los eco­nomistas burgueses se ven obligados a tomarlos en cuenta. Por eso los ideólogos burgueses no niegan el desempleo, el pauperismo, etc., sino que tergiversan las motivaciones que dan vida a esos fenómenos. La crítica que Marx hace en este capítulo está enfilada precisamente contra esos apolo­gistas e ideólogos burgueses.

 

 

1. Aumento de la demanda de fuerza de trabajo, con la acumulación, si permanece invariable la composición del capital.

 

Como indicamos antes, el desarrollo de las relaciones de pro­ducción capitalistas, el incremento de la explotación de la clase obrera, el empeoramiento general de su situación y la consiguiente agudización del antagonismo clasista, descan­san en el desarrollo de las fuerzas productivas. Ese desa­rrollo se expresa no sólo en el aumento del volumen del capi­tal, sino también en la modificación de su estructura. El desarrollo de la producción capitalista, como unidad contra­dictoria de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción, Marx lo examina a través del análisis de la estructura del capital y de sus modificaciones en el trans­curso de la acumulación.

Pero antes de pasar al análisis de la producción capitalista a través del examen de la composición del capital, Marx des­cubre la esencia de la estructura orgánica del capital, cate­goría que refleja el desarrollo de las fuerzas productivas y de las relaciones de producción bajo el capitalismo.

La estructura del capital puede ser examinada desde dos puntos de vista: desde el punto de vista del valor y desde el punto de vista del material que funciona en la producción. Visto desde el ángulo material, todo capital que funciona en la producción, se divide en medios de producción y fuerza de trabajo, partes que deben guardar cierta proposición. Esa proporción muestra la relación existente entre el traba­jo pretérito, corporizado en medios de producción y el tra­bajo vivo, necesario para utilizar esos mismos medios de producción. Marx llama a esa relación Composición técnica del capital. Como expresión del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, la composición técnica del capital re­presenta el aspecto sustantivo, material, de la producción. Como los medios de producción revisten diversas formas naturales y se expresan en diversas unidades de medida, la composición técnica del capital se refleja en diferentes exponentes: cantidad de energía por obrero (Kw-h), nú­mero de máquinas por trabajador (H.P.), etc.

Así por ejemplo, en 1899 trabajaban en las industrias trans­formadoras de los EE.UU. 4.713,000 obreros y el potencial de los motores alcanzaba 10.098,000 H.P. En 1939 el número de obreros ocupados era de 7.887,000 y el potencial de los motores 50.452,000 H.P. Es decir, que durante ese lapso de tiempo, el potencial de los motores por obrero creció en tres veces, lo que constituye un índice elocuente del aumento de la composición técnica del capital.

Desde el punto de vista del valor, el capital se divide en constante (valor de los medios de producción) y variable (valor de la fuerza de trabajo, suma de los salarios). La re­lación entre el capital constante y el variable es lo que se llama Composición de valor del capital, que a diferencia de la composición técnica, refleja el aspecto social de la pro­ducción, las relaciones de producción capitalistas.

El aumento de la parte constante del capital en relación con la variable se puede observar claramente en el crecimiento de la industria norteamericana. En 1899 el valor del capital constante con relación al valor del variable, era en la indus­tria de los EE.UU. de 4.4: 1 y en 1955 de 7.9: 1.

Entre la composición técnica y de valor existe una estrecha concatenación, cuya esencia consiste en que los cambios ex­perimentados por la composición técnica del capital social, dimanantes de las mutaciones en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, se reflejan en la composición de valor del capital. Refiriéndose a la interrelación existente entre la composición de valor y técnica del capital, Marx escribe: “Para expresarla (la interdependencia mutua), doy a la composición de valor, en cuanto se halla determinada por la composición técnica y refleja los cambios operados en ésta, el nombre de Composición orgánica del capital”. Como ya indicamos, el aumento de la composición técnica del capital conduce al aumento de su composición de valor. Pero como consecuencia del incremento de la productividad del trabajo y de la reducción consiguiente del valor de las mercancías, el aumento de la composición de valor trans­curre más lentamente que el de la composición técnica.

La unidad existente entre la composición técnica y de valor del capital es profundamente contradictoria. La esencia de tal contradicción reside en el hecho de que mientras la composición técnica del capital refleja las relaciones entre el trabajo materializado y todo trabajo vivo, gastado por la clase obrera, la composición de valor refleja las relaciones entre el trabajo materializado, representado por el capital constante y sólo una parte del trabajo vivo (el retribuido), representada por el capital variable. Como es sabido, la di­ferencia que media entre todo el trabajo gastado por la clase obrera y el trabajo retribuido, constituye el plustrabajo cuyo fruto se apropia gratuitamente la clase capitalista en forma de plusvalía.

Esa diferencia entre la cantidad de trabajo invertida por la clase obrera y la parte retribuida, aumenta a medida que se desarrolla el capitalismo, con lo que tenemos un reforzamiento de la explotación capitalista.

Así pues, los dos aspectos del modo capitalista de produc­ción, expresados por la composición técnica y de valor del capital, forman una unidad de contrarios, Esa unidad de contrarios encuentra su expresión en la categoría Composi­ción orgánica del capital,

La composición orgánica del capital, su dinámica, refleja no sólo la dinámica del trabajo como factor de producción, sino también la dinámica del trabajo como trabajo asalariado, sometido a los intereses del capital y, por consiguiente, a la acumulación del capital. Por eso, al descubrir la esencia de esa categoría Marx puede investigar de qué modo con­creto, no general, influye la acumulación capitalista en la situación y suerte de la clase obrera.

En este epígrafe se analiza la relación existente entre la acumulación de capital y la dinámica de la población tra­bajadora, la influencia de la acumulación de capital sobre el nivel de los salarios y el grado de explotación de la clase obrera. Al principio Marx analiza la acumulación de capi­tal presuponiendo que permanece invariable su composición orgánica.

La acumulación de capital permaneciendo invariable su composición orgánica, equivale al aumento proporcional de su parte constante y variable, es decir, de los medios de pro­ducción que funcionan como capital constante y de la masa de fuerza de trabajo que funciona como capital variable. Marx dice: “La acumulación del capital supone... un au­mento del proletariado” (Pág. 558.)

Como la producción está supeditada a los intereses del capi­tal, la fuerza de trabajo adicional se incorpora a la produc­ción, no al influjo de las necesidades de la propia produc­ción, sino en consonancia con las necesidades de fuerza de trabajo adicional que experimente el capital En una pala­bra, la fuerza de trabajo aparece en la producción no como factor de ésta, sino como factor del capital, es decir, como fuerza de trabajo asalariada, susceptible de ser explotada por el capital. Aquí vemos la trabazón directa que existe entre la acumulación de capital y la dinámica de la pobla­ción obrera ocupada en la producción. El crecimiento de la acumulación demanda fuerzas de trabajo adicionales y, viceversa, la reducción de la acumulación provoca una re­ducción de la demanda de nuevas fuerzas de trabajo.

