A modo de introducción

 

Del modo y el por qué de estas charlas

En marzo de 1967 los presos políticos de las dife­rentes tendencias de la prisión de Carabanchel, me in­vitan a que explique nuestra concepción del movimien­to obrero sindical en general y en particular de las Comisiones Obreras. En aquellos momentos sólo pen­saba en cubrir ese objetivo, si bien parecía claramente la necesidad de contribuir a la formación de militantes para un movimiento obrero sindical nuevo que inmer­so en la práctica social de la lucha diaria, tenía serias lagunas en cuanto a formación teórica. A la charla se­guía el coloquio.

Después, en cuantas prisiones estuve —Soria, Sego­via y Carabanchel—, participé en seminarios y cente­nares de veces me tocó hablar sobre el Movimiento Obrero Sindical y sus principios, sobre CCOO. Los que pasaron por estas cárceles, son testigos. Ni que decir tiene que cuantos intervinieron en estos coloquios o círculos de estudios contribuyeron a aclarar conceptos o a desarrollar ideas.

Muchos pidieron que publicara la charla (parte de la cual había escrito ya en unas doscientas cuartillas que sobre «historia del movimiento obrero español» tiene desde 1972 «Cuadernos para el diálogo» en espe­ra de poder publicarlas), pero entre estos, Carlos Sáenz Santamaría, no sólo insistió sino que pasó a máquina e hizo posible prácticamente el que las Charlas en la pri­sión fueran a la imprenta.

En los dos últimos años, Juan Marcos Muñiz Zapico, «Juanín», compañero de sumario 1001, daba otra charla que era la continuación de ésta y que debería escribir. Si algo útil se puede sacar de esta exposición, una parte se deberá a cuanto cito anteriormente.

Cuando me pidieron algunas palabras para esta edi­ción sobre nuestro inmediato futuro, accedí gustosa­mente; lo que sigue es el resultado de esta ampliación a las Charlas, editadas por la colección Ebro a finales de 1974.

Han pasado varios años del camino recorrido por la clase obrera, ha estado lleno de dificultades (proce­sos 1001, El Ferrol y otros), pero también de éxitos. A lo largo de estos años, millones de trabajadores di­rigidos por CCOO, recogiendo sus orientaciones o utilizando su táctica, han pasado a la ofensiva. En este período se ha dotado a la clase del mínimo de organi­zación y conciencia necesaria, a través de una serie de huelgas, manifestaciones y presiones de todo tipo que han sacudido a toda la península de norte a sur y de este a oeste, pasando por el centro. En todos los pue­blos del Estado español han creado sus órganos de di­rección respectivos; la comisión obrera nacional de Cataluña dirige plena y responsablemente a la clase obrera catalana, la comisión obrera nacional de Euzkadi juega cada vez más y cada vez mejor su papel diri­gente de unos trabajadores insertos en la problemática social y nacional euskera; la comisión obrera nacional de Galicia, siempre fue la cabeza de las luchas de su clase y del pueblo gallego; los representantes de estas comisiones, más los del resto del Estado español a tra­vés de las coordinadoras generales y del secretariado permanente elegido por éstas, coordinan a nivel del Estado.

Estos órganos nacionales, apoyados en comisiones de región, provincia, así como de rama de industria, de centro de trabajo, del campo, etc., han creado una infraestructura organizativa capaz de unir a toda la clase en acción, capaz de dirigir y orientar al movimiento obrero de comisiones, en su conjunto.

La utilización de las posibilidades legales, convenios colectivos, Magistraturas, prensa, etc., y sobre todo la importantísima victoria en las elecciones sindicales en 1975, de las candidaturas unitaria y democrática, patrocinadas por CCOO, han potenciado enormemente la capacidad de organización y movilización del nuevo movimiento obrero, que avanza resueltamente hacia la huelga general como medio de romper el bloqueo de salarios, por la readmisión de despedidos y represaliados, por la amnistía de los presos y exiliados políticos, por la libertad sindical, las libertades democráticas y nacionales, en general.

En los últimos días del año 1975 y en el contexto de una crisis económica, política, social, religiosa, univer­sitaria, nacional e internacional, la muerte del general Franco ha agudizado todas las contradicciones. Los cambios están al orden del día.

Las grandes acciones de los días 11, 16 y posterio­res de diciembre, en Madrid, Cataluña, Asturias, Gali­cia, etc., contra la congelación de salarios, por la am­nistía y por las libertades, reflejan no sólo que los trabajadores no están dispuestos a cargar sobre sus débiles espaldas la pesada crisis del sistema, sino que en la actual coyuntura política, queremos estar presentes y dar nuestro peso y nuestra talla en estos momentos críticos de la historia del Estado.

