11.- Partido independiente y soberano, patriótico e internacionalista

DOS RASGOS ESENCIALES DE LA INDEPENDENCIA

 

La independencia de un partido comunista tiene dos componentes esenciales.

El primero, que fue históricamente determinante y prioritario, es la independencia de clase, producto de la liberación de los partidos obreros de la influencia ideológica y política de la burguesía.

La segunda, que se afirmó también como general y esencial en el trascurso del desarrollo del movimiento comunista, es la soberanía de las decisiones, formalizada en 1943 mediante la disolución de la Internacional Comunista.

La independencia de clase es un rasgo esencial de la independencia pero por sí solo no es la garantía.

Un partido que sigue una política de clase y una orientación de clase, pero para ello tiene que apoyarse en la ayuda directa de otro u otros partidos, por no haber alcanzado la capacidad de decidir su política por sí mismo, no es todavía realmente un partido independiente.

La historia del movimiento comunista conoció tales situaciones, que expresan dificultades iniciales de partidos de reciente formación, atrasos en el desarrollo y falta de madurez.

La soberanía de las decisiones es otro rasgo esencial de la independencia, pero tampoco la garantiza por sí solo.

Un partido que decide con soberanía, pero que no se libera de la dependencia ideológica y política de la burguesía, pierde de hecho la independencia de clase, rasgo esencial de la independencia comunista.

La historia del movimiento comunista conoce ejemplos en que la ostensiva proclamación de la soberanía de las decisiones fue acompañada por el abandono de posiciones de clase esenciales.

No se puede considerar como afirmación de independencia la ruptura con objetivos y posiciones de clase, la adopción de ideas reformistas, la quiebra de lazos internacionalistas con la clase obrera y los partidos comunistas de otros países. Para tales casos, puede decirse que algunos se vanaglorian de alcanzar la independencia en el preciso momento en que pierden gran parte de ella.

En la situación existente actualmente en el movimiento comunista, la independencia de clase y la soberanía en las decisiones son componentes complementarios e inseparables de la independencia de un partido comunista.

 

 

LA FORMACIÓN DE UN PARTIDO OBRERO INDEPENDIENTE

 

 

Fue en el siglo XIX, con el desarrollo de la clase obrera en la sociedad capitalista, su lucha, su movimiento, su participación en revoluciones democrático-burguesas, junto con la formación de partidos de composición social obrera, pero efectivamente bajo la dirección de la burguesía, que se situó a la orden del día la creación de un partido verdaderamente obrero.

Cupo a Marx y Engels la tarea y la misión histórica de echar las bases ideológicas fundamentales y emprender las medidas prácticas para la creación de tal partido.

La creación de un partido de la clase obrera estuvo, desde el inicio, indisolublemente ligada a la idea de su independencia de clase.

En la lucha por la creación del partido de la clase obrera, Marx y Engels situaron en primer plano la noción de la independencia de los intereses, de las aspiraciones y de los objetivos de la clase obrera y de la independencia del partido, como partido de la clase obrera.

Verificando, a través de la experiencia de la revolución democrática de 1848, que el movimiento obrero en Alemania había caído “bajo el dominio y la dirección de los demócratas pequeño-burgueses”, Marx y Engels llamaron a “poner fin a esta situación”, subrayando que “debe establecerse la independencia de los obreros” (Mensaje de la Dirección Central a la Liga de los Comunistas).

El partido obrero (insistían) debe ser lo más independiente posible, para no ser otra vez, como en 1848, explotado y puesto a remolque de la burguesía”.

Este rasgo característico fundamental del partido —la independencia de clase—fue constantemente subrayado por los maestros del comunismo científico.

“La política que es preciso hacer”, subrayó Engels, “es la política obrera; es preciso que el partido obrero se constituya, no como la cola de ningún partido burgués, sino como partido independiente, que tiene su propio objetivo, su propia política. (Discurso sobre la acción política de la clase obrera.)

El objetivo de la “constitución del proletariado en partido político” (Marx/Engels, Resolución del Congreso General de La Haya, 1872), de la “organización del proletariado como partido político independiente” (Engels, “Sobre la cuestión de la vivienda) fue una de las tareas esenciales de la lucha revolucionaria de Marx y Engels.

Un documento fundamental y de alcance histórico imperecedero sintetizó la base ideológica, la misión y los objetivos históricos del proletariado y de su partido independiente, de su organización revolucionaria de vanguardia: el Manifiesto del Partido Comunista.

En la prosecución y desarrollo de la lucha de Marx y Engels, cupo a Lenin y a los comunistas el mérito, no solo de echar las bases ideológicas y organizativas, sino de fundar y llevar a la victoria un verdadero partido revolucionario de la clase obrera.