Al analizar esa vinculación entre la acumulación de capital y la dinámica de la población obrera, Marx indica que la esencia de la misma radica en que el excedente relativo o la escasez de población laboriosa, no están determinados por las necesidades inherentes a la producción, ni por el creci­miento vegetativo de la población, sino exclusivamente por la dinámica de la acumulación de capital, por su reducción o incremento.

Basándose en el análisis de la trabazón existente entre la acumulación de capital y la dinámica de la población traba­jadora, al que retorna posteriormente en formas más con­cretas, Marx establece el lazo lógico que existe entre la acu­mulación del capital y la dinámica de los salarios.

La acumulación de capital, permaneciendo constante su composición orgánica, supone un aumento de la demanda de trabajo. Esa demanda puede ser de tal entidad que supere a la oferta de fuerza de trabajo. En tal caso el precio de esta última aumentará, es decir, subirán los salarios. Empero, el mecanismo de la producción capitalista excluye la posibilidad de subir los salarios hasta un nivel que, al reducir la plusvalía, menoscaba los intereses de la acumu­lación de capital. Si el aumento de los salarios es de tal magnitud que, al reducir la masa de plusvalía provoca una mengua de la acumulación de capital, esta mengua causará la reducción relativa de la demanda de trabajo, la que, a su vez, acarreará una rebaja de los salarios.

Refiriéndose a la relación existente entre la acumulación de capital y el movimiento de los salarios, Marx escribe que “para decirlo en términos matemáticos: la magnitud de la acumulación es la variable independiente, la magnitud del salario la variable dependiente, y no a la inversa”. (Pá­gina 564).

Por eso, el salario exponente fundamental de la situa­ción de la clase obrera bajo el capitalismo, está determinado por las necesidades de la acumulación de capital, La acumu­lación de capital es el mecanismo que sirve al capital para someter constantemente a sus intereses las condiciones de existencia de la clase obrera, y los aumentos de salarios, de producirse, no afectarán el carácter fundamental de la producción capitalista y no modificarán la situación de la clase obrera como clase de obreros asalariados. Por el contra­rio, los aumentos de salarios al no entorpecer la acumulación, al estar limitados por ésta, transcurren paralelamente a la ampliación de la esfera de la explotación y some­timiento del capital sobre el trabajo. Marx escribe al respecto: “El hecho de que el trabajo suba de precio por efecto de la acumulación del capital, sólo quiere decir que el vo­lumen y el peso de las cadenas de oro que el obrero asa­lariado se ha forjado ya para sí mismo, pueden tenerle suje­to sin mantenerse tan tirantes.” (Pág. 562,)

Luego de mostrar que la situación de la clase obrera depende de la acumulación de capital, Marx critica las teorías bur­guesas que tergiversan la causa del empeoramiento de la situación de la clase obrera. Obligados a reconocer que a medida que sé desarrolla el capitalismo la situación del pro­letariado se deteriora, los economistas burgueses pretenden demostrar que el motivo de eso no reside en el sistema de relaciones capitalistas, sino que se debe a diversos factores naturales. No es casual que se apele a factores naturales para explicar la situación de la clase obrera. Eso está moti­vado por las premisas metodológicas generales de la eco­nomía política burguesa, que identifican la producción capi­talista con la producción en general y por lo mismo enfocan la producción capitalista como eterna.

Al identificar la producción capitalista con la producción en general, también consideran que las necesidades que fuer­zan a los hombres a trabajar bajo el capitalismo es un fenó­meno inherente a la producción en general. Para esos eco­nomistas la miseria y la ignorancia de la mayoría de la po­blación han sido los manantiales naturales de la riqueza de la “sociedad”. Por eso los economistas burgueses (además de los clásicos, Marx se refiere a B. de Manderville, F. M. Edén y otros) reclamaban un “salario moderado” como fac­tor que incitaría a los hombres a trabajar y a ser dirigentes y, en última instancia como factor de incremento de la ri­queza, concepto que empleaban para designar la riqueza en general y no la riqueza en su forma capitalista.

Al mencionar en El Capital tales postulados de los econo­mistas burgueses Marx remarca que éstos no comprendían el mecanismo de la acumulación del capital que en escala siempre creciente incrementa la masa de “indigentes labo­riosos”, es decir, de obreros asalariados forzados constante­mente a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas. La acción de ese mecanismo no entorpece incluso el aumento de los salarios.

Además, hay que destacar que la falsa apariencia engendra­da por la acumulación del capital da pie a las teorías apo­logéticas de los economistas burgueses.

El aumento de los salarios no aparece como una consecuen­cia del hecho de que las necesidades de la acumulación co­mienzan a superar 1a oferta habitual de trabajo, suscitán­dose así una desproporción entre el capital y la fuerza de trabajo apta para ser explotada, sino como resultado del cre­cimiento vegetativo de la población laboriosa que trans­curre a ritmos más lentos que la acumulación del capital, convirtiendo en excedente a una parte de aquélla.

Por otro lado tenemos que la reducción de los salarios no aparece como resultado del hecho de que la disminución del capital convierte en excedente la fuerza de trabajo ex­plotable, sino como consecuencia de un crecimiento vegeta­tivo de la población superior al incremento del capital. Partiendo de esa apariencia, los economistas burgueses en­focan la dinámica de la población trabajadora bajo el capitalismo como un fenómeno determinado por el crecimiento natural de la población en general, y la dinámica de los sala­rios como derivada de la “dinámica de la población en gene­ral”.

 

 

2. Disminución relativa del capital variable conforme progresa la acumulación y la concentración del capital.

 

En este epígrafe Marx continúa desentrañando el nexo existente entre la acumulación del capital y la dinámica de la población trabajadora.

Aquí Marx examina la influencia de la acumulación del capital sobre la situación de la clase obrera en base al aná­lisis de la acumulación conforme aumenta su composición orgánica.

La acumulación del capital con el aumento de su composi­ción orgánica es lo típico para el capitalismo. Eso precisa­mente expresa el proceso contradictorio de desarrollo de la producción capitalista como unidad de las fuerzas produc­tivas y de las relaciones de producción.

El manantial de la acumulación del capital es la plusvalía, materializada en el plusproducto. La base esencial del in­cremento de la plusvalía reside en el desarrollo de la pro­ductividad del trabajo social. El desarrollo de las fuerzas productivas, el aumento de la productividad del trabajo so­cial se expresan en el incremento relativo de la masa de medios de producción respecto a las fuerzas de trabajo ne­cesarias para su empleo. Bajo el capitalismo eso conduce al incremento de la composición técnica y de valor del capital.

En resumen, la acumulación de capital va acompañada del crecimiento de la composición orgánica del capital.

