2.- El partido, la clase y sus masas
PARTIDO DE LA CLASE OBRERA Y DE TODOS LOS TRABAJADORES
El Partido Comunista Portugués es el partido de la clase obrera y de todos los trabajadores.
Esta definición tiene raíces históricas que se remontan a su fundación y halla confirmación constante, a lo largo de los años, en la naturaleza de clase de su política y de su actividad.
En la fundación del PCP intervinieron dos factores determinantes.
El primero fue el desarrollo del movimiento obrero portugués y sus experiencias de lucha. La clase obrera portuguesa, entrenada en una prolongada lucha social, tomó conciencia de que ni el anarquismo, entonces predominante, ni el reformismo abrían camino a la emancipación de los trabajadores. El anarquismo porque quemaba las fuerzas del movimiento obrero en luchas estériles con objetivos y métodos esquemáticos, irrealistas y aventureristas. El reformismo porque ponía organizaciones e iniciativas obreras a remolque de los intereses de la burguesía en el poder.
El segundo factor para la fundación del PCP (decisivo en ese momento histórico) fue la victoria de la Revolución de Octubre, con los ejemplos exaltantes del partido de los bolcheviques y de la instauración, en la antigua e inmensa Rusia de los zares, del primer Estado de obreros y campesinos.
La experiencia propia y la Revolución de Octubre permitieron a la clase obrera portuguesa tomar conciencia, por un lado, de la necesidad de disponer de un partido de vanguardia; por otro lado, de su propio papel histórico como fuerza social dirigente del proceso revolucionario que condujo a la liquidación del capitalismo y a la construcción de una sociedad liberada de la explotación: la sociedad socialista.
Tanto en su creación como en toda su historia, el PCP se afirmó siempre como el partido de la clase obrera y de todos los trabajadores.
PARTIDO DE LA CLASE OBRERA Y DE TODOS LOS TRABAJADORES
El Partido Comunista Portugués es el partido de la clase obrera y de todos los trabajadores.
Esta definición tiene raíces históricas que se remontan a su fundación y halla confirmación constante, a lo largo de los años, en la naturaleza de clase de su política y de su actividad.
En la fundación del PCP intervinieron dos factores determinantes.
El primero fue el desarrollo del movimiento obrero portugués y sus experiencias de lucha. La clase obrera portuguesa, entrenada en una prolongada lucha social, tomó conciencia de que ni el anarquismo, entonces predominante, ni el reformismo abrían camino a la emancipación de los trabajadores. El anarquismo porque quemaba las fuerzas del movimiento obrero en luchas estériles con objetivos y métodos esquemáticos, irrealistas y aventureristas. El reformismo porque ponía organizaciones e iniciativas obreras a remolque de los intereses de la burguesía en el poder.
El segundo factor para la fundación del PCP (decisivo en ese momento histórico) fue la victoria de la Revolución de Octubre, con los ejemplos exaltantes del partido de los bolcheviques y de la instauración, en la antigua e inmensa Rusia de los zares, del primer Estado de obreros y campesinos.
La experiencia propia y la Revolución de Octubre permitieron a la clase obrera portuguesa tomar conciencia, por un lado, de la necesidad de disponer de un partido de vanguardia; por otro lado, de su propio papel histórico como fuerza social dirigente del proceso revolucionario que condujo a la liquidación del capitalismo y a la construcción de una sociedad liberada de la explotación: la sociedad socialista.
Tanto en su creación como en toda su historia, el PCP se afirmó siempre como el partido de la clase obrera y de todos los trabajadores.
En 1921 surgió saliendo directamente de las fábricas, saliendo de la clase obrera. Y durante más de sesenta años de existencia, y particularmente en los momentos más duros y difíciles, el Partido recibió siempre de la clase obrera el apoyo, la fuerza, la energía, la inspiración y los cuadros necesarios para proseguir la lucha y para avanzar.
Desde la fundación del PCP, el desarrollo del movimiento obrero es inseparable de la acción y desarrollo del Partido, tal como el desarrollo del Partido es inseparable del desarrollo del movimiento obrero.
Como fue subrayado cuando el 50° aniversario, “cincuenta años de lucha del PCP no son solo motivo de orgullo para los comunistas. Lo son también para todos los trabajadores. La fundación, la continuidad, el desarrollo y la lucha del PCP constituyen hoy la mayor realización revolucionaria de la clase obrera de Portugal”.
Esto se afirmó con justicia en 1971.
Con la Revolución de Abril de 1974, la clase obrera portuguesa inscribió nuevas páginas gloriosas de su lucha con conquistas y realizaciones democráticas de alcance histórico. Pudo hacerlo porque disponía, para conducirla, de una experimentada vanguardia revolucionaria: el PCP.
La historia del PCP muestra también la íntima relación entre las luchas de la clase obrera y el reforzamiento orgánico del Partido. Así fue con la reorganización de 1929. Así en los años 1942-1949. Así en los años 50. Así en el período de la crisis general del régimen fascista, en 1960-1967. Así en el período de la agonía de la dictadura, en 1968-1973.
La ligazón con la clase obrera y las masas populares es la esencia y la sustancia de la acción del Partido, y el origen básico de su fuerza y de su capacidad para sobrevivir y resistir en las más duras circunstancias, para desarrollarse a través de las situaciones más complejas y de las más variadas pruebas.
