IV. La llamada acumulación originaria. (Cap. XXIV)
- 1. El secreto de la acumulación originaria.
- 2. Cómo fue expropiada la tierra de la población rural.
- 3. Leyes persiguiendo a sangre y fuego a los expropiados, a partir del siglo XV. Leyes reduciendo el salario.
- 4. Génesis del arrendatario capitalista.
- 5. Repercusión de la revolución agrícola en la industria. Formación del mercado interior para el capital industrial.
- 6. Génesis de los capitales industriales.
- 7. Tendencia histórica de la acumulación capitalista.
Hasta aquí, Marx investiga la acumulación del capital partiendo de la premisa de un capital dado, es decir, prescinde del examen del proceso de surgimiento de los capitales originarios, de la acumulación originaria del capital. El objetivo del análisis precedente justifica la abstracción que se hace de la acumulación originaria. El análisis de la esencia de la acumulación del capital como mecanismo que gobierna el movimiento del modo capitalista de producción y las tendencias de su desarrollo no requiere el esclarecimiento del proceso de formación de los primeros capitales. Para la meta fijada basta con suponer que el capital existe.
A propósito de eso hay que recordar la indicación de Marx de que la correlatividad de las categorías no está determinada por la historia, sino por la ubicación y el papel de las mismas en el desarrollo del objeto de análisis. La investigación anterior mostró que el papel de los capitales originarios se reduce a la nada en el transcurso de la acumulación capitalista. Además, habría sido imposible descubrir la esencia de la acumulación originaria del capital sin antes desentrañar la esencia de la acumulación capitalista como tal. Eso se debe, como indica Marx a que, para comprender la historia real de un objeto (en este caso de la acumulación del capital) es preciso examinarlo en su forma madura.
E1 análisis de la acumulación capitalista como tal ofrece la posibilidad y provoca da necesidad de investigar el proceso de acumulación originaria. Para Marx esa necesidad dimana del hecho de tener que mostrar ampliamente el carácter transitorio del modo de producción capitalista.
El análisis de la acumulación del capital puso de relieve que el propio mecanismo de la producción capitalista crea objetivamente las condiciones de su propia desaparición. El examen de la acumulación originaria del capital descubre los principios que rigen el surgimiento del modo de producción capitalista al llegar a una determinada etapa del desarrollo de la sociedad. En consecuencia, para mostrar el carácter transitorio del modo de producción capitalista es necesario descubrir la esencia de la acumulación originaría.
El capítulo XXIV comienza develando la esencia de la acumulación originaria del capital: la disociación del productor respecto a la propiedad so.bre las condiciones de su trabajo.
La separación del productor de los medios de producción como premisa de la producción capitalista se reproduce constantemente en la sociedad capitalista desarrollada mediante su propio mecanismo. Pero aparece como acumulación “originaria” en el sentido de que constituye la prehistoria del modo capitalista de producción. La llamada acumulación originaria se caracterizó por sus métodos extraeconómicos de acumulación, que revistieron matices típicos en las condiciones históricas propias de cada país.
Marx analiza la acumulación originaria como método específico de acumulación y como prehistoria del capital.
Al enfocar la acumulación originaria como método específico de crecimiento del capital Marx muestra que los métodos de coerción extraeconómica, aunque típicos y dominantes en el período de entronizamiento del capitalismo, también rigen en la época del capitalismo desarrollado. Esos métodos encuentran aplicación cuando el propio capital se ve imposibilitado de desarrollarse por los canales puramente económicos.
Luego de investigar la acumulación originaria, Marx procede en el epígrafe 7 y último del capítulo XXIV, a resumir toda la teoría de la acumulación, examinando la tendencia histórica del proceso. El capitalismo nacido de la producción mercantil, desarrollado con arreglo a sus propias leyes, toca a su fin. El proletariado es la fuerza destinada a cumplir la histórica misión de liquidar al modo capitalista de producción, mediante la revolución socialista. El proletariado surge, se organiza y cohesiona por obra de ese modo de producción.
1. El secreto de la acumulación originaria.
Como se demostró antes, el desarrollo de la producción capitalista transcurre en base a la acumulación de capital que tiene su fuente en la plusvalía. Por eso la acumulación presupone la producción de plusvalía. A su vez, la producción de plusvalía presupone la concentración de masas considerables de capital en manos de personas privadas y además la existencia de fuerzas de trabajo desprovistas de medios de producción. El análisis precedente mostró que en el transcurso de la producción capitalista esas condiciones se reproducen constantemente como un producto genuino de ese modo de producción. La disociación entre el productor y los medios de producción y la acumulación de capital en manos privadas (capitalistas) es por lo tanto premisa y resultado, a la vez, de la producción capitalista.