El crecimiento de la composición orgánica del capital, inclu­yendo su crecimiento absoluto, reduce en términos relativos la demanda de trabajo. Este fenómeno regular Marx lo ejemplariza del siguiente modo: suponiendo una propor­ción de capital constante y variable de 1:1 en un capital de £6,000 la magnitud de su parte variable será de £3,000. Suponiendo que la proporción aumente a 4:1, si la magni­tud del capital global es de £ 18,000 su parte variable aumen­tará a £3,600. Si todas las demás condiciones no varían, la demanda de trabajo de un capital de £18,000 será supe­rior a la de otro de £ 6,000. Pero tenemos que mientras en un capital de £6,000, permaneciendo invariable su composi­ción orgánica (1:1), resultó suficiente aumentar el capital en un 20 por ciento para aumentar la demanda de trabajo en un 20 por ciento; con el incremento de la composición orgánica del capital a 4:1, se precisará triplicar el capital para conseguir una elevación del 20 por ciento en la deman­da de trabajo.

E1 ejemplo muestra que a medida que aumenta la compo­sición orgánica del capital desciende la demanda de trabajo en comparación al aumento del capital. Por otra parte, al aumentar la magnitud absoluta del capital, crece también la demanda absoluta de trabajo.

Como dijimos antes, el incremento de la acumulación de capital cuando tiene lugar un aumento de su composición orgánica, descansa en el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social. Al subrayar este aspecto Marx indica que “el incremento de la productividad del trabajo social se convierte en la palanca más poderosa de la acumulación”. (Pág. 566.)

En la sección cuarta del tomo I (la producción de plus­valía relativa) Marx demostró que el desarrollo de la fuerza productiva del trabajo social presupone la cooperación en gran escala. Únicamente sobre esa base puede tener lugar la división y combinación del trabajo, el aprovechamiento más eficaz de los medios de producción y de la fuerza de trabajo, la utilización en gran escala de las fuerzas de la naturaleza, etc.

Sobre la base de la acumulación, forma de la gran produc­ción mancomunada, se opera el desarrollo de la cooperaración capitalista y el crecimiento de la fuerza produc­tiva del trabajo social. Mas, todos los métodos de incre­mento de la productividad del trabajo son asimismo mé­todos de aumento de la producción de plusvalía, que sirve de base a la acumulación del capital. Esto, a su vez, sirve de base real para la ampliación de la producción, para el incremento de la fuerza productiva del trabajo y por consi­guiente, para acelerar la producción de plusvalía. Así pues, la producción de plusvalía y la acumulación de capital se condicionan mutuamente y son la base de su propio crecimiento acelerado. La interconexión de esos dos factores que transcurre en base al desarrollo de la fuerza productiva del trabajo, acarrea un crecimiento de la composición orgá­nica del capital. Ese es justamente el mecanismo de la dinámica de la acumulación del capital.

La acumulación de capital transcurre en realidad en forma de una concentración creciente de los medios de producción y el dominio sobre un contingente mayor de obreros por parte de los capitales individuales.

El proceso de incremento de los capitales individuales y la concentración de éstos en manos de capitalistas individua­les transcurre mediante la concentración y centralización de los capitales. La concentración del capital equivale a un aumento de los capitales individuales mediante la capi­talización de plusvalía, cuya esencia se identifica con la acumulación del capital. La centralización del capital sig­nifica el aumento del monto de los capitales individuales mediante la fusión de capitales independientes.

La fuerza que engendra el proceso de centralización del capi­tal es la lucha competitiva. Con el desarrollo del capita­lismo el crédito deviene un arma cada vez más poderosa de la lucha competitiva y, por ende, de la centralización del capital. Refiriéndose a la importancia de éste, Marx escribe que al principio el crédito “se desliza e insinúa recatada­mente, como tímido auxiliar de la acumulación atrayendo y aglutinando en manos de capitalistas individuales o aso­ciados, por medio de una red de hilillos invisibles, el dinero diseminado en grandes o pequeñas masas por la superficie de la sociedad, hasta que pronto se revela como un arma nueva y temible en el campo de batalla de la competencia y acaba por convertirse en un gigantesco mecanismo social de centralización de capitales.” (Pág.. 571.)

La centralización del capital no solamente transcurre por métodos violentos a través de la ruina y perecimiento de los débiles, sino también mediante la llamada senda pacífica, es decir, mediante la formación de sociedades anónimas.

La concentración y centralización del capital son procesos intervinculados. El proceso de concentración es el pri­mario y en base al mismo tiene lugar la centralización del capital, pero esta última, a su vez, influye en la concentra­ción, acelerándola.

Esto se explica por el hecho de que la centralización, al incrementar el capital individual, crea la posibilidad de una ulterior cooperación de la producción, para un incremento de su volumen y un aumento de la productividad y por lo mismo, para el incremento de la producción de plusvalía, que sirve de base para la sucesiva acumulación de capital.

Al propio tiempo existen diferencias esenciales entre la con­centración y la centralización del capital. En la concentra­ción de capital la fuente de crecimiento de los capitales indi­viduales es la plusvalía. Mientras que en la centralización la fuente de aumento de los capitales individuales son los capitales existentes. De ahí se desprende otra diferencia esencial entre la concentración y centralización del capital. En el primer caso se produce un aumento de la magnitud del capital social, mientras que en el segundo ese monto perma­nece invariable. Por último, la concentración y centralización del capital se distinguen por las relaciones de producción que expresan. La concentración del capital expresa la rela­ción directa entre la clase obrera y la clase capitalista, ya que tiene lugar la capitalización de plusvalía. La centrali­zación del capital, sin embargo, expresa una relación directa entre los propios capitalistas por cuanto se opera una fusión de los capitales existentes. Empero estas relaciones entre los capitalistas transcurren sobre la base de las relaciones establecidas entre la clase de los capitalistas y la de los obreros. Es más, la centralización del capital surgida en base a la concentración, se convierte en un factor importan­tísimo del desarrollo de la producción capitalista. Así pues, la concentración y centralización del capital al complemen­tarse y condicionarse mutuamente, constituyen dos aspectos de la acumulación.

Como consecuencia de la concentración y centralización de capital aumenta la magnitud media de los capitales indivi­duales, crece la producción y también la fuerza de trabajo sometida a un capitalista o grupo de capitalistas.

Este proceso transcurre con particular evidencia en los Esta­dos Unidos. Así por ejemplo, en 1909, en ese país 1,900 em­presas arrojaban una producción con un valor superior a un millón de dólares cada una. Estas representaban el 0.9 por ciento del total de empresas, ocupaban el 25.5 por ciento de los trabajadores y lanzaban el 38 por ciento de la producción total. En 1929 las empresas de esa magnitud eran ya 11,763, el 5.6 por ciento del total de empresas, que ocupaban el 58 por ciento de los trabajadores contando con el 69.3 por ciento de la producción global.

Actualmente las grandes empresas norteamericanas no son las que cuentan con 50 obreros como ocurría a principios de siglo, sino las que emplean un número superior a los 2,500. Tales empresas representaban en 1952 el 0.22 por ciento del total y lanzaban el 22 por ciento de la producción de la industria transformadora, empleando el 20 por ciento de los obreros de la rama.

A la par de la concentración de la producción transcurre el crecimiento de la concentración del capital y también del grado de monopolización. En una serie de sectores de la economía norteamericana la parte fundamental de la pro­ducción del capital se halla concentrada en manos de dos o tres gigantescas compañías. Así por ejemplo; en 1947 cua­tro compañías producían el 100 por ciento del aluminio. Cuatro compañías producían el 98 por ciento de las lám­paras eléctricas y un número semejante fabricaba el 91 por ciento de las locomotoras.

