¿Quién encendió la mecha del polvorín ucraniano?

Occidente condena la actitud rusa con respecto a Ucrania. Se afirma que Rusia volvería a sacar las viejas recetas de la Guerra Fría. Ambas partes se bombardean a golpe de sanciones económicas y se encaminan así hacia una vía sin salida. ¿Por qué se embarca Europa en este combate de boxeo económico y cuáles son las motivaciones de los rusos?

¿Qué tiene que reprochar Putin a nuestra agricultura?

 

Nada. Hasta hace muy poco, Rusia acogía alrededor del 10% de las exportaciones agrícolas europeas. Se trataba de frutas y legumbres, y también carne, productos lácteos, vino y alcohol. El embargo ruso es una reacción a las sanciones europeas contra Rusia. El 29 de julio, la Unión Europea (UE) decretaba sanciones severas contra Rusia, que entre otros, tocaba al sector financiero y la industria petrolera de este país. Al sancionar a los bancos rusos, la UE espera minar financieramente la economía rusa. Mediante un embargo sobre las exportaciones de material destinado a la industria petrolera, a largo plazo la UE quiere infligir daño a un importante sector estratégico de la economía rusa. Sin embargo, estas sanciones conllevan otras. Si la escalada persiste, Rusia, un importante proveedor de gas para la UE, también podría imponer sanciones contra la UE en el plano de la energía. La UE importa una cuarta parte de su gas desde Rusia. Tales sanciones pueden por lo tanto hacer mucho daño.

 

¿Por qué ha impuesto la Unión Europea tales sanciones contra Rusia?

 

Oficialmente, la UE quiere sancionar a Rusia por su injerencia en el conflicto ucraniano. Se afirma que mientras que la UE apoya al actual gobierno ucraniano, Rusia daría su apoyo a los opositores.

 

Esta explicación oficial no carece de ironía, puesto que el conflicto actual en Ucrania es precisamente una consecuencia directa la injerencia de la UE en Ucrania. El movimiento de protesta de principios de este año, que ha llevado al derrocamiento del presidente anterior, Yanukovich, se apoyaba sobre todo en un gran descontento social que se debía a una deplorable política económica y a la corrupción. Pero Bruno Decordier, especialista de la Universidad de Gante en cuestiones eurasiáticas, dice que el movimiento de protesta también fue preparado desde el exterior. “En 2010, había en Ucrania unos 30 programas extranjeros –léase: occidentales- que ya estaban activos.”[1]

 

Aparte de la ministra adjunta americana de Asuntos Extranjeros Victoria Nuland y el republicano John McCain, Guy Verhofstadt (Open Vld) y Mark Demesmaeker (N-VA) también se unieron a los manifestantes. ¡En otras palabras, la UE y los Estados Unidos habían decidido quiénes tenían que gobernar el país! Idesbald Goddeeris, historiador y eslavista en la Universidad de Lovaina (KUL), ya hacía notar en aquel momento que Rusia no estaría agradecida a la UE por esta injerencia.[2]

 

¿De dónde proviene esta injerencia occidental en Ucrania?

 

Oficialmente, se trataba de democracia y derechos humanos, pero en los hechos la injerencia en Ucrania se inscribía en el marco de una estrategia de expansión de la OTAN y la UE hacia el este. Desde la caída de la Unión Soviética, la UE y la OTAN hacen lo posible para controlar las nuevas regiones en el este. Bart Criekemans, profesor de política internacional de la Universidad de Amberes, hace notar lo siguiente: “Los años 2000 fueron los años de las “revoluciones de colores” en la periferia cercana de Rusia: Yugoslavia (2000), Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005). Los investigadores han podido demostrar claramente que, a través del National Endowment for Democracy (NED – Fundación de Apoyo a la Democracia), la CIA y la USAID (Estados Unidos) le dieron dinero a semi-ONG’s como el Freedom House y el Open Society Institute.”[3]

 

La intención es, por una parte, controlar importantes conductos de gas, y por otra parte amenazar militarmente a Rusia desde el sur. Después, entre otros, los Estados bálticos, la antigua Yugoslavia, Polonia, Rumanía y Bulgaria, la UE y la OTAN esperaban también poner completamente la mano sobre Ucrania.

 

No obstante, Ucrania siempre había optado por adoptar una posición neutra. Así, había desarrollado lazos políticos y económicos tanto con países europeos como con Rusia. Sin embargo, a finales de 2013, cuando la UE exigió que Ucrania eligiera entre un acuerdo económico con la UE o con Rusia, los problemas comenzaron.

 

El gobierno ucraniano, que entonces estaba dirigido por el presidente Yanukóvich, se negó a elegir. Quería un acuerdo tanto con Rusia como con la UE. Una evolución normal de las cosas. Imaginad que Bélgica tenga que elegir entre Alemania o Francia. Esto no tiene sentido alguno en el plano económico. Bart Criekermans declara: “Una Ucrania próspera debería tener tanto acceso a los mercados de la UE como a los de la Unión económica euro-asiática.”[4]

La elección de Yanukóvich no encajaba con la estrategia de expansión de la OTAN y de la UE. De ahí que haya habido políticos americanos y europeos que han ido a Kiev para participar en la instauración de un nuevo gobierno. Agradecido por el apoyo de la UE, el nuevo presidente Porochenko concluía en junio un acuerdo de librecambio con Georgia, Moldavia y la UE. Rusia percibe como una provocación esta creciente alianza económica y militar en sus fronteras.

 

¿Pero no es el nuevo gobierno ucraniano más democrático?

