Carta abierta a la dirección del PCE - 2 de julio de 1985
Los hechos, los datos, son conocidos por todos.
Están ahí, con toda su crudeza: Va sonando, viene sonando desde hace tiempo, la hora de la verdad para todos nosotros. La interminable historia de las sucesivas crisis que venimos atravesando está poniendo en cuestión, si las cosas no se atajan, la viabilidad, por mucho tiempo, de la opción comunista en nuestro país. El PCE está saltando hecho añicos.
Miles de comunistas, no importa donde estén, mayoría, minoría o en su casa, sumergidos en la ceremonia de la confusión, se preguntan, y yo con ellos, si es posible la unidad, si hay salida a la actual situación. Amplios sectores populares, obreros fundamentalmente, se hacen las mismas preguntas. ¿Qué ocurre en las filas comunistas? ¿Qué ocurre en un partido que fue el alma de la resistencia antifascista?
Y hay que responder a esas preguntas. Y hay que responder afirmativamente. Si. Hay salida. Si. Es posible la Unidad de los Comunistas. Problemas parecidos a los que hoy vivimos han sido resueltos en el movimiento obrero y comunista de otros países en base a la clarificación ideológica, en acuerdo con los principios de la teoría marxista-leninista, en la práctica concreta de la lucha de clases.
Y que nadie se llame a engaño, que la derecha no se frote las manos. Aprendiendo de nuestros errores, rectificando, seremos capaces de crear la fuerza ideológica, política y organizativa necesaria para el ajuste de cuentas con la sociedad capitalista.
Camaradas. En la cuestión comunista planteada en nuestro país, en la crisis, y así se ha señalado en alguna ocasión han influido, influyen, causas diversas sin las cuales no sería posible comprender el actual panorama político español y una parte de los problemas que nos aquejan.
Una crisis ideológica
Partiendo de la base, al menos en mi opinión, de que el origen de la crisis comunista es de orden ideológico, de pérdida de identidad, conviene señalar algunas de estas causas. La transición se inició, ciertamente en medio de una crisis económica sin precedentes, que ha ido profundizándose y a la que no se ve salida hoy por hoy. Sin una ruptura clara con el régimen anterior y bajo la hegemonía de fuerzas evolucionistas procedentes del franquismo. Y con la tutela de los EE.UU.
No se logró, dada la correlación de fuerzas existentes, imponer la formación de un gobierno provisional en el que estuvieran representadas, sin excepciones, las fuerzas políticas fundamentales de tendencia democrática. De otra parte, el sistema democrático creado ha estado en vilo, amenazado por el golpismo. En este sentido es necesario valorar en toda su dimensión el impacto creado en la opinión pública por el intento de golpe de Estado del 23 de febrero de 1.981. Lo ocurrido dicho día, junto a nuestra crisis, está en la base de la derrota electoral comunista en octubre del 82 y del triunfo del partido socialista.
Pero lo anteriormente dicho, y más elementos objetivos que podrían añadirse, no pueden servir como tapadera para ocultar los problemas internos ya sean de orden ideológico, político u organizativo que venimos padeciendo. Porque, entre otras cosas, también el PCE es un elemento objetivo en la vida cultural, social y política de nuestro país.
Tres congresos se han celebrado desde nuestra legalización en 1.977. Y los tres, cada uno con su significación política e ideológica concretas, se saldaron, no con el reforzamiento de la unidad partidaria, sino con marginaciones y rupturas. Difícilmente las cosas podrían haber sucedido de otro modo. Los debates habidos, amén de mostrar una cierta inadaptación del Partido al contexto real de la situación española e internacional, fueron la expresión clara de la existencia de divergencias profundas entre nosotros, no sólo en el Comité Central, sino también entre los militantes, ya fuera en torno a la supresión del concepto marxismo-leninismo, del proclamado eurocomunismo y sus diversas lecturas, de la llamada línea renovadora.