La concentración y centralización del capital acarrean la ampliación de la gran producción cooperada y un gran des­arrollo de sus fuerzas motrices. El desarrollo de las fuerzas motrices de la producción sirve de base al aceleramiento de la acumulación del capital por cuanto provocan un aumento de la plusvalía. En consecuencia, los ritmos de acumula­ción del capital no están determinados por el simple aumen­to de éste, sino en medida más decisiva, por su grado de concentración.

En resumen, la concentración y centralización del capital, al ser aspectos de la acumulación, desempeñan el papel de importantes factores de desarrollo y perfeccionamiento de la producción y se manifiestan tanto en el aceleramiento de la acumulación —y por lo mismo en la intensificación del grado de explotación de la clase obrera— como también en la aceleración del aumento de la composición orgánica del capital.

A medida que crece la composición orgánica del capital tiene lugar un descenso de la demanda de trabajo. Ese descenso Marx lo examina desde dos ángulos. Los capitales adicio­nales que aparecen en el transcurso de la acumulación de­mandan trabajo pero como su composición orgánica aumen­ta, la atracción de nuevos obreros por parte de esos capitales desciende con relación a su magnitud. Por otra parte, los capitales en funciones se renuevan periódicamente en base a la nueva técnica y por eso rechazan un número cada vez mayor de obreros ocupados.

Marx destaca así un nuevo factor que caracteriza el nexo existente entre la acumulación de capital y la dinámica de la población trabajadora. Mientras que el análisis precedente demostró que, primero, la dinámica de la población traba­jadora se halla determinada por la dinámica de la acumu­lación del capital y segundo, que la acumulación supone un crecimiento de la fuerza de trabajo explotada, ahora vemos que como consecuencia del incremento de la composición orgánica del capital, se produce en el transcurso de su acu­mulación un reflujo constante y creciente de parte de la fuerza de trabajo. Marx no extrae aquí las conclusiones inmediatas del fenómeno, pero ya plantea su esencia.

 

 

3. Producción progresiva de una superpoblación relativa o ejército industrial de reserva.

 

En el segundo epígrafe se explicó que con el desarrollo del modo capitalista de producción disminuye relativamente la demanda de fuerza de trabajo.

La causa de esa reducción relativa de la demanda de fuerza de trabajo descansa en la propia acumulación, por trans­currir ésta en base a un aumento de la composición orgá­nica del capital, que se acelera con la concentración y cen­tralización en el decurso del desarrollo del capitalismo. De­bido a este crecimiento acelerado de la composición orgánica del capital, desciende con velocidad relativamente superior la demanda de fuerza de trabajo. Marx indica que el pro­greso de la acumulación de capital hace que la relación en­tre su parte constante y variable se modifiquen de manera tal que sr al principio eran de 1:1, luego cambian a 2:1, 3:1, 4:1, 5:1, etc., de manera tal que a medida que aumenta el capital, la parte invertida en fuerza de trabajo ya no será 1/2 del modo total, sino 1/3, 1/4, 1/5, etc. y la invertida en medios de producción será por lo tanto 2/3, 3/4, 4/5, etc. Co­mo la demanda de trabajo no está determinada por el monto del capital global, sino únicamente por el de su parte varia­ble, la misma descenderá progresivamente con relación al capital global. Además, el descenso de la demanda de tra­bajo se hará tanto más acusado, cuanto más rápidamente aumente la acumulación y la composición orgánica del capi­tal. En consecuencia tenemos que en el transcurso de la acumulación del capital surge un excedente de población laboriosa, que el capital no necesita momentáneamente y que por lo mismo se convierte en desocupada.

Marx escribe que “la acumulación capitalista produce cons­tantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las necesidades medias de explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante". (Pág. 574.)

De tal modo, tenemos que el planteamiento de Marx sobre la dinámica de la población trabajadora está determinado por la acumulación del capital, se concreta: la acumulación de capital no sólo conduce a un incremento de la masa de fuerza de trabajo explotada por el capital, sino también a la formación y crecimiento de la parte de fuerza de tra­bajo rechazada por el capital y desempleada: “...al producir la acumulación del capital, la población obrera produce tam­bién, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo. Es ésta una ley de población peculiar del régimen de producción capitalista…” (Página 575-576.)

La población excedente, producto necesario de la acumula­ción del capital, deviene a su vez una palanca de la acu­mulación capitalista e incluso, una condición vital del modo capitalista de producción.

Marx indica que el curriculum característico del modo de producción capitalista en forma de ciclo descansa en la for­mación constante de un ejército industrial de reserva, de donde el capital extrae la fuerza de trabajo en las fases de auge y en donde desembocan las fuerzas de trabajo en las fases de depresión. A su vez, el cambio de fases del ciclo industrial aumenta la superpoblación y se transforma en el factor más enérgico de la reproducción de ésta.

En consecuencia, tenemos que el mecanismo existencial del capital incluye, además de los aspectos mencionados, la for­mación de un ejército industrial de reserva, como aspecto indispensable.

En ese sentido precisamente, Marx señala que al modo de producción capitalista no le basta la cantidad de fuerza de trabajo disponible proporcionada por el aumento vegetativo de la población, sino que su desarrollo libre reclama un ejército industrial de reserva.

La formación del ejército industrial de reserva transcurre a medida que crece la composición orgánica del capital. Pero el aumento de la superpoblación relativa transcurre más rápidamente que el incremento de la composición orgá­nica del capital. Las causas son múltiples.

En la investigación realizada hasta aquí Marx presuponía que la demanda de fuerza de trabajo aumentaba proporcio­nalmente al crecimiento de la demanda de trabajo por parte del capital variable. En realidad, la demanda de fuerza de trabajo aumenta más lentamente que la demanda de trabajo por cuanto: primero, el capital variable puede aumentar sin acarrear incremento correlativo del número de obreros ocu­pados. Así ocurriría siempre que cada obrero individual proporcionara al capitalista más trabajo debido al aumento de la intensidad de éste o a la prolongación de la jornada. En este caso el aumento del capital variable indicaría más trabajo, pero no un mayor número de obreros ocupados. Segundo, dada una magnitud de capital variable, tenemos que a medida que se desarrolla y perfecciona la producción capitalista, absorberá un número superior de fuerza de tra­bajo de calidad inferior, rechazando otras de calidad su­perior.

En consecuencia resulta que el grado de crecimiento de la superpoblación obrera relativa no está determinado única­mente por el aumento de la composición orgánica de capital que se produce en el transcurso de la acumulación, sino que también depende de la incongruencia entre el aumento de la demanda de trabajo y de fuerza de trabajo. La esencia de esta incongruencia se circunscribe a que el trabajo des­mesurado de una parte de la clase obrera aumenta el con­tingente de reserva.