Empero esa premisa, reproducida constantemente en escala ampliada, debió haber aparecido en algún momento y ser punto de arranque del propio régimen capitalista. En tanto que punto de partida del régimen capitalista, la disociación entre los productores y los medios de producción y la acumulación de capitales en manos privadas, no podían ser, naturalmente, resultado de ese proceso. Marx escribe: “una acumulación originaria anterior a la acumulación capitalista, una acumulación que no es resultado, sino punto de partida del régimen capitalista de producción.” (Página 654.)
Los ideólogos burgueses afirman que la acumulación originaria de riqueza efectuada ya en la antigüedad, era resultado del espíritu laborioso y ahorrativo de algunas gentes que se destacaban de entre la masa de perezosos y harapientos arruinados y empobrecidos por su propia culpa. Ahí, decían, tiene su origen la pobreza de las masas trabajadoras y la riqueza de las élites.
Tal explicación de la acumulación de riqueza, identificada con la forma típica capitalista, sirve a los ideólogos burgueses para justificar la propiedad privada y las ganancias de los capitalistas, y además, para presentar a ese régimen de producción como armónico y por lo mismo, eterno.
Al demostrar en este epígrafe la total inconsistencia de tales “teorías”, Marx devela la esencia del proceso de formación de los capitales originarios, es decir, de la creación de condiciones que hicieron posible el surgimiento del régimen económico capitalista.
Esas condiciones residen en la disociación entre los productores y la propiedad sobre los medios de producción, disociación que enfrenta en el mercado a nuevos tipos de productores de mercancías.
De un lado, aparece el propietario de los medios de producción, dinero y bienes de sustento que no necesita más que adquirir fuerza de trabajo para organizar la producción a fin de incrementar el valor. De otro lado, aparece el obrero libre, vendedor de su propia fuerza de trabajo para subvenir a su propia existencia.
Esa polarización en el mercado de mercancías crea las condiciones básicas de la producción capitalista.
“La llamada acumulación originaria —escribe Marx— no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción” (Pág. 655.) La misma aparece como “originaria” porque forma la prehistoria del capital y del régimen capitalista de producción.
El proceso de transformación de los productores directos en obreros asalariados es al mismo tiempo proceso de concentración en manos privadas de medios de producción, bienes de sustento y dinero que se convierten en instrumentos de explotación de los obreros asalariados.
La transformación de los productores en obreros asalariados y de los medios de producción en capital, no transcurre sobre una base capitalista, sino en base al desarrollo y ahondamiento de las contradicciones de la producción mercantil simple.
Como ese proceso fue examinado ya en la sección primera del tomo I, ahora, al analizar la esencia de la acumulación originaria, Marx concede particular atención al examen de los factores que intensifican ese proceso, ante todo, a los métodos de violencia descarada. Las tendencias engendradas por la producción mercantil en el transcurso de su desarrollo y que la transforman en producción capitalista, adquieren el impulso requerido, gracias precisamente a la violencia, engendrada por las necesidades del propio desarrollo económico sobre el que viene a ejercer una influencia colosal.
La esencia de la acumulación originaria consiste en la disociación entre los productores y los medios de producción, pero la base de todo el proceso reside en la expropiación de los productores agrarios, en la expropiación de los campesinos.
La violencia desempeña un papel extraordinario en ese proceso de expropiación, Marx señala que esa cruzada de expropiación ha quedado inscripta en “los anales de la historia con trazos indelebles de sangre y fuego”. (Página 656.)
El proceso de acumulación originaria del capital es en esencia un proceso de transformación de la explotación feudal en explotación capitalista. Marx dice, que la estructura económica de la sociedad capitalista surgió de su antecesora feudal. El desarrollo de la producción capitalista es, de una parte, síntoma y factor de descomposición del feudalismo, sirviendo, de otra parte, de cimiento para el nacimiento de la explotación capitalista.
El proceso de acumulación originaria es característico para todos los países que emprenden el desarrollo capitalista. Su esencia es siempre la misma, pese a que en cada país presenta modalidades diversas a tenor con las condiciones históricas. Donde ese proceso revistió su forma clásica fue en Inglaterra, y por eso Marx toma a este país como modelo.
2. Cómo fue expropiada la tierra de la población rural.
En este epígrafe Marx examina el proceso de expropiación de la tierra del campesinado.
El gran papel jugado por la expropiación de los productores agrarios en la acumulación originaria del capital se debe a que en el período de transición del modo de producción feudal al capitalista, el sector fundamental de la economía era la agricultura, que por lo mismo concentraba a la aplastante mayoría de los productores.