La “total independencia de clase” es indicada de nuevo por Lenin como rasgo característico fundamental. Un partido de clase del proletariado totalmente independiente” fue una orientación central de Lenin para la creación del partido comunista.

La independencia de clase del partido que se revela y afirma en la independencia política en relación con la clase dirigente, en la liberación con respecto a la ideología y la fraseología burguesa socialdemócrata, en la afirmación de su propia ideología, de su propio programa, de sus propios objetivos, de su propia acción, constituye, desde la formación de los primeros partidos comunistas, un rasgo característico fundamental y prioritario.

 

 

EL PCP Y LA INTERNACIONAL COMUNISTA

 

La victoria de la Revolución de Octubre, bajo la dirección del partido bolchevique, tuvo una influencia decisiva en la elevación de la conciencia de clase del proletariado de los otros países y en la consiguiente formación de numerosos partidos comunistas.

La adhesión del PCP a la Internacional Comunista constituyó un acontecimiento de extraordinaria importancia para su desarrollo como partido obrero independiente, como partido marxista-leninista.

La Internacional Comunista se identificaba con la Revolución de Octubre, con el primer Estado de obreros y campesinos, con las experiencias de repercusión universal del partido de los bolcheviques rusos, con el sueño y la esperanza de la clase obrera y de los explotados y oprimidos de todo el mundo.

Las relaciones del PCP con la Internacional Comunista fueron relaciones con el movimiento comunista internacional, con la lucha y la experiencia de los demás partidos, y especialmente con el Partido Comunista de la Unión Soviética y con las realizaciones soviéticas en la construcción del socialismo.

Sin el apoyo y la ayuda de la Internacional Comunista, habría sido extraordinariamente más difícil y ciertamente más lento, en la situación existente, la formación y maduración ideológica y política del PCP.

La Internacional Comunista representó así un importante papel en la historia del PCP.

El apoyo de la Internacional Comunista (y en el marco de la IC, del PCUS) al PCP se expresó en tres aspectos esenciales.

En primer lugar, se expresó en la posibilidad para el PCP y sus militantes, así como para militantes obreros sin partido, de conocer directamente, a través de delegaciones y viajes a la Unión Soviética, la experiencia de la primera revolución socialista victoriosa y de la construcción del socialismo.

El conocimiento en Portugal de la victoriosa Revolución de Octubre constituyó uno de los más fuertes incentivos para la acción revolucionaria de militantes obreros y uno de los más fuertes motivos de atracción de los trabajadores por el ideal comunista.

En segundo lugar, el apoyo de la Internacional Comunista se expresó en la posibilidad de conocimiento de la experiencia del PCUS y del movimiento revolucionario internacional, a través de las relaciones bilaterales establecidas con otros partidos comunistas, así como de los contactos y ligazones con otros numerosos partidos en el marco de congresos y conferencias de la Internacional Comunista, de la Internacional Sindical Roja, del Socorro Rojo Internacional.

El conocimiento en Portugal de los principios, características y métodos de organización del partido bolchevique y de los demás partidos comunistas constituyó uno de los más sólidos factores para la creación, la organización y la acción del PCP.

En tercer lugar, el apoyo de la Internacional Comunista se tradujo en la preparación y formación ideológica y política de cuadros, a través de viajes de estudio, de la participación en iniciativas internacionales, del envío de periódicos y revistas, de la concurrencia de miembros del Partido a escuelas de preparación política.

Aunque un número relativamente reducido de camaradas haya recibido directamente esa ayuda, ellos trasmitieron al Partido experiencias e ideas de extrema utilidad.

Hay que subrayar la importancia que, para la formación política del PCP, tuvo el VII (y último) Congreso de la IC, realizado en Moscú en 1935.

Hasta el VII Congreso, la línea política del PCP estaba plagada de ilusiones sectarias y voluntaristas.

En octubre de 1934, el ¡Avante!, en un gran artículo titulado “Puntos fundamentales del programa del gobierno obrero y campesino”, caracterizaba la situación como “la polarización de la lucha de clases entre la barricada de la contrarrevolución fascista adueñada del poder y la revolución proletaria y campesina que se yergue amenazadora en el país.

La resolución del Secretariado del Partido “Sobre la preparación del VII Congreso de la Internacional Comunista” (publicada en el ¡Avante! de Abril de 1935), aunque tratando con amplitud “la lucha por la unidad de acción de la clase obrera”, sostiene que “nuestro lema consiste en el emprendimiento de formas de actuación y movilización de masas que hagan suceder inmediatamente la lucha por el derrocamiento de la Dictadura, la lucha por el Gobierno Obrero y Campesino.

