Curso de estudio elemental: El Partido Comunista de España

Cuaderno número 4 del Curso de estudio elemental del Partido Comunista de España, publicado en marzo de 1964, y dedicado a explicar de un modo introductorio la organización del PCE en la clandestinidad.

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Curso de estudio elemental: 4.- El Partido Comunista de España

 

Primera parte

TEORIA LENINISTA SOBRE EL PARTIDO

 

 

QUÉ ES EL PARTIDO COMUNISTA

 

Tal como dicen sus Estatutos, “el Partido Comunista de España es el Partido político de la clase obrera, el guía y organizador del movimiento progresivo y revolucionario del pueblo español”.

Nuestro Partido defiende y representa unos intereses de clase determinados: los intereses del proletariado. Pero el proletariado es la clase social más avanzada y progresiva. Por eso, al luchar por liberarse de las cadenas que le oprimen, actúa en favor de toda la sociedad humana. En el triunfo de su causa están interesados todos los hombres partidarios del progreso y del verdadero humanismo.

La experiencia histórica ha probado que la humanidad marcha hacia el socialismo. Este ha triunfado ya en países que cuentan con una tercera parte de la población del planeta. Gracias al sistema socialista, países atrasados como Rusia se han puesto a la cabeza del progreso social, económico y cultural. Ha sido demostrado en la práctica que los intereses del proletariado coinciden con los del pueblo y con los verdaderos intereses nacionales. Por eso, hoy más que nunca, importantes sectores no proletarios —campesinos, capas medias, intelectuales—, vienen a las filas del Partido Comunista o sim­patizan con él.

El Partido Comunista es la personificación de la conciencia de la clase obrera, pues a diferencia de otros partidos obreros, es el portador de la ideología marxista-leninista, ideología de los trabajadores, cuyo carácter cien­tífico ha sido verificado en la práctica. La revolución socialista triunfó y el socialismo se ha hecho realidad allí donde la clase obrera fue guiada por esa ideología marxista-leninista.

El movimiento comunista ha recorrido un inmenso camino desde 1847 en que fue creada por Marx y Engels la “Liga de los Comunistas”, con unos cuantos centenares de hombres en algunos países de Europa. Hoy existen más de cincuenta millones de comunistas, afiliados a los diversos partidos, que son más de noventa en todo el mundo, y decenas de millones de hombres y mujeres que simpatizan con las grandes ideas de Marx y Lenin.

Es decir, el comunismo está imponiéndose a ritmos extraordinarios si lo comparamos con lo que tardaron en imponerse otros sistemas sociales y económicos que la Historia ha conocido.

Uno de los grandes méritos de Lenin, continuador genial de la obra de Marx y Engels, consiste en haber desarrollado las concepciones marxistas sobre el Partido, teniendo en cuenta las nuevas condiciones creadas por la aparición del imperialismo y la consiguiente agudización de la lucha de clases en los comienzos del siglo actual. Para luchar con éxito en estas nuevas condiciones, la clase obrera necesitaba un Partido de “nuevo tipo”, que se diferenciara de los partidos reformistas de la socialdemocracia por su comba­tividad, disciplina y fidelidad a la esencia revolucionaria del marxismo. Lenin elaboró los principios de organización, las normas de vida interna, los prin­cipios tácticos, de ese partido de “nuevo tipo”: el Partido Comunista.

Lenin dedicó muchas energías a crear en Rusia esa organización de van­guardia del proletariado ayudando así de una manera viva a los trabajadores de todos los países. La importancia de la organización de las masas en general y del Partido en particular era una cuestión de primer orden y de suma urgencia ya en los primeros años del siglo XX. “Dadme una organización de revolucionarios y transformaremos a Rusia”, decía Lenin en aquellos tiempos, lo que prueba claramente la gran importancia que él concedía a la organización.

Crear esa organización no es fácil. Nosotros mismos, los comunistas españoles, sabemos lo difícil que es, sobre todo en las condiciones de una dictadura fascista. Pero lo mismo que el premio merecido a los esfuerzos de Lenin fue la Gran Revolución Socialista de Octubre en 1917, la clase obrera española y su Partido obtendrán el suyo con el triunfo de sus aspira­ciones revolucionarias.

El Partido Comunista de España tiene como objetivo el derrocamiento del régimen de los capitalistas y terratenientes y la transformación socialista de la sociedad. En el camino hacia esa meta la tarea más inmediata que tiene planteada nuestro Partido, y con él nuestro pueblo, es la de poner fin a la dictadura franquista, instaurar un régimen democrático, salvaguardar la inde­pendencia nacional y hacer de España un factor de paz en el mundo.

Tareas históricas de semejante envergadura sólo puede llevarlas a buen término un partido político fuerte, disciplinado, combativo, pertrechado con una teoría revolucionaria e íntimamente vinculado a las masas. Eso es y debe ser cada día más nuestro Partido, que cumple su función a través de la acción política diaria, de su labor ideológica y teórica y de su trabajo de organización.

Precisamente el que nuestro Partido tenga su origen y su razón de ser en las necesidades objetivas del desarrollo social, explica que más de veinti­cinco años de feroz dictadura fascista, de represión sangrienta contra los comunistas, de calumnias sin fin y de otras muchas presiones y maniobras, no hayan logrado destruirlo ni impedir su crecimiento, su arraigo cada vez mayor entre las amplias masas de nuestro país.

Ningún otro partido político español de los que existían anteriormente ha podido soportar la prueba de la dictadura franquista como la ha soportado nuestro Partido. Los diversos partidos republicanos han casi desaparecido, quedando reducidos a pequeños grupos de la emigración política. Los anar­quistas y socialistas tampoco son hoy lo que fueron en el pasado, indepen­dientemente del comportamiento heroico de algunos de sus hombres. En la práctica de las luchas obreras en España y particularmente en la gran experiencia de la guerra civil, la ideología y la táctica anarquistas hicieron ban­carrota. También demostró su impotencia la ideología reformista, de colabo­ración de clases, del Partido Socialista Obrero Español. La causa de la fuerza creciente del Partido Comunista de España reside en su fidelidad a la teoría revolucionaria del marxismo-leninismo, en el acierto de su línea política, en su diaria acción clandestina a lo largo de estos años de dictadura fascista y también en la irradiación de los éxitos del comunismo en escala mundial.

Nuestro Partido es a la vez un Partido veterano y joven: Veterano, com­parado con otros grupos que se han constituido en estos últimos años, sin gran arraigo popular, sin objetivos claros y muchos de los cuales no pasan de ser peñas de discusión; joven, porque la causa por la que lucha es la más avanzada y progresiva, la que en verdad representa el porvenir del mundo y de la juventud.

La creación y desarrollo del Partido en nuestro país era una cuestión complicada no sólo a causa de la represión de la burguesía y de los terrate­nientes, de sus diferentes Gobiernos, sino también debido al arraigo que tenían, sobre todo en los años veinte, las ideas y prácticas anarcosindicalistas y socialdemócratas entre los trabajadores de España.

Como muy bien explica la Historia del Partido, en aquellos años del naci­miento y desarrollo de nuestra organización bajo la influencia de la Gran Revo­lución de Octubre, era difícil no equivocarse y la tarea de hacer un Partido Comunista resultaba compleja. Los dirigentes del Partido en aquel periodo tenían que aprender sobre la marcha, acosados por la dictadura de Primo de Rivera. Sólo cuando se comenzó a aplicar el marxismo-leninismo de una manera creadora, teniendo en cuenta la experiencia internacional del movimiento comunista y obrero, y sobre todo las particularidades de nuestro país, las tradi­ciones de sus trabajadores y del pueblo, es cuando empezaron a lograrse mayores avances en el terreno de la organización y de la Influencia política entre las masas.

José Díaz, Dolores Ibárruri y otros dirigentes del Partido desempeñaron en este proceso un papel muy importante.

Pero la tarea de organizar, de fortalecer y extender el Partido, es constante En la fase actual necesitamos dedicar a ello no menos energías. En las con­diciones presentes esta labor es, por un lado, más fácil que anteriormente, ya que las Ideas que defendemos y representamos han sido comprobadas como justas con el triunfo del socialismo en numerosos países. Pero a la vez es más difícil, ya que la dictadura fascista reprime bárbaramente todo género de oposición y muy particularmente la del Partido Comunista

 

 

EL PARTIDO COMUNISTA, VANGUARDIA DE LAS MASAS

 

El Partido se esfuerza por Incorporar a sus filas a los hombres más conscientes, más combativos y abnegados de la clase obrera de los campe­sinos y de la intelectualidad de nuestro país.

Esto no quiere decir que los comunistas nos consideremos como algo excepcional. Nuestra única ventaja reside en la organización y en dominar, o en el esfuerzo constante por dominar, la teoría de vanguardia, el marxismo-leninismo y aplicarla a las condiciones concretas de España

El ejemplo heroico de Julián Grimau es uno de los más brillantes y elocuentes de lo que es o aspira a ser un militante comunista. Pero no es el único. La historia de nuestro Partido está llena de ejemplos extraordinarios de fidelidad y de amor al pueblo español y a su clase obrera.

Los comunistas se esfuerzan por dominar la teoría marxista-leninista de una forma creadora, no como algo estático o acabado. En realidad esa teoría es para nosotros la piedra angular de una ciencia que debemos impulsar y desarrollar para no quedar rezagados de la vida misma.

“Sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario” decía Lenin.

Esa es una verdad indiscutible como demuestra la historia de todos los países y también del nuestro. Aplicando esa teoría, los comunistas españoles luchamos por elevar constantemente la conciencia del proletariado y de las masas a niveles cada vez más altos.

Pero no basta con que una teoría sea acertada. Hay que saber aplicarla y esto sólo puede hacerlo un partido de vanguardia, como del que hablaba Lenin, sólidamente organizado, que sea en realidad la parte más consciente del proletariado y del pueblo. Por lo tanto no basta con llamarse a sí mismo partido dirigente, sino que hay que demostrarlo en la lucha diaria.

Durante estos años de dictadura fascista, como anteriormente en la guerra civil que duró tres años, o en el movimiento revolucionario de octubre de 1934, el Partido Comunista de España ha dado pruebas de ser ese destacamento de vanguardia, no en palabras sino en los hechos.

Nos hemos esforzado por combinar dos aspectos fundamentales: En primer lugar fundirnos con las más amplias masas de trabajadores y en segundo lugar ir siempre a su cabeza mostrándoles el camino y estimulándolas para la lucha. Cuando el Partido no es capaz de combinar estas dos cuestiones esenciales, corre el riesgo de paralizar la acción revolucionaria o de hacer esta lucha intrascendente.

Aunque la existencia del socialismo en la Unión Soviética y en otros países es un factor importante que ayuda a los comunistas de todo el mundo, lo principal sigue siendo que los Partidos Comunistas sean capaces de trabajar y luchar con tenacidad e inteligencia para hacer avanzar la causa del comu­nismo en sus respectivos países. De lo contrario, esos partidos no cumplirían con su deber y antes o después serian desplazados de la arena política.

La política de Reconciliación Nacional que sigue nuestro Partido, formulada en el año 1956, es una aplicación creadora de la teoría marxista-leninista a las condiciones concretas de nuestro país. Sin esa política y la táctica que de ella se desprende, nuestro Partido pese al heroísmo de sus militantes no habría obtenido los éxitos que se le reconocen.

La consigna actual de nuestro Partido de preparar y organizar la huelga general política es también una consigna justa y realizable, resultado del análisis marxista de las acciones anteriores de la clase obrera de España, concretamente de las grandes huelgas de abril y mayo del año 1962 y de las de agosto y septiembre de 1963.

En esta fase de la lucha nuestro Partido trata de elevar la combatividad y la conciencia de las amplias masas ayudándolas a asimilar la experiencia de las huelgas de los mineros asturianos y leoneses así como las acciones de los trabajadores de otras provincias. Sin dejar de hacer una labor diaria de agitación y explicación de lo que debe ser la huelga general política, orien­tamos a los trabajadores a movilizarse y a realizar acciones parciales. Así se prepara precisamente la huelga general política.

De nada serviría que guiados únicamente por nuestros deseos, por loables que éstos sean, llamásemos a la huelga general haciendo abstracción de toda una serle de factores que son necesarios para su éxito. Correríamos el riesgo de quedar aislados, de separar a la vanguardia del resto de las masas y lo que es peor de facilitar a las fuerzas represivas su acción contra los comunistas y otros trabajadores más conscientes,

Pero sería igualmente erróneo someternos a las ideas y concepciones de los sectores más atrasados, aunque en un momento dado sean mayoritarios, y so pretexto de que no están preparados para grandes acciones políticas esperásemos pasivamente que estas condiciones se crearan por sí solas. Precisamente, el deber del Partido es explicar que si es necesario luchar por conquistar ésta o la otra reivindicación económica, obtener posiciones en los sindicatos verticales, etc., etc., no hay que conformarse con eso. Ahora es posible y necesario colocar en primer plano otras reivindicaciones econó­micas superiores y sobre todo las de carácter político, más importantes y decisivas, como por ejemplo la libertad sindical, el derecho de huelga, la amnistía, la supresión real de las jurisdicciones especiales, la liquidación de la brigada político-social, el respeto a la dignidad humana- y muchas otras. En realidad, los obreros asturianos y vascos, los catalanes y madrileños, ya estén pasando a la lucha por conquistar tales objetivos.