El prólogo de la revolución que había de sentar las bases del modo de producción capitalista, como señalara Marx, se desarrolló en el último tercio del siglo XV en las primeras décadas del XVI al ser licenciadas las huestes feudales y arrojadas al mercado de trabajo como una masa de proletarios al margen de la ley.
Pero el papel fundamental en el proceso de expropiación de los productores directos corresponde al desahucio de los campesinos, a la usurpación de las tierras comunales y a la expulsión de los campesinos de las parcelas pertenecientes a los grandes terratenientes. El desarrollo de la manufactura lanera en Flandes con el consiguiente aumento del precio de la lana, sirvió de acicate a ese proceso en Inglaterra. El aumento del precio de la lana estimuló el rápido desarrollo del pastoreo con la consiguiente reducción del área de siembra y la expulsión violenta de los campesinos. Marx recuerda que Tomás Moro habla en su Utopia de un asombroso país donde las ovejas devoran a los hombres.
La reforma dio un gran impulso a la expropiación de los productores mediante colosales depredaciones de los bienes de la iglesia en el siglo XVI.
Tras esto se inicia una nueva etapa de desposesión de los campesinos: el saqueo de las tierras públicas y del patrimonio estatal mediante su entrega gratuita a personas privadas, su venta a precios irrisorios o su anexión a fincas de propiedad privada mediante la usurpación descarada.
En el siglo XVIII los bienes comunales son saqueados al amparo de la legislación estatal. Ese despojo recibe sanción parlamentaria en las leyes de cercado de terrenos comunales; leyes en virtud de las cuales los terratenientes se regalaban así mismos las tierras comunales mediante la expropiación legalizada del pueblo. Además de eso, los terratenientes recurrieron a sus “métodos particulares” de expropiación de los productores. Esto se refiere a las tierras comunales cuya usurpación y la transformación consiguiente en el agro, empeoraban notablemente la situación de los trabajadores rurales.
El último gran procedimiento de expropiación de los labradores es la llamada limpieza de fincas. En Inglaterra, esa “limpieza” constituye la cúspide de todos los métodos de expropiación de la tierra de los productores. Marx ilustra ese proceso de “limpieza” en el caso de Escocia donde adquirió caracteres más irritantes. A los productores expropiados se les prohibió emigrar, lo que ya preanuncia el concepto burgués de propiedad sobre la clase obrera como tal Así pues, prescindiendo de las motivaciones estrictamente económicas de la transformación agraria, el proceso de acumulación originaria en Inglaterra se reduce a la expropiación violenta de los productores: usurpación del patrimonio eclesiástico, enajenación de los bienes públicos, usurpación de la propiedad comunal, etc. “He ahí otros tantos métodos idílicos —apunta Marx irónicamente— de la acumulación originaria, con estos métodos se abrió paso a la agricultura capitalista, se incorporó al capital a la tierra y se crearon Ips contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba la industria de las ciudades.” (Página 672.)
3. Leyes persiguiendo a sangre y fuego a los expropiados, a partir del siglo XV. Leyes reduciendo el salario.
En este epígrafe Marx examina cómo la población rural, expulsada violentamente de la tierra, fue sometida a la disciplina del trabajo asalariado por medio de la fuerza descarnada.
Anteriormente vimos que la producción capitalista reproduce constantemente no sólo la disociación de los productores respecto a los medios de producción, sino también determinadas condiciones de vida de la clase obrera. Esta última por obra de la educación, las tradiciones y hábitos llega a considerar las condiciones de producción capitalista obvias y naturales.
Pero el mecanismo de la producción capitalista se despliega en toda su plenitud únicamente cuando domina la producción, es decir, cuando la producción adopta un carácter genuinamente capitalista.
En tales condiciones la extorsión extraeconómica del capital respecto a la clase obrera pierde su vigencia anterior, aunque la clase capitalista jamás renuncia totalmente a ella. La burguesía recurre a la violencia descarada, es decir, al apremio extraeconómico siempre que el mecanismo económico de la producción resulte aún endeble o cuando, por cualquier causa, su acción se debilita necesitando de apuntalamientos.
Hemos señalado que la expropiación violenta de los pequeños productores no transcurrió de manera uniforme y por ello la masa de proletarios no fue absorbida por la naciente manufactura con la misma velocidad y regularidad con que nacía. Esos contingentes colosales, sacados de sus habituales condiciones de vida, no pudieron asimilar súbitamente la disciplina de la manufactura capitalista. Marx indica que por esa razón, una masa considerable de pequeños productores expropiados se vieron convertidos por imperio de las circunstancias en mendigos, salteadores y vagabundos.