Por otra parte tenemos que cuanto mayor es el ejército labo­ral de reserva tanto mayor es la presión que ejerce sobre los obreros ocupados, obligándolos a un trabajo desmesurado y a someterse a los intereses del capital. Ese reforzamiento de la explotación de la clase obrera, al permitir el enriquecimiento de capitalistas aislados, sirve de base para el aceleramiento de la acumulación y en última instancia, de fundamento para acelerar también la formación del ejér­cito industrial de reserva. Marx muestra en el ejemplo de Inglaterra cuán enorme papel desempeñó el trabajo infernal soportado por una parte de la clase obrera, para la formación de la superpoblación relativa. Marx indica que si en Ingla­terra se hubiera reglamentado el trabajo dentro de límites racionales y establecido barreras por sexo y edad, la pobla­ción disponible habría resultado absolutamente insuficiente para continuar la producción social en la misma escala.

El ejército industrial de reserva, fruto de la acumulación del capital, se transforma en uno de los factores, tal vez el decisivo, en el empeoramiento de la situación de la clase tra­bajadora.

En primer término tenemos que la propia existencia de una superpoblación relativa supone que en el transcurso de la acumulación del capital y por tanto, de la extensión de la explotación, una parte de la clase obrera resulta desocu­pada, por lo tanto, privada de medios de subsistencia.

Las consecuencias del ejército industrial de reserva sobre la situación de la clase obrera no se limitan a lo dicho. La existencia de un ejército industrial de reserva modifica radi­calmente la correlación de fuerza entre el trabajo y el capi­tal, en favor del último: empeora las condiciones de reali­zación de la parte ocupada de la clase obrera y crece la dependencia de ésta respecto al capital.

El surgimiento de una superpoblación relativa presupone que el propio capital engendra en el transcurso de su acu­mulación un superávit constante de la oferta sobre la de­manda de fuerza de trabajo, Por eso Marx indica que la superpoblación relativa encuadra la ley de la oferta y la demanda de trabajo dentro de unos límites absolutamente concordantes, con el afán de explotación y de dominio propio del capital y que los obreros se ven forzados a vender su fuerza de trabajo a precios que oscilan cada vez más por debajo del valor de la fuerza de "trabajo”.

En el transcurso del análisis precedente comprobamos que la acumulación del capital determina el límite máximo de los salarios, excluyendo todo aumento que contradiga los intereses de la acumulación del capital. Sin embargo ahora el análisis nos muestra que la acumulación de capital, al engendrar una superpoblación relativa, determina un des­censo creciente de los salarios por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

Ejemplo fehaciente de ello lo tenemos en la comparación de los salarios con el “mínimo vital”, calculado por econo­mistas burgueses, que no es más que un indicador aproxi­mado del valor de la fuerza de trabajo.

El presupuesto Heller, calculado por la Universidad de Ca­lifornia, que comprende los gastos mínimos necesarios para sufragar las necesidades de una familia obrera de cuatro personas, se elevaba en 1944 a 2,964 dólares, mientras que el salario medio de un obrero de la industria transformadora de los EE. UU. era en ese entonces de 2,396 dólares, es decir, un 80.9 por ciento del presupuesto. A medida que se des­arrolla el capitalismo ese desfasamiento aumenta. Así tene­mos que el salario obrero representaba en 1956 el 74.6 por ciento del presupuesto Heller y en 1958 el 72.6 por ciento. La superpoblación relativa fuerza a la parte ocupada de la clase obrera a soportar un trabajo infernal. A medida que se desarrolla el capitalismo la intensificación del trabajo se convierte en uno de los factores decisivos en el proceso de empeoramiento de la situación de la clase obrera. La inten­sificación desmedida del trabajo acarrea la pérdida prema­tura de las capacidades y un sinnúmero de enfermedades profesionales.

La realidad de todos los países capitalistas nos ofrece un testimonio del desarrollo de esa tendencia. En los EE. UU., por ejemplo, el índice de elaboración por obrero en la indus­tria transformadora aumentó en un 28 por ciento durante el período comprendido entre 1939 y 1953. En Inglaterra ese mismo índice creció un 36 por ciento de 1938 a 1956.

El considerable aumento del índice de elaboración por obrero-hora registrado en todos los países se logró fundamental­mente, mediante la intensificación del trabajo. Maurice Thorez cita una serie de datos sobre la realidad francesa que muestran con toda evidencia el desarrollo de ese fenó­meno en Francia.

Antes, en las fábricas de la Compañía Saint Freres cada teje­dor atendía seis telares, elaborando 75 metros de tela por hora, por los cuales percibía 150 francos, es decir, dos fran­cos por metro. Luego comenzó a atender 10 máquinas, pro­duciendo 125 metros de tela por hora, por lo cual percibía un salario de 170 francos, es decir, 1.36 francos por metro. Con ello la empresa se beneficiaba con 25,000 francos de ga­nancia adicional.

Es notorio que los modernos sistemas extenuantes de sala­rios acarrean un aumento vertical de la intensidad del tra­bajo. A la par de ello aumentan los accidentes laborales y las enfermedades profesionales.

Además resulta, que aumenta la inseguridad de la clase obrera en cuanto a la posibilidad de realizar su fuerza de trabajo y, por lo mismo, la incertidumbre de su situación asalariada, su alineación al capital.

El hecho de que la acumulación del capital con el aumento de su composición orgánica lleve a un descenso relativo de la demanda de trabajo —y por ende a la disminución de los salarios— aparecen en la superficie de la sociedad capi­talista como si la formación del ejército industrial de reser­va resultara de un aumento vegetativo de la población tra­bajadora más rápido que el incremento de la demanda de nueva fuerza de trabajo por el capital.

Esta apariencia sirve de cimiento a las “teorías” de los economistas burgueses sobre el origen del desempleo, el empeoramiento de la situación de la clase obrera y, espe­cialmente, a los postulados que sostienen la necesidad de mantener en un límite mínimo los salarios. Partiendo de esas teorías los ideólogos burgueses deducen la inutilidad de la lucha clasista del proletariado en pos de mejoras sala­riales.

Los economistas burgueses tergiversan el nexo real que me­dia entre la acumulación del capital y la dinámica de la población trabajadora y de los salarios. Esos economistas concluyen que las mejoras salariales incitan a una mayor proliferación de la clase obrera, debido a lo cual la oferta de fuerza de trabajo superaría a las necesidades del capital, acarreando, consiguientemente, una reducción de los salarios. A su vez, el descenso de los salarios conllevaría —se­gún esos economistas— a una reducción de los ritmos de crecimiento de la clase obrera, a un descenso gradual de la oferta de fuerza de trabajo, haciendo que el capital se torne nuevamente excedente en relación a la demanda de trabajo incitando de ese modo a un nuevo aumento de los salarios, resulta pues, que la dinámica absoluta de la clase obrera aparece como variable independiente y la acumula­ción del capital, como variable dependiente. Por lo tanto, las causas de deterioro o mejoramiento de la situación de la clase obrera serían intrínsecas, es decir, descansarían en el propio aumento cuantitativo de la población laboriosa. Eso es justamente lo que postula la decantada teoría de la “ley de hierro de los salarios” formulada por Turgot y pregonada más tarde por Lassalle.