Así llegaremos a un momento en que la lucha política abierta contra la dictadura fascista, por un cambio de régimen, por el restablecimiento de la democracia en España, arrastrará a millones de trabajadores a grandes acciones de envergadura nacional,

Para asegurar su papel de vanguardia el Partido necesita tener, como tiene, un programa político revolucionario, donde estén incluidos los objetivos inmediatos y posteriores. Hay que luchar por ese programa elaborando en cada fase la línea táctica más en consonancia con la realidad objetiva, cuidando mucho el evaluar justamente el momento concreto, sabiendo dar las consignas correspondientes en el instante preciso.

El Partido está obligado a dar pruebas de mucha agilidad, a saber inter­pretar a su debido tiempo los cambios que se producen en la situación objetiva para adaptar su táctica y su política de organización a las necesidades del momento. Es decir, el Partido Comunista para ser de verdad un destacamento de vanguardia de la clase obrera y del pueblo tiene que ser una organización flexible, conscientemente disciplinada, ágil y operativa, capaz de tomar deci­siones con el máximo de oportunidad.

En vísperas del sexto Congreso del Partido, en función de toda la situación política, del auge del movimiento democrático y revolucionario, del proceso ascendente de descomposición de la dictadura, se vio la posibilidad de transformar nuestro Partido en una potente organización de masas. Esta fue la decisión más importante del sexto Congreso, en lo que se refiere a la organización. Es evidente, que esta tarea no podíamos planteárnosla unos años antes. Pero en 1959 y 1960 esto no sólo era posible sino necesario.

A pesar de los cambios producidos en la situación del país, otros partidos continúan aferrados a las viejas consignas y a planteamientos caducos, como les ocurre a los socialistas y anarquistas. En lugar de comprender que los trabajadores de nuestro país ansían tener unos sindicatos independientes, pero unidos, los dirigentes socialistas y cenetistas siguen hablando de la UGT y de la CNT, como si nada hubiera ocurrido desde 1936 a esta parte. Por el contrario, el Partido Comunista, interpretando los sentimientos de las jóvenes generaciones obreras ha avanzado la idea de constituir en todas las empresas y otros lugares de trabajo comisiones unitarias obreras que serán el armazón, lo están siendo ya, de una amplia oposición sindical, que podrá mañana convertirse en la central sindical única de los trabajadores españoles.

También en relación con la unidad obrera se han producido cambios muy importantes que nosotros tenemos en cuenta. Actualmente, las organizaciones obreras de Acción Católica, fundamentalmente las HOAC y las JOC, agrupan en su seno a no pocos trabajadores antifranquistas y revolucionarlos que desean ardientemente terminar con la situación actual. Por lo tanto, la unidad obrera no puede hoy hacerse ignorando a esta nueva fuerza, cuya influencia no es menor, sino probablemente mayor que la de la CNT o la del Partido Socialista. Hoy no estamos en 1936, sino en 1963. Los comunistas hemos tenido en cuenta estos cambios y por eso se han conseguido importantes resultados en la unidad combativa con los trabajadores católicos.

Cuando nos referimos al deber del Partido de elevar constantemente la conciencia y la combatividad del conjunto de la clase obrera, no pensamos que un día lograremos que los cinco millones de obreros industriales o de servicios y los dos o tres millones de obreros agrícolas llegarán a tener una conciencia y combatividad tan elevada como la que tienen ya hoy muchos obreros de vanguardia.

Tal cosa no ocurrirá nunca ni en España ni en ningún otro país capitalista Siempre habrá una vanguardia más consciente, mejor organizada, más com­bativa y más decidida para la lucha. Lo que importa, es que seamos capaces de llevar tras esa vanguardia al resto de las masas populares y que sepamos apreciar con tino la disposición de las mismas, incluidos grandes sectores de las capas medias.

Ya hemos tenido ocasión de ver en nuestro país ejemplos elocuentes de cómo la acción de la vanguardia es capaz de arrastrar, o mejor dicho de llevar, a otros sectores del pueblo a la huelga. En 1962 bajo la influencia del ejemplo luminoso de las huelgas de Asturias y de Vizcaya fueron también a la lucha los trabajadores de otras provincias que nunca bajo el franquismo se habían decidido a recurrir a formas tan elevadas de protesta. Así ocurrió en Peñarroya, Riotinto, Puertollano, Teruel y en otros lugares.

Los comunistas no podemos esperar a que todo el mundo, absolutamente todos los obreros y campesinos trabajadores, estén igualmente dispuestos a la acción decidida contra la dictadura. Lenin, en su libro Un paso adelante, dos pasos atrás, decía:

“Nosotros somos un partido de clase; por eso, casi toda la clase y en tiempo de guerra civil la clase en su integridad, tiene que actuar bajo la dirección de nuestro Partido, debe tener con el Partido el contacto más estrecho posible. Pero sería “manijovismo” y “seguidísimo” creer que casi toda la clase, o toda ella en su conjunto, puede estar algún día bajo el capitalismo, en condiciones de elevarse al grado de conciencia y de actividad de su destacamento de vanguardia, de su Partido.

Nadie con juicio puede poner en duda que bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical más primitiva, está en condiciones de abarcar a toda o a casi toda la ciase obrera.

Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que marcha detrás de él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su propio nivel, no significa otra cosa que engañarse a sí mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas y empequeñecerlas”.

Incluso después de la Revolución de Octubre, durante el décimo congreso del Partido en 1921, combatiendo a los representantes de la desviación sindi­calista y anarquista, y con el deseo de esclarecer más aún el papel dirigente del Partido, decía Lenin:

“Sólo el Partido político de la clase obrera está en condiciones de agrupar, dirigir, educar y organizar a la vanguardia del proletariado y de todas las masas trabajadoras para contrarrestar las inevitables contra­dicciones y vacilaciones pequeño-burguesas de estas masas, sus tra­diciones estrechas y gremiales”.

Como la historia ha confirmado repetidas veces, los comunistas españoles estamos convencidos de que llegará un día, no tardando mucho, en que bajo la dirección de su vanguardia obrera y de su Partido Comunista, no serán cientos de miles como en 1962, sino millones los trabajadores de nuestro país que saldrán a la calle y que harán huelga y otras acciones políticas.

Para acercar ese día nos esforzamos por engrandecer el Partido en todas partes, por hacer más extensa y profunda su influencia política y su orga­nización, por fortalecer más y más sus vínculos con las masas populares. Es así también como ayudamos efectivamente a todos los trabajadores de la ciudad y del campo, a los estudiantes e intelectuales, a los comerciantes y otros sectores de las capas medias a encontrar las formas más adecuadas de organización y a elevar cada día su lucha económica y política contra el régimen franquista.

 

 

LA IMPORTANCIA DE LA ORGANIZACIÓN

 

Veíamos anteriormente la necesidad de la organización del Partido y de las masas. Es claro como la luz del día que para poner fin a la dictadura franquista, para luchar después por la revolución socialista, la clase obrera necesita tener no sólo un Partido que por su ideología y su política sea un verdadero destacamento de vanguardia, sino que a la vez, por su organización, más aún, por su alta organización, sea capaz de aplicar esa política, de llevar a las masas a la lucha, conservando siempre la iniciativa, incluso cuando la situación requiera replegarse momentáneamente.

Con su propio ejemplo de organización, de disciplina consciente, de eficacia y rapidez de movimiento, el Partido Comunista educa a las masas en ese mismo espíritu.

En los Estatutos del Partido aprobados en el sexto Congreso está clara­mente explicado quién puede ser miembro del Partido Comunista de España: “Todo aquel que acepte su Programa y Estatutos, que actúe en una de sus organizaciones y pague las cuotas establecidas”.

El comunista está obligado a defender y a cuidar la unidad del Partido, a propagar su política y a aplicarla allí donde actúa, a esforzarse por atraer al Partido a otros hombres y mujeres de vanguardia, a guardar celosamente todos los secretos de la organización, a ser sincero y honrado ante el Partido y ante las masas, a esforzarse por elevar su nivel político e ideológico y a observar la disciplina del Partido.

El comunista tiene derecho a participar en la elaboración de la línea política del Partido, a criticar aquello que considere censurable, a elegir y a ser elegido para cualquier puesto de responsabilidad, a exigir su presencia y participación personal en todos los casos donde se vaya a decidir sobre su actuación y conducta y a dirigirse o a plantear a los órganos dirigentes todo aquello que considere de interés para el Partido y para la lucha.

Conviene detenerse en una cuestión importante que señalan nuestros Estatutos. En su artículo 33 se dice:

“En la presente situación hay camaradas en condiciones de prestar un servicio activo al Partido en diversas tareas, que no conviene que militen en organizaciones de base, y con los cuales debe establecerse un contacto orgánico personal. Estos camaradas, aun no participando en una organización de base, son considerados como militantes del Partido con plenos derechos y deberes”.

Este punto tiene una gran importancia en las condiciones específicas en que tiene que desenvolverse nuestro Partido. La experiencia se ha encargado ya de demostrar su necesidad.

Es decir, nuestra organización es un todo orgánico, en la que todos sus miembros son iguales en deberes y derechos, con órganos superiores e infe­riores, con subordinación de la minoría a la mayoría y cuyas resoluciones y acuerdos son obligatorios para todos sus miembros,

Sin esto, el Partido se convertiría en un club de discusiones, en algo heterogéneo y amorfo a la vez; en resumen, incapaz de cumplir con su papel dirigente y de ejercer su misión histórica de Estado Mayor de la Revolución.

En este camino por reforzar la organización del Partido en todos los rin­cones de nuestra patria, de convertir nuestra organización en una potente y sólida vanguardia lo más numerosa posible, la orientación a abrir de par en par las puertas del Partido a la juventud trabajadora es cien veces justa.

El llamamiento para la “Promoción Asturias” y otros acuerdos y deci­siones del Partido están destinados a facilitar y resolver esta imperiosa necesidad.

En el pasado, frecuentemente se discutía entre ciertos camaradas sobre si era o no justa esa orientación del Partido de transformarte, incluso en las condiciones de la dictadura fascista, en una poderosa organización de masas. También se discutía muy a menudo sobre si era o no conveniente dar el ingreso en el Partido, en gran escala, a los jóvenes que lo deseaban.

La vida misma se ha encargado, como en tantas ocasiones, de dar una respuesta a estas dudas o inquietudes.

Gracias a esta política de organización el Partido se ha fortalecido numérica y políticamente. Debido al arraigo popular del Partido y de su política, pero también a la extensión y profundidad de su organización (Asturias es un ejemplo brillante), la policía política es incapaz de impedir nuestra actividad casi ininterrumpida, y desde luego es impotente para anularnos. Gracias también a la entrada en el Partido de millares de jóvenes trabajadores y estudiantes se han fortalecido de una manera muy considerable en estos últimos dos o tres años nuestros vínculos con las masas, se ha elevado también la combatividad de todo el Partido y desde luego su eficacia en la lucha clandestina.

La mayor desgracia que puede ocurrirle a un partido político es la de estancarse, el no renovarse constante e ininterrumpidamente. Esto, a la larga, es la muerte de tal partido político, su desaparición de la escena nacional sin pena ni gloria.

Nuestro Partido, como siempre lo fue en el pasado, es hoy una organiza­ción joven, donde el grueso de sus militantes lo forman hombres y mujeres de veinte a cuarenta años, lo que no impide que los viejos miembros del Partido desempeñen un papel muy importante.

Ocurre a veces que estos jóvenes camaradas antes de completar su forma­ción de comunistas, antes de adquirir los conocimientos políticos y de orga­nización más elementales, se ven en trances difíciles, en situaciones muy complicadas, a las que no siempre saben hacer frente de manera acertada. Pueden también cometer errores y no estar a la altura de su deber si caen en manos de la policía, riesgo inevitable en la lucha actual.

Pero esta eventualidad no acecha únicamente a los jóvenes. También afecta a los veteranos del movimiento obrero.

En todo caso, es indudable que la formación y la consolidación como hombres de vanguardia de todos los militantes del Partido, se hace sobre la marcha, luchando contra la dictadura franquista, aprendiendo en su expe­riencia propia, es decir en los propios aciertos y errores.

Dudar de la juventud, sería para un comunista negarse a sí mismo, dar pruebas de sectarismo, de estrechez de miras y entender el Partido de una manera idealista.

Todos sabemos que en condiciones de legalidad del movimiento obrero el proletariado cuenta con una gama muy diversa de organizaciones; sindicales, cooperativas, culturales, deportivas, etc. Es verdad que bajo las condiciones del fascismo estas posibilidades legales de organización de la clase obrera y de las masas quedan muy reducidas y en algunos casos hasta totalmente suprimidas.