Pero el desarrollo impetuoso de la manufactura y su transformación en fábrica, exigía nuevos y nuevos contingentes de fuerza de trabajo susceptibles de ser explotadas por el capital. Por eso, a fines del siglo XV y en el transcurso de todo el siglo XVI, se promulgaron en toda Europa occidental una serie de leyes persiguiendo a sangre y fuego el vagabundaje. Esa legislación tenía por objeto forzar a los hombres a someterse al régimen dominante de la manufactura capitalista.
En esta parte Marx menciona una serie de materiales que muestran el proceso de desarrollo de esa feroz legislación, a partir del acta de Enrique VIII de 1530 y hasta principios del siglo XVIII. Marx acota que en Francia, Holanda y otros países se promulgaron por aquella época leyes semejantes.
La naciente burguesía, débil aún en el aspecto económico, se vale ampliamente del poder estatal y de los métodos de violencia descarada para regular los salarios, las jornadas de trabajo, etc. La regulación coercitiva de los salarios, es decir, su reducción a límites en consonancia con los intereses de la plusvalía, así como también la prolongación de la jornada, constituyen factores de gran trascendencia en el período de la llamada acumulación originaria del capital, Marx no examina aquí la influencia de esa legislación en cuanto a la prolongación de la jornada, ya que eso fue tratado en el capítulo VIII al analizar la jornada de trabajo bajo el capitalismo.
En lo que se refiere al monto de los salarios la legislación fijó en la primera época su máximo, pero no su mínimo. La ley fijaba también los plazos de contratación de la fuerza de trabajo.
A partir del siglo XIV y hasta 1825, se consideró un gran delito las coaliciones de los obreros. De ese modo los obreros eran despojados de las armas que hubieran podido utilizar para poner un freno a la tendencia del capital a reforzar la explotación.
Las leyes reguladoras del salario se mantuvieron en vigencia hasta 1813. A partir de entonces se hicieron innecesarias ya que el propio mecanismo económico de la producción capitalista regulaba por sí mismo las condiciones de venta de la fuerza de trabajo y el propio trabajo.
De tal modo, vemos que la violencia directa fue un factor que permitió no solamente la expropiación de grandes contingentes de pequeños productores, sino también su conversión en obreros asalariados. Por otra parte, la violencia fue un factor que sirvió para incrementar el grado de explotación de la clase obrera, para acrecentar la producción de plusvalía, creando así las premisas para la acumulación del capital. Según la acertada apreciación de Marx se trataba de “métodos policíacos de acumulación del capital”.
4. Génesis del arrendatario capitalista.
La expropiación de la población campesina crea directamente grandes terratenientes y obreros asalariados. Junto a éstos surgieron en el proceso de acumulación originaria, capitalistas que explotaban trabajo de los obreros. Por eso Marx formula la pregunta: ¿Cómo surgieron los primeros capitalistas? La respuesta nos la ofrece mostrando el proceso de formación de los arrendatarios —la clase de los capitalistas rurales— que transcurre lentamente a lo largo de muchos siglos.
Las condiciones patrimoniales de los siervos y de los pequeños propietarios libres fueron muy variadas y por lo mismo la evolución de sus economías para convertirse en capitalistas transcurrió bajo las formas más dispares. Pero es justamente de ese medio de donde se destacan paulatinamente los arrendatarios capitalistas. Estos surgieron de los campesinos y arrendatarios más acomodados y de todos los mandatarios de los feudos.
Marx expone las etapas fundamentales que recorrió el proceso de formación de los arrendatarios capitalistas en Inglaterra, develando los factores que coadyuvaron al aceleramiento de ese proceso.
Los primeros arrendatarios en Inglaterra fueron los encomendados de las tierras señoriales (los bailiff). Durante la segunda mitad del siglo XIV el bailiff es sustituido por un colono, al que el terrateniente suministra simiente, ganado y aperos de labranza. Pronto, éste se convierte en aparcero, en semiarrendatario: aporta una parte del capital agrícola y el propietario la otra; el producto obtenido se reparte en la proporción fijada en el contrato.
La revolución agraria acarreó, por un lado, la ruina de la población campesina y, por otro, el saqueo de las tierras comunales y otras formas de desahucio del campesinado que fueron tratadas anteriormente, creando condiciones para el enriquecimiento de los arredantarios.
Estos últimos tienen la posibilidad de aumentar casi sin gastos sus rebaños y de explotar más racionalmente sus haciendas.