El VII Congreso de la IC, tanto por sus conclusiones (lucha contra el fascismo y la guerra, unidad de la clase obrera, frente popular antifascista) como por el examen conjunto hecho enseguida del Congreso por el Comité Ejecutivo de la IC y una delegación del PCP[1], constituyó para nuestro Partido una fuerte, estimulante y creativa llamada de atención para la necesidad de un análisis marxista de la realidad portuguesa y de las condiciones de lucha bajo la dictadura fascista.

Del VII Congreso y de esas conversaciones resultó un viraje en la línea política del Partido. La revolución democrática antifascista; la unidad de la clase obrera, entendida no como la unidad del partido, comunista y socialista (dada la inexistencia del PS que en 1933 decidió su autodisolución), sino la unidad alcanzada en la lucha concreta por intereses inmediatos; la actividad en los sindicatos fascistas, sustituyendo al intento, destruido por la represión, de crear sindicatos clandestinos; la unidad de las fuerzas democráticas en la lucha contra la dictadura, pasaron a ser direcciones fundamentales de la línea política del Partido después del VII Congreso.

Fue esa la última vez (en setiembre-octubre de 1935) en que la orientación del PCP fue debatida y resuelta con la Internacional.

Cabe subrayar que en la IC fueron enteramente comprendidas las particularidades de la situación portuguesa y las ideas expresadas por nuestro Partido.

Desde esa fecha, por consiguiente en los últimos cincuenta años, toda la orientación y actividad del PCP fue invariablemente y en todas las circunstancias, determinada por decisión propia, independiente y autónoma de sus órganos dirigentes.

El apoyo ideológico y político de la IC fue de la mayor importancia para que el PCP adquiriese su mayoría de edad, para que se convirtiese en un partido de la clase obrera, independiente de la influencia burguesa y pequeñoburguesa, y por fin capaz de trazar con independencia su propia línea política y táctica.

El apoyo de la IC no solo permitió el desarrollo político e ideológico del PCP, de modo de consolidar su independencia de clase, sino que preparó al PCP para poder llegar a estar en condiciones de asumir la soberanía total de sus decisiones.

Hubo, sin embargo, dos momentos en que las decisiones de la IC o de sus delegados no ayudaron al Partido. El primero, en 1924, cuando la decisión en favor de Carlos Rates, ya antes citada. El segundo, en 1939, cuando la injusta sospecha creada en Francia a militantes del Partido evadidos de las cárceles salazaristas condujo a la práctica ruptura de las relaciones de la IC con el PCP, que nunca más fueron restablecidas hasta la disolución de la IC en 1943.

Estos hechos negativos constituyeron también una enseñanza.

El Partido aprendió el valor de la experiencia de la revolución mundial y de la ayuda internacionalista. Aprendió también que, adquirida experiencia suficiente, en lo referente tanto a la orientación como a la vida interna, nadie mejor que el propio Partido puede decidir con justeza y rigor.

 

 

LA LECCIÓN DE 1939-1948

 

Para que el PCP pasara definitivamente a decidir soberanamente sobre su orientación y sus problemas, contribuyó el aislamiento internacional en que el Partido actuó desde 1939 hasta 1948; años vitales en la vida del Partido que, en condiciones de extraordinaria dificultad y complejidad, se trasformó entonces en un gran partido nacional.

Cuando la Internacional Comunista decidió su propia disolución en 1943, desapareciendo así el centro dirigente del movimiento comunista internacional, ya hacía cuatro años que el PCP no tenía ningún contacto con la IC.

Mientras tanto, la Alemania hitleriana desencadenó la Segunda Guerra Mundial. De los Pirineos al frente ruso, Europa fue bombardeada, destruida, ocupada, martirizada por las hordas nazis. Ferozmente perseguidos, torturados, fusilados, los comunistas organizaron la resistencia al ocupante.

El primer Estado socialista dirigido por el Partido Comunista, sufriendo pérdidas de 20 millones de vidas, acabaría por lograr el viraje de las operaciones militares, conduciendo a la derrota de la Alemania hitleriana y a la liberación de Europa del atroz yugo hitleriano.

En este extremo occidental de Europa, en un país que tiene delante la inmensidad del Atlántico y está separado de Europa por la España fascista, el PCP quedó aislado del mundo durante años.

En ese período, la historia del PCP quedó marcada por acontecimientos de la mayor importancia.