Los economistas burgueses confunden dos cosas completa­mente diferentes: las leyes que regulan la dinámica gene­ral de los salarios, con aquellas otras que regulan la distri­bución de la fuerza de trabajo a través del nivel de los salarios, por las diferentes ramas. En los sectores que cuentan con mejores condiciones de producción la ganan­cia será superior a la media, por lo cual atraerá nuevos capi­tales, aumentando la demanda de fuerza de trabajo. Ello acarreará un aumento momentáneo de los salarios limitado a ese sector.

Al enfocar el crecimiento vegetativo de la población como causa del empeoramiento de la situación de la clase obrera, los economistas burgueses desestiman a la superpoblación relativa que enmarca la ley de la oferta y la demanda de fuerza de trabajo. Debido a ello se desmorona la teoría burguesa de la “compensación”, según la cual los obreros rechazados en una rama hallarían ocupación en otra.

Al respecto es preciso mencionar la “teoría de la población” de Malthus, ampliamente difundida en la literatura econó­mica burguesa.

El postulado central de Malthus sostiene que existe una tendencia constante propia de todos los seres vivos a multi­plicarse más rápidamente de lo que permiten los alimentos de que disponen. De ahí la conclusión de que el aumento de la población transcurre en progresión geométrica, con tendencia a duplicarse cada 25 años, mientras que la mag­nitud de bienes de subsistencia sólo aumentaría en pro­gresión aritmética. Al decir de Malthus existiría una super­población absoluta y no relativa. Partiendo de esa tesis Malthus concluyó otra extraordinariamente provechosa para la burguesía, según la cual, la causa de la miseria, el des­empleo y la indigencia de los trabajadores no tienen su ori­gen en el modo capitalista de producción, sino en la propia naturaleza, en la naturaleza del hombre, en el hecho de que la población se multiplica a ritmos excesivamente rápidos. Malthus trataba de demostrar que la clase obrera tenía la culpa de su mísera situación y que su suerte no podrá variar mediante el reemplazo de un régimen social por otro. Es más, Malthus sostuvo cínicamente que las epidemias, enfermedades, elevadas tasas de mortalidad constituían un bien para la humanidad por cuanto acarreaban una reduc­ción de la población sobrante y compaginan la cantidad de población con la de medios supuestamente limitados de exis­tencia.

La reaccionaria teoría de Malthus fue blanco de la crítica demoledora de Marx y Engels. El análisis precedente mostró la absoluta inconsistencia de esa “teoría”. Las cifras concre­tas aportadas por numerosos científicos de diversos países demuestran repetidamente la endeblez de los postulados malthusianos sobre la correlación entre el aumento de la población y el de la producción.

En primer lugar, es falso que la población aumente en pro­gresión geométrica. Como ya demostró Chernishevski la progresión geométrica de Malthus estaba basada en úna fal­sificación de los hechos. Tomando las cifras de aumento de la población de los EE.UU. en el siglo XVIII, Malthus dejó de lado el hecho de que la población de ese país había cre­cido fundamentalmente gracias a la emigración y no al au­mento vegetativo. En segundo lugar, tampoco es acertado el principio de correlación entre aumento de población y de producción.

En los EE. UU. por ejemplo, la población aumentó de 1870 a 1950 en un 280%, y la recolección de trigo en un 340%. De 189S a 1939 la población norteamericana aumentó en me­nos de un 80% mientras que la producción industrial creció más de un 270%.

La “ley de la población” de Malthus se halla íntimamente ligada a la llamada ley de la fertilidad decreciente de la tierra, según la cual las inversiones adicionales de trabajo y capital en la tierra coinciden con un descenso de la pro­ductividad del trabajo en la agricultura.

Lenin demostró que esa “teoría” partía de una falsa pre­misa puesto que ignoraba el avance de la técnica aplicada a la producción. En su obra La cuestión agraria y los críticos de Marx, Lenin refutó esa teoría indicando que bajo el capitalismo no aumenta la dificultad para obtener alimen­tos, sino que al obrero se le hace más difícil obtenerlos.

La falsedad de la “teoría de la población” de Malthus y de la “teoría de la fertilidad decreciente de la tierra”, ha sido demostrada por la realidad de la edificación del socialismo en la URSS y demás países del campo socialista. Actualmente los apologistas de la burguesía cultivan amplia­mente las teorías malthusianas. Cierto, que las mismas han sufrido ciertas variaciones condicionadas por las metas que se han trazado esos apologistas. Los neomalthusianos seña­lan que la causa fundamental, de la superpoblación y mise­ria de los trabajadores reside en la incongruencia entre el crecimiento vegetativo de la población y los medios de producción (tierra y capital) disponibles. Esas posiciones las defienden W. Teichman (RFA), W. Thompson, G. Br.own (EE. UU.), L. Bouquet (Francia), etc.

La burguesía utiliza las teorías neomalthusianas no sola­mente para tergiversar las causas del desempleo y depaupe­ración de los trabajadores, sino también para argumentar la política colonialista, la política de azuzamiento de gue­rras y la explotación de los pueblos de las colonias de paí­ses sometidos.

Los ideólogos de la burguesía tratan de apartar a la clase obrera de su lucha contra la explotación capitalista, con­tra la prepotencia de los monopolios, sembrando teorías misantrópicas.

 

 

4. Diversas modalidades de la superpoblación relativa. La ley general de la acumulación capitalista.

 

Luego de examinar las causas que originan la superpobla­ción relativa, su esencia, y la influencia que ejerce sobre la situación de la clase obrera, Marx examina en este epígrafe las formas concretas de existencia y desarrollo de la super­población. Sobre esa base Marx muestra el nexo existente en el decurso de la acumulación del capital entre la super­población relativa en crecimiento y el empeoramiento de la situación de la clase trabajadora.

Marx analiza tres formas de superpoblación relativa:

 

1.— La superpoblación relativa flotante, que se crea en los centros industriales a raíz de los procesos de repulsión y atracción de fuerza de trabajo por el capital.

El proceso de repulsión crea, junto a la parte ocupada de la clase obrera, una masa de obreros desocupados. La com­posición de esta parte de la población obrera excedente varía constantemente, como consecuencia de las mutaciones expe­rimentadas por la parte activa de la clase obrera.

La fuente principal de la superpoblación flotante reside en los procesos que en el curso de la acumulación y del aumento de la composición orgánica del capital, hacen que una parte de los obreros ocupados queden sobrantes. Además, otra fuente de superpoblación flotante la tenemos en los obreros adolescentes que al alcanzar la mayoría de edad, dejan de interesar al capital como fuerza de trabajo míseramente retribuido y se ven despedidos. También hay que incluir a los obreros de edad madura que debido a los infernales rit­mos de trabajo, ven quebrantadas sus facultades físicas y re­sultan inaptos para seguir siendo explotados al grado de intensidad que exige el capital. Por último, tenemos que a medida que avanza la técnica, la incorporación del tra­bajo infantil y femenino a la producción desplaza a los con­tingentes masculinos adultos.