Se trata de una presencia social y política de nues­tra clase, que no admite hoy, y menos aún, mañana, ser marginada en un ghetto; que no admite ser puesta en cuarentena. Somos conscientes de que existen fuer­zas interesadas en recortar las libertades, o en darlas con cuentagotas. Vemos con claridad cómo los que du­rante estos últimos 40 años nos impusieron a la fuerza un sindicato unido a la fuerza, fascista, para con una explotación despiadada hacer la mayor acumulación ca­pitalista de la historia del Estado español, tratan hoy (hablando de unas libertades que siempre nos negaron y que estamos consiguiendo contra su voluntad, por nuestra lucha y sacrificios) de dividir el movimiento obrero sindical, de crear o potenciar varias centrales sindicales. Es decir, tratan de mantener los mismos monstruosos beneficios del pasado, con la división sindical, hoy, como ayer lo consiguieron con la domestica­da unidad fascista. Repetimos: frente al capitalismo monopolista de Estado, frente a los grandes bancos y las multinacionales, los trabajadores tenemos que po­ner en pie un movimiento obrero sindical unido y or­ganizado en una sola Central Sindical de nuevo tipo, Federación o Confederación, de carácter sociopolítico, si no queremos asistir a un suicidio de clase.

Está claro que los que ayer fueron los mayores defensores del verticalismo totalitario, mañana lo serán del pluralismo, de la división; a través de diferentes formas, su objetivo permanece inalterable: explotarnos al máximo, impedir a través de la atomización sindical nuestro peso específico en la sociedad.

Hacia una alternativa sindical, como parte de la alternativa democrática

Esta alternativa, tiene que ser configurada ya por todas las tendencias existentes en el movimiento obre­ro sindical, sin ninguna imposición, en la más comple­ta libertad. Es urgente poner manos a la obra. En el cuadro de la más completa libertad sindical, sin esperar a que nadie decida por nosotros; ni decreto, ni co­rrea de transmisión, ni nueva Ley Sindical; sólo quere­mos libertad sindical, la más completa, la más respon­sable también. Nos consideramos portadores de los más amplios intereses de los pueblos y nacionalidades que constituyen el Estado español, pero comprendemos que no estamos solos en ese Estado y respetamos y respe­taremos a los demás sectores.

Para este futuro en el que los trabajadores demo­cráticamente debemos tener la última palabra, no sir­ven ni las actuales estructuras sindicales, ni los sin­dicatos clásicos esclerotizados. El futuro movimiento obrero sindical, como es ya hoy el nuevo movimien­to obrero sindical, debe ser un movimiento organizado, de masas, de toda la clase, unitario en la libertad, de­mocrático e independiente de todo partido y de todo Estado —aunque, por supuesto, no obligatoriamente enfrentado a todo partido o a todo Estado—; movi­miento socio-político, no integrado aunque responsable. Somos conscientes, como decía Gramsci, de que «en la concepción tradicional del sindicato, éste se ha manifestado como una forma de la sociedad burguesa y no como una superación de la misma».

Podríamos decir, resumiendo, que el sindicalismo clásico, si bien es cierto que ha tenido grandes éxitos en la lucha reivindicativa, en las mejoras económicas, sociales, culturales, etc., de los trabajadores, no es me­nos cierto que esos éxitos no han cambiado la con­dición de los trabajadores en la sociedad; seguimos produciendo plusvalía; seguimos siendo clase explota­da además de clase oprimida. Vendemos nuestra fuer­za de trabajo a mejor precio, pero seguimos obligados a venderla para continuar existiendo. No hemos logra­do la emancipación real, que era el objetivo a largo plazo del sindicalismo, aunque éste fuera también el objetivo de los partidos obreros y no podamos culpar de este «fracaso» sólo a los sindicatos.

Por eso cuando hablamos del carácter socio-políti­co, tenemos en cuenta lo anterior. Ya las CCOO, al defender los intereses de los trabajadores en la etapa histórico-concreta actual y proyectarlas en la dirección de una perspectiva de clase, al presentar reivindicaciones inadmisibles por el régimen, aunque naturales de toda la clase; es decir, para poder defender eficazmen­te nuestras reivindicaciones socio-económicas, tenemos necesidad de conquistar el derecho de huelga, de reu­nión, manifestación, etc. En una palabra, para afirmar­nos como clase tenemos que negar el régimen existen­te. Para nuestra libertad como clase tenemos que negar la dictadura de la oligarquía fascista.

