Introducción

 

La emancipación de los trabajadores en la Rusia de principios de este siglo exigía una afirmación de la vo­luntad colectiva de cambio mayor aún, si cabe, que en los países de la Europa occidental. La vida y la obra de Vladímir Ilich Uliánov fue en gran medida fruto de esa voluntad colectiva de transformación de un régi­men autocrático y a la vez elemento catalizador del deseo para su conversión en una estrategia rectamente dirigida hacia el objetivo de la toma del poder político por el proletariado industrial. En la exclusiva dedica­ción a la política revolucionaria que fue su vida desde 1894 hasta 1923 hubo una preocupación central, una verdadera pasión: elevar la consciencia de la clase más oprimida de aquella sociedad y organizaría.

Esa pasión tuvo, como es natural, diferentes fases, conoció diversos giros y se enriqueció con el conoci­miento no sólo del movimiento obrero ruso sino también del de otras varias nacionalidades europeas. A la extensión de esas fases y a la importancia de los diferentes giros en la vida de Lenin se hace referencia con cierto detalle en los seis capítulos en que se ha estruc­turado este libro. Pero por encima del interés del estudio de esos giros y de los varios matices que en ellos es posible encontrar se ha puesto aquí el énfasis en lo que se considera como el hilo conductor de su pensamiento: el análisis de la naturaleza de la revolución rusa y la vinculación de ésta con las revoluciones europeas. Pues Lenin ha sido uno de los revolucionarios marxistas que más en serio se tomó la tantas veces repetida afirmación marxiana de que los obreros no tienen patria.

En el caso de Lenin, además, la preocupación por vincular la revolución rusa a las revoluciones de la Europa occidental no fue cosmopolitismo intelectual de literato incapaz de comprender los sufrimientos y las necesidades de la clase obrera del país de origen, sino verdadero internacionalismo. Por eso muchos años después de la revolución de octubre de 1917 el estudio de su obra sigue siendo obligado para todo aquel que sienta la necesidad de la emancipación de los trabajadores y que esté dispuesto a luchar contra la explota­ción de clase. Y ello pese a que la historia siguió un curso distinto en gran manera al que preveía el autor de El Estado y la revolución.

Por paradójico que pueda parecer, la combinación de estos dos hechos, a saber, el que las cosas se desa­rrollaran después de 1911 de manera distinta a la prevista en la teoría, y la orientación internacionalista de toda la obra de Lenin, da a muchas páginas de ésta una nueva actualidad en la Europa occidental.

Pero para recuperar a Lenin, para comprender lo que de universal hay en su obra y para valorar con verdad la actualidad de su pensamiento político también en la Europa occidental, hay que desprenderse al mismo tiempo del talante laudatorio y embalsamatorio de los varios “leninismos” que se impusieron a su muerte. Esto implica tener presente en todo momento que su obra, incluida aquella parte de la misma escrita como presidente del consejo de los comisarios del pueblo de la república soviética, fue esencialmente una obra polémica, nada sistemática; una obra, por tanto, cuyo conjunto es complejo y en el que para conocer cada pieza es preciso saber la fecha en que fue redactada, el debate que la originó y hasta la personalidad del contradictor o de los contradictores del momento.

Desde ese punto de vista, recuperar a Lenin hoy quiere decir sobre todo añadir a la autocrítica del último Lenin, parcialmente distanciado del ejercicio del poder, la autocrítica del leninismo.