Mitos y mentiras del capitalismo (I)
Como viene siendo habitual, los políticos y los ideólogos del capitalismo tratan de mantener la vigencia del sistema de explotación capitalista.
Para ello, además de utilizar las herramientas económicas (explotación de la fuerza de trabajo), políticas (condena pública y represión sobre las fuerzas contestatarias) usan las ideológicas, es decir, falsos mitos que calan más o menos entre la población y que ayudan a convencer a la clase trabajadora de que es el mejor sistema posible, y que no hay alternativa viable. En este artículo y en otros siguientes, nos centraremos en la propagando ideológica del capitalismo y en derribar sus falsos mitos:
1. La crisis actual es una crisis financiera: Se nos dice que la crisis actual tiene un origen financiero, más concretamente bancario, como si el problema fuera la avaricia de una serie de banqueros, y no un problema cíclico del capitalismo. Este es un error extendido incluso entre ciertos ámbitos de la izquierda. En realidad, las crisis del capitalismo son cíclicas y no se generan en la esfera financiera sino en la economía real. La economía real sufre de crisis cíclicas de superproducción por la sencilla razón de que, debido a las grandes diferencias existentes en la distribución de la riqueza, debida a las abismales diferencias entre los multimillonarios beneficios de la burguesía y los bajos salarios que percibe la mayoría de la población trabajadora, el consumo de todos los bienes producidos tiende a estancarse.
Esta situación ha sido retrasada por el aumento del endeudamiento de ciertas capas de clase obrera de los países ricos, sobretodo en el sector de la vivienda, pero también en otros sectores como el del automóvil. La especulación ha agravado la situación haciendo aumentar los precios de la vivienda de manera desorbitada y esto ha provocado un retraso de los efectos de la crisis. Las hipotecas subprime son un reflejo en extremo de todo lo anterior: alto endeudamiento incluso de aquellos que no tenían solvencia (ya que era la única manera que tenían de vivir bajo un techo), y bajos salarios que contrastan con los altos precios percibidos por los propietarios de las viviendas (caseros y especuladores) y los constructores y promotores. Es por eso que se percibe esto como el origen de la crisis (hecho que destacan como causa los principales ideólogos del capitalismo), pero no hay que confundir esto con el origen real que es el de siempre: diferencias en la distribución de la riqueza, explotación creciente de la fuerza de trabajo y por tanto cada vez salarios más bajos y por superproducción de mercancías. Por tanto, no son los trabajadores los culpables de la crisis por endeudarse y por querer vivir dignamente, si no que los culpables son quienes los explotan, y el sistema en general centrado en una explotación cada vez mayor de la fuerza de trabajo mundial y en una producción desordenada y anárquica.
2. Los costes salariales y la estabilidad en el empleo restan “competitividad” a las empresas, por lo que no hay que propugnar reducción de la jornada laboral ni el reparto del trabajo, sino invertir en I+D y contener los salarios: Esta es una de las artimañas de la burguesía, liderada por las patronales y por el gobierno, que quiere hacer pagar la crisis a los trabajadores. Sin embargo, todo indica que, una de las causas principales tanto de la actual crisis y como de todas las crisis del capitalismo es el bajo poder adquisitivo de la clase trabajadora, por la extracción de plusvalía que sufre por parte del capitalista (lo que este no le paga por el valor creado en el trabajo). Los países “competitivos” han sido durante décadas aquellos que han generado estabilidad en el empleo, cualificación profesional, sindicados fuertes, convenios colectivos y participación de los trabajadores en las decisiones de la empresa. ¿O Francia y Alemania no han sido durante décadas economías “competitivas”, según lo entiende el mercado? ¡Ojo, con asumir el concepto de competitividad! Porque además, de esa competitividad se han aprovechado los países competitivos para intensificar la explotación de los países pobres, mantener la dependencia y la miseria que estos sufren. Para el capital significa: más productividad (explotación), menos empleados, menos costes laborales.
Por otro lado, el paro, además de ser una tragedia personal, supone desaprovechar la capacidad de trabajo de millones de personas, con el consecuente empobrecimiento del país. El camino no es por lo tanto que unos trabajan de sol a sol, con jornadas agotadoras que además generan una pérdida de productividad, y otras estén mano sobre mano, sino repartir el tiempo de trabajo, trabajar menos horas para que trabaje todo el mundo. Esto permite no solamente aprovechar mejor la capacidad de trabajo a nuestro país, sino liberar tiempo para la formación, invirtiendo así en un futuro con una mayor calificación del trabajo. Esto además, permite una mayor productividad de la fuerza de trabajo, ya que impide el agotamiento de los trabajadores. La productividad que entienden sin embargo los empresarios es en sí misma ese agotamiento.
Naturalmente que hemos de impulsar la Investigación científica, el desarrollo tecnológico y la innovación en el trabajo, que es el que significa el I+D+i. Pero a menudo se olvida que esta vía de desarrollo, que por cierto es la única ecológicamente y socialmente sostenible a medio y largo plazo, descansa sobre la actividad de los trabajadores y trabajadoras y no sobre los malabarismos financieros de los capitalistas. Liberar tiempos para la formación es también una condición necesaria para el trabajo creativo en que esto se fundamenta. Y que requiere también una fuerte inversión en el sistema educativo, orientado hacia un futuro que no puede estar apremiado por los requerimientos inmediatos del mercado capitalista: combatir el fracaso escolar es una herramienta fundamental para salvaguardar el futuro del país, y para ello hay que invertir en profesorado y en becas-salario que reconozcan y estimulen la función social del estudio disminuyendo además las cargas familiares, en lugar de continuar con la explotación de los becarios actual. Y naturalmente también en la mejora del sistema sanitario, empleando más médicos y personal sanitario y no solamente curando enfermedades sino mejorando la salud laboral y ambiental, generando un medio saludable para trabajar, vivir y formarse.
Con unos servicios públicos apoyados en unos ingresos fiscales públicos suficientes, con un sistema fiscal fuertemente progresivo. Los que hablan de I+D+i hablan en clave de apropiarse del sistema educativo para sus propios intereses, cuando esa inversión deben ir hacia la sociedad, hacia la mejora de su calidad de vida. Si la inversión en I+D+i va a suponer más paro, mayor explotación laboral y mayor contaminación, será socialmente perjudicial.