Cuando estas organizaciones existen, cada una tiene su propia órbita y su misión concreta.

El Partido Comunista debe preocuparse por coordinar, orientar y dirigir toda esa red de organizaciones y asociaciones obreras, campesinas e inte­lectuales. Tiene que esforzarse por influir en ellas políticamente, para que cada una, en el terreno que le es propio, ayude y contribuya activamente a facilitar la realización de los objetivos más importantes que en cada momento tiene planteados la clase obrera y el pueblo en su conjunto.

Esto sólo puede hacerlo el Partido por ser la expresión más alta de organización, el elemento más consciente, que está en condiciones de ver a largo alcance, de unir lo inmediato a lo mediato, los objetivos económicos y los políticos.

Se comprende fácilmente que al hablar de la necesidad de que el Partido influya, inspire y coordine la acción de esa vasta red de organizaciones que existen en los países capitalistas, donde el movimiento obrero es legal, no queremos decir que todas ellas estén formalmente subordinadas a la dirección del Partido. De lo que se trata es de que cada comunista, de una manera persuasiva y paciente, sepa aplicar en todas partes la línea del Partido, esto es, que comprenda que su misión es la de dar conciencia a las más amplias masas y conducirlas a la lucha por objetivos cada vez más elevados.

En nuestro país son muy limitadas las posibilidades legales de organización de los trabajadores. Precisamente por eso, a partir de 1948, siguiendo las enseñanzas de Lenin, el Partido se orientó a trabajar en el interior mismo de los sindicatos verticales y en otras organizaciones legales de masas. Y todos conocemos multitud de ejemplos demostrativos de lo acertado y justo de esta táctica. Con nuestra actividad en el seno de los sindicatos oficiales, hemos conseguido no pocos resultados útiles no sólo para acciones legales sino para desarrollar la lucha extralegal de los trabajadores.

La Oposición Sindical y Obrera debemos comprenderla como la forma más asequible en este momento de organización de las masas en los propios lugares de trabajo. El eslabón esencial de la Oposición Sindical son las comisiones obreras representativas y unitarias en cada empresa, en cada mina y en otros lugares de trabajo. Estas comisiones pueden y deben crecer y desarrollarse también al nivel de industria, de ciudad y de provincia y más adelante incluso al nivel nacional. He aquí pues otra forma de organización obrera que los comunistas apoyamos en este momento, y cuya misión esencial es la defensa de los Intereses económicos y políticos de los trabajadores, es decir, la que en realidad tienen en otros países capitalistas los sindicatos obreros. En la Oposición Obrera tienen su puesto todos los trabajadores, independientemente de sus opiniones políticas o creencias religiosas y su órbita está limitada, como se decía antes, a la de organizar y movilizar a la clase obrera por la conquista de sus reivindicaciones propias

También la Unión de Juventudes Comunistas debe ser una organización de masas de la juventud española, para lo cual debe aprovechar todas las formas legales que hoy existen en el país. Desde las peñas deportivas de barrio hasta las secciones juveniles de los ateneos y otros centros culturales o recreativos, deben ser utilizados por la Juventud Comunista, para convertirse de verdad en una organización de masas. Las tareas de la Juventud Comunista no son exactamente las mismas que las que tiene el Partido, aun coincidiendo totalmente en sus objetivos. Para que la organización juvenil luche y se desarrolle, no es necesario que los órganos responsables del Partido impongan una dirección inflexible o formal. Si eso se hiciera cometeríamos un grave error. La Juventud Comunista debe ser una organización independiente del Partido, cuya misión es la de ayudar a los jóvenes a tomar conciencia de sus deberes, educarles y organizarles para la defensa de sus intereses económicos, políticos y culturales, para la lucha por la democracia, la paz y el socialismo.

Existen las organizaciones legales de los intelectuales y estudiantes donde nuestros camaradas pueden y deben hacer un buen trabajo.

En las propias Hermandades, cooperativas agrícolas y otras organizaciones de los campesinos es igualmente necesario que los comunistas desplieguen su actividad. Es decir, incluso en un régimen fascista, existen posibilidades legales que el Partido Comunista debe aprovechar. En ellas podemos encon­trar ocasiones únicas para ligarnos a las masas, Influirlas y orientarlas hacia objetivos cada vez más importantes.

Es también en esas organizaciones tan diversas donde los miembros del Partido pueden hacer una intensa y fecunda vida social, tan necesaria para llevar adelante las grandes tareas políticas. Es más, siempre que sea posible estimular la constitución de organizaciones legales, aunque sus objetivos sean modestos, los miembros del Partido no debemos escatimar esfuerzos para conseguirlo.

En relación con todo esto podemos comprender la significación y el verdadero alcance que tiene la vida social del militante del Partido. No se puede ser un buen comunista al margen de la vida real, aislado de sus semejantes, de sus compañeros de trabajo, de sus vecinos, etc. El comunista debe convivir con las más amplias masas, fundido con ellas y con sus verdaderos problemas. Es así únicamente como podemos ser sus dirigentes, convertirnos realmente en sus educadores y aprender a la vez de ellas, de las masas.

Las normas y los principios leninistas de la vida del Partido son universales, pues están determinados por el carácter de la misión histórica del proleta­riado como enterrador del capitalismo y forjador de la nueva sociedad. Y esta misión sólo puede llevarla a efecto si posee un elevado grado de organización.

Naturalmente, junto a este elevado grado de organización, el Partido, sus militantes y sus dirigentes tienen que estar profundamente enraizados en las masas proletarias y no proletarias.

Estas normas de la vida interna de un partido revolucionario son tan indis­pensables y trascendentales como el carácter científico de su política La dirección colectiva, el centralismo democrático, la crítica y la autocrítica, la supeditación de la minoría a la mayoría y otras directrices del funcionamiento del Partido, junto a la vinculación con las masas y a la elaboración de una línea política justa, son las que hacen la fuerza invencible de nuestra orga­nización.

 

 

EL CENTRALISMO DEMOCRATICO

 

Lo esencial del centralismo democrático es que permite conjugar armoniosamente una amplia y auténtica democracia interna con la unidad de acción y de voluntad de todo el Partido.

El centralismo democrático facilita el despliegue de toda la iniciativa y audacia de los comunistas, la utilización de sus energías y conocimientos, de su capacidad, aficiones y experiencias, sin quebrantar en ningún caso la unidad del Partido.

La línea del Partido está garantizada por el centralismo orgánico, es decir por la disciplina consciente que aceptan los militantes y cuya expresión es la subordinación de la minoría a la mayoría y de las organizaciones inferiores a las superiores.

El centralismo por el cual se rige el Partido Comunista nada tiene que ver con el burocratismo. Esto quiere decir que el centralismo debe ser inseparable de la democracia, de que todos los órganos del Partido sean elegidos de abajo arriba, que todos sus militantes sean iguales en deberes y en derechos y que la política y la táctica del Partido sean ampliamente debatidas en el seno del mismo.

La disciplina que aceptamos y nos imponemos los comunistas no es en ningún caso mecánica sino consciente, lo mismo que la unidad del Partido se basa en la más amplia democracia interna y en el respeto de cada militante y de sus opiniones.

Es evidente que el centralismo democrático sólo puede revelar su esencia a condición de que se desarrollen plenamente todos los aspectos de las normas leninistas: dirección colectiva, crítica y autocrítica, igualdad de deberes y derechos, etc., etc. Si estas normas son violadas, entonces el cen­tralismo democrático degenera en burocratismo y a la larga se crea una situación de crisis que puede acarrear grandes daños al Partido mismo.

Como ya hemos visto, el centralismo democrático es la unidad de los dos conceptos: centralismo y democracia. La correlación entre ambos con­ceptos, la vinculación existente entre los mismos no puede ser definitiva, absoluta e igual en todas partes y en todas la circunstancias. Por el contrario, esta correlación está determinada por un conjunto de condiciones en las que actúa y se desenvuelve el Partido.

En el caso del Partido Comunista de España, sometido a la más rigurosa clandestinidad y perseguido diariamente por el Gobierno franquista y sus órganos de represión, es natural que no pueda aplicarse la democracia de la misma manera que en situaciones diferentes, donde no existe una dictadura fascista y donde el Partido Comunista es legal. En aquellas condiciones el centralismo se coloca en un primer plano, mientras que en las otras el ejercicio de la más amplia democracia Interna no sólo es posible sino necesario.

Los Partidos Comunistas que están en el Poder pueden desarrollar amplia­mente todas las formas democráticas sin menoscabo para el centralismo como expresión de la unidad de voluntad.

Esta misma movilidad de los límites entre el centralismo y la democracia impone a todos los miembros del Partido y en primer lugar a los dirigentes una gran responsabilidad. La tarea de velar por el respeto de los principios leninistas es de todo el Partido, de todos sus militantes desde los más respon­sables hasta los más modestos.

La experiencia del Partido Comunista de la Unión Soviética y la de nuestro Partido es aleccionadora. El culto a la personalidad y todo lo que de ello se desprende ha causado mucho daño al Partido y en ocasiones a comunistas de conducta irreprochable. Por eso, velar por el respeto de los principios de organización del Partido es un deber de todos sus militantes.

Pero la preocupación constante por el respeto de las normas internas del Partido no debe llevarnos al olvido de la realidad española y, haciendo abstracción de ella, aplicar la democracia de una manera formal, rutinaria e irresponsable. Ello causaría al Partido no menos daño que la violación del centralismo democrático.

Hace falta una justa y ecuánime dosificación entre la democracia y el centralismo, sin olvidar que la democracia que se opone al centralismo o que lo niega conduce irremediablemente a la anarquía orgánica, al debilitamiento de la disciplina, al fraccionalismo y en definitiva a la destrucción del espíritu de Partido y a la progresiva paralización de su acción política dirigente.

Pero igualmente sería funesto la exageración del centralismo a expensas de la democracia y la tendencia a considerar el centralismo como el único prin­cipio de dirección. En este caso, el centralismo democrático se convierte en centralismo burocrático y llevaría a reducir cada vez más el número de comu­nistas que deciden sobre los asuntos del Partido y a la limitación gradual, hasta su completa desaparición, de toda iniciativa y actividad creadora de los militantes.

En resumen, el principal medio para combatir los peligros que amenazan desde cualquier lado a las bases orgánicas del Partido, es la conjugación cien­tífica y consecuentemente aplicada del centralismo y de la democracia. Aquí reside la base de la unidad del Partido Comunista.

La justa aplicación del centralismo democrático garantiza una línea firme y flexible a la vez, impidiendo que la firmeza o el espíritu revolucionario degenere en aventurerismo y que la flexibilidad se transforme en una especie de oportunismo de derecha igualmente negativo.

Los enemigos y adversarios del Partido trataron de utilizar la denuncia del culto a la personalidad y las lamentables arbitrariedades de Stalin para arre­meter con fuerza contra el centralismo democrático, achacándole a éste todos los defectos habidos y por haber, y trataron de mostrar que, en definitiva, la democracia es siempre ahogada por el centralismo.

Estos señores se olvidan sin embargo de una cosa fundamental: Que el culto a la personalidad y todas sus consecuencias no fueron originados por el centralismo democrático, sino por la violación del mismo, en unas condi­ciones históricas muy concretas, durante un determinado período de la exis­tencia de Stalin. Por eso no podemos aceptar como buenos los “consejos” o “críticas” de los que nos piden que abandonemos el centralismo demo­crático, como rechazamos con toda la energía los ataques groseros de esos caciques que conoce el movimiento obrero de nuestro país, que se erigen ellos mismos en demócratas consecuentes cuando en realidad han ignorado y pisoteado siempre la democracia.

A todos estos señores podemos decirles sin temor a ser injustos que en ningún otro partido político de nuestro país, ni antes ni ahora, ha existido tan amplio ejercicio de la democracia como en el Partido Comunista de España. A los que se rasgan las vestiduras presentándose como modelos de demó­cratas y de hacer la voluntad de los afiliados a su organización les podríamos oponer multitud de ejemplos que demuestran todo lo contrario. Pero citare­mos uno bastante elocuente: Sabemos cuán grandes son las ansias de unidad de los trabajadores socialistas españoles y de muchos dirigentes del PSOE y cómo son burlados estos deseos por un reducido grupo de dirigentes que imponen su voluntad por todos los medios a su alcance. Y así vemos que mientras que la inmensa mayoría de los miembros del Partido Socialista Obrero Español, en España y fuera de ella, consideran a los comunistas como her­manos de clase, los dirigentes, que aún tienen en su poder grandes recursos, dedican una parte de sus energías a atacar al Partido Comunista.

En el Partido Comunista no hay caudillos ni jefes eternos como ocurre en otras organizaciones. En nuestra organización los dirigentes son elegidos democráticamente en los congresos, dos de los cuales se han celebrado ya bajo el franquismo a pesar de la rigurosa clandestinidad a que estamos some­tidos. Sin embargo, los dirigentes nacionalistas vascos que tan frecuentemente nos critican jamás han sido elegidos de una manera democrática.