Sus raíces y su naturaleza de clase constituyen determinantes constantes de los hábitos de organización y de disciplina, de la claridad de objetivos, de la cohesión, del espíritu colectivo, de la capacidad de organización, de la combatividad y de la solidaridad.
El PCP es hijo de la clase obrera. Si se secaran sus raíces de clase, estaría condenado a envejecer, a decaer y a morir. La clase obrera es, para el Partido, la fuente de vida y de permanente rejuvenecimiento.
CÓMO SE AFIRMA LA NATURALEZA DE CLASE
La naturaleza de clase del Partido se afirma y se revela en la ideología, en los objetivos, en la composición social, en la estructura orgánica, en el trabajo de masas y, de una manera general, en todos los aspectos de su actividad.
Se afirma y se revela, en primer lugar, en la ideología, toda vez que el marxismo-leninismo es la ideología de la clase obrera en la época del tránsito del capitalismo al socialismo.
Como lo demuestra la experiencia internacional, el debilitamiento de la naturaleza de clase de un partido es acompañado inseparablemente por el alejamiento con respecto al marxismo-leninismo, y el alejamiento con respecto al marxismo-leninismo es acompañado inseparablemente por el debilitamiento de la naturaleza de clase del partido.
En el PCP, el fortalecimiento ideológico y la actividad ideológica creativa en la base del marxismo-leninismo anduvieron siempre a la par del fortalecimiento y la afirmación de su naturaleza de clase.
La naturaleza de clase del Partido se afirma y se revela, en segundo lugar, en los objetivos, ya que la liberación de la explotación capitalista y la construcción del socialismo y del comunismo, si bien corresponden a los intereses de las más vastas masas populares, y debiendo obligatoriamente tener en cuenta los intereses y aspiraciones del campesinado y de las otras clases y capas aliadas de la clase obrera, significan el ascenso de la clase obrera a clase dirigente y gobernante de la sociedad, la liquidación de la explotación capitalista cuyo principal objeto es la clase obrera, la creación de una nueva sociedad correspondiente a los intereses, las necesidades y las aspiraciones de la clase obrera.
Como demuestra la experiencia internacional, cuando se debilita la naturaleza de clase de un partido comunista, enseguida se tiende a la revisión de objetivos esenciales, a la adopción de objetivos reformistas, a un criticismo sistemático a las experiencias históricas en la construcción del socialismo.
El PCP define los objetivos en la actual etapa de la revolución, así como en cada situación social y política concreta. Pero, inseparable de su naturaleza y espíritu de clase, se mantienen siempre vivos en el horizonte el objetivo y la perspectiva del socialismo y del comunismo.
La naturaleza de clase del Partido se afirma y se rebela, en tercer lugar, en la composición social, ya que la mayoría de los miembros del Partido son obreros.
Esta característica, ya existente en la clandestinidad, se confirmó después del 25 de Abril.
Tomando los seis últimos Balances Generales de Organización realizados desde 1977, el porcentaje de obreros se sitúa regularmente entre 57% y 58%, correspondiendo a obreros industriales del 44,2 % al 48,8 %, y a los obreros agrícolas del 11,9 % al 13,2 %. Más de cien mil obreros son actualmente miembros del Partido.
Como el porcentaje de empleados ha oscilado entre el 19 % y el 20 %, el total de obreros y empleados se mantiene entre el 77 % y el 78 % de los miembros del Partido.
Es inevitable que, en países donde está muy atrasado el desarrollo del capitalismo y donde, en consecuencia, el peso social de la clase obrera es reducido, la composición social de un partido comunista sea diferente. Pero, dado el grado de desarrollo de las relaciones de producción capitalistas en Portugal, puede decirse que, desde su creación, la naturaleza de clase del Partido tuvo siempre correspondencia en su composición predominantemente obrera.
La naturaleza de clase del Partido se afirma y se revela, en cuarto lugar, en la estructura orgánica, dado que las organizaciones en el lugar de trabajo, especialmente las células de empresa, constituyen la forma fundamental y prioritaria de la organización de base del Partido.
La experiencia internacional muestra muchos casos en que las decisiones de sustituir las células de empresa por las células de barrio, las células de lugar de trabajo por las células del lugar de residencia, atribuyendo a veces a organizaciones sociales o políticas unitarias la dirección de la actividad de las empresas, corresponden a un debilitamiento ideológico y a un abandono de objetivos de clase de los partidos respectivos.
Puede haber, es cierto, situaciones muy particulares en que tales decisiones sean determinadas únicamente por razones coyunturales. También en nuestro Partido, accidental o temporalmente, con el aumento de las dificultades en el trabajo en las empresas, resultantes del ambiente represivo, o por necesidades de la distribución de los cuadros, se ha verificado a veces un traslado de la actividad de camaradas de la empresa al barrio o a la localidad.
Pero la célula de empresa sigue siendo una organización de base esencial. El artículo 32 de los Estatutos determina que “la organización partidaria debe estructurarse prioritariamente por los lugares de trabajo”. La aplicación de este principio se considera fundamental en la actividad partidaria.
La naturaleza de clase del Partido se afirma y se revela, finalmente, en el trabajo de masas, dado que la organización y la lucha de la clase obrera (ya sea en la defensa de intereses propios o en la vanguardia de la lucha popular) constituye el eje de la actividad de masas del Partido.