Cuestiones que se referían no sólo a la práctica política concreta, a los pactos concluidos, a las movilizaciones, sino también, y ello a mi juicio es lo esencial, a nuestra teoría marxista, a la propia concepción del Partido Comunista. La posición eurocomunista se ancla, en gran medida, en el practicismo, en la ilusión de que la política lo es todo o casi todo, rompiendo así la relación entre teoría y revolucionaria y práctica revolucionaria. Conocida es la máxima socialdemócrata de que el movimiento, más que los fines es lo determinante. Abrir caminos, maniobrar, llevar a cabo compromisos es el abecé de la lucha política. Pero hay que hacerlo sin renunciar a lo esencial de nuestra teoría revolucionaria, sin mercadear con los principios.
Las desviaciones o el menosprecio tanto de la teoría como de la práctica conducen a callejones sin salida. Todos sabemos que las relaciones entre una y otra son, a la vez, armoniosas y contradictorias. Pero, si la comprobación en la práctica es el criterio de la verdad, el método científico es por el valor de analizar y decir públicamente lo que estaba sucediendo en nuestras filas, donde estaba el origen, la causa por la que miles y miles de comunistas estaban ejerciendo la más alta forma de crítica que puede realizarse a un partido: la de irse de sus filas.
Cerramos los ojos a la realidad, sin ir a la raíz del problema por más que hubiera discusiones políticas sobre temas más o menos coyunturales. Y no solo cerramos los ojos frente a nuestra propia realidad, sino que adoptamos actitudes prepotentes respecto al movimiento obrero y comunista internacional en el que solo veíamos defectos y al que solo pretendíamos dar lecciones. Si es cierto que todas las cosas no marchan bien en los países socialistas, también lo es que han acabado con el capitalismo, con la explotación de hombre por el hombre, que la enseñanza y la sanidad están al alcance de todos sin discriminaciones clasistas, que la plaga del paro no los azota, etc. Queríamos barrer la casa de los amigos cuando la nuestra, además de un barrido, necesita un fregado.
Validez del marxismo-leninismo
Mucho de vosotros conocéis mis opiniones al respecto. Ya en la preparación del IX Congreso manifesté ser contrario a la supresión del concepto marxista-leninista como definitorio del carácter de nuestro partido. Y sabéis, también, que en diversas ocasiones y desde la tribuna del Comité Central he expresado mi rechazo al eurocomunismo. Y no se trataba entonces y no se trata ahora de cerrar los ojos a la realidad, tanto a los viejos problemas de la sociedad española que quedan por resolver como a los nuevos que plantea el desarrollo social. Es así que entiendo, en consonancia con mi ideología marxista-leninista, que una u otra conclusión de cualquier teórico, ya sea del propio Marx, de Engels o de Lenin, a través del desarrollo histórico concreto de la lucha de clases puede perder su validez general.
Claro está que las cosas han cambiado desde la época del Manifiesto Comunista, desde la Revolución de Octubre y la segunda guerra mundial. Si en el siglo pasado Marx y Engels hablaban del fantasma del comunismo que recorría Europa y de la Santa Alianza formada para combatirle, en nuestros días cabe afirmar que la capacidad revolucionaria del comunismo está presente de manera directa o indirecta, en cuantas transformaciones se han producido y se producen en el mundo. Existe un campo socialista, existen partidos comunistas en los países capitalistas y existen movimientos de liberación nacional que están influidos, en mayor o menor grado, por el pensamiento y la práctica marxista-leninista.
El comunismo, desde la revolución de octubre de 1.917 se ha encarnado en la historia. Y también hoy como ayer la Santa Alianza combate contra él. Si entonces, en 1.848, eran el Papa y el Zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes, hoy cabría cambiar el nombre de Pio IX por el de Juan Pablo II, el del Zar por el de Reagan, y los de Metternich, Guizot y los radicales franceses por los de los dirigentes europeos de la OTAN, por los Pinochet, Stroessner y compañía. Y la Central Americana de Inteligencia sustituirla, con ventaja, a los polizontes alemanes.
Se ha creado una nueva situación en el mundo. Una situación que genera problemas anteriormente desconocidos tanto en el plano de la lucha teórica como en le de la lucha política. Posibilidades nuevas se han abierto a los revolucionarios, a los comunistas de los países capitalistas, por la existencia del campo socialista, por el desarrollo del movimiento obrero y comunista internacional. Y al tiempo, camaradas, la humanidad entera se ve enfrentada a la posibilidad de una catástrofe termonuclear, a la crisis energética de materias primas, alimentaria, ecológica.