En nuestro Partido discutimos todo lo que es necesario y estimulamos la aportación de cada militante para elaborar la línea política y la táctica de los comunistas españoles. Tampoco esto es frecuente en otras organizaciones españolas a pesar de que celebren reuniones que en realidad tienen un carácter formal y nada democrático.

Es cierto que en nuestro Partido no está permitida la existencia de fracciones, pues eso significaría la ruptura de la unidad del Partido, su parálisis, su destrucción en suma, como partido revolucionario, dirigente de la clase obrera.

Nuestras organizaciones actúan con autonomía e independencia, desple­gando toda la iniciativa que sea necesaria, a la vez que siguen y aplican fielmente la línea del Partido y aceptan las orientaciones y directrices de los órganos dirigentes.

 

 

MATERIALES DE CONSULTA Y ESTUDIO

 

—                     Capitulo XIII del Manual de marxismo-leninismo, de Kuusinen.

—                     Resumen de la Historia del P.C. de España. (Cuaderno de estudio n° 3.)

—                     Estatutos del P.C. de España.

—                     Informe de Santiago Carrillo ante el pleno del C.C. del mes de Agosto de 1956: La situación en la Dirección del Partido y los problemas del refor­zamiento del mismo.

(Se aconseja la lectura de la Historia del Partido Comunista de España.)

 

 

 

 

Segunda parte

LA ORGANIZACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA DE ESPAÑA

 

 

LA POLITICA DE SELECCION Y PROMOCION DE CUADROS

 

Nuestro Partido cuenta con un gran plantel de cuadros: unos, militantes veteranos con gran experiencia; otros, jóvenes camaradas con gran entu­siasmo y empuje. Pero son insuficientes para las tareas actuales del Partido y de la Juventud Comunista. Urge encontrar, promover y educar muchísimos más sobre todo entre las nuevas generaciones de comunistas.

Estos hombres hay que descubrirlos en las filas del Partido y de la Juventud cuyos efectivos aumentaron considerablemente después del VI Con­greso. Una buena proporción de los nuevos militantes, a pesar de su juventud, cuentan con una larga experiencia de lucha y de actividad antifranquista Muchos de estos jóvenes obreros o estudiantes gozan de un merecido prestigio entre los trabajadores y estudiantes que les conocen. Son ellos los que pueden y deben pasar a ocupar funciones dirigentes en todos los escalones de la organización del Partido y de la Juventud Comunistas.

La lucha diaria nos ayuda a descubrir a estos camaradas. Ese es el criterio fundamental que debe presidir nuestra política de promoción de cuadros. Numerosos han sido y serán los jóvenes militantes del Partido y otros no comunistas todavía que se han destacado y se destacarán en las luchas obreras, estudiantiles y campesinas. A esos hombres de masas, a esos dirigentes de la lucha diaria es a los que debemos dirigirnos para que cubran los puestos más responsables en nuestras organizaciones.

Hay que subrayar este principio de nuestra política de cuadros porque con ser importante el crecimiento numérico del Partido y de la Juventud, lo decisivo es su fortalecimiento político. Y esto depende de los cuadros que sepan dirigir, que estén vinculados a las mf.sas, que sientan y vivan sus preocupaciones y aspiraciones, que estimen y crean a los hombres y mujeres de nuestro pueblo y que tengan en cuenta sus críticas y opiniones.

Allí donde ha aplicado esta línea de conducía, el Partido ha encontrado los cuadros que necesita y, al mismo tiempo, ha dado más amplitud y pro­fundidad a las acciones de masas.

Sin embargo todavía encontramos camaradas que a la hora de seleccionar los cuadros desconfían o vacían de los camaradas jóvenes y tienden a confiarse únicamente en los camaradas “preparados” y “probados”, es decir en los viejos militantes que han pasado por repetidas pruebas y muy concretamente por la prueba da la policía. El paso por la policía política cuando va acompañado de un comportamiento digno es algo importante y meritorio en la historia de un comunista. Pero esto es insuficiente. Si esos camaradas están aislados de las masas, no conocen sus problemas, han perdido la confianza en ellas, es evidente que no pueden desempeñar un papel dirigente y se convierten en un freno para fa actividad del Partido.

Partiendo del primer criterio ya explicado para la promoción de nuevos cuadros —ser organizadores y dirigentes de masas— el Partido tiene además como norma la de subir a los puestos responsables a los camaradas más firmes, más capaces y de probados antecedentes, sin discriminaciones de ningún género.

A la vez hay que tener en cuenta las características de cada uno de ellos para encuadrarles en el lugar que más puedan rendir, pues unos son apios para el trabajo político, otros para las tareas de organización, de propaganda, sindical o de masas, etc. Estas características pueden ser conocidas en el curso mismo de su actividad y por los resultados obtenidos en la aplicación de la política del Partido.

En la práctica de nuestra actividad de organización nos encontramos aún con camaradas responsables que cuando se les pregunta quiénes son y qué características tienen los cuadros de las organizaciones que dirigen no están en condiciones de dar una respuesta satisfactoria. Esto es una expresión de ligereza y superficialidad. Ocurre también que ciertos camaradas emiten juicios demasiado definitivos sobre otros cuadros jóvenes del Partido sin conocerlos de verdad, sin haber estudiado a fondo sus características perso­nales y políticas y más bien guiados por apariencias, informes no confirmados o por simpatía personal. Después, la práctica demuestra la equivocación y al no saber qué hacer con los camaradas se les pone aquí o allá sin ningún sentido, lo que repercute muy negativamente en la moral y en el desarrollo de los camaradas y en el propio trabajo del Partido.

La política de cuadros del Partido es contraria a toda actitud ligera y superficial y por el contrario debe estar presidida por los criterios ya expli­cados: ligazón con las masas, fidelidad al Partido, firmeza ante el enemiga, capacidad, aptitud, entusiasmo, perspectiva política y todo ello teniendo en cuenta los resultados prácticos obtenidos por los camaradas en la aplicación de la línea política del Partido.

Esta política de cuadros no puede ser estática sino dialéctica, pues a los hombres hay que observarles y valorarles en su desarrollo. Con esto queremos decir que en un momento determinado hay camaradas en los que apuntan cualidades magnificas para ser cuadros del Partido, que aunque sólo estén en germen, deben valorarse altamente y con audacia dar a la persona la oportunidad de ejercer responsabilidades y ayudarla a desarrollarse.

De otra parte tenemos camaradas que han jugado un papel distinguido en otros periodos de la vida del Partido, pero que a partir de un momento dado se han estancado o han comenzado a languidecer. Las causas de tal realidad son muy diversas. Unos han sufrido muchos años la dura represión y se han tomado un periodo de reposo. Otros que fueron ágiles y dinámicos antes han perdido ahora esas cualidades. No faltan tampoco los conformistas, los que se han acomodado y han perdido su fibra de luchador y de comunista. Están también los que aguardan tiempos mejores Hay finalmente otras razones que justifican la relativa pasividad de algunos militantes del Partido sobre lo que no es necesario detenerse Ahora bien, lo que no debemos tolerar es la actitud de aquellos que conscientemente son un freno para el desarrollo del Partido y de la lucha y tratan de presentarse como el ombligo del mundo.

También tenemos militantes y cuadros del Partido que paralizaron su acti­vidad o la limitaron considerablemente por razones muy diversas pero que después remontan estas situaciones pasajeras y se colocan en condición de ser nuevamente muy útiles al Partido.

La propia vida y la actividad diaria del Partido resuelve y soluciona estos casos. Ella selecciona a los mejores y nos ayuda a acoplar a cada uno en donde pueda rendir más en beneficio del Partido y de la lucha.

La solución justa de todos estos casos debe estar presidida por un criterio en el que se conjuguen el interés del Partido y la solicitud humana hacia sus miembros. El Partido estima profundamente a sus cuadros pero no los ve de manera ideal sino con sus virtudes y sus defectos. De ahí que no rechace a nadie y que busque siempre que cada cual tenga su acoplamiento en las actividades del Partido. Cuando los cuadros se equivocan, se les ayuda y educa con la crítica y, en definitiva, si la cosa se hace imprescindible, se les facilita otro trabajo de acuerdo con sus cualidades.

 

 

LA EDUCACION POLITICA DE LOS CUADROS Y MILITANTES

 

Una justa política de selección y promoción de cuadros presupone también la educación de los mismos.

La formación política y teórica no se adquiere de golpe sino gradualmente, dentro del Partido, a través de la dura y constante lucha de cada día. Por eso es justo decir que la mejor escuela revolucionaria, la que forma y templa a los militantes, es la vida misma y la actividad práctica.

Pero esto no quiere decir que la educación política y el estudio teórico no sean importantes y necesarios. En las condiciones de la clandestinidad en que se ve obligado a desenvolverse nuestro Partido esta tarea es difícil pero no imposible.

Esta labor no puede hacerse andando por las calles ni utilizando los establecimientos públicos, sino por el contrario en lugares apropiados donde se pueda trabajar con seguridad y tranquilidad.

Los comités del Partido deben tratar de organizar el estudio político e ideo­lógico de forma individual o colectiva, como ya lo hacen en bastantes lugares. Se trata de que esta preocupación se extienda en todas partes y de que con iniciativa se preparen los materiales necesarios, los camaradas en condi­ciones de enseñar y los lugares apropiados para reunirse.

Disponemos de materiales que pueden servir de base para el estudio de los cuadros: Mundo Obrero y Nuestra Bandera donde regularmente se plan­tean las cuestiones más actuales, la Historia del Partido Comunista de España elaborada por una comisión presidida por la camarada Dolores Ibárruri, la Historia de la guerra civil que pronto verá la luz, los Estatutos y el Programa del Partido, los informes y resoluciones de los dos últimos congresos y de los plenos del Comité Central, los cuadernos de estudio editados por el Partido, la Revista Internacional de los Partidos Comunistas y Obreros, los manuales de marxismo-leninismo, de filosofía, de economía, etc., etc. Todos estos materiales y otros no citados ofrecen una gran variedad de problemas que según el nivel de los cuadros, y también sus deseos, pueden ayudar a elevar la capacidad política y teórica de todo el Partido.

En las condiciones actuales, dentro de las posibilidades existentes, es pre­ciso buscar los medios para organizar el estudio del marxismo-leninismo sin apartarse de la realidad viva, para comprenderla mejor y más profundamente y para que nuestro trabajo diario sea más eficaz.

 

 

LA CELULA, ORGANIZACION BASICA DEL PARTIDO

 

La célula es la forma fundamental de organización de base de los militantes del Partido. Salvo casos particulares todos los comunistas deben formar parte de una organización de base, es decir, de una célula.

Se comprende, por lo tanto, la significación e importancia que tiene en nuestro Partido el trabajo de las células, que existen en los lugares de trabajo y estudio, en barriadas y pueblos.

En las condiciones actuales, cuando el número de militantes es superior a seis u ocho personas, la célula, debe dividirse en grupos, al frente de los cuales debe estar un camarada responsable, que asegura la relación con el comité de la célula y que en muchos casos él mismo es miembro de ese comité.

Esta forma de organización permite y facilita el desarrollo de uña vida política intensa y sistemática de todos los militantes y que, desde el dirigente de la célula hasta el más joven camarada, tengan la posibilidad de contribuir directamente a la elaboración de la política del Partido.

Además, en las condiciones del régimen capitalista, y más aún en los países de dictadura fascista, este sistema de organización a base de células en los lugares de trabajo, barriadas, etc., es el más eficaz para luchar contra los provocadores y otros elementos extraños que los servicios policiacos tratan de infiltrar en las organizaciones revolucionarias. En la célula, los mili­tantes se conocen puesto que trabajan juntos, estudian en la misma Facultad, viven en la misma barriada, son obreros de una mina, son habitantes de un mismo pueblo, etc. En estas condiciones, la seguridad de los militantes y de la organización es muy grande.

Y la organización de los comunistas a base de células da mayor eficacia a la actividad de sus militantes, facilitando que puedan desarrollarla estrecha­mente vinculados a los trabajadores, estudiantes u otros sectores en los que ellos mismos están integrados. Por eso, podemos afirmar sin ninguna duda que no hay otra forma de organización más: democrática, más popular y que permita mejor el despliegue de todas las energías revolucionarias de las masas, que la que practica nuestro Partido. Y ello sin menoscabo de la unidad y de la disciplina que caracteriza a nuestra organización.

El éxito de nuestro trabajo político y de organización, de nuestra vincu­lación con las más amplias masas populares y de la aplicación de la línea política depende, en gran parte, del trabajo de las células.

Las células permiten a la dirección del Partido mantener un contacto per­manente con la base y a través de ello conocer y asimilar los sentimientos de las masas, su estado de ánimo y la evolución que se produce constante­mente en el seno de las mismas.