Esto no significa menor atención ni menor cuidado por otras expresiones del trabajo de masas, tales como el campesinado, los intelectuales, las otras clases o capas antimonopolistas. Pero significa la atribución a la clase obrera de un papel decisivo, que la realidad ha comprobado, como fuerza motriz y dinamizadora de la movilización y de la lucha del pueblo portugués.
LA REGLA DE ORO
Importante garantía de la política de clase del Partido es la participación determinante de militantes obreros en la Dirección. O sea, una mayoría obrera en la Dirección.
Puede objetarse con la propia experiencia del Partido, según la cual, en determinado momento, una identificación esquemática del origen social obrero con la conciencia política llevó a promover a la dirección, cuadros que resultaron carentes del mínimo de condiciones para tal responsabilidad.
Puede objetarse también que hay intelectuales con conciencia política proletaria y obreros fuertemente influidos por la ideología burguesa.
Es cierto. Pero no es lo más frecuente, mucho menos como regla. Lo más frecuente (y la regla) es que la ideología burguesa influye más en los intelectuales que en los obreros, y que la participación determinante de obreros en la Dirección asegura mayor solidez de principios que la participación determinante de camaradas de otros orígenes sociales.
Si considerando casos individuales, lo importante no es tanto el origen social proletario como la conciencia política proletaria, considerando el colectivo de dirección el origen social proletario es la fuente natural y constantemente revivificante de la conciencia de clase y de la conciencia política.
La mayoría obrera en los organismos de dirección es una importante garantía para que el Partido se mantenga fiel a una ideología y a una política de clase, sea capaz de analizar las situaciones y los problemas desde un punto de vista de clase, no sufra la influencia ideológica de la burguesía y mantenga firmemente los objetivos revolucionarios de la liquidación del capitalismo y de la construcción de una sociedad socialista.
Cuadros intelectuales integrados en un colectivo revolucionario de mayoría obrera logran, con el tiempo y la experiencia, la conciencia de clase del proletariado. Pero si los cuadros intelectuales predominan mayoritariamente en organismos de dirección, se corre el riesgo de que, manteniendo preconceptos negativos de la clase de origen, hagan prevalecer criterios y orientaciones no conformes con la naturaleza de clase, 1a ideología y los objetivos del partido.
No se niega que numerosos movimientos y partidos revolucionarios hayan alcanzado grandes victorias teniendo en su dirección una mayoría de elementos oriundos de la pequeña y la mediana burguesía. Pero existen también ejemplos en que el origen de clase burgués de la mayoría de los miembros de la dirección llevó a grandes distanciamientos de la causa obrera en el plano ideológico, político, programático y de acción.
En el PCP, la mayoría obrera en el Comité Central, en sus organismos ejecutivos y en todos los organismos de dirección siempre que es posible, se considera como una “regla de oro”.
No se trata de una imposición que no tenga en cuenta los cuadros existentes en un momento dado. Se trata de una orientación que determina criterios de selección y de promoción.
Ya en la clandestinidad, aunque condicionada por los golpes represivos, se siguió dicha orientación. Después del 25 de Abril, desaparecidas las contingencias de la represión, se hizo un mayor esfuerzo en ese sentido.
El Comité Central (titulares y suplentes) electo en el VIII Congreso del Partido (1976) tenía un 49 % de obreros; el CC electo en el IX Congreso (1979), el 50,4%; el CC electo en el X Congreso (1983), 51%. La Comisión Política electa en la primera reunión del CC después del X Congreso tiene trece obreros en el total de veinticinco miembros titulares y suplentes.
La situación ya no es tan nítida en las direcciones de las organizaciones regionales. Tomando las ocho direcciones electas de las asambleas de las organizaciones regionales, realizadas en 1984 y 1985 (hasta Abril), en cinco la cantidad de obreros excede el 50 %. En las otras tres no llega a la mitad.
Es natural que en regiones, distritos o municipios donde la clase obrera tiene un peso reducido, en la composición social de la población, no se verifique la mayoría obrera en los órganos dirigentes. La tendencia es, sin embargo, al aumento general del porcentaje de obreros.
Hay quien plantea la cuestión de saber si la aplicación de la “regla de oro” no significará una injusta discriminación en relación a los cuadros no obreros, especialmente intelectuales, conduciendo a dificultades en su promoción y al no aprovechamiento de sus cualidades o capacidades.
El hecho es que no hay discriminaciones. Los numerosos cuadros de origen no obrero tienen igual posibilidad de desarrollarse, de ser promovidos, de desempeñar responsabilidades elevadas. Hay en el Partido y en los organismos de dirección un elevado porcentaje de cuadros no obreros, especialmente de intelectuales. Más de diez mil miembros del Partido son intelectuales y cuadros técnicos. En el total de los miembros efectivos y suplentes del CC electo en el X Congreso, 25,4 % son de origen intelectual. En la Comisión Política hay cinco camaradas de origen intelectual.
Es cierto, no obstante, que el Partido presta particular atención a la preparación, educación y formación de cuadros obreros. En razón de la naturaleza de clase del propio Partido. Es también porque son los cuadros obreros los que sufrieron y sufren las graves discriminaciones sociales, educativas y culturales del capitalismo que impide que, fuera del Partido, puedan ganar una preparación general en el nivel de la de los intelectuales.