Es en 1940-1942 que se efectúa la reorganización del Partido, la cual iba a asegurar definitivamente la continuidad de la actividad en las condiciones de clandestinidad. Es en 1942-1945 cuando el Partido conduce grandes luchas de la clase obrera, pasando el Partido y la clase a desempeñar un papel de vanguardia y dinamizador del movimiento antifascista. Es en 1943 y 1946 cuando se realizan el III y IV Congresos (los primeros efectuados en la clandestinidad), afirmando la definición por el Partido de su línea política en la base del análisis de la realidad nacional, institucionalizando los principios orgánicos, la democracia interna, la elección del Comité Central. Es en esos años cuando se constituye, con la formación y promoción de cuadros, revolucionarios, un núcleo central capaz de, en cualesquiera circunstancias, asegurar colectivamente la continuidad del trabajo. Es en esos años que se crea un aparato clandestino (instalaciones, imprentas, cuadro de funcionarios, sistema de enlaces) que con su perfeccionamiento llegaría a garantizar el trabajo ininterrumpido del Partido, incluyendo la publicación de su órgano central (el ¡Avante!) sin interrupción hasta el 25 de Abril de 1974.

Es en 1946-1947 que el Partido, con más de 6000 militantes, alcanza el punto más alto de su organización clandestina. Es en esos años que se radica el trabajo en los sindicatos fascistas, que a iniciativa del Partido se crean grandes movimientos unitarios antifascistas (MUNAF, MUD), se adopta una táctica flexible, de la cual constituyó un rico ejemplo la concurrencia a las farsas electorales fascistas. Es en esos años cuando se define y adopta una política financiera que, con el apoyo material activo de los militantes y de los trabajadores, le permitió hacer frente a los nuevos y pesados deberes exigidos por el desarrollo del Partido.

Todo este inmenso trabajo de construcción del Partido en los años 40 fue realizado, encontrándose el PCP aislado del movimiento comunista internacional, de los partidos comunistas y obreros de los otros países. Única excepción fueron las ligazones coyunturales con el Partido Comunista de España y el apoyo que nuestro Partido dio a destacados cuadros del PCE, recibiéndolos en las casas clandestinas dándoles hospitalidad, organizando su tránsito clandestino hacia España.

Fuera de ese caso, el aislamiento internacional del PCP en esos años fue total.

Los cuadros que en esa época tuvieron que asumir la Dirección eran muy jóvenes y con limitada experiencia. Para el fortalecimiento y desarrollo del Partido fue necesaria una extraordinaria concentración de esfuerzos y energías y que muchos cientos de miles entregasen totalmente a la lucha sus vidas. Pero la experiencia probó que, arrostrando las dificultades, haciendo con coraje el duro aprendizaje de vanguardia de la clase obrera, superando debilidades y faltas, el PCP demostró, en esos años de aislamiento internacional, estar a la altura de asumir la soberanía de su orientación y de sus decisiones.

Los años de 1939-1948 representaron para el PCP experiencias que comportan dos lecciones fundamentales: una referente a la formación y a la fuerza interna del Partido; otra referente a la ligazón del Partido con la clase obrera y con las masas populares.

La primera lección: el Partido aprendió en la vida que la movilización, dinamización y correcta aplicación de las propias fuerzas y la confianza en las propias potencialidades es condición esencial de éxito.

La segunda lección: el Partido aprendió en la vida que la raíz directa y la fuente inagotable de su fuerza revolucionaria, de su ideal, de su inspiración, de sus cuadros, de las motivaciones de su orientación y de su acción, de sus recursos humanos y materiales, es la clase obrera, es el pueblo portugués.

Estas dos lecciones ejercieron una influencia profunda en toda la evolución ulterior del PCP.

Movilizando y desarrollando las fuerzas propias, siempre en estrecha ligazón con la clase obrera y las masas, el PCP confirmó su total independencia: independencia de clase y soberanía en las decisiones.

 

 

SOBERANÍA EN LAS DECISIONES

 

La creación de “un verdadero centro dirigente capaz de orientar la táctica internacional del proletariado revolucionario” (Lenin) correspondió a la necesidad imperiosa, ante la quiebra de la II Internacional, de organizar el movimiento obrero internacional, de crear partidos revolucionarios equipados con una teoría revolucionaria y aptos para organizar la lucha de los trabajadores en sus propios países.

La desaparición de ese centro de dirección con la disolución de la Internacional Comunista en 1943 correspondió a la expansión del movimiento comunista a todos los continentes, a países con las más variadas etapas de desarrollo económico y social y las más variadas condiciones políticas; la verificación de que un centro de dirección se convertía en una traba para el desarrollo de los partidos comunistas; la necesidad de que éstos resolvieran de manera operativa sus problemas, según las condiciones existentes en sus países; la madurez ideológica y política de un número elevado de partidos comunistas que se tornaron capaces de, por sí solos, definir su línea política y resolver sus problemas.

Una de las tareas históricas de la Internacional   Comunista, ayudar a los partidos a crear condiciones (conocimientos teóricos, cuadros, experiencias) para asumir enteramente con éxito la dirección de la lucha, fue así cumplida con éxito en lo fundamental.