En el siglo XVI el enriquecimiento de los arredantarios se ve favorecido por un nuevo factor decisivo: la caída del valor de los metales preciosos y por lo mismo, del dinero, provocada por el descubrimiento de los ricos yacimientos de América. A raíz de eso aumentaron los precios de los productos agrícolas, lo que favoreció doblemente a los arrendatarios ya que, en primer lugar, se produjo una reducción del salario real de los jornaleros. Incluso en el caso de que los salarios nominales hubieran experimentado algún aumento, esas alzas marchaban rezagadas con relación a la depreciación del dinero. La parte del valor representada por la reducción de los jornales se transformó en ganancia de los arrendatarios.
En segundo lugar, el aumento de los precios de los artículos agropecuarios significó que una misma cantidad de productos se plasmaba en una magnitud superior de dinero. En consecuencia crecía el capital monetario del arrendatario, aún cuando éste seguía abonando al terrateniente la misma renta en dinero conforme a lo estipulado en el contrato. Eso ocurrió así, porque los contratos se establecían por lo general para plazos prolongados y la renta aún no variando nominalmente, se reducía en la realidad. Por lo tanto la mengua efectiva de la renta se convertía en ganancia del arrendatario, en fuente de su enriquecimiento.
Marx indica que a fines del siglo XVI Inglaterra contaba con una clase de arrendatarios capitalistas ricos para aquella época.
En las notas de este epígrafe se señala el proceso análogo de surgimiento de arrendatarios capitalistas en Francia.
A la par con este proceso de formación de los arrendatarios capitalistas se produjo otro qué contribuyó también al surgimiento del capitalismo en el campo: la transformación gradual de los grandes latifundios en haciendas capitalistas. Este último proceso fue característico de la Europa continental.
5. Repercusión de la revolución agrícola en la industria. Formación del mercado interior para el capital industrial.
Aun cuando la base del proceso de la acumulación originaria del capital lo constituye el desahucio de la población campesina, él mismo parte de la ciudad donde se desarrolla la producción mercantil a cuyo impulso transcurre la indicada revolución agrícola. La revolución agrícola repercute a su vez sobre el desarrollo de la industria y esto es lo que examina Marx en el presente epígrafe. Ante todo, sabemos que el desahucio del campesinado liberó para la industria grandes masas humanas transformadas paulatinamente, por métodos violentos en ejército asalariado. Antes vimos cómo transcurrió este proceso.
La revolución que tuvo lugar en las relaciones sociales creó un mercado interno para las empresas capitalistas, es decir, creó condiciones indispensables para el desarrollo del modo capitalista de producción.
La fuerza de trabajo, la materia prima y los medios de trabajo fueron concentrados en manos de un reducido grupo de capitalistas, en un puñado de grandes empresas capitalistas. Esos instrumentos de trabajo y materias primas que antaño permitían la existencia independiente de los pequeños productores se convierten en manos de los capitalistas, en medios para imponer su dominio sobre los obreros y también en instrumentos para extraerles trabajo no retribuido, es decir, plusvalía.
El proceso de transformación de los pequeños productores en obreros asalariados y de los medios de sustento e instrumentos de trabajo en capital, constituye asimismo un proceso de formación del mercado interno para el capital industrial. La formación de este mercado transcurre por diferentes vías,
Marx indica que en el período manufacturero de desarrollo del capitalismo aún no se daban las condiciones necesarias para la solución definitiva del problema del mercado interno. La manufactura domina la producción nacional a ritmos muy lentos y además, al liquidar la industria secundaria doméstico-rural y el artesanado urbano en unas regiones y ramas, vuelve a ponerlas en pie en otros lugares.
Sólo la gran industria expropia definitivamente a la inmensa mayoría de la población rural y erradica a la industria doméstico-rural. De ese modo la industria maquinizada conquista para el capital industrial todo el mercado interior.
6. Génesis de los capitales industriales.
Los procesos examinados anteriormente, podemos decir que, en esencia, prepararon las condiciones para el surgimiento del capital industrial.
En este epígrafe Marx examina la génesis del capitalista industrial. Aquí la palabra “industrial” está empleada en contraposición a “agrícola”. Por tanto, se trata del capital que domina íntegramente la producción social y no de aquel empleado exclusivamente en la industria.
La génesis del capitalista industrial no se caracteriza como la del arrendatario capitalista, por su marcha paulatina.
Marx indica que los primeros capitalistas fueron algunos pequeños maestros artesanos, ciertos productores pequeños e incluso obreros asalariados. Ampliando paulatinamente la esfera de explotación del trabajo asalariado, estas crisálidas de capitalista se convirtieron en auténticos capitalistas. Pero este proceso transcurrió con tal lentitud que no correspondía a la demanda creciente del mercado mundial creado por los grandes descubrimientos geográficos del siglo XV.