En nuestro Partido se considera indiscutible que la mayoría obrera en los organismos superiores durante muchos años ha sido determinante para la firmeza ideológica, política y revolucionaria. Por todo eso se mantiene la “regla de oro”.
CARACTERÍSTICAS DE LA VANGUARDIA REVOLUCIONARIA
El PCP afirma ser la vanguardia revolucionaria de la clase obrera y de todos los trabajadores.
¿Qué caracteriza el PCP como vanguardia?
En primer lugar, el conocimiento profundo de la situación, y de los problemas de los trabajadores, la defensa de sus intereses y aspiraciones, la definición sobre una base científica de los objetivos de lucha en las diversas situaciones y etapas de la evolución social en el marco de la misión histórica de la clase obrera.
Si disminuye el conocimiento de la situación y de los problemas, si se debilitan las posiciones de defensa de los intereses de clase, si los objetivos de lucha no son definidos con rigor, es inevitable que el Partido, pese a presentarse como vanguardia, deje de serlo coyunturalmente.
En el PCP, esta característica inherente a la condición de vanguardia empezó siendo, y fue durante muchos años, un objetivo y una afirmación de intención revolucionaria. Con los años se volvió una realidad resultante del desarrollo, del aprendizaje, de la experiencia y de la madurez del Partido.
En segundo lugar, es característica del Partido como vanguardia la estrecha ligazón y el contacto permanente y vital con la clase y con las masas.
La vanguardia demuestra ser tanto más una verdadera vanguardia cuando más consigue aproximar a sí la clase y las masas y mantener una ligazón organizada con ellas.
El Partido es un factor determinante de la fuerza organizada y conciente de las masas. Recíprocamente la fuerza del Partido proviene en lo fundamental de la clase obrera y de las masas.
Una vanguardia que cree afirmarse mostrando su distancia de las masas y su superioridad, deja de ser una vanguardia para tornarse un destacamento aislado, sin raíces, condenado a la derrota y a la destrucción.
La ligazón con la clase y con las masas exige que la vanguardia no se adelante ni se atrase demasiado. La quiebra de esa ligazón es tan peligrosa cuando la vanguardia se atrasa en relación a las masas, como cuando avanza demasiado separándose de ellas.
En tercer lugar, es característico del Partido como vanguardia el papel de orientador y dirigente.
El Partido se afirma como vanguardia, indicando correctamente los objetivos de lucha, las tareas, las formas de acción, organizando y dinamizando la lucha de masas. El papel dirigente del Partido se afirma en la capacidad de indicar líneas de orientación y consignas que corresponden a los intereses profundos y sentidos de la clase obrera y de las masas populares, esclarezcan las situaciones, los problemas y los objetivos e indiquen con acierto el camino y la perspectiva.
Para ello es esencial que el Partido tenga plena conciencia de que, para poder dirigir y enseñar, debe aprender también con la clase y las masas. Para la definición de la orientación política, de la orientación táctica, de las formas de acción, es indispensable escuchar a la clase y las masas, recoger su información y su opinión en todos los aspectos de su vida, de sus aspiraciones y de sus disposiciones de lucha.
El mérito de un partido revolucionario no es solamente trasmitir su experiencia revolucionaria a las masas, sino saber recibir v asimilar la experiencia revolucionaria de las masas. El Partido tiene su propia sabiduría. Pero la sabiduría del Partido es, en gran medida, la asimilación de la sabiduría de las masas.
Uno de los aspectos más complejos e importantes en la dirección de la lucha social y política es la justa evaluación, tanto de la preparación y disposición del Partido como de la preparación y disposición de las masas.
Una justa evaluación exige, por ejemplo, que no se confunda la determinación y la voluntad del Comité Central con la determinación y la voluntad del Partido en su conjunto, ni la determinación y la voluntad del Partido en su conjunto con la determinación y la voluntad de las masas.
Lo normal es que la disposición del Partido sea superior a la disposición de la clase y de las masas. Pero sucede, en determinados momentos, que la disposición de la clase y de las masas supera la evaluación del Partido y la disposición de organizaciones del Partido. En tales casos, el Partido corre peligro de ser superado por las iniciativas y movimientos espontáneos.
La responsabilidad de la vanguardia como fuerza dirigente es inmensa. Los errores de orientación se pagan caro y afectan al reconocimiento del Partido como vanguardia. Es más difícil ganar la confianza de las masas que perderla. Una vez sacudida o perdida la confianza, la recuperación es extraordinariamente más trabajosa, porque los motivos que llevaron a la disminución o pérdida de la confianza permanecen o se reavivan en la memoria de las masas.
La creciente confianza en el PCP es en gran parte resultado y prueba de acierto de la acción del PCP como dirigente de la clase obrera y del movimiento popular.
En cuarto lugar, caracteriza al Partido como vanguardia el más elevado nivel de la conciencia de clase, de la determinación, combatividad y coraje revolucionarios.
Para que un partido sea de hecho la vanguardia, tiene que mostrar capacidad para cumplir sus tareas, cualesquiera que sean las condiciones en que actúa.
El valor del ejemplo es uno de los más importantes factores de la influencia del Partido, de su prestigio, de su ligazón con la clase y las masas.
El PCP demostró tener esa capacidad, tanto en las condiciones de represión y terror de la dictadura fascista como en el proceso revolucionario después del 25 de Abril.
