Discurso de orientación política

Discurso pronunciado por Thomas Sankara en Uagadugu, 2 de octubre de 1983.

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Discurso de orientación política

 

¡Pueblo de Alto Volta!

Camaradas militantes de la revolución.

En el transcurso de este año, 1983, nuestro país ha conocido momentos de particular intensidad, los cuales siguen impresos de forma indeleble en la mente de muchos conciudadanos. Durante este período, la lucha del pueblo voltense ha experimentado flujos y reflujos.

Nuestro pueblo ha pasado la prueba de luchas heroicas, y finalmente obtuvo la victoria la noche ya histórica del 4 de agosto de 1983. Ya van a ser dos meses que la revolución marcha irreversible en nuestro país. Dos meses en los cuales el pueblo combatiente de Alto Volta se ha movilizado como un solo hombre detrás del Consejo Nacional de la Revolución (CNR) para edificar una sociedad voltense nueva, libre, independiente y próspera; una sociedad nueva, libre de la injusticia social, libre de la dominación y explotación seculares del imperialismo internacional.

Habiendo recorrido este breve trecho, les invito a que echemos un vistazo retrospectivo a fin de sacar las lecciones necesarias para determinar correctamente las tareas revolucionarias que se plantean en el momento actual y en el futuro próximo. Dotados de una clara percepción de la marcha de los acontecimientos, fortaleceremos más aún nuestra lucha contra el imperialismo y las fuerzas sociales reaccionarias.

En suma, ¿de dónde venimos? ¿Y a dónde vamos? Estas son las interrogantes del momento que nos exigen una respuesta clara y resuelta, sin equívoco alguno, si es que queremos avanzar de forma audaz hacia victorias mayores y más resplandecientes.


 

La revolución de agosto es la culminación de la lucha del pueblo voltense.

El triunfo de la revolución de agosto no es solamente resultado del golpe de fuerza revolucionario asestado contra la sacrosanta alianza reaccionaria del 17 de mayo de 1983. Es también la culminación de la lucha del pueblo voltense contra sus enemigos de siempre. Representa una victoria sobre el imperialismo internacional y sus aliados nacionales. Una victoria sobre las fuerzas retrógradas, oscurantistas y tenebrosas. Una victoria sobre todos los enemigos del pueblo que a sus espaldas han tramado complots e intrigas…

Por tanto, la revolución de agosto surgió como la solución a las contradicciones sociales que ya no se podían sofocar mediante componendas.

La adhesión entusiasta de las amplias masas populares a la revolución de agosto es la expresión concreta de la esperanza inmensa que el pueblo voltense deposita en el establecimiento del CNR para al fin poder ver cumplidos sus anhelos profundos por la democracia, la libertad y la independencia, por el progreso genuino, por la restauración de la dignidad y la grandeza de nuestra patria, aspiraciones que han sido particularmente vilipendiadas por 23 años de régimen neocolonial.


 


 

El legado de 23 años de neocolonialismo.

La llegada del CNR al poder el 4 de agosto de 1983 y la posterior instalación de un gobierno revolución en Alto Volta han abierto una página gloriosa en los anales de la Historia de nuestro pueblo y de nuestro país. Sin embargo, el legado que nos dejaron 23 años de explotación y dominación imperialistas es penoso y pesado. Dura y ardua será nuestra tarea de edificar una sociedad nueva, una sociedad libre de todos los males que mantienen a nuestro país en una situación de pobreza y de atraso económico y cultural.

En 1960, el colonialismo francés-acosado por todas partes, derrotados en Dien Bien Phu y presa de enormes dificultades en Argelia-, deduciendo las lecciones de esas derrotas, se vio obligado a otorgar a nuestro país la soberanía nacional y la integridad territorial. Nuestro pueblo, que no había permanecido impasible, sino más bien había desarrollado luchas de resistencia apropiadas, acogió este suceso como un hecho positivo. Esta fuga temprana del imperialismo colonialista francés fue para nuestro pueblo una victoria sobre las fuerzas de opresión y explotación extranjeras. Desde el punto de vista de las masas populares fue una reforma democrática, aunque desde el punto de vista del imperialismo no fue más que un cambio operado en sus formas de dominación y explotación de nuestro pueblo.