En la acumulación originaria desempeñaron un cierto papel el capital comercial y el usurario que se fueron transformando paulatinamente en capital industrial. Pero el capital comercial y el usurario desempeñaron un papel insignificante en el surgimiento del capital industrial y de modo más general, en el proceso de acumulación originaria. El papel fundamental en estos procesos correspondió a otros métodos de acumulación originaria. Los principales fueron, según Marx, los siguientes: el descubrimiento de los yacimientos de oro y plata de América, la cruzada de exterminio, esclavización y sepultamiento en las minas de la población aborigen, el comienzo de la conquista y el saqueo de las Indias Orientales, la conversión de una gran parte de la población africana en esclavos arrojados masivamente al mercado de trabajo. Todos estos métodos se basan, en lo fundamental, en la violencia ejercida con el concurso del Estado, de la fuerza concentrada y organizada de la sociedad, para acelerar el proceso de conversión del régimen feudal de producción en régimen capitalista.
Los métodos de acumulación originaria, cualesquiera sean sus diferentes matices tienen un común denominador: todos ellos estuvieron enfilados a reforzar la explotación de los trabajadores en el interior y en el exterior de los distintos países; todos ellos se valieron de la violencia avasalladora organizada en nombre del Estado en contra de los trabajadores y en aras del enriquecimiento de la clase capitalista naciente.
“La violencia —escribe Marx— es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva. Es por sí misma, una potencia económica” (Pág. 689.)
La violencia no puede crear por sí misma una nueva formación económica. La violencia descansa sobre una determinada base económica. Pero una vez desatada acelera los procesos que le dieron vida y que motivan su empleo.
En este epígrafe Marx examina algunos de los métodos esenciales indicados. En primer lugar el del sistema colonial. La conquista de los pueblos coloniales convierte a éstos en objeto de la más despiadada explotación, explotación que recae también sobre las riquezas naturales. El engaño, el saqueo, la extorsión, los tormentos y las prisiones constituyen métodos corrientes aplicados a los pueblos colonizados. Marx dice que la historia de la economía colonial holandesa —por ejemplo— despliega ante nosotros un cuadro inaudito de traiciones, sobornos, asesinatos y bajezas.
Un importante papel en el enriquecimiento de los colonizadores lo desempeñó el comercio colonial cuyo monopolio perteneció a la metrópoli con la consiguiente prerrogativa de establecer precios arbitrarios.
El sistema colonial contribuyó al rápido desarrollo del comercio y a la navegación, ampliando así los mercados de venta para la producción manufacturera. El dominio monopolista sobre ese mercado facilitó una intensa acumulación. Por ese procedimiento las riquezas arrancadas mediante el saqueo y la sumisión de los indígenas de las colonias se transformaron en capital. El sistema colonial “proclamaba la acumulación de plusvalía como el fin último y único de la humanidad.” (Pág. 691.)
Esa vergonzosa historia de explotación y saqueo de los pueblos coloniales no ha terminado todavía. Los imperialistas continúan aplicando contra los pueblos aún sometidos a su dominación los mismos métodos de coerción y saqueo mencionados por Marx. Cierto que en el último período, como consecuencia del empuje del movimiento de emancipación nacional se desmorona el sistema colonial del imperialismo y éste se ve obligado a maniobrar en un intento de conservar el sistema bajo nuevo rótulo. Desenmascarando las maquinaciones de los imperialistas N. S. Jruschov dijo: “Tratando de crear la apariencia de que abandonan sus colonias, los imperialistas lo que hacen es tratar de mantener su influencia enmascarándola para que los pueblos de los países coloniales en lugar de estar regidos, digamos, por un gobernador inglés, tengan en el poder a elementos indígenas sobornados por los imperialistas y aplicando una política favorable a estos últimos. De ese modo parecería que los colonizadores marchan al encuentro de los anhelos de los pueblos mientras que en realidad continúan manteniendo en un estado de dependencia colonial a los pueblos de una serie de países.”
El neocolonialismo que no se diferencia en absoluto, por su esencia, del colonialismo clásico, ha sido rechazado resueltamente por los pueblos.
Otro instrumento de acumulación originaria fue el sistema de crédito público, es decir, de deuda pública. La deuda pública se hallaba íntimamente vinculada al sistema colonial. El impetuoso desarrollo del comercio, las. guerras comerciales, etc., reclamaban cuantiosos recursos que fueron cubiertos con empréstitos estatales. Mas en rigor, esas erogaciones se descargaban sobre las espaldas de toda la nación aunque el sistema colonial sólo reportaba ganancias a la burguesía en crecimiento.