La autonomía y soberanía en las decisiones —segundo aspecto de la independencia de los partidos comunistas— apareció como testimonio de una nueva y superior fase de desarrollo del movimiento comunista internacional y de los partidos comunistas, sus componentes.

La soberanía en las decisiones es una situación de derecho en el movimiento comunista hace ya más de

40 años (desde la desaparición de la IC) y, con relación a muchos partidos, es una situación de hecho que viene de más lejos aún.

Se vuelve un tanto insólito, y una insinuación gratuita, que algunos estén siempre reafirmando que no reconocen ningún centro del movimiento comunista internacional, ¡cuando la inexistencia de tal centro es la realidad desde hace casi medio siglo!

En cuanto al PCP, a su orientación, en todos los aspectos de su actividad, es decidida con total autonomía, independencia y soberanía desde el examen conjunto hecho en la IC enseguida del VII Congreso en 1935, es decir, hace exactamente cincuenta años.

La orientación política, el programa, los objetivos a largo, medio y corto plazo, la estrategia y la táctica del Partido, la actitud ante los acontecimientos nacionales e internacionales, todas las decisiones sin excepción, son decididas sin ninguna intervención o injerencia (directa o indirecta) de ningún otro partido. Es el Congreso del PCP, el CC del PCP, los organismos del PCP los que, en los términos de los Estatutos del PCP, analizan las situaciones y toman las decisiones respectivas.

La soberanía de un partido obrero no significa estrechez nacional, aislamiento internacional, rechazo de la experiencia del movimiento revolucionario mundial, absolutización de la propia experiencia, asunción del derecho a criticar a los demás, considerando al mismo tiempo como injerencia la crítica que se haga a esa crítica: actitudes que conducen inevitablemente a la pérdida de la independencia de clase.

La soberanía del PCP, como partido revolucionario de la clase obrera, se apoya en la capacidad de decidir por sí solo, manteniendo enteramente su independencia de clase.

Para ello son indispensables la comprensión del carácter universal del movimiento de emancipación de los trabajadores y de los pueblos, el constante aprendizaje con las experiencias del movimiento comunista internacional, el esfuerzo de cooperación con los demás partidos comunistas, la actividad solidaria para con los otros partidos y los otros pueblos.

Un partido revolucionario de la clase obrera se afirma a la altura de su soberanía cuando sabe mantener integralmente su independencia de dase.

 

 

CÓMO SE AFIRMA LA INDEPENDENCIA

 

El PCP (como por lo demás todos los partidos obreros) está sujeto a una violenta presión ideológica de la burguesía y de la reacción que tiene como objetivo fundamental hacerle perder su independencia de clase.

Se trata de una acción constante, persistente y coordinada. Moviliza inmensos recursos Va de grandes análisis “teóricos” a sórdidas campañas calumniosas. Se vincula con medidas de carácter administrativo y represivo. Actúa en todos los frentes. Y converge en un chantaje colosal: o el PCP mantiene los principios, los objetivos y la orientación actuales y, en consecuencia, es obligado al aislamiento, a la marginalización, al ghetto y no se lo puede considerar un partido con derecho a participación en términos de igualdad en la vida política nacional; o el PCP quiere ser tratado en términos de igualdad, quiere salir del ghetto y ser un partido “respetable y respetado” y entonces tiene que modificar principios y orientaciones.

Esta campaña aparece muchas veces en tono paternalista. Lamentan lo que llaman la “rigidez”, el “dogmatismo”, el “sectarismo”, el “stalinismo” del PCP y hacen votos para que el PCP se convierta en un partido “moderno”, de “modelo occidental.

A veces la campaña aparece ligada a un supuesto debilitamiento y pérdida de influencia del PCP y la afirmación de que el PCP sería incomparablemente más fuerte e influyente si adoptase la “orientación” que la burguesía y sus agentes le aconsejan. Se diría,a juzgar por tales palabras, que la burguesía y sus agentes están profundamente interesados en el fortalecimiento del partido de la clase obrera.

¿Y cuáles son las modificaciones que debería operar el PCP para “demostrar su independencia”?

Las modificaciones son provocativamente señaladas. Todas giran en torno a seis grandes cuestiones: dejar de ser un partido marxista-leninista; romper sus relaciones de amistad con el Partido Comunista de la Unión Soviética; criticar a la URSS y los países socialistas; romper con el internacionalismo proletario; desistir en Portugal de las reformas estructurales de carácter socialista; y adoptar un funcionamiento interno que permita tendencias y divisiones y la ruptura de la unidad del Partido.