El volumen de la superpoblación latente oscila en las di­versas fases del ciclo industrial: aumenta en flecha durante la crisis y se reduce notablemente en los períodos de auge.

           

            2.— La superpoblación relativa latente existe fundamental­mente, en las zonas agrícolas.

En la agricultura, además de los braceros asalariados, existe una inmensa masa de labradores semiarruinados, que esti­mándose formalmente libres, en realidad se encuentran en un estado de tránsito permanente al proletariado, dispuestos cuando las condiciones son favorables a migrar a las ciu­dades para sumarse al proletariado industrial.

Es así, que una parte de la población agraria se halla per­manentemente en estado de transformación en proletariado industrial, “Esta fuente de superpoblación relativa flota constantemente. Pero, su flujo constante hacia las ciudades presupone la existencia en el propio campo de una superpo­blación latente constante, cuyo volumen sólo se pone de manifiesto cuando por excepción se abren de par en par las compuertas de desagüe.” (Pág. 586.)

 

            3.— La superpoblación relativa intermitente forma parte del ejército obrero inactivo y se caracteriza por la irregulari­dad extraordinaria de su empleo. Sus integrantes se reclu­tan entre los desocupados crónicos de la gran industria y de la agricultura, y especialmente, entre los obreros de las ra­mas industriales decadentes.

El nivel de vida de esta categoría es inferior a la media nor­mal de la clase obrera.

Pese a que la magnitud de esta categoría de superpoblación se halla determinada, en general, por el incremento de la acumulación del capital “constituye al mismo tiempo —es­cribe Marx— un elemento de la clase obrera, que se repro­duce a sí mismo y se eterniza, entrando en una proporción relativamente mayor que los demás elementos en el creci­miento total de aquélla” (Pág. 587.) Esta forma de pobla­ción excedente influye sobre la situación del conjunto de la clase obrera.

Finalmente, tenemos que las capas más míseras de la super­población relativa se refugian en la órbita del pauperismo.

El volumen de la superpoblación relativa está determinado por la magnitud y energía de la acumulación del capital. Cuanto mayor es la superpoblación relativa tanto más fuer­te es su presión sobre la situación de la clase obrera.

Al descubrir la esencia de la superpoblación relativa, Marx en este epígrafe extrae la conclusión definitiva de la in­fluencia que ejerce la acumulación del capital sobre la situa­ción de la clase obrera. Esa conclusión está formulada en la ley general de la acumulación capitalista.

A medida que aumenta la acumulación del capital crece desmesuradamente el ejército industrial de reserva, espe­cialmente en la época imperialista, cuando el desempleo ad­quiere un carácter masivo y crónico. En los EE.UU. por ejemplo, el número de parados era en 1929 de 1.550,000; en 1948 de 2.064,000; en 1958 cerca de 5.000,000 y a fines de 1961 —según datos de los sindicatos norteamericanos— el desempleo podría llegar a afectar a 8.000,000 de personas.

En 1956, según datos oficiales rebajados, se contaban cerca de 8.5 millones de parados totales en 18 países capitalistas. En 1958, esos mismos países registraban 12 millones de des­empleados.

El desempleo aumenta en cifras absolutas y relativas, es decir, en comparación al total de obreros ocupados. Esta ten­dencia la podemos observar en el aumento del desempleo en los EE.UU.: de 1899 a 1918 el promedio anual de desocu­pados fue de 5.4% y de 1929 a 1938 el 18.6% del total de obreros ocupados. En la RFA la cifra de desocupados totales representaba en 1958 el 5.7% del total de obreros, en Dina­marca el 17.3% y en Italia el 10%.

En consecuencia tenemos que, a medida que aumenta la acumulación del capital crece la superpoblación relativa, es decir, la parte desocupada de la clase obrera que se ve con­denada a la miseria. A la par que crece la superpoblación permanente, aumentan las capas pobres de la población imposibilitadas de subvenir a las necesidades corrientes me­dias de su clase.

Marx formula así ese principio general: “Cuanto mayores son la riqueza social el capital en funciones, el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayor es también, por tan­to, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad pro­ductiva de su trabajo tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército industrial de reserva crece, por consiguiente, a medida que crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor es este ejército de reserva en pro­porción al ejército obrero en activo, más se extiende la masa de la superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón inversa a los tormentos de su trabajo. Y finalmente, cuanto más crecen la miseria dentro de la clase obrera y el ejército industrial de reserva, más crece también el paupe­rismo oficial. Tal es la ley general, absoluta, de la acumula­ción capitalista” (Pág. 588.)

Al descubrir la ley general de la acumulación capitalista como resumen del análisis de la acumulación del capital y mecanismo de su propio movimiento, Marx muestra la si­tuación de la clase obrera en toda su amplitud y profundi­dad, culminando con ello la investigación iniciada en las secciones relativas a la producción de plusvalía.

Al analizar la producción de plusvalía relativa Marx señaló que todos los métodos destinados a incrementar la fuerza productiva del trabajo social operan a expensas del obrero individual.

Todos los métodos y medios encaminados a desarrollar la producción se convierten en instrumentos de sometimiento y explotación de los productores; deforman al obrero, haciendo de él un hombre fragmentario, reducido al simple papel de apéndice de la máquina; enajenan su trabajo de todo con­tenido y reducen todas las horas de su vida en tiempo de trabajo. En la producción capitalista adquiere una impor­tancia cada vez mayor, como factor de producción de plus­valía, el trabajo femenino e infantil. Pero todos esos méto­dos de producción de plusvalía son, al mismo tiempo, mé­todos de acumulación y todo avance de la acumulación de capital se transforma, por reversión, en instrumento de desa­rrollo de aquéllos métodos. “De donde se sigue que, a me­dida que se acumula el capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su re­tribución, ya sea ésta alta o baja.” (Pág. 589.)

Esa conclusión la extrajo Marx ya en la sección cuarta del tomo I al caracterizar la situación de la clase obrera bajo el capitalismo, sin tomar en cuenta aún la acumulación y el ejército industrial de reserva. El ejército industrial de re­serva acentúa la acción negativa de los métodos de pro­ducción de plusvalía sobre la situación de la clase obrera. El ejército laboral de reserva, engendrado por la acumula­ción del capital y cuyo volumen aumenta progresivamente conforme crece el volumen y energía de la acumulación, hace que la situación de la clase obrera dependa totalmente del capital; crea las premisas más favorables para que se abra paso la tendencia inmanente al capital de enriquecerse a costa de la clase obrera.

Por ello la acumulación del capital, al engendrar en medida creciente una superpoblación relativa y en base a ella, en­tronizar el despotismo del capital, presupone una acumula­ción de miseria correlativa a la acumulación del capital. Marx escribe: “ . .la ley que mantiene siempre la superpo­blación relativa o ejército industrial de reserva en equili­brio con el volumen y la intensidad de la acumulación man­tiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza es, en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capi­tal, acumulación de miseria, de tormentos. de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación mo­ral.» (Pág. 589.)