No obstante, este cambio desembocó en una realineación de las clases y capas sociales y en el establecimiento de clases nuevas. En alianza con las fuerzas retrógradas de la sociedad tradicional, y mostrando su desprecio total hacia las masas fundamentales que le habían servido de trampolín para su ascenso al poder, la intelectualidad pequeñoburguesa de la época empezó a sentar las bases políticas y económicas de las nuevas formas de dominación y explotación imperialistas. El temor a que la lucha de las masas populares se radicalizara y desembocara en una solución verdaderamente revolucionaria sirvió de base para que el imperialismo decidiera cómo actuar, lo que consistió, a partir de ese momento, en ejercer su dominio sobre nuestro país y perpetuar la explotación de nuestro pueblo mediante intermediarios nacionales. Ciudadanos voltenses asumirían el relevo de la dominación y explotación extranjeras. Toda la organización de la sociedad neocolonial se reduciría a una simple operación de sustituir una forma por otra.

En su esencia, la sociedad neocolonial y la sociedad colonial no se diferencian en nada. Así, se ha visto que a la administración colonial la sustituye una administración neocolonial que le es idéntica en todos los aspectos. Al ejército colonial lo sustituye un ejército neocolonial con los mismos atributos, las mismas funciones y el mismo papel de guardián de los intereses del imperialismo y los de sus aliados nacionales. A la escuela colonial la sustituye una escuela neocolonial que persigue los mismos objetivos de enajenar a los niños de nuestro país y reproducir una sociedad que esté esencialmente al servicio de los intereses imperialistas y, de forma accesoria, al servicio de los lacayos y aliados locales del imperialismo.

Con el apoyo y la bendición del imperialismo, ciudadanos voltenses se dieron a la tarea de organizar el saqueo sistemático de nuestro país. Con las migajas que les caían de dicho saqueo, poco a poco se transformaron en una burguesía verdaderamente parásita incapaz ya de contener su apetito voraz. Movidos solo por sus intereses egoístas, desde entonces dejaron de recular ante los métodos más deshonestos, desarrollando a gran escala la corrupción, la malversación de fondos y de la cosa pública, el tráfico de influencias y la especulación de bienes raíces, y practicando el favoritismo y el nepotismo.

Así se explican todas las riquezas materiales y financieras que han logrado acumular sobre las espaldas del pueblo trabajador. No contentos de vivir de las rentas fabulosas que extraían de la explotación desvergonzada de sus bienes mal habidos, peleaban a brazo partido procurando acaparar los cargos políticos que les permitieran utilizar el aparato estatal para beneficiarse de su explotación y despilfarro.

No pasaba un año entero sin que no se pagaran vacaciones suntuosas en el exterior. Sus hijos abandonaban las escuelas del país para recibir una enseñanza de prestigio en otros países. A la más leve enfermedad, se movilizaban todos los recursos del estado para asegurarles la costosa atención de los hospitales de lujo en países extranjeros. Todo esto se ha dado a plena vista de un pueblo voltense laborioso, valiente y honesto, si bien sumido en la miseria más profunda. Mientras que para una minoría rica Alto Volta constituya un paraíso, para la mayoría, para el pueblo, es un infierno apenas tolerable. Como parte de esta gran mayoría, los asalariados, no obstante el hecho de tener asegurado un ingreso constante, sufren las limitaciones y los escollos de la sociedad capitalista de consumo. Todo su salario se agota incluso antes de que lo hayan tocado. Este círculo vicioso sigue sin fin y sin perspectiva alguna de romperlo.

Al seno de sus sindicatos respectivos, los asalariados entablan luchan reivindicativas para mejorar sus condiciones de vida. A veces la amplitud de estas luchas logra arrebatar concesiones de las autoridades neocoloniales. Sin embargo, apenas dan algo con una mano y enseguida lo recuperan con la otra.