Lo socio-político, hoy como mañana, no significa in­vadir el terreno de los partidos políticos obreros, pues no debemos olvidar jamás que los partidos obreros son o deben ser la conciencia organizada de la clase, mien­tras que el nuevo movimiento obrero debe ser la clase en su conjunto, toda entera; no debemos olvidar ja­más que la clase, homogénea en lo económico-social, lo es menos en lo político, y que si actuáramos en lo fundamental en esta última dirección, la empujaría­mos inexorablemente por el camino de la división sindical.

Por ello, nuestra incidencia en lo político nos viene dada a partir de lo social, esto es, cuando nuestras rei­vindicaciones concretas, naturales, no puedan ser inte­gradas. O sea que, debemos tener conciencia de que el paso de las reivindicaciones puras (remuneración en dinero, a la hora o a la pieza) a la reivindicación sala­rial integral, que puede y debe comprender, ritmos y cadencias de producción, organización y horarios del trabajo, etc., etc., conduce inevitablemente a un cierto grado de control de la organización de la producción de la empresa, lo que significa penetrar en el santua­rio del sistema y empezar a negarlo.

El futuro y próximo movimiento obrero sindical, debe ser una especie de síntesis creadora de Consejos Obreros y de Sindicatos, elaborado por abajo en los centros de trabajo y, por arriba en colaboración con todas las tendencias sindicales de clase.

La alternativa sindical, debe presuponer la ocupa­ción de los actuales sindicatos, de sus bienes que son nuestros, de los trabajadores, y ponerlos al servicio de la unidad sindical libremente consentida.

La alternativa sindical debe rechazar toda nueva Ley Sindical. Que los trabajadores se pronuncien libre­mente y decidan democráticamente si quieren una o varias Centrales Sindicales. Nosotros, las CCOO, que siempre defendimos la unidad en la libertad, aceptare­mos lo que decidan los compañeros, si bien, nos pro­nunciamos claramente por la Unidad en la libertad.

Hacia un período constituyente

A nivel de las instituciones en general (teniendo en cuenta que las existentes son la expresión de la dicta­dura y no sirven para la libertad) es preciso evitar el vacío y, por tanto crear otras nuevas que sean el re­flejo de la voluntad del país libremente expresadas, es decir, abrir —a través de una ruptura democrática pa­cífica— un período constituyente y elaborar una cons­titución, nuevas leyes.

 

Necesidad de un Congreso Obrero Constituyente

El sindicato oficial no sirve a los trabajadores, es un órgano de la dictadura, tampoco tiene arreglo desde dentro; es precisa, pues, una ruptura sindical pacífica para conseguir la libertad sindical, y en el cuadro de las libertades democráticas que el país necesita y que está conquistando. Por supuesto que la ruptura sindi­cal y el construir de nueva planta, no supone desinte­resarnos de la suerte de miles de trabajadores de base, sencillos de los sindicatos, cuyos intereses deben ser salvaguardados y a los que no hay que confundir con la línea de mando, con la burocracia dirigente del Verticalismo.

Como tampoco en lo sindical queremos el vacío, es preciso, pues, construir de nueva planta. Y aunque en el esbozo de diseño, deben intervenir, como decimos antes, todas las tendencias, son los trabajadores todos, sin exclusión alguna, quienes a partir de las Asambleas de Centros de trabajo, deben tener la última palabra a través de la celebración de Congresos libres y demo­cráticos de rama, provincia o región, de nacionalidad, que culminen en un Congreso Obrero constituyente de todo el Estado.

La forma, Confederación, Federación o Unión, sería secundario, siempre que mantuviese los principios esenciales de movimiento organizado, que anteriormente esbozamos.

El respeto a las tendencias y a las minorías, debería ser uno de los elementos vitales de la vida interna, de su democracia. A todos los niveles, desde las asambleas básicas hasta la dirección a nivel del Estado, debe fun­cionar un sistema de representación proporcional, que permita una presencia activa de estas tendencias. Teniendo en cuenta las implicaciones políticas que tiene toda lucha económica y social al generalizarse, como garantía eficaz de que las minorías no van a ser apiso­nadas, laminadas, por el paso arrollador de una mayo­ría, debería ser necesario cada vez que se planteen pro­blemas de importancia nacional, que las resoluciones finales no puedan ser obtenidas más que por mayorías cualificadas, que obtengan dos tercios o tres cuartos del total de votantes. Esto llevaría a un esfuerzo de síntesis unitario y respetaría, integrando en la elabora­ción a la minoría. En el aspecto internacional, además de tratar de poner en pie una serie de relaciones a nivel de trabajadores de las empresas multinacionales, deberíamos esforzarnos por establecer relaciones amis­tosas con todas las Centrales sindicales internaciona­les, CIOSL, FSM, CMT, etc., tratando de acercarlas entre sí, pero sin adherir a ninguna. Nuestro objetivo sería «exportar» nuestra unidad, sin «importar» su división.