Al contrario de lo que proclaman los políticos y propagandistas comunistas —según los cuales el PCP, realizando tales modificaciones, se convertiría en un “partido independiente”—, el PCP afirma y confirma su independencia (su independencia de clase y su soberanía en las decisiones), no cediendo a la presión y al chantaje ideológico y político de la burguesía y sus agentes.

Y así, el Partido afirma y confirma su independencia orientándose por el marxismo-leninismo.

Un partido comunista que abandone el marxismo-leninismo indica, con ese mismo hecho, que desde afuera o desde adentro sufrió la influencia y la presión ideológica de la burguesía.

El marxismo-leninismo es, en su esencia, la teoría que permite al Partido explicar el mundo, los procesos de trasformación social, los objetivos y los caminos de la liberación de los trabajadores.

La independencia del Partido se afirma, en el campo de la teoría, con la orientación marxista-leninista.

El Partido afirma y conforma su independencia continuando las relaciones de amistad con el PCUS y demás partidos comunistas y obreros de los países socialistas, y dando alto valor y divulgando las realizaciones de la URSS y demás países en la construcción del socialismo.

Pretender que una “vía propia” hacia el socialismo gana credibilidad desde que se critique sistemáticamente la realidad de los países socialistas y se congelen las relaciones con los respectivos partidos comunistas y obreros es, en la práctica, el abandono del objetivo del socialismo y del comunismo, y una expresión de la pérdida de la auténtica independencia de clase.

La independencia del Partido se afirma divulgando las realizaciones históricas del socialismo y manteniendo a la luz del día las relaciones de fraternal amistad y solidaridad con el PCUS y los otros partidos comunistas.

El PCP afirma y confirma su independencia manteniendo firmemente sus posiciones sobre la base del internacionalismo proletario.

Pretender sustituir la noción del internacionalismo proletario —resultante de la identidad de los intereses de la clase obrera de todos los países— por un “nuevo internacionalismo”, que abarcaría indiscriminadamente fuerzas obreras y fuerzas burguesas y pequeño-burguesas; pretender        “superar” un sistema de relaciones privilegiadas con otros partidos comunistas, estableciendo, en el mismo pie o con prioridad, relaciones con partidos socialdemócratas representa graves cesiones a la presión ideológica de la burguesía.

La activa solidaridad con los trabajadores y los movimientos revolucionarios de otros países, las relaciones de amistad y cooperación prioritarias con los otros partidos comunistas, la participación activa en el movimiento comunista internacional, son marcas inconfundibles del espíritu y de la independencia de clase de cualquier partido comunista.

El PCP afirma y confirma su independencia, no limitando sus objetivos a los objetivos políticos de la burguesía liberal, si no prosiguiendo la lucha por trasformaciones profundas de la sociedad.

Pretender sustituir los objetivos de trasformación y liberación social y política de los trabajadores, por objetivos reivindicativos en el marco, admitido como inalterable, de la democracia burguesa, representa una identificación con conceptos y objetivos de la socialdemocracia y una seria abdicación de la independencia del Partido.

La independencia del Partido se afirma, no aceptando convertirse en una expresión o un instrumento de una política burguesa, sino manteniendo firme y claramente los objetivos políticos históricos de la clase obrera.

El PCP afirma y confirma su independencia adoptando los principios orgánicos que garanticen la más profunda democracia interna y una sólida e inconmovible unidad.

Sustituir los principios orgánicos del Partido por los métodos de funcionamiento electoralista, autoritario y corrupto de los partidos burgueses sería también una grave capitulación de la propia independencia.

Para ser de hecho la vanguardia de la clase obrera capaz de conducirla a la lucha y la victoria, son condiciones fundamentales la fuerza organizada y la unidad del Partido. Los principios orgánicos del Partido constituyen también una decisión independiente y una manifestación de independencia.

El propio hecho de existir, como partido obrero, como partido marxista-leninista, es la mayor prueba de la independencia del Partido.

El PCP es y será, no solo en el nombre, sino en su política, en sus posiciones y actitudes, un partido comunista.

 

 

 

EL AMOR AL PUEBLO Y LA PATRIA Y EL INTERNACIONALISMO

 

Patriotismo e internacionalismo son rasgos esenciales de la política y de la actividad del PCP.

Hijo de la clase obrera portuguesa, hijo del pueblo portugués, el PCP es parte integrante de la sociedad portuguesa y de la nación portuguesa. Sus raíces de clase se asientan en la realidad económica y social, en la problemática, en la cultura y en las tradiciones nacionales.

Por su naturaleza, por su política, por su acción, el PCP es un partido nacional en el más amplio y en el más profundo sentido de la palabra. Partido al servicio del pueblo, partido al servicio de la Patria.

La fase imperialista del desarrollo del capitalismo determina el creciente abandono de los intereses nacionales por la burguesía,, cada vez más estrechamente ligada a los intereses del imperialismo extranjero y muchas veces completamente dependiente de ellos.