Junto a la deuda pública surgió el sistema de empréstitos internacionales, que constituye una de las fuentes ocultas de la acumulación originaria. A la par con esto apareció el sistema impositivo actual, que al decir de Marx, se convirtió en un complemento obligado del sistema de la deuda pública.
Los empréstitos, al permitir a los gobiernos hacer frente a erogaciones extraordinarias, provocaban en definitiva un aumento de la carga fiscal, que servía al Estado para cubrir los intereses de la deuda pública y otros gastos.
En definitiva, el sistema fiscal constituyó un poderoso instrumento de transformación del patrimonio social en capital, un arma de expropiación de las masas y de sumisión de los obreros asalariados.
El sistema proteccionista que según Marx fue un “medio artificial para fabricar fabricantes” al impulsar violentamente el tránsito del viejo modo de producción al nuevo régimen, aparece como una importante palanca de la acumulación originaria.
El sistema colonial, la deuda pública, los impuestos, el proteccionismo, las guerras comerciales, etc., adquieren fuerza singular al surgir la producción maquinizada.
El análisis de los métodos de acumulación originaria nos muestra así la trayectoria seguida por el proceso de formación de los capitales originarios que no tiene nada que ver con el cuadro idílico que nos presentan ciertos economistas burgueses. Si el dinero “nace con manchas naturales de sangre en un carrillo, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza”. (Página 697.)
En la época del imperialismo la violencia vuelve a desempeñar un gran papel. Ello se debe a que las posiciones de la burguesía se resquebrajan hasta los cimientos, y el capitalismo no puede mantener su dominación con procedimientos puramente económicos. Pero mientras que en el período de la llamada acumulación originaria del capital la violencia fue un arma que contribuyó al entronizamiento del modo de producción capitalista, en el período del ocaso de éste la violencia es un instrumento destinado a conservar ese régimen caduco.
El Estado capitalista continúa siendo el principal instrumento de coacción, un arma dócil del capital monopolista. Un ejemplo elocuente de violencia burguesa lo tenemos en la legislación antiobrera, tan difundida en el mundo capitalista. Muestra elocuente es la ley Taft-Hartle calificada justamente como bill del trabajo forzado. En su lucha contra la clase obrera la burguesía no repara en métodos, recurriendo al empleo de la fuerza armada y a la ilegalización de las organizaciones revolucionarías de clase. En esa tarea la burguesía conculca hasta las libertades democráticas instauradas por ella misma, tendiendo al establecimiento de regímenes reaccionarios y fascistas.
Valiéndose de los métodos coercitivos la burguesía monopolista rebaja el nivel de vida de la clase trabajadora. A través del Estado que le sirve congela los salarios. Así por ejemplo, después de la II Guerra Mundial en las empresas estatales inglesas los salarios permanecieron congelados durante largo tiempo.
Junto a eso, el Estado contribuye por todos los medios a la elevación de los precios en beneficio de los monopolios. La burguesía monopolista utiliza también el Estado para elevar los impuestos, para aplicar una política de expansión externa, etc. Todas esas medidas contribuyen de un lado a reforzar la explotación de los trabajadores, al saqueo de los países dependientes, y de otro, al enriquecimiento de un puñado de magnates del capital.
7. Tendencia histórica de la acumulación capitalista.
Al develar la esencia y los métodos de acumulación originaria del capital, Marx culmina la investigación del carácter transitorio del modo capitalista de producción. Con ello hallamos el eslabón que faltaba en la cadena de la investigación, es decir, el proceso de surgimiento del capitalismo. Además, el análisis de la esencia y los métodos de acumulación originaria nos ofrece nuevos momentos en el desarrollo de la producción capitalista. El mecanismo de la producción capitalista que asegura el dominio de la burguesía, representa la conjunción de los métodos de acumulación originaria y de acumulación del capital.
Al descubrir la esencia de la acumulación originaria, el autor pone cima a la investigación del proceso de acumulación del capital como forma de movimiento de la producción capitalista. En este epígrafe Marx extrae la conclusión definitiva sobre la suerte del modo de producción capitalista, sobre las tendencias históricas de la acumulación, resumiendo así no solamente la sección séptima, sino también todo el tomo I de la obra. Al culminar el gigantesco análisis precedente del modo de producción capitalista, Marx nos ofrece en sus rasgos más generales y esenciales, un cuadro del régimen de producción capitalista desde su nacimiento hasta su extinción.
Al descubrir las etapas fundamentales del desarrollo del capitalismo, Marx muestra que si la producción capitalista surgió de manera lógica y regular, habrá de desaparecer con la misma regularidad e ineluctabilidad como resultado del desarrollo de sus propias contradicciones.
