Moscú, Publicada a fines de enero de 1925.- Lenin me había hablado muchas veces del problema de la mujer. Se veía que atribuía una importancia muy grande al movimiento femenino, como parte esencial, en ocasiones incluso decisiva, del movimiento de las masas. Huelga decir que, para él, la plena equiparación social de la mujer con el hombre era un principio inconmovible, y que ningún comunista podía ni siquiera discutir. Fue en el gran despacho de Lenin en el Kremlin donde, en el otoño de 1920, tuvimos la primera conversación un poco larga acerca de este tema. Lenin estaba sentado en su mesa de escribir, que, cubierta de papeles y de libros, hablaba de estudio y de trabajo, sin que reinase en ella ningún “desorden genial”.
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