En la época de la dictadura, mientras todos los demás partidos renunciaban a la lucha o zozobraban ante la represión, el PCP, haciendo frente a las mayores persecuciones, se organizó, se desarrolló, se convirtió en un gran partido nacional en las condiciones de clandestinidad, se convirtió en la fuerza política dinamizadora de la resistencia antifascista. Después del 25 de Abril constituyó la fuerza política determinante en la lucha que derrotó sucesivos intentos de golpes contrarrevolucionarios (Junio de 1974, 28 de Setiembre, 11 de Marzo) y en la resistencia ulterior a las ofensivas contrarrevolucionarias. No lo hizo ni lo hace de manera aislada.
La lucha de los comunistas es el elemento motor de la lucha de la clase y de las masas. Por eso el mayor mérito de un partido comunista es conseguir, en aspectos fundamentales de la conciencia, de los objetivos y de la decisión de lucha, elevar las masas al nivel de la clase y la clase al nivel de la vanguardia.
Puede decirse con veracidad que el PCP lo consiguió en momentos capitales de la vida nacional. En numerosos momentos de la lucha contra la dictadura fascista. En el trascurso de la Revolución de Abril y del proceso que condujo a las grandes conquistas democráticas.
En quinto lugar, es característica del Partido como vanguardia la conciencia de que no es el Partido quien, solo, asegura la defensa de los intereses y la liberación de la clase obrera y de 1as masas populares; más bien es la clase obrera y las masas populares que, con el Partido pero con sus propias manos, tienen que defender sus intereses y lograr su liberación.
La concepción de vanguardia del PCP, nada tiene que ver con un falso vanguardismo, según el cual la acción política y revolucionaria no corresponde a las masas, sino a pequeños grupos o a caudillos que todo lo deciden y todo lo hacen.
La concepción de vanguardia del PCP nada tiene que ver tampoco con las viejas concepciones aristocráticas o pequeñoburguesas de las “minorías activas”, de los “héroes libertadores”, según las cuales la revolución social sería obra de una minoría esclarecida, bien organizada y decidida a la lucha que, lanzándose sola al combate final, arrastraría a la mayoría del pueblo.
Estas concepciones y tendencias, tan viejas como el movimiento obrero, hallan caldo de cultivo en la mentalidad de la pequeña burguesía, cuando se involucra en procesos revolucionarios. Por eso resucitan y reaparecen con frecuencia a lo largo de los años.
Es cierto que el movimiento revolucionario conoce casos excepcionales en que una “minoría activa” empeñada en la acción revolucionaria, especialmente en la acción armada, logra conducir a la victoria una revolución y ganar posteriormente a las masas.
El levantamiento militar del Movimiento de las Fuerzas Armadas, el 25 de Abril de 1974, es ejemplo de un movimiento revolucionario victorioso a partir de una organización limitada de vanguardia.
Pero el triunfo del MFA (para no hablar ya de su formación) se asentó en un poderoso movimiento popular antifascista y la acción del MFA el 25 de Abril desencadenó el levantamiento popular que dio la verdadera dinámica democrática a la acción militar.
La historia del movimiento revolucionario mundial presenta casos de acciones victoriosas de “minorías activas”, pero presenta sobre todo fracasos y derrotas.
Ninguna revolución profunda de carácter social fue realizada hasta hoy sin la participación decisiva y creativa de las masas populares.
Una vanguardia que crea resolver solo con su acción aquello que únicamente la clase y las masas pueden resolver, cae en el voluntarismo y en el aventurerismo, que conducen casi invariablemente a la derrota.
En su orientación y actividad, el PCP parte de la confianza profunda en la capacidad y las potencialidades de la clase obrera y de la conciencia del papel determinante de las masas populares en las trasformaciones sociales.
Para que un partido sea la vanguardia de la clase obrera, no basta con que afirme serlo. El PCP confirma en la vida y en la lucha que lo es en verdad.
VANGUARDIA OBRERA, VANGUARDIA DEL PUEBLO
La influencia de masas del PCP, junto con los lazos directos con otras clases y capas sociales, deriva de la influencia del PCP en la clase obrera y de su fusión orgánica con la clase obrera. En este sentido, la influencia de masas y el papel de vanguardia del PCP es una expresión del papel de vanguardia de la clase obrera en la lucha del pueblo entero.
El Programa y los objetivos del Partido corresponden enteramente a los intereses y las más profundas aspiraciones de los trabajadores portugueses. Su orientación debe estar inspirada en criterios de clase. Es desde el ángulo de los intereses fundamentales y de las perspectivas históricas de la clase obrera, que el PCP determina su política de alianzas, sus posiciones y propuestas políticas en cada situación dada.
El Partido no se limita, sin embargo, a defender los intereses de la clase obrera, tanto más porque éstos son, en el proceso revolucionario, coincidentes con los intereses de otras clases y capas sociales.
Tanto el Partido, en su calidad de vanguardia de la clase obrera, como la clase obrera, en su calidad de fuerza social de vanguardia del proceso de transformación social, toman decididamente la defensa de los intereses de todas las otras clases y capas laboriosas, de todas las otras clases y capas cuyos intereses son afectados por la política de las clases dominantes, y cuyos objetivos y aspiraciones coinciden o convergen con los de la clase obrera.