Como decimos las células deben radicar en los propios lugares de trabajo. En las empresas importantes, donde trabajan miles de obreros, debemos esforzarnos en organizar a los comunistas por grupos de talleres y secciones, encabezados estos grupos por un comité único para toda la empresa. Los diversos grupos constituidos en los talleres y secciones constituyen la célula, que al ser muy numerosa no es conveniente que se reúna en pleno sino por partes, o bien a través de los responsables de cada grupo de taller o sección.

Hoy en día, una gran proporción de los militantes obreros del Partido están organizados en las células de la empresa, fábrica o taller donde trabajan. Esta es una cuestión de gran importancia pues, como se dice más arriba, permite una mayor vinculación con las masas y un trabajo más positivo de los comu­nistas. Que no haya ni un solo lugar de trabajo sin su correspondiente orga­nización de Partido, debe ser nuestro objetivo. Cuando en la fábrica, mina, tajo o taller hay un solo militante, su deber fundamental es ganar para el Partido a otros obreros, a los mejores, a los más combativos y conscientes En el momento que sean dos o tres militantes, esos camaradas trabajarán como comité o equipo encargado de extender la organización, de crear células del Partido.

Las barriadas obreras deben tener también su célula correspondiente o incluso varias. Aquí pueden estar organizadas las mujeres comunistas que se ocupan de los quehaceres del hogar (teniendo en cuenta que en ocasiones puede ser conveniente que se constituyan células únicamente de mujeres), obreros que trabajan en pequeños talleres o que no han encontrado aún la posibilidad de organizar el Partido en su lugar de trabajo, estudiantes o inte­lectuales en idénticas condiciones que los anteriores, comerciantes y otros. No es necesario detenerse en explicar la importancia que en estas condi­ciones tienen las células de barrio, sobre todo en el trabajo de agitación y de propaganda.

En las facultades y otros centros de enseñanza superior deben constituirse también células del Partido. Es útil que además de las células que deben funcionar en las facultades, con sus correspondientes comités, se creen comités universitarios, encargados de coordinar toda la actividad política de los comunistas en la escala de la Universidad.

Las células de los intelectuales debemos constituirlas por especialidades y en muchos casos aprovechando los colegios y otros organismos pro­fesionales donde dichos camaradas están integrados: colegios de abogados, de médicos y otros centros semejantes.

En los pueblos debe tenderse a organizar la célula si existe un número suficiente de militantes. Si el número de camaradas es muy crecido, la célula puede dividirse en grupos o bien constituirse otras. En estas organizaciones de base pueden estar organizados juntos los obreros, los campesinos y otros militantes pertenecientes a otras capas. Pero si las circunstancias lo aconsejan, los comunistas campesinos pueden constituir su propia organización con el fin de facilitar su trabajo entre las masas campesinas.

Una cuestión debe quedar clara. Los comunistas nos organizamos para la acción y la lucha Nos organizamos para orientar y dirigir al máximo posible de españoles. En este momento, nuestra tarea política fundamental es la de preparar y organizar en todas partes la huelga general política, primera fase del derrocamiento de la dictadura franquista.

Por consiguiente, las células del Partido, allí donde se encuentren, existen para aplicar de una manera concreta la política general del Partido. La discu­sión política, la agitación entre las masas, la difusión de la propaganda comunista, la educación de los camaradas y de las masas y todo lo demás debe estar encaminado al desencadenamiento de la acción de masas. Aquí reside la importancia extraordinaria de nuestras formas de organización.

Citaremos algunos ejemplos:

En vísperas de las últimas huelgas de los mineros asturianos, las células del Partido de algunas minas de la cuenca del Caudal, después de un pro­fundo examen del estado de ánimo de todos los mineros, consideraron que había llegado el momento de pasar a la huelga. Nuestros camaradas, a través de los responsables de las células, se dirigieron al Comité Provincial del Partido en Asturias con el fin de que éste conociese la situación y tratara de poner en movimiento a los mineros del Nalón. A la vez entraron en contacto con algunos trabajadores representantes de otras tendencias, concre­tamente católicos, a fin de conseguir su apoyo a la huelga que se acercaba. Cada comunista se encargó de desplegar una gran actividad en su lugar de trabajo con vistas a la huelga. Los comités de las células tomaron sus medidas para hacer frente a la situación. El resultado de todo ello fue la huelga, primero en una mina y después en las demás.

Los órganos unitarios de los trabajadores, comités de oposición sindical y trabajadores con prestigio, desempeñaron tanto en la preparación como en el propio desarrollo de la huelga un papel de primer orden.

En otras minas y empresas donde nuestros camaradas no actuaron así, la huelga no tuvo lugar, a pesar de que objetivamente existían condiciones muy favorables.

En un pueblo importante, la célula del Partido ha demostrado repe­tidas veces cómo se preparan las grandes acciones de masas. En pri­mer lugar la organización ha sabido elegir el momento más favorable para la acción, es decir cuando los capitalistas se veían más presionados a solucionar el conflicto. Con bastante anterioridad al día señalado para comenzar la huelga, todos los militantes desarrollaron una amplia actividad de explicación entre los demás trabajadores. Los camaradas más responsables, en estrecha unidad con los dirigentes obreros de la Oposición Sindical, elabo­raron las reivindicaciones más sentidas por los trabajadores y las llevaron a ellos. Y el día señalado, los comunistas y otros antifranquistas se presentaron en los tajos, en los cruces de los caminos, en las plazas de los pueblos y en otros lugares estratégicos para asegurar el éxito.

En las jornadas de abril y mayo del año 1962, la célula del Partido de una importante empresa de la ciudad X se propuso llevar a los trabajadores a la lucha en solidaridad con Asturias y por sus propias reivindicaciones. Los comunistas de esa empresa no eran muchos, quizá no pasaban de la veintena. Los camaradas estaban distribuidos por los diferentes talleres, tenían algunas posiciones en el Jurado de Empresa y conocían bastante bien el estado de ánimo de los trabajadores, que era muy tenso y de grandes simpatías hacia la lucha de los mineros asturianos. Organizaron concretamente un trabajo preparatorio para ir a la huelga entre los obreros. En un momento dado se designó una comisión amplia donde había algunos comunistas para plantear las reivindicaciones a la dirección de la empresa. Al no ser concedidas, un camarada hizo una alocución breve y emotiva a los trabajadores concentrados en el patío. Y así se declaró la huelga.

La experiencia demuestra que no siempre la eficacia de una célula está determinada por la cantidad de comunistas que la forman. Sobre todo depende de la calidad de su trabajo, es decir de su vinculación con los trabajadores, de sus relaciones políticas con otras fuerzas, si tales existen, de saber utilizar justamente las posibilidades legales, de la elaboración acertada de las reivindicaciones de toda la empresa, de la agitación oral y escrita, etc. Esto no quiere decir que no aspiremos a traer a la célula al mayor número posible de españoles acreedores al título de comunistas.

Los Estatutos del Partido explican en su artículo 32 cuáles son las tareas de la célula y cómo ésta es el eslabón fundamental del Partido con las masas.

 

 

COMPOSICION, FUNCIONES Y MISION DE LOS COMITES DEL PARTIDO

 

En el informe del Comité Central presentado por Santiago Carrillo ante el VI Congreso del Partido se planteaba con mucha fuerza la necesidad de proceder a un verdadero viraje en la organización.

La esencia de este viraje de la organización era la de crear un Partido de masas en nuestro país capaz de desarrollar una profunda labor política entre el pueblo. El eje principal del viraje está en la creación de una amplia red de comités del Partido y de la Juventud Comunista en provincias, loca­lidades, barriadas, empresas industriales, centros de enseñanza, cortijos y plazas, sindicatos y otras organizaciones de masas. Nuestro objetivo era y sigue siendo el que no quede ni uno solo de estos lugares sin su correspon­diente comité del Partido o de la Juventud, capaz de agrupar, de orientar y dirigir con responsabilidad e iniciativa a todos los comunistas y con ellos a los obreros, campesinos, intelectuales, estudiantes y a otros sectores de la población.

Hoy en día contamos ya con muchos comités del Partido y de la Juventud. El Partido ha dado un gran salto numéricamente. También en lo que se refiere a la calidad de su trabajo, y gracias precisamente a este desarrollo cuanti­tativo y a la existencia de multitud de comités, el Partido ha avanzado muy sensiblemente. Pero todavía queda mucho por hacer. La labor dirigente del Partido en los centros fundamentales del país adolece de defectos, a veces serios, que en algunos casos provienen de no conocer y utilizar a los cuadros más capaces.

Esta tarea de fortalecer, y crear donde no existan, verdaderas direcciones de Partido en los lugares claves del país, que encabecen a todas las orga­nizaciones de base y a todos los comités ya constituidos, es hoy de suma urgencia.

En el capítulo dedicado a la política de promoción de cuadros ya se espe­cificaban las características que han de tener los cuadros del Partido que deben integrar los comités del mismo en todos los escalones.

Decíamos que ante todo deben ser hombres de vanguardia que se destacan en la organización y dirección de las acciones de masas, hombres y mujeres de completa confianza, jóvenes o no, pero sobre los cuales no exista ni una sombra de duda sobre su honestidad revolucionaria. Los camaradas que inte­gran los comités del Partido no es imprescindible que tengan una hoja de servicios muy repleta, pues basta con que sean estimados por sus camaradas de trabajo o estudio y que en la práctica hayan demostrado firmeza, decisión y capacidad para aplicar la política del Partido y para llevar adelante sus tareas.

Pero teniendo en cuenta que un dirigente no es un especialista para todas las tareas del Partido, aparte de que no podría abarcar todo, hay que esfor­zarse por que en el comité se reúnan e integren las más diversas capacidades y aptitudes que garanticen la eficiente actividad del comité: dirección política, propaganda, educación, trabajo sindical y de masas, organi­zación, etc., et

No debemos hacernos ilusiones y pensar que vamos a constituir de una vez para siempre comités perfectos. Los comités como los cuadros se forman y se desarrollan en la lucha, con la experiencia de su propio trabajo, con el estudio, aprendiendo en sus aciertos y también en sus errores.

La elección de los comités del Partido y de la Juventud depende de las condiciones concretas en que éstos actúan. En las condiciones de nuestro país no es aconsejable su elección democráticamente, aunque los camaradas responsables que decidan su constitución deben esforzarse por tener en cuenta el sentimiento de los militantes. De acuerdo con los Estatutos del Partido la designación de los comités inferiores por los superiores es totalmente admi­sible.

Cuando las condiciones lo permiten —en ciertas organizaciones de la emigración por ejemplo— es conveniente proceder más democráticamente a la elección de los comités del Partido y de la Juventud, aunque de todas formas el amplio ejercicio de la democracia siempre estará limitado por la situación de nuestro Partido.

La tarea de constituir comités corresponde también a toda una serie de camaradas que por diversas circunstancias no tienen contacto directo con el Comité Central o con otros Comités provinciales o locales. Ellos deben tomar la iniciativa de crearlos allí donde se encuentren y vean que existe la posibilidad de hacerlo.

Lo mismo se puede decir en relación con grupos organizados del Partido y de la Juventud que existen en diferentes lugares de España o fuera de España. Ellos están autorizados para designar sus respectivos comités.

Los comités del Partido en sus diversos escalones constituyen pues la espina dorsal de nuestra organización y sobre ellos recae la responsabilidad de asegurar la dirección política en el lugar donde actúan y de aplicar creado­ramente la política del Partido.

Para que esto sea así es necesario en primer lugar que el comité se compenetre con la política y con la táctica del Partido lo que exige estudiar los documentos del mismo, discutirlos profundamente y no de una manera abstracta sino teniendo en cuenta las condiciones concretas del radio de acción en que actúa.

Además de lo dicho anteriormente ese comité debe comprender que si quiere actuar con éxito necesita conocer con detalle y con objetividad cuáles son precisamente esas condiciones concretas en que se desenvuelve. Si no las conoce, sus llamadas a la acción, sus consignas y sus orientaciones no serán escuchadas. Esto es muy importante, ya que, como sabemos, las con­diciones, la conciencia y la combatividad, la organización y la experiencia de las masas no son idénticas en todas partes. Por ejemplo, el nivel de con­ciencia y de organización de los mineros asturianos es hoy más elevado que el de otros sectores de la clase obrera. Por consiguiente las acciones de lucha de los mineros tienen en la actualidad un nivel más elevado que las acciones de otros trabajadores.

Para que los comités puedan dirigir acertadamente y con autonomía, no sólo han de conocer los problemas de la clase obrera sino que han de dominar también los que afectan a los campesinos, a los intelectuales y a las capas medias. Los comités deben preocuparse por estar informados de las activi­dades y posiciones de los sectores católicos, de otras formaciones políticas de oposición y de las personalidades más influyentes de su región, provincia y localidad.