Tales cambios, tales problemas, no son ajenos a los comunistas españoles, estamos sumergidos en ellos, en el ojo del huracán. Por eso, asumir el carácter de partido de vanguardia exige, cada día más, una apropiación creciente y creadora de nuestra teoría revolucionaria, un moverse como el pez en el agua entre las masas, entre los viejos y los nuevos movimientos sociales, entre la clase obrera en primer lugar. Conocer, como los dedos de la mano, lo que ocurre más allá de nuestras fronteras.
Todo esto viene a cuento, camaradas, de que el eurocomunismo se ha presentado como la opción revolucionaria en los países de capitalismo desarrollado, de que se ha presentado, a veces, como una especie de tercera vía entre una socialdemocracia fracasada y un esquema marxista-leninista incapaz de presentar soluciones a los problemas de hoy.
Pero ¿las cosas son así? Que expliquen los teóricos del eurocomunismo en que consiste el pretendido esquema. Yo, sinceramente, no lo conozco. Conozco, si, que los fundadores del socialismo científico no crearon el socialismo alemán, inglés o ruso, el socialismo para media Europa. El socialismo es la ideología universal de los trabajadores, afirmaba Marx.
Decía antes que en el terreno político las cosas no son idénticas al ideológico. El socialismo es universal, para la clase obrera, para combatir, para defender sus intereses, se organiza como tal clase en su propio país, crea su propio partido comunista. El Manifiesto dice que la lucha de clases es nacional, no por su contenido, sino por su forma. Por eso, sobre la base universal de nuestra teoría, ésta debe concretarse con las condiciones reales de cada país. Hay, pues, sin duda, lo específico, italiano, francés, español, etc., pero existe también la formación económica capitalista que estudiaron Marx, Engels y Lenin y que sigue siendo, en lo esencial, la misma. No. No hay terceras vías en el terreno ideológico, no las hay tampoco en el terreno político, valdría decir que hay tantas vías como países existen. Ninguna revolución es igual a otra.
Afirmaba antes algunos elementos esenciales de la teoría revolucionaria, elementos de identidad que confirman la validez del concepto marxista-leninista, no de un pretendido esquema, como expresión actual del marxismo revolucionario. No. No es posible separar a Lenin de Marx. Es una operación condenada al fracaso. Se ha dicho, con toda razón, que en uno y otro se unen tiempos distintos en una sola teoría de la revolución.
Lenin reafirma, en la teoría y en la práctica, la validez del marxismo revolucionario frente al reformismo de la II Internacional. Desarrolla el socialismo científico en la época del paso del capitalismo a su fase imperialista, periodo de las revoluciones sociales en el que hoy nos encontramos inmersos. Dirige la revolución de Octubre. Y Octubre es Lenin, pero también Marx y Engels.
Gramsci, al que tantas veces interesadamente se ha querido oponer a Lenin, era partidario de la dictadura del proletariado, era un leninista que desarrolla el marxismo-leninismo en las condiciones de una sociedad más articulada que la zarista. Y, además, no tiene duda alguna sobre la precisión teórica del concepto marxista-leninista. Afirma así:
<< ¿Cuál es el papel de Ilich (Lenin)? ¿Es meramente subordinado o subalterno? La explicación está en el marxismo mismo, ciencia y acción. El paso de la utopía a la ciencia y de la ciencia a la acción. La fundación de una clase dirigente (esto es, de un estado) equivale a la creación de una concepción del mundo >>.
¿Por qué, entonces, el abandono de este concepto por parte del PCE? Es necesario afirmar aquí que abandonasteis algo mas que una frase. No caben los dogmas, la sacralización de la teoría, ni aun de la práctica, pero tampoco cabe ignorar lo alcanzado, las verdades descubiertas. Tal ignorancia, por mas que se la vista de superadora, no es otra cosa que una suerte de nuevo dogmatismo. El comunismo es, para Marx, el movimiento real que pone fin al estado de cosas existente. No es un dogma, sino una guía para la acción, según Lenin. Por eso, el marxismo-leninismo no es un sistema cerrado, al modo de la vieja filosofía, sino una teoría y una práctica capaz de integrar el conocimiento humano de la época que se trate y de abrir así nuevas perspectivas al desarrollo social.
Madrid, 2 de julio de 1985