En la revolución portuguesa del 25 de Abril, en el proceso de instauración del régimen democrático y en la resistencia a las ofensivas contrarrevolucionarias, el PCP (y con el PCP la clase obrera) encabezó la lucha en defensa de los intereses, no solo de los trabajadores sino del campesinado, de los intelectuales, de los pequeños y medianos comerciantes e industriales, y de las otras capas sociales interesadas en los objetivos de revolución democrática y nacional y gravemente afectadas por la política de restauración monopolista, latifundista e imperialista.
Partido de la clase obrera y de todos los trabajadores, el PCP se convirtió en el defensor más firme y consecuente de los intereses y derechos de todas las clases y capas antimonopolistas.
Esto no significa que no se hayan registrado y no se registren todavía deficiencias (a veces graves) de organizaciones del Partido en lo que respecta a este importante aspecto de la orientación y de la acción. Cierto exclusivismo de atención de algunas organizaciones para los problemas de la lucha de la clase obrera y la desatención, incomprensión y subestimación de los problemas y de la lucha de las otras clases y capas antimonopolistas ha representado, en algunos sectores, un freno al desarrollo de la influencia del Partido.
Tales deficiencias no desmienten, sin embargo, ni la firme orientación del Partido ni el hecho de ser el Partido el único defensor consecuente de los intereses y objetivos de esas clases y capas.
Esta actitud es consecuencia directa de la definición de la naturaleza de la etapa de la revolución que atravesamos y del ordenamiento de las fuerzas de clase y sus alianzas. Es una expresión del papel del Partido y de la clase obrera en el proceso de trasformación social iniciado con la revolución del 25 de Abril de 1974.
Esto no significa tampoco que las clases y capas sociales cuyos intereses vitales son gravemente afectados por la política del PS y de los partidos reaccionarios, y defendidos por el PCP, estén esclarecidas a este respecto. La realidad es que, en gran medida, contra sus propios intereses, han votado por el PS y los partidos reaccionarios y comparten reservas y sentimientos anticomunistas.
Objetivamente están interesadas en la derrota de la política de esos partidos y en la victoria de la política del PCP. Subjetivamente, en la actitud hacia los partidos, proceden como si su interés fuese precisamente el inverso.
Sin embargo, la situación ha evolucionado en el sentido de un gradual esclarecimiento de esas clases y capas sociales.
Una primera señal valiosa de tal evolución es la participación creciente en la lucha contra las medidas concretas de los sucesivos gobiernos de derecha que directamente las afectan.
Una segunda señal de dicha evolución es la participación creciente en la lucha, ya no contra tales o cuales medidas, sino contra los gobiernos que las toman, aconteciendo que cientos de miles entre quienes votaron al PS y al PSD exigieron, durante 1984 y 1985, la dimisión del gobierno de esos partidos.
Una tercera señal de dicha evolución es la caída vertical de la influencia del CAP y de las organizaciones campesinas del PS y el rápido aumento de la influencia del CNA y de cientos de organizaciones y movimientos campesinos de carácter unitario e independiente.
Una cuarta señal de dicha evolución es el fenómeno similar que se verifica relativamente en las organizaciones y movimientos de intelectuales, de mujeres, de la juventud, de pequeños y medianos comerciantes e industriales, de jubilados e inválidos.
Una quinta y última señal de dicha evolución es el fortalecimiento de la organización, de la ligazón, de la influencia y del prestigio del PCP en esas clases y capas.
Tal evolución, aunque tenga correspondencia en el avance registrado en resultados electorales regionales y locales, no la tiene en el resultado electoral nacional, en que la APU ronda el 20%; resultado modesto en relación con la real influencia del Partido y sus aliados. De allí resulta la tarea de trasformar el apoyo en la lucha social en apoyo en la lucha política, y el apoyo en la lucha política en apoyo electoral.
Entre tanto, en la lucha reivindicativa, en la lucha social, aun en la lucha política de las clases y capas ligadas directamente a la acción de los gobiernos de derecha (con o sin el PS), es cada vez mas general el reconocimiento del papel esclarecedor, movilizador, organizador del PCP, o sea el reconocimiento de su papel de vanguardia.
EL PARTIDO DE NUEVO TIPO
Es habitual definir a un partido comunista como un partido de “nuevo tipo”.
La propia expresión “nuevo tipo” indica que a las características del Partido consideradas necesarias se les contrapone un “tipo antiguo”, un “tipo anterior”.
De hecho, así es. La expresión es de Lenin y fue utilizada en la época de la creación del partido bolchevique.
Lenin continuó y desarrolló la idea (y la correspondiente actividad) de Marx y Engels acerca de la necesidad, para el movimiento obrero y para la trasformación de la sociedad, de un partido comunista, revolucionario.
¿Cuál era la situación en el paso del siglo XIX al siglo XX?
El partido obrero entonces existente era el partido socialdemócrata. Habiendo suscitado grandes esperanzas en los trabajadores, cayó luego bajo la influencia ideológica de la burguesía. Los principios, los objetivos programáticos y el funcionamiento orgánico del partido socialdemócrata no respondían a la necesidad de la existencia de un partido revolucionario de la clase obrera. La socialdemocracia había perdido toda capacidad para dirigir la lucha de la clase obrera, para ser su vanguardia, para orientar la clase y las masas hacia la revolución socialista.