El método de dirección colectiva en todos los órganos dirigentes del Partido es condición imprescindible para el cumplimiento acertado de su misión. Aplicando este método leninista, las orientaciones y decisiones de los comités no se asientan en ideas personales y unilaterales, sino que son el producto del confrontamiento de ideas, de la discusión colectiva y estarán por lo tanto más ajustadas a la realidad.

Pero la eficacia del trabajo de equipo reside también en un justo reparto de las tareas, en la división del trabajo entre los miembros del comité teniendo en cuenta las aptitudes y posibilidades de cada camarada que lo integra.

Cada comité del Partido debe tener un secretario general que es el dirigente político y que coordina la actividad del mismo; un secretario de propaganda que dirige la difusión de los materiales del Partido, la edición o publicación de otros que se estime conveniente y que organiza la agitación y propaganda oral, dentro de las posibilidades existentes; un secretario encargado del trabajo sindical, y otros puestos que sean necesarios. (Puede ser necesario, por ejemplo, un secretario de organización).

En las condiciones del trabajo clandestino hay que evitar que todo el colectivo de dirección conozca todos los secretos de la organización e incluso que un solo camarada tenga en sus manos todos los hilos de la organización del Partido y de la Juventud. Cada miembro del comité debe conocer lo que necesita para su propio trabajo y nada más. La dirección colectiva se asegura sobre la base de una vida política regular y sistemática y también sobre la base del estudio periódico de todas las experiencias del trabajo del Partido, incluidos los problemas de organización, pero sin entrar en detalles de organización que son innecesarios, tales como los nombres de los camaradas de otros comités, sitios donde están situadas las imprentas, camaradas que están encargados de ciertas tareas rigurosamente clandestinas, etc., etc.

Los comités del Partido no deben funcionar a través de contactos callejeros o en los establecimientos públicos. Los contactos de este tipo sólo son justifi­cados para ciertas entrevistas donde la discusión no es necesaria o bien en las fases iniciales de organización o reorganización del Partido. Disponer de casas seguras para las reuniones de los comités, donde se pueda discutir con tranquilidad y sin prisas, es una necesidad de primer orden.

Es así como puede elevarse la calidad política de todo nuestro trabajo. Pero eso no basta. Hace falta también que cada reunión sea cuidadosamente preparada, empezando por las medidas de seguridad y continuando por la elaboración previa de un orden del día que todos deben conocer con ante­rioridad a la reunión y finalmente con la distribución, si ha lugar a ello, de los documentos o informes escritos que permitan el estudio de los temas a tratar.

La discusión debe ir precedida, en general, del informe correspondiente que puede hacer uno u otro miembro del comité. Estos informes deben ser condensados, pues en las condiciones clandestinas no es posible extenderse demasiado. Naturalmente, puede haber ocasiones en que sea obligado un informe más amplio y extenso. El resultado de la discusión debe ser la adopción de medidas prácticas, resoluciones o acuerdos, destinadas a lograr los objetivos que el Partido se proponga en cada momento. En reuniones posteriores el comité debe examinar si dichos acuerdos se han llevado a la práctica y en caso negativo encontrar las razones que lo han impedido.

Ante la inmensidad de nuestras tareas presentes y futuras, está perfecta­mente justificado que en algunos comités provinciales y locales, incluso en otros de empresas muy importantes, incluyamos camaradas dedicados total­mente al trabajo del Partido. En estos casos es imprescindible asegurar la situación legal de esos militantes así como también los medios de vida corres­pondientes.

Los comités del Partido deben preocuparse de sus finanzas. El dinero del Partido necesario para la propaganda y las tareas de organización, para indemnizar a los cuadros que se dedican únicamente al trabajo del Partido, para ayudar a los gastos del C.C., etc., viene de las cotizaciones de sus miembros, de las ayudas prestadas por otros trabajadores y de aportaciones de personas simpatizantes con nuestra política que tienen medios para ello. La recogida de fondos para el Partido es una tarea permanente e importante, cuya aplicación denota el nivel de sensibilidad y de comprensión de cada organización y de sus comités.

La experiencia ha demostrado repetidas veces cuán íntimamente esté ligado al trabajo del comité del Partido el éxito o el fracaso de cualquier acción de lucha, así como los resultados en la movilización de las masas.

Veamos algunos ejemplos.

Durante las huelgas de abril y mayo de 1962, en las que participaron más de quinientos mil trabajadores, se produjo la incorporación a la lucha de una serie de sectores obreros que lo hacían por primera vez bajo la dictadura.

Así ocurrió en Peñarroya, en Puertollano, en Andorra, en Riotinto y en otros sitios. Naturalmente, al decir que era la primera vez que tomaban parte en una lucha huelguística abierta durante la dictadura franquista, no negamos sus luchas anteriores en defensa de sus intereses. Pero el recurso a la huelga y su mantenimiento durante varias semanas, era algo nuevo en esas localidades.

El comité del Partido de X supo en esas condiciones cumplir con su deber. En primer lugar valoró justamente el momento y supo interpretar el deseo de lucha y la disposición de los mineros de X a aprovechar esa ocasión que les brindaban los mineros y metalúrgicos de Asturias y Vizcaya. El comité del Partido, orientado directamente por el C.C. y por Radio España Independiente y con su propio impulso y responsabilidad, com­prendió que no había tiempo que perder y que debía actuar con energía y audacia. Supieron poner en tensión a todas las fuerzas del Partido, y no sólo a los comunistas organizados, sino a todos los militantes, estuvieran o no encuadrados en las células o grupos controlados por él. Hicieron una distribución de octavillas en las minas, acompañada por una agitación oral intensa y consecuente. Los enlaces y jurados fueron igualmente movilizados en el objetivo de declarar la huelga. Y en el momento dado, sin esperar a más, dieron el grito de “a la huelga” y ésta tuvo lugar. El comité del Partido, junto a los otros órganos de oposición sindical y obrera, supieron movilizar a la población de X, que de una u otra forma intervino en la lucha y sostuvo a los huelguistas.

Algo parecido ocurrió en los demás lugares donde los trabajadores fueron a la huelga en solidaridad con Asturias y en defensa de sus propias reivin­dicaciones.

Un aspecto muy importante del trabajo de los comités, y sobre todo de los comités del Partido de los centros fundamentales del país, es la discusión periódica en el seno del mismo y el saber llegar a conclusiones justas. En relación con esto, conviene tener en cuenta lo siguiente. Primero: hace falta que todos los camaradas que asisten a la reunión conozcan con antelación el orden del día. Segundo: que las intervenciones de los camaradas sean concretas y no generales y que cada uno se esfuerce por aportar algo a la discusión. Tercero: que las conclusiones no queden en el papel, sino que se lleve una lucha consecuente por convertirlas en realidad.

En los comités del Partido en escala local, provincial y regional deben estar representadas las fuerzas más decisivas de la organización. No siempre es posible reunir al comité en pleno, pero sí se puede siempre hacer la discusión en dos, tres y cuatro grupos. Así por ejemplo, en el C.P, de Asturias deben estar presentes como es natural los camaradas más responsables de las organizaciones de los mineros, de los metalúrgicos, pero también del campo. En Madrid, el C.P. del Partido debe esforzarse por tener represen­tantes de las organizaciones del Partido entre los metalúrgicos, los obreros de la construcción, pero también de los estudiantes e intelectuales, cuyo peso en la capital es muy importante. Sólo así se conseguirá que las decisiones de los comités sean acertadas y tengan en cuenta los múltiples aspectos de la situación.

Citamos a continuación un método de discusión justo empleado por un comité del Partido de una ciudad importante: Se hace en primer lugar un examen de la situación política con un informe previo, breve, pero documen­tado, del secretario general. A continuación se examinan los problemas de la clase obrera, de la unidad y de la oposición sindical de dicha ciudad y se toman los acuerdos pertinentes (en relación con los enlaces y vocales de los sindicatos, convenios colectivos vigentes y revisión de los mismos, parti­cipación en una futura reunión de enlaces convocada por la CNS, intensifi­cación de la lucha reivindicativa en algunas empresas, etc.). En tercer lugar se examina el plan del periódico local que debe ser editado en breve y se distribuyen los trabajos que debe hacer cada uno.

Los comités deben saber abordar en cada momento las tareas políticas más importantes. No se trata de querer abarcar todo. Hay que saber distinguir en cada momento lo fundamental y lo secundario.

Los comités del Partido deben trabajar con el objetivo de elevar siempre más y más el espíritu de partido de los militantes, su conciencia revolucionaria y su preparación política y teórica. En este orden, es decisivo valorar justa­mente todos los fenómenos que se desarrollan en el país, analizarlos de manera dialéctica, en conexión con otros, estudiar sus causas y sus conse­cuencias. Saber elevarse cada día más a la altura que la situación misma requiere y pasar de las formas artesanas del trabajo a formas superiores políticas y más en consonancia con nuestras grandes tareas.

Los comités que reducen su actividad a charlar, a divagar y a otras cosas parecidas, no cumplen con su deber, no pueden ayudar a los militantes y se convierten en un freno. En esta situación política tan cambiante y cuyo rasgo principal es la radicalización de todas las clases y capas sociales con su reflejo en la acción política, necesitamos constituir en todas partes poderosas direcciones de Partido.

Con frecuencia se discute entre nosotros sobre qué es lo más urgente o primario. Constituir un comité o esperar a tener una célula o una organi­zación suficientemente fuerte. Hace falta obrar en cada caso de acuerdo con las características de los camaradas que se tienen en ese momento.

Así, por ejemplo, presionar excesivamente a un camarada recién ingresado en el Partido, para que acepte responsabilidades para las cuales no se siente preparado es un error y, en última instancia, si conseguimos su acuerdo puede ocurrir que sea puramente formal.

Por otro lado, si en una determinada empresa o en un centro de enseñanza sólo contamos con tres o cuatro camaradas suficientemente conscientes y dispuestos para ello, no debemos vacilar en considerarles como un comité responsable de dicho lugar de trabajo o de enseñanza.

Conocemos casos en donde la acción consecuente de tres, cuatro o cinco camaradas, ha conseguido magníficos resultados a la hora de la lucha, lo que al fin de cuentas ha permitido también desarrollar la propia organización.

En algunas minas asturianas, organizaciones poco numerosas del Partido ligadas a los demás mineros, han sabido formar organismos unitarios para encabezar la acción.

Muy importante a la hora de promover camaradas para puestos respon­sables es tener en cuenta su temple, su capacidad para luchar contra las dificultades, para superarlas y vencerlas, su tenacidad y consecuencia. Es evidente que todo lo que nos proponemos es complicado y que lo lograremos únicamente si somos perseverantes y combativos, si no nos dejamos abatir por las Incidencias desagradables y si sabemos mantener alta nuestra moral de militantes de vanguardia. La fuerza de voluntad y de carácter es por lo tanto un aspecto muy importante de los miembros de un comité del Partido.

 

 

LA PROPAGANDA

 

Definiendo la misión de los comités, los Estatutos del Partido señalan la importancia que tiene la difusión de la propaganda y en primer lugar de su órgano central MUNDO OBRERO, así como también la edición de otros elementos de Información y de agitación de masas por las organizaciones locales.

Es más actual que nunca

“la necesidad de hacer de MUNDO OBRERO un órgano cada vez más nacional, en el sentido de que no haya un solo lugar importante a donde no llegue nuestro periódico por la vía de la organización; de que no haya una zona importante del país donde no sea reproducido y difun­dido y de que se organice una efectiva solidaridad de militantes y lec­tores para asegurar económicamente su sostenimiento”.

A través de MUNDO OBRERO llegan las orientaciones del Partido sobre las cuestiones políticas más palpitantes que tiene planteada la clase obrera y el pueblo y las experiencias de sus luchas. MUNDO OBRERO ayuda al mismo tiempo a la organización del Partido, de la juventud y de las masas y contribuye a la educación de los militantes y cuadros del Partido y de las masas.

Por todos es conocida la magnífica labor de RADIO ESPAÑA INDEPEN­DIENTE y su creciente popularidad y audiencia entre nuestro pueblo. Pero su labor se facilitará y se mejorará cuanto más numerosas y mejores sean las colaboraciones que reciba de todos los rincones del país. Los comités del Partido deben preocuparse de extender la red de corresponsales que faciliten una información veraz y rigurosa sobre los problemas y hechos políticos, económicos y sociales más importantes de pueblos y ciudades.

Tenemos también la revista teórica del Partido NUESTRA BANDERA, cuyos artículos y materiales deben ser leídos y estudiados por todos los cuadros del Partido y de la Juventud, y por la mayor cantidad de militantes.

La labor de propaganda oral y escrita del Partido debe ir acompañada allí donde sea posible con otras publicaciones editadas por los comités provin­ciales o locales, por los comités de empresa o de Universidad, donde se traten las cuestiones más interesantes del lugar dado.