Así se anuncia con gran alboroto un aumento salarial del 10%, para de inmediato gravarlo con impuestos que anulan los efectos positivos que se esperaban de la primera medida. Después de cinco, seis o siete meses, los trabajadores siempre terminan dándose cuenta de la superchería y se movilizan para nuevas luchas. Siete meses son más que suficientes para que los reaccionarios en el poder recobren el aliento y tramen otras estratagemas. En esta lucha sin fin, el trabajador siempre sale perdiendo.

En el seno de esta gran mayoría están también los “condenados de la Tierra”, los campesinos, a quienes se expropia, se expolia, se hostia, se encarcela, se ridiculiza y se humilla cada día, y quienes, sin embargo, con su trabajo son creadores de riquezas. Es gracias a su actividad productiva que la economía del país se mantiene a flote, no obstante su debilidad. Es con su trabajo que “endulzan” su vida todos esos ciudadanos para quienes Alto Volta es un El Dorado.

Sin embargo, son ellos quienes más sufren la falta de estructuras, de infraestructura de carreteras, y de la falta de estructuras y planteles de salud. Son estos campesinos, creadores de la riqueza nacional, quienes más sufren la falta de escuelas y de útiles escolares para sus hijos. Son sus hijos quienes engrosarán las filas de los desempleados tras una breve estancia en los banquillos de escuelas mal adaptadas a las realidades de este país. Es entre ellos que existe la tasa de analfabetismo más elevada: 98%. Quienes más necesitan aprender, para poder mejorar el rendimiento de su labor productiva, son de nuevo quienes menos se benefician de las inversiones en las esferas de la salud, la educación y la tecnología.

La juventud campesina- que demuestra la misma disposición de ánimo que el resto de la juventud, es decir, que es más sensible ante la injusticia social y está más a favor del progreso-en una expresión de rebeldía termina abandonando nuestros campos, privándolos así de su elemento más dinámico.

Ese primer reflejo empuja a esos jóvenes hacia los grandes centros urbanos, Uagadugú y Bobo-Dioulasso. Ahí esperan encontrar un trabajo mejor remunerado y beneficiarse a la vez de las ventajas del progreso. La falta de trabajo los empuja a la ociosidad, con todos los vicios que la caracterizan. Finalmente, para no terminar en la cárcel, buscan la salvación saliendo al extranjero, donde les aguardan la humillación y la explotación más vergonzosas, ¿acaso la sociedad voltense les ofrece otra opción?

Dicho de la manera más concisa, esta es la situación de nuestro país después de 23 años de neocolonialismo: Paraíso para unos, infierno para los demás.

Después de 23 años de dominación y explotación imperialistas, nuestro país sigue siendo un país agrícola atrasado, donde el sector rural- el 90% de la población activa- representa apenas el 45% del Producto Interior Bruto pero provee el 95% de total de las exportaciones del país.

De manera más sencilla, hay que señalar que aunque en otro países los agricultores constituyen menos del 5% de la población, ellos logran no solo alimentarse adecuadamente y asegurar las necesidades de una nación entera, sin también exportar cantidades inmensas de su producción agrícola. Mientas que aquí en este país más del 90% de la población, a pesar de arduos esfuerzos, sufre hambre y escasez y se ve obligado a tener que recurrir con el resto de la población a la importación de productos agrícolas e incluso a la asistencia internacional.

El desequilibrio entre las exportaciones e importaciones así creado contribuye a acentuar la dependencia del país en el extranjero. En consecuencia, el déficit comercial ha crecido considerablemente al paso de los años y el valor de nuestras exportaciones solo cubre alrededor del 25% de las importaciones. Dicho de manera más clara, compramos más del exterior de lo que vendemos. Y una economía que funciona sobre esa base se arruina progresivamente y va hacia la catástrofe.