Se hacía necesario e imperioso (según Lenin) un partido “nuevo tipo”, que se contrapusiese al “tipo” del partido socialdemócrata.
La experiencia del partido de los bolcheviques rusos (cuyo inmenso valor se expandió con la victoria de la Revolución de Octubre) inspiró en muchos países la ruptura con la socialdemocracia por los sectores más concientes del proletariado y la creación de “partidos de nuevo tipo”, de “tipo leninista”.
Suslov caracterizó justamente la creación del partido bolchevique como “un viraje radical de los viejos partidos socialdemócratas hacia el partido proletario de nuevo tipo en escala internacional” (Pravda, 14-7-1973).
En efecto, inspirados por el ejemplo del partido bolchevique, surgieron partidos comunistas en numerosos países.
La Internacional Comunista desempeñó un papel importante en la creación de partidos combativos, revolucionarios, con una ideología y una política de clase liberadas de la influencia ideológica, del oportunismo y los métodos de organización de la socialdemocracia.
Son particularmente significativas para definir los rasgos esenciales de los “partidos de nuevo tipo”, las “condiciones de ingreso en la IC” (conocidas como las “21 condiciones”) aprobadas en el II Congreso de la IC, realizado en Julio-Agosto de 1920.
Las “21 condiciones” pueden ser ordenadas en cinco grupos.
En las condiciones 1, 6, 7, 10 y 17 se indica lo fundamental de las posiciones ideológicas del “partido de nuevo tipo”: propaganda de carácter comunista, lucha contra la ideología burguesa y reformista, ruptura absoluta con el reformismo y la política del “centro”, lucha contra la internacional de los sindicatos amarillos, desenmascaramiento del socialpatriotismo y del socialpacifismo.
En las condiciones 2, 13, 15, 20 y 21 se apunta a la formación de un núcleo dirigente fiel a la nueva política: alejamiento o expulsión de cargos responsables, de los reformistas y de quienes se oponían a las tesis y decisiones de la IC, depuraciones periódicas, posiciones mayoritarias de los partidarios de la política revolucionaria.
En la condición 12 se definen los principios orgánicos del “partido de nuevo tipo”: el centralismo democrático.
En las condiciones 3, 4, 5, 9 y 11 se indican formas y métodos de lucha en una época considerada de “guerra civil”: propaganda en los campos entre campesinos y asalariados, acción en los sindicatos, cooperativas y otras organizaciones de masas, acción parlamentaria consecuente, creación de una organización ilegal paralela, dada la inseguridad de la legalidad burguesa, propaganda sistemática entre los militares.
En las condiciones 8, 9, 16, 17, 18 y 19 se indican los rasgos internacionalistas que caracterizan a los “partidos de nuevo tipo”: apoyo de los partidos de los países colonialistas al movimiento liberador de los pueblos coloniales, apoyo a las repúblicas soviéticas y respeto obligatorio a las decisiones de la IC. Trascurrieron sesenta y cinco años. Desde entonces la situación mundial, el proceso revolucionario y el movimiento comunista experimentaron profundas y decisivas modificaciones.
Algunas de las “21 condiciones para el ingreso en la IC”, o sea para que los partidos fuesen considerados “de nuevo tipo”, tales como el combate contra la ideología burguesa socialdemócrata, siguen caracterizando a los partidos comunistas. Pero el conjunto de las características definidas en las “21 condiciones” se halla históricamente superado.
Desde esa época ya distante, los partidos comunistas, “partidos de nuevo tipo”, desarrollaron su actividad, vivieron una larga historia, acumularon ricas y variadas experiencias.
La vida demostró que adoptar estatutariamente los principios clásicos del “partido de nuevo tipo” no basta para afirmar como tal a un partido, y que la aplicación mecánica y esquemática de tales principios los despoja de esencia y de validez.
La teoría marxista-leninista del partido no es un dogma; al contrario, se enriquece con la experiencia extraordinariamente rica del movimiento comunista internacional. Según las condiciones concretas en que actúa un determinado partido, el grado de su desarrollo y su realidad interna en un momento dado, así es necesario definir líneas de orientación y encontrar soluciones adecuadas para el funcionamiento del partido.
Deja de tener sentido y es casi ininteligible hablar hoy de “partido de nuevo tipo”. El “partido de nuevo tipo”, en rasgos esenciales enriquecidos por la experiencia de más de medio siglo de lucha revolucionaria, se convirtió en el tipo clásico de los partidos comunistas.
Se comprende así que hoy se pronuncien por “un nuevo tipo de partido” aquellos que, en numerosos aspectos, abandonan características del “partido de nuevo tipo”, del partido de tipo leninista, que abandonan el marxismo-leninismo, el internacionalismo proletario, el centralismo democrático, y resucitan orientaciones, conceptos, objetivos programáticos, métodos de organización y de trabajo, precisamente de los partidos “de viejo tipo”, del tipo reformista, del tipo socialdemócrata.
Por todo eso, la expresión “partido de nuevo tipo” debe ser encarada desde dos ángulos.
Por un lado, fuera del contexto en que expresó la trasformación de repercusiones históricas en la organización política de la clase obrera de cada país y del movimiento comunista internacional, dicha expresión dejó de adaptarse a la realidad actual.