Estos periódicos locales no deben repetir mecánicamente lo que dice MUNDO OBRERO u otros órganos centrales del Partido, aunque en ocasiones convenga reproducir alguno de sus trabajos. Ellos deben abordar las cuestiones y problemas concretos de la localidad que afectan a las condiciones de trabajo y a la explotación de la clase obrera y sus luchas, a los problemas del campo español y a las diversas formas de opresión y de explotación que padecen los campesinos, así como a las luchas y protestas de éstos en defensa de sus legítimos intereses. Deben también interesarse por la situación de las clases medias y por toda una serie de otras cuestiones. Se trata de que los múltiples motivos de descontento de las masas sean analizados debidamente a la vez que se dan las orientaciones apropiadas para la organización, movi­lización y la lucha de éstas por mejores condiciones de vida.

Las octavillas son también un medio sencillo, fácil de editar, pero impor­tante en determinadas condiciones. Su aparición en un momento dado causa una gran impresión sobre las masas, sobre todo si sus textos son percutantes y oportunos. En las grandes acciones habidas en nuestro país, la distribución simultánea de millones de octavillas en todas las provincias fueron un elemento de agitación extraordinario.

Cada organización del Partido debe esforzarse por tener sus medios de edición y reproducción de propaganda: multicopista, máquina de escribir, tintas, papel, clichés y otros medios más sencillos que también se conocen, así como los camaradas necesarios para estos trabajos.

Tampoco hay que subestimar la importancia de la propaganda y de la agitación orales. Dadas las condiciones actuales de auge de la lucha de masas, las arengas, mítines relámpago y otro tipo de agitación oral pueden ser útiles y eficaces. Por eso hay que preocuparse de tener preparados los hombres más idóneos para ese tipo de actividades y las medidas necesarias para asegurar su libertad. Estos agitadores no es necesario que actúen siempre como comunistas, pues la denuncia de un abuso indignante, el llamamiento a la huelga en un momento dado, la réplica rotunda al capataz o al patrón, la interrupción al ministro o al jerarca que hace demagogia, etc., etc., puede hacerla cualquier persona antifranquista.

Naturalmente, este género de actividad no exime a los demás miembros del Partido de hacer un amplio trabajo político y de agitación entre los com­pañeros de trabajo o estudio, entre sus vecinos y amigos, etc., etc.

Lo dicho anteriormente en relación con la propaganda no significa que esto por sí solo resuelva todas las tareas de organización del Partido. En ocasiones se ha abusado por determinados comités de la edición y distri­bución de octavillas, periódicos y otros documentos escritos. Hay que saber utilizar la propaganda con mucho cuidado y en función de las posibilidades que se tengan y de la situación que se viva.

 

 

LA JUVENTUD COMUNISTA

 

En 1961 fue decidido por el Comité Central del Partido pasar a organizar en todo el país la Unión de Juventudes Comunistas de España, continuadora de la Juventud Socialista Unificada de tan glorioso pasado.

Esta tarea había y hay que abordarla con perspectiva, a sabiendas de que no es posible resolverla en unos cuantos meses, sino en un período prolongado.

Las organizaciones de la Juventud Comunista deben funcionar independien­temente de las organizaciones del Partido si bien deberán ser ayudadas por camaradas responsables encargados por el mismo.

El programa de lucha y los objetivos de la Unión de Juventudes Comunistas son idénticos a los del Partido. Pero la Juventud debe esforzarse por plantear más ampliamente todas las reivindicaciones específicas de la juventud traba­jadora y estudiantil al mismo tiempo que señala las formas de lucha más adecuadas para conquistarlas.

Es fundamental para la movilización de las masas de la juventud de nuestro país la plena utilización de todas las posibilidades legales existentes y el trabajo en el interior de las mismas: peñas y clubs deportivos, asociaciones culturales y recreativas, secciones juveniles de los centros regionales, sectores juveniles de los sindicatos verticales, Sindicato Español Universitario, etc., etc. Además del aprovechamiento de todas las organizaciones legales de la juventud, los militantes de la Juventud Comunista deben orientarse y orientar a los jóvenes para constituir otras semejantes allí donde sea posible.

Lo que hay que mantener rigurosamente clandestinos son los comités de la Juventud Comunista, para lo cual hay que tomar todas las medidas nece­sarias. Estos comités deben estar constituidos por los jóvenes más conscientes y seguros, sean o no miembros del Partido.

Cuando la situación lo requiera, la Juventud debe constituir grupos de muchachas, cuya fundamental actividad debe estar dirigida al trabajo de masas entre la juventud femenina.

Los comités responsables de las organizaciones del Partido deben tener claro que su ayuda política a la Juventud Comunista no consiste en dirigirles directamente coartando su iniciativa y responsabilidad, sino en aconsejarles cada vez que sea preciso y enseñarles a trabajar y a luchar.

Una buena forma de ayuda a la Juventud consiste en destacar camaradas que reúnan condiciones para una labor de educación. Las nuevas genera­ciones tienen ansia de saber y de conocer más y más, y ayudarlas a satisfacer este deseo debe constituir una preocupación de todo el Partido sin violar las reglas del trabajo clandestino.

En algunas ocasiones puede ser necesario que el Partido destaque algunos camaradas para trabajar en las organizaciones juveniles. Sin embargo, lo lógico y natural en este periodo es que la Juventud forme y eduque militantes para el Partido.

Debemos aspirar a que la Juventud Comunista se convierta en una verda­dera organización de masas. Para ello es imprescindible mucha flexibilidad, una gran amplitud, métodos juveniles de trabajo y tener fe y confianza en las nuevas generaciones, no en palabras sino en los hechos.

En las presentes condiciones la edad de los militantes de la Juventud no es una cuestión esencial. Puede haber muchachos de 15 años y otros de 25 y más años. Es claro que cada joven comunista que desea ingresar en el Partido debe encontrar todas las facilidades para ello, independientemente de su edad y de la decisión que se tome de pasar al Partido o de continuar trabajando en la organización juvenil.

 

 

LAS MUJERES

 

Es conocido la gran importancia que tiene la participación de la mujer en la lucha. Sin la participación activa de la mujer en la lucha revolucionaría no es posible abordar grandes tareas.

Por eso, el Partido Comunista de España se ha esforzado siempre en ganar para su causa a centenares y miles de mujeres trabajadoras de la ciudad y del campo, intelectuales y estudiantes.

Nuestro Partido cuenta en la actualidad con una proporción importante de miembros femeninos. En algunos comités del Partido hay también bastantes mujeres que responden perfectamente a la confianza que se puso en ellas

Sin embargo esto es aún insuficiente. Hay que dar pasos más serios en el reclutamiento de mujeres para el Partido y para la Juventud y también en la promoción a los puestos de responsabilidad de todas las mujeres comu­nistas que se lo merezcan.

Los Estatutos del Partido permiten diversas formas de organización de las mujeres comunistas: específicas o mixtas. Esto debe estar en relación con la situación concreta. Por ejemplo en los talleres donde trabajan única­mente mujeres, en los centros de enseñanza femeninos, entre las empleadas del servicio doméstico, etc.. es aconsejable la organización de células o grupos especiales de mujeres. En las barriadas es igualmente conveniente que se constituyan organizaciones del Partido femeninas con el fin de orientar su actividad entre las amas de casa. En las organizaciones de empresa o centros de enseñanza, donde las mujeres y los hombres trabajan o estudian juntos es más conveniente que exista una organización común.

Todo debe estar en función de la eficacia y de la seguridad del Partido y de sus militantes.

Lo que debe estar claro para todos los camaradas es que la actividad entre las mujeres, el trabajo femenino, debe constituir una preocupación de primera fila. Los comités del Partido deben examinar periódicamente cómo marcha este aspecto tan esencial da su actividad, qué insuficiencias existen, qué iniciativas deben tomarse, etc., etc.

Cuando en los comités del Partido se encuentren mujeres es natural que sean ellas las que se ocupen principalmente de esta rama del trabajo del Partido, si bien ellas, al igual que los demás miembros del comité, deben sentirse responsables del conjunto del trabajo.

Una de las actividades más importantes de las mujeres comunistas debe ser el trabajo de masas entre la mujer. Este trabajo de masas hay que con­cebirlo en sus múltiples aspectos: educativo y de agitación, organizativo y combativo. Movilizar a las mujeres en favor de sus reivindicaciones, en la defensa de sus hijos y de la salud de los mismos, contra el peligro de guerra y de las bases extranjeras en el país, por la amnistía de los presos políticos, en solidaridad con las víctimas de la represión franquista, en ayuda de sus maridos, hijos o hermanos cuando van a la huelga, y muchas otras, he aquí algunos objetivos que deben proponerse todos los militantes del Partido, pero muy particularmente las mujeres comunistas.

Toda actitud sectaria hacia la mujer debe ser combatida en el seno del Partido. Es más, debemos esforzarnos por dar a nuestros militantes clara conciencia de la necesidad que tienen de ayudar a sus propias mujeres para que puedan jugar un papel político cada día más importante.

 

 

LA VIGILANCIA REVOLUCIONARIA Y LA SEGURIDAD DEL PARTIDO

 

La dirección del Partido viene insistiendo sistemáticamente sobre la nece­sidad de elevar la vigilancia revolucionaria para defender nuestras organiza­ciones y militantes y preservarlos de los golpes de la represión. Cuando un Partido Comunista se encuentra en la clandestinidad, la rigurosa obser­vación de todas las medidas de seguridad es una necesidad insoslayable.

Es cierto que la dictadura franquista y sus órganos represivos están muy quebrantados y disminuidos, pero esto no quiere decir que no estén aún en condiciones de causarnos serios daños si aflojamos nuestras medidas de autodefensa.

La lucha contra la represión policíaca es un arte que todos los cuadros del Partido deben esforzarse por dominar, apoyándonos siempre en las masas que es nuestra mejor defensa. La educación de los jóvenes militantes del Partido en este espíritu es una cuestión urgente.

La seguridad del Partido se sienta pues sobre dos pilares fundamentales: la ligazón con las masas y la especialización de los comunistas más activos y responsables en la lucha contra la policía política. Analicemos brevemente estos dos aspectos.

Como la experiencia ha demostrado repetidas veces, las organizaciones del Partido que están estrechamente vinculadas a las masas, que se funden con ellas, tanto en los momentos de auge como de repliegue, se cubren mejor y aseguran su continuidad. En estas condiciones la acción de la policía se hace mucho más difícil y además si desgraciadamente cae un militante encontrará casi siempre un apoyo y una solidaridad inestimables. Es pues errónea la falsa concepción de algunos cuadros que todavía piensan que lo mejor para asegurar su continuidad es ser desconocido de los trabajadores y vivir encerrado en sí mismo.

En segundo lugar está el problema de la especialización de los cuadros más responsables en la lucha contra la policía. Es natural que el conjunto de los militantes no esté en condiciones de adquirir un pleno dominio de este problema, aunque nuestro esfuerzo debe orientarse a explicar y aleccionar a todos los comunistas y demás antifranquistas sobre la necesidad de pro­tegerse contra los elementos provocadores y la policía. Pero los camaradas más responsables sí que deben y pueden asimilar los métodos y los prin­cipios de la lucha y de la actividad clandestina.

La labor de masas de todos los comunistas y la protección contra la represión son dos cosas perfectamente compatibles y que se complementan

En este sentido es muy importante que cada experiencia concreta, positiva o negativa, sea analizada minuciosamente, con el fin de que ayude a todos los miembros del Partido y en particular a los cuadros, a ver más claro y a aprender las reglas de la clandestinidad

Los ingresos en el Partido deben hacerse tal y como dicen los Estatutos, sobre todo en lo que se refiere al país mismo. Es decir, “previo examen serio y responsable de la conducta política y moral del solicitante” y también del aval de dos miembros de la célula o grupo en que solicita el ingreso o por un comité del Partido. Además de esto, la admisión debe ser ratificada por los órganos del Partido autorizados para ello por el C.C.

En ocasiones está permitido y justificado el pedir informes sobre un deter­minado camarada que pide el ingreso en el Partido a otros trabajadores anti­franquistas, aunque no sean ellos mismos miembros de nuestra organización, pero que son conocidos como personas honestas.

Esto no quiere decir que para ser miembro del Partido sea necesario ser un héroe. Los Estatutos del Partido determinan que puede ser miembro del mismo cualquier obrero, estudiante, intelectual y otros españoles que acepten su programa y sus Estatutos. La firmeza y la formación comunista se adquieren dentro del Partido.

Otra medida importante que debemos tener en cuenta para evitar los golpes es la de llevar una lucha sistemática contra los irresponsables y charlatanes. En las condiciones de clandestinidad tales hombres son un ver­dadero peligro y deben ser aislados. No debe permitirse a nadie que cuente los secretos del Partido, que descubra la existencia de los camaradas clan­destinos, que presuma de saber esto o lo otro, que lleve encima de sí papeles o datos comprometedores para el Partido, como teléfonos o direcciones de otros camaradas.

Cuando piden su incorporación al Partido antiguos militantes del mismo que han estado separados de su actividad durante muchos años conviene informarse previamente de su conducta durante ese tiempo, pidiendo, si llega el caso, informes al Comité Central.

