Poetas en la España leal. Poesía y guerra civil

Desde el mismo 14 de abril de 1931 la mayoría de los intelectuales se comprometieron con ejemplaridad política y ética a la II República.

Durante este año, hasta el día del Golpe de Estado franquista habían estado en diversos frentes realizando, no solo tareas de propaganda, sino también de pedagogía política, social y cultural. Tal fue el fervor de aquellos años que, posteriormente los poetas del llamado Grupo del 27, por su implicación política con la causa republicana, también se les denomina como la Generación de la República. Un periodo en el que quedaron en la historia de la literatura títulos como Poeta en la calle (1931-1935) de Rafael Alberti, Poeta en Nueva York de Federico García Lorca (publicado años más tarde) o La realidad y el deseo (1936) de Luis Cernuda.

La irrupción violenta del fascismo despertó, no solo en los poetas, sino también en el pueblo, un torrente de expresión poética que se materializó en una inmensa producción que se conoce como el Nuevo Romancero. La poesía, parafraseando a Gabriel Celaya, se convirtió entonces en un arma cargada de presente. Fueron muchos los medios, es imprescindible recordar El Mono Azul, donde se creó una sección para publicación de romances de acuerdo a lo que escribió María Zambrano: “[Éste] hacía de boletín de nuestras actividades y era una voz que nos comunicaba con el frente, con la calle. Muchos nos sentíamos escuchados por primera vez por una masa de oídos, de inteligencias, atentos a nuestras palabras, con esa atención densa y perspicaz de los niños y de los pueblos.”

Además de las revistas o diarios como vehículos de expresión, surgieron las llamadas hojas volanderas donde los poetas “cultos” se abrazaban con firmas anónimas en romances con el sello de la propaganda, de la denuncia contra la explotación, de la sátira, de la loa, de la lucha, y donde latía la conciencia revolucionaria del conflicto bélico, conciencia donde la guerra encontraba su expresión y su asiento.

Al margen de esta corriente de producción popular, la República tuvo también espacios para la reflexión, el ensayo y el debate. Tal es el caso de la revista Hora de España. Sus componentes no eran ajenos a la función y naturaleza del arte en aquel tiempo, porque la guerra en su expresión revolucionaria despertaba las contradicciones entre el arte culto de naturaleza burguesa y el arte popular, un arte popular que formulaba su teoría y práctica en el llamado Realismo socialista como instrumento político. En los ámbitos republicanos no eran ajenos a una propuesta que se extendió por varios países europeos y que generó polémica de una gran alcance como la que sostuvieron Brecht y George Lukács y que ambos, visto desde hoy tenían sus razones: El primero, luchaba contra el nazismo; el segundo, contra el decadentismo.

Todo este clima era recogido por Hora de España que en el II Congreso de escritores para la defensa de la cultura (1937) tuvo un gran protagonismo en su organización y, posteriormente, en la publicación de las ponencias. Una de sus actividades de aquellos días fue publicar una antología de poesía Poetas en la España Leal, y un, organizado por el poeta Emilio Prados, con el objetivo de dar testimonio de la dignidad humana expresada en sentimientos heridos, corazones agitados y unos ojos atónitos ante la inmensa calamidad de la guerra que se abatió sobre el pueblo español. Un ejemplar de esta pequeña antología, junto con el Romancero, fueron entregados a cada asistente al mencionado Congreso para que explicaran al mundo la resistencia de un pueblo y sus poetas.

La poesía está representada en esta antología por Antonio Machado, Rafael Alberti, Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Juan Gil-Albert, Miguel Hernández, León Felipe, José Moreno Villa, Emilio Prados, Arturo Serrano Plaja y Lorenzo Varela. Muchos de los poemas seleccionados habían sido publicados con anterioridad en la citada revista y, en cuanto a la nómina de poetas, responde al criterio de una representación plural, tanto ideológica como estética. Es de obligado cumplimiento añadir que tanto Vicente Aleixandre como Juan Ramón Jiménez, por razones de diversa índole, les fue imposible su participación.

El poema prólogo es “El crimen fue en Granada. A Federico García Lorca”, de Antonio Machado, en el que además de ser una elegía, es un alegato contra los crímenes fascistas ejemplificados en el poeta andaluz y un llamamiento al no olvido:

 

III


Se le vio caminar…
Labrad, amigos,
De piedra y sueño, en el Alhambra,
Un túmulo al poeta,
Sobre una fuente donde llore el agua, 
Y eternamente diga:
El crimen fue en Granada, en su Granada!

Sería prolijo recordar todos los poemas, o seleccionar algunos, porque sería amputar una colección que nació con voluntad colectiva, ya que todos forman parte de un imaginario poético de una época de lucha contra el fascismo que se prolongaría años más tarde durante la Segunda Guerra Mundial en poemarios inscritos en la memoria colectiva de los pueblos en su combate y resistencia contra la barbarie tanto nazi como fascista.