Las inversiones privadas que provienen del extranjero no solo son insuficientes, más bien le hacen sangrías enormes a la economía del país, por lo que no contribuyen a reforzar su capacidad acumulativa. Una parte importante de la riqueza creada con la ayuda de las inversiones extranjeras es drenada hacia el exterior, en lugar de ser reinvertida para acrecentar la capacidad productiva del país. En el período 1973-1979, se calcula que 1.700 millones de francos CFA salían del país cada año en forma de ingresos derivados de inversiones extranjeras directas, mientras que las inversiones nuevas ascendían a un promedio de 1.300 millones de francos CFA por año.

La insuficiencia de los esfuerzos en la inversión productiva induce al estado voltense a jugar un papel fundamental en la economía nacional mediante esfuerzos encaminados a suplir la inversión privada. Esta es una situación difícil cuando se sabe que los ingresos presupuestarios del estado los constituyen esencialmente los ingresos tributarios, que a su vez representan el 85% del total de los ingresos y que provienen en gran parte de los aranceles a las importaciones y de los impuestos. Aparte de los esfuerzos de inversión nacional, estos ingresos financian los gastos del estado, de los que un 70% sirven para pagar los salarios de los empleados gubernamentales y asegurar el funcionamiento de los servicios administrativos. ¿Qué puede quedar entonces para las inversiones sociales y culturales? En el ámbito de la educación, nuestro país se sitúa entre los más atrasados, con una tasa de escolarización del 16,4% y una tasa de analfabetismo que alcanza un promedio del 92%. Es decir, que de cada cien voltenses apenas ocho parecen saber leer y escribir en la lengua que sea.

En el plano de la salud, las tasas de enfermedad y de mortandad se sitúan entre las más altas en la subregión debido a la proliferación de enfermedades transmisibles y de deficiencias nutricionales. Por otro lado, ¿cómo podremos evitar esta situación catastrófica si se sabe que se cuenta con una cama de hospital por cada 1.200 habitantes y con un médico por cada 48.000 habitantes? Bastan estos pocos elementos para ilustrar el legado que nos dejaron 23 años de neocolonialismo, 23 años de una política de abandono nacional total. Ningún voltense que ame y honre a su país puede permanecer indiferente ante esta situación, una de las más desoladoras.

En efecto, nuestro pueblo, un pueblo valiente y trabajador, jamás ha podido tolerar tal situación. Y porque ha comprendido que no es producto de la fatalidad, sino de una sociedad organizada sobre bases injustas en provecho solo de una minoría, ese pueblo ha desarrollado siempre luchas multiformes, buscando las vías y los medios para poner fin a este viejo orden de cosas.

Por eso recibió febrilmente la llegada del Consejo Nacional de la Revolución y de la revolución de agosto, que coronó los esfuerzos que había realizado y los sacrificios que había aceptado para derribar el viejo orden, instalar un orden nuevo que pudiera rehabilitar al hombre voltense y otorgar a nuestro país un lugar selecto en el concierto de naciones libres, prósperas y respetadas. Las clases parásitas que siempre se han lucrado con un Alto Volta colonial y neocolonial son y seguirán siendo hostiles a las transformaciones emprendidas por el proceso revolucionario iniciado tras el 4 de agosto de 1983. Eso se debe a que están y permanecen atadas por un cordón umbilical al imperialismo internacional. Son y siguen siendo defensoras fervientes de los privilegios adquiridos gracias a su lealtad al imperialismo. Hagan lo que hagan y digan lo que digan, ellos seguirán siendo los mismos y seguirán tramando complots e intrigas a fin de reconquistar su “reino perdido”. Es inútil esperar de estos nostálgicos una reconversión de mentalidad y de actitud. No son sensibles ni entienden más lenguaje que el de la lucha, la lucha de clases revolucionaria contra los explotadores y los opresores de los pueblos. Para ellos, nuestra revolución será la cosa más autoritaria que exista. Será un acto pro el cual el pueblo les impondrá su voluntad con todos los medios de que disponga y, de ser necesario, con sus armas.