 

En realidad, un grupo de oligarcas ha sido sencillamente reemplazado por otro grupo de oligarcas. Ucrania es un país con una gran diversidad en el plano lingüístico – con el ucraniano y el ruso, entre otros idiomas –, pero también en el plano económico, con un Oeste agrícola y un Este industrial. El apoyo europeo a un cierto grupo ha perturbado el delicado equilibrio entre estos grupos de población y regiones en el marco del Estado ucraniano. Los que han recibido el apoyo americano y europeo se sienten de repente lo suficientemente fuertes como para no tener que negociar con otros grupos. Su toma del poder se hizo por otra parte de forma no constitucional. Las milicias de los partidos fascistas de Pravyi Sektor y Svoboda han recurrido a la violencia y la intimidación para hacer cumplir su agenda.

 

Hay que señalar que no fue toda la población quien manifestó en Kiev contra Yanukóvich. La mayoría de la población del Este no quería renunciar a sus lazos económicos con Rusia. Rusia era de hecho el principal cliente de las exportaciones provenientes del sector minero, la siderurgia y la tecnología espacial, situadas en el Este. La gente del Este no tenía nada que ganar con un acuerdo de asociación con la UE.

Tras la caída de Yanukóvich, un cierto número de medidas unilaterales han puesto en entredicho la unidad de Ucrania. La ley lingüística de febrero de 2012 que reconocía el ruso y otras lenguas minoritarias como lenguas administrativas en las provincias y ciudades donde al menos el 10% de la población utilizaba esta lengua como lengua maternal, ha sido derogada.1 Las estaciones de televisión rusófonas han sido prohibidas una detrás de otra y el Partido Comunista ha sido expulsado del Parlamento. Después, fue prohibido. Mientras tanto, se utilizan milicias privadas de extrema derecha para reprimir toda oposición al nuevo gobierno. Ha habido protestas, sobre todo en el este de la región del Donbass. El nuevo gobierno del presidente Porochenko no duda en utilizar el ejército contra su propia población. Mientras que pretende desear la paz, invierte 2,2 billones de euros en el ejército.2 En el Este, hospitales e incluso estadios de fútbol son bombardeados. Hoy, Ucrania no es más democrática de lo que era hace un año. Al contrario, incluso la extrema derecha participa hoy en su administración.

 

Rusia también apoya grupos en Ucrania. ¿No deberíamos también condenar eso?

 

Aunque haya pocas, véase ninguna prueba formal de una ayuda militar rusa a los grupos del Este, Rusia y Putin también tienen su propia agenda. Sobre todo, no quieren perder su influencia sobre los países vecinos de Rusia. La política unilateral y represiva del nuevo gobierno ucraniano constituye un crisol particularmente fértil para Rusia, deseosa de apoyar a ciertos grupos. Una parte de estos grupos lucha – incluso con las armas en la mano – por una Ucrania oriental independiente. Sin embargo su separatismo no ofrece respuesta alguna a los problemas sociales y económicos a los que se ven confrontados los ucranianos.

Un cierto número de medidas relativamente sencillas podría detener parcialmente este separatismo: el cese de los bombardeos de ciudades por el ejército ucraniano, el reconocimiento de los derechos de la población rusófona, la expulsión de las fuerzas de extrema derecha del parlamento y de las tropas de seguridad. Y el cese de las persecuciones contra el Partido Comunista, prácticamente el único partido que obra por la unidad y la reconciliación de los trabajadores ucranianos, tanto en el Este como en el Oeste del país. Criekemans ya explicó en marzo que mientras el gobierno “no pueda o no quisiera proponer garantías claras de seguridad a la población rusa”, Rusia se reservaría la opción de asegurar ella misma esta seguridad.3 Lo que también es notable es la manera con la que Occidente se llena la boca de motivos humanitarios en Afganistán, Irak o Libia, pero condena a Rusia, que en realidad estaría haciendo lo mismo.

 

¿Habrá guerra con Rusia?

 

La actual escalada es muy peligrosa, tanto para Ucrania como para la paz entre Rusia y Europa. Nuestros gobiernos tienen aquí una responsabilidad aplastante. Es la injerencia de la UE y de la OTAN en los asuntos internos de Ucrania lo que ha provocado la actual escalada, tanto en la propia Ucrania como entre Rusia y la UE. El futuro de nuestros productores de peras empieza también por una política extranjera responsable. Esta es la razón por la que la UE debe cesar inmediatamente de avivar el fuego y derogar las sanciones contra Rusia. La des-escalada de la crisis actual empieza también por el detenimiento de la expansión de la OTAN hacia el Este. Mientras éste no sea el caso, Rusia tampoco pondrá término a su injerencia y sus sanciones contra los productos europeos.

 

En Ucrania, sólo unas negociaciones entre las partes interesadas podrá conducir hacia una solución duradera para todos los ucranianos. Una Ucrania unida, neutra y democrática es el único camino posible hacia adelante. El actual gobierno ucraniano deberá rendir cuentas por la guerra que está librando contra una parte de su población. Toda ayuda militar al país debe cesar, al igual que las injerencias de nuestros dirigentes políticos en los asuntos internos de Ucrania. Bélgica tiene que jugar aquí un papel de vanguardia.


Traducido por Nicolás García.

 

[1] http://www.mo.be/artikel/de-euromaidan-kiev-een-geopolitiek-strijdtoneel

[2] http://deredactie.be/cm/vrtnieuws/buitenland/1.1886782

[3] http://www.mo.be/analyse/grensland-oekra-ne-van-de-opening-van-de-doos-v

[4] http://www.tijd.be/opinie/analyse/Militaire_logica_in_Oost_Oekraine.9507

[5] http://www.mo.be/analyse/ik-ben-uit-donbass-en-daar-ben-ik-fier-op

[6] http://www.demorgen.be/dm/nl/18241/Buitenland/article/detail/2006313/201

[7] http://www.mo.be/analyse/grensland-oekra-ne-van-de-opening-van-de-doos-v