Por otro, por lo que hay de más profundo en el concepto y por su significado histórico, esa expresión debe ser recordada por el valor de algunos rasgos esenciales que definieron y que siguen definiendo a cualquier partido comunista verdadero.
“UN TODO HOMOGÉNEO E INSEPARABLE”
Partido, clase y masas son tres realidades distintas, que desempeñan funciones distintas y papeles distintos en el proceso revolucionario y en la trasformación de la sociedad. Pero, si los límites entre estas tres realidades se traducen en grandes distancias, en alejamiento y en barreras, ello significa que ni el partido ni la clase desempeñan su papel de vanguardia, ni las masas pueden desempeñar el suyo.
Las formas, los métodos y el nivel de relación entre el partido, la clase y las masas son diferentes de acuerdo con la situación y la coyuntura social y política, la fase de la lucha, la fuerza y la influencia del partido.
Sin embargo, en cualquier situación, para que el partido pueda ser o llegar a ser la vanguardia y la fuerza dirigente, debe necesariamente desarrollar la actividad de forma que la lucha del partido, de la clase y de las masas se desarrolle en un proceso único, conjugado y armonioso e interdependiente.
Esta ha sido, desde hace muchos años, la forma de actuar del PCP. El éxito de la orientación se evidencia en el hecho de que, en la actividad partidaria y en la dinámica de la lucha popular, a veces es difícil discernir dónde se encuentran los límites entre el Partido, la clase y las masas.
La revolución portuguesa dio numerosos y brillantes ejemplos de ese proceso único, conjugado, armonioso e interdependiente.
En la derrota de los intentos de golpes contrarrevolucionarios (especialmente el 28 de Setiembre de 1974), en la liquidación de los monopolios (en cuyo proceso el control obrero y de los trabajadores en general precedió a las nacionalizaciones) y en la Reforma Agraria (en cuyo proceso la ocupación de las tierras y la constitución de nuevas unidades agrícolas precedió a la decisión del poder político), la acción del Partido se fundió tan profundamente con los sentimientos, las aspiraciones y la lucha de la clase obrera y de las masas populares que, en muchas situaciones concretas, la acción revolucionaria aparecía como obra del pueblo entero.
Esta realidad no desmentía la acción dirigente, organizadora y movilizadora del Partido. El Partido estaba con la clase, estaba con las masas. Y si no era enteramente nítido dónde terminaba el Partido y comenzaban las masas es porque, por un lado, el Partido, sus organizaciones y militantes vivían y luchaban profundamente insertos en las masas y, por otro lado, porque la conciencia de clase, la decisión, el coraje y el heroísmo de la clase obrera y de las masas se habían elevado (por efecto de la acción del Partido) al nivel de la conciencia, de la decisión y del heroísmo del propio Partido.
En el proceso de la revolución portuguesa, en que el Partido apareció profundamente enraizado en la clase y en las masas populares, identificado con sus anhelos, aspiraciones y objetivos, fundido en la lucha revolucionaria y en la obra histórica de la trasformación democrática, se reveló de manera exaltante el papel del Partido como vanguardia de la clase obrera, el papel de la clase obrera como vanguardia de las masas y la fusión del Partido, de la clase y de las masas en una misma poderosa e irresistible corriente trasformadora de la sociedad.
La revolución portuguesa constituyó una prueba histórica del PCP como vanguardia de la clase obrera y de todos los trabajadores, una prueba histórica de la clase obrera como fuerza social conductora del proceso de trasformación de la sociedad, una prueba histórica de las poderosas energías revolucionarias que brotaron de la fusión de la acción del Partido, la clase y las masas.
Las grandes trasformaciones democráticas realizadas (especialmente la liquidación del capital financiero, de los monopolios, de los latifundios, del capitalismo monopolista de Estado) solo fueron posibles porque Partido, clase y masas intervinieron en el proceso como una fuerza única concentrada en las mismas direcciones y con los mismos objetivos.
En el trascurso del proceso revolucionario, el Partido dio constantemente a la clase obrera y a las masas, y constantemente recibió de ellas, experiencias, enseñanzas, fuerzas y energías. Tanto en los períodos de flujo como de reflujo (corrigiendo pasividades oportunistas e impaciencias aventureristas), el Partido no actuó demasiado adelante ni retrasado con respecto a las masas. Actuó siempre con la clase, con las masas, en intensa conexión. Dada su militancia y experiencia, fue incontestablemente el orientador del proceso. Pudo serlo porque despertó y procuró siempre despertar en la clase y en las masas las energías, los impulsos, los objetivos justos y la creatividad.
No se trata de una situación nueva ni de una experiencia nueva. Se trata de una nueva confirmación en vivo de experiencias anteriores del movimiento revolucionario mundial, de enseñanzas anteriores de la teoría revolucionaria.
El “partido revolucionario del proletariado” [...], escribió Lenin, “no merecerá su nombre en tanto no aprenda a ligar a los dirigentes con la clase y las masas en un todo homogéneo e inseparable”.
Esta enseñanza no es válida únicamente en el período del flujo revolucionario, en el que puede adquirir extrema importancia. Es igualmente válida en la actividad habitual diaria del Partido.
La ligazón del Partido con la clase y las masas es una ligazón orgánica y vital. La lucha del Partido es inseparable de la lucha de la clase obrera y de las masas, y la lucha de clase obrera y de las masas es inseparable de la lucha del Partido.