La pequeña producción mercantil basada en la propiedad privada del trabajo de los productores sobre los medios de r producción constituye el punto de partida de la producción capitalista.
La forma de propiedad sobre los medios de producción constituye el factor decisivo que determina el carácter del modo de producción: cuando los medios de producción pertenecen a los propios productores, como es el caso de la pequeña producción mercantil, los resultados de ésta se los apropian los propios productores. Es decir, que en ese caso la propiedad privada sirve de base a la apropiación por los productores de los resultados de su propio trabajo.
Marx indica que ese tipo de producción se encuentra en el esclavismo y el feudalismo, pero su forma clásica, aquella en la cual despliega todas sus potencias, es cuando el obrero es el propietario libre de las condiciones de su trabajo. Símbolo característico de esta forma de producción es el fraccionamiento de la tierra y demás medios de producción. Al alcanzar un cierto grado de desarrollo esa producción —señala Marx— engendra las condiciones de su propia eliminación.
El fundamento de esa negación lo constituye la expropiación de inmensos contingentes de productores directos y la concentración de los medios de producción que convierten la pequeña propiedad de muchos en gigantesca propiedad de unos pocos.
El resultado del proceso de acumulación originaria, en el que la violencia desempeña un papel decisivo, es que la propiedad laboral de los productores se ve desplazada por la propiedad privada capitalista que se asienta en la explotación del trabajo asalariado. La propiedad privada capitalista es la negación de la propiedad privada basada en el trabajo del propio-productor.
El desarrollo ulterior del modo de producción capitalista transcurre ya sobre su propia base. Bajo el capitalismo las fuerzas productivas registran un desarrollo impetuoso actuando de leitmotiv la producción y apropiación de plusvalía.
La concentración de los medios de producción en manos de los capitalistas conduce al desarrollo de la gran cooperación social de trabajo, a la división de éste, al perfeccionamiento de la producción y a la elevación de la productividad del trabajo. De ese modo, la producción adquiere carácter social y las fuerzas productivas se transforman en fuerzas productivas sociales dé modo tal que su aplicación sólo puede ser colectiva; se asienta una división internacional de trabajo en base a la cual los diferentes pueblos se incorporan a la red del mercado mundial. Mas ese desarrollo de las fuerzas productivas y ese crecimiento de la productividad del trabajo social transcurre paralelamente al aumento constante de la explotación de la clase obrera en el proceso de acumulación del capital, de su concentración y centralización en manos de un número cada vez menor, relativamente, de capitalistas.
Los resultados del desarrollo de la producción y del rendimiento del trabajo social se los apropian constantemente y en escala creciente un puñado cada vez menor de magnates capitalistas. La base de esa apropiación es la propiedad capitalista cuya esencia es antagónica. Por eso en el transcurso del desarrollo del modo de producción capitalista cada vez se agudizan más las contradicciones entre el carácter social de la producción, que expresa el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, y la apropiación capitalista que expresa la esencia de las relaciones de producción.
La forma esencial en que se manifiesta esa contradicción (por cuanto se trata de expresar la esencia del modo de producción capitalista) consiste en que el desarrollo de la producción marcha acompañado por un aumento de la explotación, la .miseria y la sumisión de la clase obrera, es decir, por procesos de empeoramiento de la situación de esa clase que pone en peligro su propia existencia. Eso es lo que sirve de base para el desencadenamiento de la lucha de la clase obrera contra la explotación capitalista. Ese combate desemboca en definitiva en la eliminación del régimen de producción capitalista.
Marx escribe que con el desarrollo de la producción social y el aumento de la fuerza productiva del trabajo social, con la disminución progresiva de los magnates capitalistas que usurpan todos los beneficios de ese proceso crece la masa de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación; pero crece también la rebeldía de la clase obrera, cada vez más numerosa y más disciplinada, más unida y más organizada por el mecanismo del mismo proceso capitalista de producción. El monopolio del capital se convierte en grillete del régimen de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un punto en que se hacen incompatibles con su envoltura capitalista. Esta salta hecha añicos. Ha sonado la hora final de la propiedad privada capitalista. Los expropiadores son expropiados.” (Pág. 699-700.)
La propiedad capitalista es reemplazada por la propiedad social que constituye la negación de aquélla, del mismo modo que la propiedad capitalista representó la negación de la pequeña propiedad privada basada en el trabajo; bajo la propiedad social los medios de producción se unen nuevamente a la fuerza de trabajo pero ya en las condiciones de una producción social.
Esa propiedad social, socialista por su esencia, surge como resultado de la revolución proletaria en la que el proletariado no solamente se libera a sí mismo de la explotación capitalista, sino que también libera, a todas las demás capas de trabajadores.