Así pues, Marx no identifica el proceso de empeoramiento de la situación de la clase obrera con el de su depaupera­ción. El concepto de empeoramiento de la situación de la clase obrera es más extenso que el de su depauperación.

La depauperación caracteriza el consumo de la clase obrera y de sus distintos estratos, significando que el grado de satisfacción de las demandas materiales y culturales des­ciende cada vez más por debajo del promedio normal de necesidades de la clase obrera de un país en una época de­terminada. En otras palabras, empeoran las condiciones materiales y culturales de existencia de la clase obrera. Esto constituye un importantísimo exponente del empeoramiento de la situación de la clase obrera, pero lógicamente, no es el único.

Dejamos de lado el hecho de que la depauperación de la clase obrera no caracteriza directamente su situación polí­tica y social bajo el capitalismo.

La situación de la clase obrera se halla ante todo condicio­nada por el hecho de que está privada de los medios de pro­ducción y obligada a vivir de la venta de su fuerza de tra­bajo. Marx señala al respecto que el capitalismo es un sis­tema de esclavitud asalariada.

El desarrollo de la fuerza productiva bajo el capitalismo es un factor que sirve para reforzar la explotación de la clase obrera, para intensificar el trabajo, prolongar la jornada, deformar al obrero y a su familia, sometiéndolo plenamente a los intereses del capital. Y cuanto más se desarrollan las fuerzas productivas, mayor es la dependencia de la clase (obrera respecto al capital.

El análisis de la acumulación del capital nos develó el me­canismo que lleva al empeoramiento sucesivo y multilateral de la situación de la clase obrera. Ese análisis nos muestra, en particular, el proceso de depauperación, es decir, el he­cho de que el capitalismo se muestra incapaz de ofrecer a la clase obrera las mínimas condiciones materiales de existencia que requieren la reproducción normal de su fuerza de trabajo.

A medida que avanza la acumulación el capitalismo con­dena a capas cada vez más amplias de la población y, parti­cularmente, a la clase obrera a privaciones, miseria y ham­bre.

Al hablar del empeoramiento de la situación de la clase obrera a medida que crece la producción social, Marx se refiere de hecho a la creciente incongruencia entre las rela­ciones de producción y las fuerzas productivas del capita­lismo. Esa incongruencia creciente, entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas se manifiesta en el antagonismo clasista cada vez más agudo en la sociedad ca­pitalista. El antagonismo clasista fundamental del capita­lismo lo constituye la explotación de los obreros por los capitalistas. Pero en el transcurso de la acumulación del capital esa explotación se expande e intensifica, provocando una depauperación más acusada del proletariado y el em­peoramiento de su situación, es decir, aumentando el anta­gonismo de clases.

La contradicción entre el carácter social de la producción y la forma privada capitalista de apropiarse de los resul­tados del trabajo, que se desarrolla a la par que la acumu­lación del capital como dos aspectos contrapuestos de ese proceso, alcanzan una agudeza extraordinaria. El desarrollo de las fuerzas productivas y el aumento de la productividad del trabajo en el capitalismo no sirven para satisfacer las necesidades de los trabajadores, sino que actúan como ins­trumentos para la producción de plusvalía, es decir, para el sojuzgamiento y explotación de la clase obrera. La produc­ción de riqueza bajo el capitalismo equivale a la producción de miseria. Se trata de una polarización de los dos aspectos de la producción que, a medida que se desarrolla el capita­lismo, en lugar de amainarse, se agrava, constituyendo la base real de intensificación de la lucha de clase del prole­tariado contra la burguesía.

Ejemplo de ello son las estadísticas que muestran el au­mento de los ingresos de la burguesía y la reducción para­lela de los ingresos de la clase obrera y de los trabajadores en general. Así por ejemplo, la parte de los trabajadores en la renta nacional de los EE.UU era en 1900 del 56.7%, en 1929 el 51.1% y en 1951 el 41.9%. En Francia el porcen­taje de los salarios en la renta nacional representaba en 1952 menos del 30% frente a un 45% en la preguerra. Ejemplo fehaciente de la concentración de la riqueza en manos de un número relativamente decreciente de magna­tes es el siguiente: en 1952, el 1% de la población norte­americana poseía el 55% de las riquezas nacionales mien­tras que el 87% de la población contaba solamente con el 8%.

En 1954, dos tercios de las familias norteamericanas con­taban con ingresos inferiores al mínimo vital del presu­puesto-tipo de Heller antes citado. 8.3 millones de fami­lias, el 20% del total, contaban con ingresos inferiores en un 37% a esa suma y 3.7 millones de familias (el 9% del total) percibían ingresos anuales inferiores a los mil dóla­res, hallándose según la apreciación oficial, en un estado de miseria.

Pero la situación de los trabajadores norteamericanos no tiene punto de comparación con la situación de los traba­jadores de los países coloniales y dependientes, cuyos pue­blos son explotados despiadadamente por los imperialis­tas.

A medida que avanza la acumulación del capital su influen­cia como factor de empeoramiento de la situación de la clase obrera se hace tan palpable que hasta los propios eco­nomistas burgueses tienen que reconocerlo.

Mas esos economistas tratan siempre de presentar ese fe­nómeno como una ley eterna de la naturaleza, y no como la esencia del modo de producción capitalista.

El gran mérito de Marx reside en que al refutar como in­sostenibles esas teorías burguesas, muestra científicamente los motivos de empeoramiento de la situación de la clase obrera y la creciente depauperación del proletariado.

Las conclusiones teóricas elaboradas por Marx en base al análisis del modo de producción capitalista son el resul­tado de la síntesis de una gran cantidad de materiales, parte de los cuales aparecen en El Capital cuando lo requiere la exposición del análisis teórico. Así ocurre por ejemplo en el análisis de la jornada de trabajo, de la gran producción mecanizada, etc. Por eso al formular la ley general de la acumulación capitalista Marx no precisa aportar nuevos datos para sostener la validez de esa ley. Las pruebas ya fueron aportadas. La gran masa de datos aportados por Marx en el epígrafe quinto son, como su título indica, una ilus­tración de la ley general de la acumulación capitalista.

La necesidad de esa ilustración está determinada por la influencia que ejercen sobre la situación de la clase obrera los más variados factores, cuya intensidad varía con arreglo a las condiciones de tiempo y lugar. Cada nuevo período en el desarrollo del capitalismo de cualquier país acarrea mo­dificaciones en la situación de las clases, en particular, en lo que se refiere al empeoramiento de las condiciones de existencia de la clase trabajadora. Esos procesos, es nece­sario y posible mostrarlos en base al análisis de datos con­cretos referidos a un país y a una época dada. Por ello justamente Marx ilustra la ley general de la acumulación con abundantes datos referidos a la situación de la clase obrera en Inglaterra y otros países.

La importancia de la ilustración de la ley general de la acumulación capitalista, que efectúa Marx, no se limita al hecho de mostrar la situación de la clase obrera inglesa en una época determinada, sino que también constituye un modelo de cómo enfocar la sintetización de los factores que influyen en la situación del proletariado y de la interpre­tación de su papel en los cambios que experimenta la situa­ción de la clase obrera.