Y ahora me voy
Y AHORA ME VOY
(León Felipe)
Y me voy sin haber recibido mi legado,
sin haber habitado mi casa,
sin haber cultivado mi huerto,
sin haber sentido el beso de la siembra y de la luz.
Me voy sin haber dado mi cosecha,
sin haber encendido mi lámpara,
sin haber repartido mi pan...
Me voy sin que me hayáis entregado mi hacienda...
Me voy sin haber aprendido más que a gritar y a maldecir,
a pisar bayas y flores....
Me voy sin haber visto el Amor,
con los labios amargos llenos de baba y de blasfemias,
y con los brazos rígidos y erguidos, y los puños cerrados,
pidiendo Justicia fuera del ataúd.
ME VOY PORQUE LA TIERRA YA NO ES MÍA
Porque mis pies están cansados,
mis ojos ciegos,
mi boca seca
y mi cuerpo dócil y ligero,
para entrar en el aire.
Me voy porque ya no hay caminos para mi en el suelo.
Salí del agua, he vivido en la sangre
y ahora me espera el Viento
para llevarme al sol....
Salí del mar....y acabaré en el fuego.
ME VOY PORQUE LA ESPIGA Y LA AURORA NO SON MÍAS
He andado perdido por el mundo pidiendo pan y luz.
¡Y el sol es pan y luz!
¡Miradle como sale del horno y asciende en el alba para todos,
con su doble corona de harina y de cristal!...
¡Oh, Dios antiguo y generoso, proscrito por el hombre!
Tu ahí siempre, puntual en la espiga y en la aurora
y yo aquí hambriento y ciego, con mi grito mendigo
perdido tantas veces en la historia....
ME VOY PORQUE LA LUZ TAMPOCO ES MIA
Hoy abrí la ventana que mira al mar y al viento
y me pareció que había abierto
la trampa que estaba aquí en el suelo
para los días de las conspiraciones y del miedo.
Si sigo aquí, ahora ya y siempre, tendré que decir:
Ahí abajo, ahí adentro...
en la cueva, en lugar de decir: Allá afuera, allá arriba....
en el viento.
Me voy. Las ventanas son trampas. Ya no veo la luz....
ya no la veo.
ME VOY PORQUE LA TIERRA Y EL PAN Y LA LUZ YA NO SON MÍOS.
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré. Y cuando vuelva, vosotros os estaréis yendo:
Vosotros, los alcabaleros de la muerte, los centuriones en acecho
bajo la gran ojiva de la puerta, los constructores de ataúdes
que al medir el cuerpo amarillo de los que se van,
con la cinta de metro y medio de los alfayates, decís siempre:
¡Como crecen los muertos!
¡Oh, sí! Los muertos crecen. El último traje que se hicieron,
al amortajarlos ya les viene pequeño. Crecen.
Y, apenas los entierran, rompen los tablones de pino y los catafalcos de acero;
crecen después en la tumba, fuera de la caja,
abren la tierra como semillas del centeno
y ya, bajo el sol y la lluvia, en el aire, sueltos y sin raíces,
siguen y siguen creciendo.
Yo me voy a crecer con los muertos.
Volveré mañana en el corcel del Viento.
Volveré ¡Y volveré crecido!
Entonces vosotros que os estaréis yendo no me conoceréis.
Mas cuando nos crucemos en el puente, yo os diré con la mano:
¡Adiós, alcabaleros,
centuriones,
sepultureros!...
A crecer, a crecer,
a la tierra otra vez....
al agua,
al sol,
al Viento....al Viento....
¡Otra vez al Viento!