Otra cosa distinta es la relación con la recién crea­da Central Sindical Europea, a la que deberíamos ad­herirnos, procurando que no quedara en Europa nadie fuera de ella.

Comisiones Obreras y su futuro

Comisiones Obreras ha sido, desde su creación por los trabajadores, el mejor instrumento que han tenido éstos para la defensa de sus intereses inmediatos y mediatos. Las luchas de los últimos cuarenta años de los trabajadores del Estado español, ha sido muy dura, muy compleja, extremadamente difícil.

Por eso no es extraño, sino que es natural que CCOO, este vehículo todo terreno del movimiento obre­ro, haya sido desde el principio de su concepción un mo­vimiento creador, innovador, de vanguardia en el movi­miento obrero sindical mundial de nuestra época. Está claro que para nosotros es vital no renunciar a los mé­ritos de nuestras creaciones originales, a nuestras apor­taciones al movimiento obrero sindical internacional. Han sido CCOO, en primer lugar, las que se han definido como un movimiento organizado socio-políti­co, unitario en sí mismo. Ya en 1966, cuando en Madrid nos reuníamos con delegados de las tres Centrales Sin­dicales Italianas, ellos reconocían esta valiosa aportación, creadora, a las corrientes del moderno movimien­to sindical italiano.

 

 

¿Qué es hoy el movimiento de CCOO? ¿Cómo entenderlo?

CCOO es un movimiento organizado, de toda la cla­se; CCOO es el complejo movimiento que teniendo como punto de partida las asambleas de fábrica o cen­tro de trabajo, sección o taller, va hasta las estructuras extralegales, pasando por los representantes de los tra­bajadores legalmente elegidos. CCOO es el conjunto de trabajadores, que de una manera u otra, en el pasa­do y en el presente han participado en alguna de sus. actividades, tengan o no conciencia de ser de CCOO La estructura organizada, debe poner en pie esta am­plia red de organizadores y cuadros obreros, legales, y extralegales, del pasado, del presente y del futuro, ca­paces de articular y mover toda la clase en la lucha.

En el pasado, la existencia de CCOO ha sido decisi­va para sacar a los trabajadores del reflujo de la de­rrota y ponerlos en pie, a la ofensiva.

Hoy cara al futuro es primordial comprender que las esencias de CCOO, que CCOO deben servir de base a ese Congreso Obrero constituyente, del que debe­rá salir una Central Sindical —Federación o Confede­ración— de nuevo tipo. Por ello, hoy más que nunca hay que extender y reforzar la estructura organizada de CCOO, y por supuesto ampliar su movimiento, y todo ello al mismo tiempo que se discuta con todas las tendencias sindicales del movimiento obrero, sobre el movimiento obrero sindical de mañana, de ese mañana que ya es, casi hoy.

CCOO desde su existencia ha dado más del 90 % del total de los presos por motivaciones laboral-sindicales y de los despedidos. Los sumarios 1001, de El Fe­rrol, del Besos, del Bajo Llobregat, etc., los despedi­dos de Standard, Pegaso, Seat y otros, son de hom­bres de CCOO.

CCOO constituyen un capital precioso de nuestra clase, una inversión, cuyos frutos empiezan a verse con claridad y amplitud ahora: renunciar al futuro sería malgastar ese tesoro de los trabajadores.

Tenemos cuadros suficientes, tenemos militantes capaces y resueltos, como nunca los tuvo el movimiento obrero sindical en el Estado español.

Por supuesto que al hablar de estos dirigentes, no sólo pensamos en los de CCOO, sino también en los de todas las tendencias existentes en diferentes grupos sindicales; el movimiento obrero necesita de ellos, de nosotros y de muchos más, hay espacio para todos.

Vamos a poner en pie entre todos los inagotables recursos de nuestra clase, de los trabajadores manua­les e intelectuales; después, que este mundo del traba­jo decida libremente, sin decretos, sobre todo lo que nos afecta. Nosotros nos comprometemos a aceptar su fallo soberano.

Madrid, 23 de diciembre de 1975.

Marcelino Camacho Abad