En la época del fascismo, los grupos monopolistas asociados al imperialismo y al gobierno fascista, su agente, sometían abiertamente los intereses nacionales a los intereses del imperialismo extranjero.

Después del 25 de Abril, la política contrarrevolucionaria, teniendo como objetivo central y fundamental la restauración de los monopolios, e igualmente caracterizada por el sacrificio de los intereses nacionales a dicho objetivo, por la sumisión, subordinación y capitulación, por graves concesiones económicas, financieras, políticas, diplomáticas y militares al imperialismo.

La autorización para crear grandes bancos extranjeros en Portugal, la entrega de sectores clave de la economía portuguesa a las multinacionales, la adhesión a la Comunidad Económica Europea y los acuerdos de capitulación con ella firmados, la aceptación de las imposiciones leoninas del FMI, las nuevas concesiones militares en territorio portugués hechas a Estados Unidos y otros países de la OTAN, son testimonios de la gradual entrega de Portugal al extranjero mediante la política de restauración monopolista.

La política de los grandes capitalistas, de los latifundistas y de los partidos que los sirven es, en sus aspectos esenciales, una política antinacional, una política que agrava los lazos de dependencia, una política que reduce, limita, daña y compromete la soberanía y la independencia nacionales.

A la inversa, la evolución del capitalismo determina la identificación creciente de los intereses de la clase obrera y de las masas trabajadoras con los intereses nacionales. La lucha de los trabajadores contra el poder económico y político de los monopolios y de los latifundistas existente en la época del fascismo, y contra su restauración después de la Revolución de Abril, se convirtió, por su propia naturaleza, en una lucha por la salvaguardia de la soberanía y de la independencia nacional.

Defendiendo los intereses de las clases parasitarias, de los grandes capitalistas y terratenientes, y desencadenando el proceso contrarrevolucionario, PS, PSD y CDS se situaron contra los intereses nacionales. Defendiendo los derechos vitales de los trabajadores y de las amplias masas laboriosas, defendiendo el desarrollo económico, social y político sobre la base de las conquistas de la Revolución de Abril, el PCP se confirmó como el gran defensor de los intereses de Portugal.

Los partidos de la contrarrevolución son los herederos de aquellos que, a lo largo de la historia, sacrificaron Portugal a los intereses de las clases explotadoras. El PCP se confirma como legítimo heredero de quienes, a lo largo de la historia —en el trabajo, en la política, en la vida social, en la ciencia, en las artes, en las armas—, edificaron, formaron y consolidaron la independencia nacional y aseguraron la perennidad y la gloria del pueblo y de la patria portuguesa.

Partido patriótico, el PCP es al mismo tiempo un partido internacionalista. Existen también condiciones objetivas para que lo sea.

En Portugal, como en cualquier otro país capitalista, existen intereses antagónicos entre la clase obrera y la burguesía. Entre la clase obrera de los más diversos países no existe antagonismo, sino identidad de intereses.

Esa identidad es base sólida e indestructible del internacionalismo proletario; de la cooperación, de la unión y de la solidaridad recíproca de los trabajadores de todos los países, que tienen como su más elevada expresión el movimiento comunista internacional.

El ascenso al poder de la clase obrera mediante revoluciones socialistas victoriosas, y la confluencia del movimiento de liberación nacional en la lucha contra el imperialismo, amplió y diversificó la base y las formas concretas de expresión del internacionalismo proletario. Pero no solo mantuvo, sino que enriqueció su naturaleza de clase.

Partido de la clase obrera portuguesa, el PCP es activamente solidario para con los trabajadores de otros países capitalistas. y sus vanguardias revolucionarias en la lucha contra el capital, y para con todas las revoluciones emancipadoras (de la explotación de clase, del dominio nacional y colonial, de regímenes de opresión) que se insertan en el proceso universal de liquidación del imperialismo y de liberación de la humanidad.

Esta actitud solidaria no significa identificación con el método seguido, con la fuerza política que lo dirigió ni con todas las soluciones adoptadas. Significa únicamente asunción política de la participación en el mismo proceso universal y de identificación de intereses y objetivos fundamentales.

Los deberes y responsabilidades nacionales no solo son enteramente compatibles con los deberes y responsabilidades internacionales, sino que son complementarios e inseparables. Patriotismo e internacionalismo son dos caras de la misma política de un partido revolucionario de la clase obrera.

No se trata, sin embargo, de objetivos y tareas paralelas, sin prioridades ni jerarquía en la distribución de fuerzas propias. En cada país, el cumplimiento de la tarea nacional del partido obrero no solo es su propia razón de ser, sino que es también la principal contribución que puede dar a la lucha de liberación de los trabajadores y de los pueblos de todo el mundo.