Debemos aspirar a que todos los comunistas tengan una actividad organi­zada y coordinada. Pero esto no quiere decir que no deban tenerse en cuenta toda una serie de condiciones particulares de determinados comunistas. Por ejemplo, los camaradas que son muy conocidos por la policía deben tomar muchas más medidas de seguridad que otros que no lo son. Es decir, cada caso hay que examinarlo cuidadosamente con el fin de dar a cada militante la actividad más conveniente y asegurar hasta el máximo posible su seguridad y la de todo el Partido.

Puede haber momentos en que no conviene que determinados camaradas estén en las organizaciones regulares y que es más seguro que actúen inde­pendientemente. Aquí de lo que se trata es de ver cómo vamos a ayudar políticamente a ese militante y qué formas de contacto debemos establecer.

Los camaradas que tienen actividades públicas, como los enlaces o jurados de empresa, deben ser protegidos con el fin de que puedan rendir en su actividad abierta, pero a la vez que los órganos represivos no puedan encontrar pruebas materiales de su afiliación al Partido.

Hay ciertos camaradas que se resisten a incorporarse a la organización. Es claro que el deber de todos nosotros es ayudar a estos camaradas a superar las dificultades que tienen o las incomprensiones que les impiden ver la urgencia y la necesidad de ocupar un puesto en la lucha de nuestro Partido. Sin embargo, cuando vemos que esta resistencia es muy continuada, y que no se debe a simples incomprensiones del momento, sino a otras razones más profundas, no conviene seguir insistiendo. Mejor será dejarles descansar y que ellos mismos resuelvan su situación con el Partido cuando lo crean oportuno.

Los grupos de base del Partido no deben contar, en las condiciones de España, con más de cinco o seis camaradas, al frente de los cuales debe haber un responsable. El conjunto de todos esos grupos que existan en un lugar dado constituyen la célula, que tendrá su comité correspondiente. Es aconsejable que los camaradas de un grupo no conozcan a los de los otros grupos.

Debemos proteger especialmente a los comités del Partido que en las condiciones de hoy son el objetivo esencial de la policía. Esta protección debe asegurarse por el propio comité y por la atención de todos los militantes. Hay que comenzar por evitar que esos comités sean conocidos por todos los militantes, cosa que es posible lograr si se tiene esa preocupación.

Los aparatos de edición y distribución de propaganda deben ser riguro­samente separados del resto de la organización. En este sentido nuestros camaradas más expertos tienen una gran experiencia que demuestra la con­veniencia de esto y la posibilidad práctica de conseguirlo.

En vísperas de las acciones de masas los comités del Partido deben reforzar las medidas de seguridad, tales como la preparación de casas donde puedan situarse los camaradas más responsables para asegurar su trabajo de dirección, garantizar al máximo el funcionamiento de los aparatos de pro­paganda, esconder los materiales comprometedores, designar comités de re­serva, etc., etc.

Es necesario que cada comunista responsable esté siempre dispuesto a evitar su detención y a no dejarse sorprender y muy particularmente en los momentos del auge, cuando tan necesarios son los cuadros dirigentes. Esto no debe interpretarse como que es conveniente pasar a la ilegalidad a las primeras de cambio. Lo importante es ponerse de momento en seguridad y después ya se examinará lo que se debe hacer.

Por último hay toda una serie de detalles que conviene tener en cuenta tales como el uso de seudónimos, la puntual asistencia a las citas, la discre­ción más rigurosa incluso con la familia y sobre todo la sinceridad con el Partido.

 

 

LOS COMUNISTAS FRENTE A LA POLICIA Y LOS TRIBUNALES

 

Los Estatutos del Partido señalan como uno de los fundamentales deberes de los comunistas.

“No denunciar ante la policía a ningún miembro del Partido ni a otros antifranquistas ni proporcionar datos que puedan comprometer a la organización”.

Un comunista detenido debe pensar ante todo y concentrarse en ese gran deber. No hacer nada, no decir ni una palabra que comprometa al Partido ni a ningún militante del mismo y que su detención no tenga ninguna reper­cusión en el resto de la organización. Esa es la moral del hombre y del comunista que debe guiar al militante si tiene la desgracia de ser detenido.

En uno de los últimos plenos del C.C. decía Santiago Carrillo:

“Es necesario preparar a los camaradas para que sepan comportarse dignamente en caso de ser detenidos. En ese orden hay que luchar contra los efectos morales y políticos de más de veinte años de terror. En algunos miembros del Partido hace más efecto que los palos y los malos tratos una mentalidad de terror a la policía, creada por el franquismo y que a algunos les desarma moralmente para resistir los interrogatorios cuando caen detenidos”.

La policía utiliza en sus interrogatorios dos procedimientos para quebrar la resistencia de los comunistas y de otros antifranquistas: el engaño primero, los malos tratos después. Contra ambos métodos hay que estar preparados en todo momento y jamás dejarse sorprender.

Lo normal es que los camaradas se nieguen desde el principio a aceptar las imputaciones de la policía y a descubrir a otros. No hay que dejarse impresionar en ningún caso por lo que parezca que saben los policías que hacen los interrogatorios que aunque sea cierto no puede ser una justificación para hablar. En la mayoría de las ocasiones estas gentes saben mucho menos de lo que uno se imagina, pues recurren a plantear suposiciones al detenido en un sentido afirmativo acertando naturalmente en algunos casos. Pero esto no quiere decir que tengan la certitud, que es precisamente lo que buscan.

Incluso, sí desgraciadamente otros camaradas detenidos han dicho algo, violando así el deber inalienable del militante, no puede ser una razón que justifique la desmoralización y el derrumbamiento de otros camaradas.

Se ha dicho varias veces que ante la policía hay que negar todo, hasta la evidencia misma. En esos momentos hay que concentrarse en la lucha contra ellos, que son los esbirros de la dictadura, contra la cual estamos luchando desde hace tantos años. Y la historia limpia, plena de abnegación, digna y consecuente de un comunista no puede interrumpirse en ese momento.

No es posible querer salir del paso inventando historias, con el fin de aparecer ante ellos como una persona que se declara vencida y que dice lo que sabe. Tal sistema de defensa, como la experiencia demuestra, fracasa antes o después y termina siempre o casi siempre doblando la moral del hombre y declarando la verdad.

No es tampoco justo proponerse resistir unos días, con la intención de dar tiempo a que los demás camaradas se pongan a salvo, para declarar después. Camaradas que han procedido así han causado mucho daño al Partido y ellos mismos están sufriendo todavía los efectos morales de su conducta.

Está suficientemente demostrado que las palizas, los malos tratos y las amenazas no quebrantan a los comunistas que conservan su moral y su capa­cidad de pensar y razonar. Y hoy menos que nunca. Resistir es una actitud no sólo digna sino completamente posible para todos los camaradas, jóvenes o mayores, fuertes o débiles físicamente, con mayor o menor experiencia política.

Cuando algunos policías tratan de pasar por “buenos” y “compren­sivos”, igual que cuando aparecen como energúmenos y amenazan con hacer sufrir malos tratos a las familias, la conducta a seguir por el militante revo­lucionario debe ser la misma, sin estridencias ni reacciones incontroladas, pero la de negarse a hablar.

En cuanto a reconocer su calidad de comunista eso dependerá de diversas circunstancias. Es evidente que cuando se trata de dirigentes sobradamente conocidos como comunistas se puede y se debe aceptar tal cosa y nada más, como ya han hecho tantos camaradas. Sin embargo, cuando se trata de un joven camarada sin antecedentes, en general no es necesario ni siquiera reconocer que se es comunista, y esto sin necesidad de declaraciones engañosas que pudieran hacer el juego de la policía.

Hay que decir que en muchas ocasiones una actitud íntegra y digna ante la policía es a la vez que motivo de satisfacción moral del militante, la manera más eficaz de salir airoso e incluso sin ser condenado. Es claro, que en los momentos actuales, las declaraciones escritas de los detenidos, sus reconocimientos y acusaciones son un factor muy importante para el juez y el tribunal. Cuando el detenido y procesado no ha reconocido nada, sobre todo si es un hombre o mujer sin antecedentes, puede incluso salir en libertad.

Unas de las primeras obligaciones de los camaradas del detenido y de sus familiares, en el momento que se produce la detención, es el explicar y popularizar el hecho ante los obreros de su empresa, vecinos y persona­lidades diversas para que de una manera u otra intervengan en su favor. Los familiares deben buscar rápidamente un abogado para que se interese por el detenido. Lo importante es reaccionar activamente ante la arbitrariedad y no dejar solo al que ha caído en las manos de las fuerzas represivas.

Si llega el momento de pasar ante el tribunal el comunista debe esforzarse por aprovechar hasta la más mínima posibilidad que exista para denunciar los malos tratos de la policía, para gritar su desprecio a los verdugos y su amor al pueblo, para señalar la falta total de libertad y de otros derechos elemen­tales y en definitiva para aparecer no como acusado sino como acusador.

Es cierto que el proceder de tal manera no siempre ha sido posible. Pero cada día que pasa las condiciones son mejores para ello.

Hace años, cuando nuestro pueblo no se había repuesto de la terrible represión que siguió a la derrota y estaba a la defensiva la situación de los detenidos era extraordinariamente difícil y dramática en extremo. Entonces, era frecuente que muchos camaradas pasasen tres y cuatro meses en los cala­bozos de las comisarías o de la Dirección General de Seguridad sometidos a las peores torturas y a la presión inhumana y terrible de los monstruos de la Brigada político-social.

Ahora las cosas han cambiado radicalmente. Son los policías los que empiezan a estar a la defensiva y los que empiezan a tener conciencia de que esto no durará mucho tiempo. La clase obrera, los campesinos, la intelectualidad, muchos hombres de la Iglesia y del Ejército no aprueban ni aceptan esos métodos que degradan al género humano. Estas gentes ya no pueden hacer lo que quieren, como lo demuestra elocuentemente la reacción nacional e internacional con motivo de la última represión contra los mineros asturianos y sus familias.

Miles son los comunistas y otros antifranquistas que han mostrado el único camino que se debe seguir frente a la policía y ante los tribunales. Nuestra lucha está marcada por el heroísmo ininterrumpido de una legión de hombres de verdad.

A los héroes caídos en los primeros años de la posguerra, como Ascanio, Cazorla, Mesón, Larrañaga, Diéguez, Cristino García, Zoroa, Gayoso y tantos otros, siguió el ejemplo extraordinario y el martirio de JULIAN GRIMAU orgullo y honor de nuestro Partido y de España.

Muchos son los camaradas que padecen todavía en las cárceles franquistas y cuyos nombres son honorados por lo mejor de nuestro pueblo como Simón Sánchez Montero, Ormazábal, Narciso Julián, Miguel Núñez, Pedro Ardíaca, Satué, Antonio Rosel, Lobato, Margarita Sánchez, Jorge Conill, Emilio Rodríguez y centenares de otros.

Estos hombres extraordinarios son los que más han contribuido a la gran­deza de nuestro Partido y a su creciente y poderosa influencia entre las más amplias masas de nuestro país. El martirio supremo de miles de camaradas y los duros y largos sufrimientos de decenas de miles de otros no han sido en vano.

La semilla generosamente extendida a lo largo y ancho de España está dando ya sus frutos. Y el Partido Comunista de España es hoy, y cada día que pasa lo será más, la mayor fuerza política de nuestro país, un gran Partido nacional, el más español, en el que conviven y luchan estrechamente unidos hombres y mujeres de España, jóvenes y adultos, obreros y campesinos, estu­diantes e intelectuales, todos aquellos que han abrazado la gran causa del proletariado, la clase más avanzada y progresiva del mundo contemporáneo, y las ideas invencibles del socialismo científico.

 

 

MATERIALES DE CONSULTA Y ESTUDIO

 

—             Estatutos del Partido Comunista de España.

—             Informe de S. Carrillo en el VI Congreso (Apartado VI).

—             Intervención de Federico Sánchez en el VI Congreso.

—             Informe de S. Carrillo en el tercer pleno del C.C. (apartado VI) 1961.

—             Intervención de E. García en el tercer pleno del C.C. (N. Bandera nú­mero 32).

—             Carta del C.C. sobre la creación de la Unión de Juventudes Comunistas.

—             Artículo de López Raimundo: El deber de los comunistas frente a los tribunales y a la policía franquistas (Nuestra Bandera número 36).

—             Intervención de Fernando Claudín en el tercer pleno del C.C. La elevación del nivel político y de organización de la lucha de masas. (Nuestra Bandera número 32).

—             Artículo de José Luís Escudero: Sobre algunas experiencias de Mayo en Madrid. (Nuestra Bandera número 35).

—             Artículo de Santiago Carrillo: El Partido ilegal y sus vínculos con las masas. (Revista Internacional número 4 de 1961).

—             Artículo de H.F. Inguanzo: Las experiencias de los mineros asturianos. (Nuestra Bandera, número 37).