Así lo entiende el PCP, partido de la clase obrera, partido del pueblo y de la nación portuguesa, partido de la causa universal de la liberación del hombre, partido patriótico e internacionalista.

 

 

 

NOTA FINAL

 

 

Hablamos de nuestro Partido tal como nosotros, los comunistas portugueses, lo construimos, lo vivimos, lo deseamos.

Para los miembros del Partido, esperamos haber sistematizado algunos aspectos fundamentales de la experiencia y de la práctica que el colectivo partidario creó y adoptó y. en la consolidación y perfeccionamiento de los cuales se siente profundamente empeñado.

Para quien, desde afuera, se interesa por el PCP, abrimos la posibilidad de conocerlo tal como es por dentro, ya que lo mostramos como a través de paredes de vidrio. Confiamos haber contribuido de este modo a hacer conocer su verdadera imagen.

Y porque la cuestión de la “imagen” del Partido es objeto de variadas afirmaciones e interpretaciones, agregaremos en esta nota final algunas palabras más.

No es la persona de afuera quien está en mejores condiciones de afirmar cómo es el Partido. La inevitable tendencia de la persona de afuera, prisionera de ideas hechas y de preconceptos, es indagar y tomar como rasgos fundamentales y típicos situaciones aisladas y hasta esporádicas, que confirmen aparentemente tales ideas hechas y tales preconceptos. Se le escapa así lo que es más profundo, más general, más característico en la vida y en la actividad del Partido.

Estamos seguros de que muchos de los que de afuera y de lejos toman como imagen del Partido la imagen deformada que la propaganda anticomunista inventa y divulga, pasarán a ver al Partido con otros ojos en la medida en que lo conozcan mejor.

Interesa al anticomunismo ocultar cómo es en realidad el PCP, e inocular en la opinión pública una imagen mentirosa y calumniosa, de modo de crear reservas, discordias, sospechas, censuras, condenas, no por lo que el PCP es, sino por lo que el anticomunismo dice que es. El anticomunismo llega al punto de indicar lo que debería hacer el PCP y cómo debería ser para adquirir una “nueva imagen”.

De aquí se deduce que, cuando algunos dicen que para vencer ciertas reservas y suspicacias, el Partido debería “cambiar de imagen”, lo que quieren decir en definitiva no es que el Partido debería cambiar de imagen, sino que debería convertirse en un partido tal como al anticomunismo le gustaría que fuese.

Que en vez del partido revolucionario que es, partido y vanguardia de la clase obrera y de todos los trabajadores, partido luchador coherente e infatigable por los intereses del pueblo, por la libertad, por la independencia nacional y por el socialismo, partido patriótico e internacionalista, se convirtiese en un partido inofensivo para la burguesía y la reacción. Un partido que perdiese su naturaleza de clase y abandonase su política de clase. Que amoldara su política a los criterios de la burguesía y no a los partidos del proletariado. Que aceptase la inmovilidad de las estructuras socioeconómicas capitalistas.

Que rompiese sus lazos de amistad con el movimiento comunista internacional. Que se encaminase por el antisovietismo y por actitudes divisionistas del movimiento comunista. Que limitase su acción a concurrir a elecciones realizadas según los dictámenes de la burguesía y a la acción parlamentaria de algunos diputados resignados a la rutina de su propia acción. Que se convirtiese en un partido con un programa y una acción socialdemocratizantes. Que desistiese de sus objetivos del socialismo y del comunismo. En resumen: un partido asimilado por la sociedad burguesa, su ideología y su amoralidad.

Toda esta campaña y esta presión sacude a veces las convicciones de gente bien intencionada. Aunque aconsejando explícitamente tan solo un “cambio de lenguaje” y de “estilo” para crear una “imagen nueva”, sugieren de hecho cambios de fondo, muchos de los cuales son vetusteces desenterradas de los viejos estercoleros del movimiento obrero.

El PCP no es ni será tal como querrían el anticomunismo y el oportunismo, sino tal como sus militantes y toda su historia determinaron que fuese. Y solo sobre la base de lo que es el Partido puede formarse su verdadera imagen.

Con este libro, creemos haber contribuido a la formación de la verdadera imagen del PCP.

No porque tal fuese el objetivo del trabajo, sino solo porque en todo su trascurso hablamos con total veracidad.



[1] La delegación estuvo constituida por Bento Concalves y Paula de Oliveira, delegados del PCP al VII Congreso de la IC, y por Alvaro Cunhal, delegado al VI Congreso de la Internacional Juvenil Comunista, quien fue llamado por Bento a participar en la delegación. (Nota de la Editorial portuguesa.)